Me llama Luisa Castro, ahora afincada en Madrid, y con su deje suavemente gallego y su humor va dibujando la crudeza urbana de la vida de alquiler, de los viajes, del esfuerzo y las luchas surrealistas mientras busca su ángulo para seguir escribiendo, para sumergirse otra vez en una novela que la arrastre, con esa duda que nos invade a veces en el proceso. Tal vez ella no se da cuenta de todo lo que va escribiendo mientras no escribe, porque cada anécdota que explica revela su mirada aguzada de escritora, el retrato afinado y brillante de la casera de su piso, que parece salida de un cuento de Isaak Babel- , o su comentario de los amigos, que devuelve a la visión de Marcel Proust , todo lo que dice forma parte de esa novela que ella aún no acaba de ver con claridad. "Cómo me alegra verte tan metida en algo", me dice cuando le cuento mi último viaje a Belgrado y la resaca de esa entrevista. Pero yo, que me interrogo sin fin sobre la extraña estructura de mi libro informe, la veo a ella a punto de adentrarse en una de esas novelas sólidas y bien estructuradas que ella sí sabe escribir.
Su novela La segunda mujer. (Premio Biblioteca Breve 2006). Luisa Castro ... , que describía bien Fernando Castanedo en el Babelia http://www.elpais.com/articulo/narrativa/intrusa/elpbabnar/20060225elpbabnar_8/Tes encontró un extraño y sospechoso silencio en la prensa catalana y algunos se permitieron incluso darle lecciones vitales. Hay críticos que no distinguen nunca la construcción literaria, sobre todo cuando juega con lo autobiográfico. En El Mundo un crítico se extrañaba de cómo su narradora, mujer inteligente y libre, podía haberse dejado impresionar y engatusar por un partner mayor, filósofo brillante, que la había hecho caer en su trampa familiar y social. Como escribió Proust, preguntarse eso es igual que asombrarse de que un mosquito tan pequeño pueda causar la malaria. ¿Acaso el amor y la pasión no son una especie de enfermedad? Y si la literatura no consiste justamente en eso, en mostrar las contradicciones y flaquezas de los personajes, su perplejidad, ¿qué sería? A mí, en cambio, esa descripción de una seducción y una imposibilidad de reacción, una lentitud como la de los sueños, en los que el peso del cuerpo dormido nos impide correr, de un aprendizaje vital amargo, me pareció valerosa y deslumbrante. Y su aspecto juliensorelliano, con el mundo cerrado, endogámico, asfixiante y provinciano de la buena sociedad catalana es otro de sus atractivos indudables.
domingo, 28 de enero de 2007
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1 comentario:
sí, yo también respiro mejor desde tu "alrededor" y tu "entorno de" balcánico, gallego, leído, de otras lenguas, histórico, psicoanalítico, -qué bonita imagen la de L. Castro, por cierto-
Me voy a parís y sé que te llevo conmigo...
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