martes, 28 de junio de 2011

Leí

Foto: I.N., Portadas de mi plaquette de Cafè Central sobre Denise Desautels, 2011
Leí el texto que había escrito para presentar el libro de la poeta canadiense Denise Desautels, Tomba de Lou, traducido por Antoni Clapès y publicado por Eumo (Cafè Central, Jardins de Samarcanda). Fue en la librería Laie y estaba lleno de gente que escuchaba con atención silenciosa, excepto una mujer que tosía, y que le daba al aire algo doloroso con su rebeldía espasmódica. Durante la primera parte hubo un hombre que se había entregado a la conversación en la librería en voz bien alta, como un saboteur, y eso me distrajo un poco. Luego al fin se fue y entonces pude notar la vibración de esa escucha. Toni Clapés había sido tan generoso que mientras me presentaba yo sólo sufría de que no dedicara más tiempo a Denise Desautels. Lo cierto es que después la presentó muy bien, nos dio un contexto y leyó algunos fragmentos de su magnífico prólogo de Tomba de Lou, para trazar su trayectoria. Al final del acto, los dos leyeron el final del libro y fue emocionante. Y mientras yo leía el mío, veía que Denise me entendía (lo había leído antes en francés) y nos íbamos cruzando a veces las miradas porque yo quería decirle algunas de aquellas cosas directamente a ella, que no sólo es una poeta inteligente y llena de talento, sino que acoge y comprende con esos ojos azules. Antes, en el café Laie, Jordi Nopca entrevistó muy bien a Denise Desautels (ella le llamaba l'étudiant, lo veía tan joven), no sé si para Time Out o para Ara. D.D. explicó cómo había empezado a escribir para salir de toda la muerte que la rodeaba; a veces pensaba que si no hubiera escrito se habría vuelto loca. Citó autores también míos, incluso ese Premier homme de Camus que yo siempre cito aquí y allí, y fue desvelando sin saberlo los motivos de mi conexión con su texto, las coincidencias y las afinidades vitales y literarias. Denise lo sabía: al leerme me lo había dicho, que había algo en nuestra intersección. Así que ayer nos cruzamos más libros que nos suscitaban las lecturas mutuas. Ella me había regalado dos libros suyos. Yo quise regalarle sobre todo Paysages originels de Rolin, por el capítulo de Kawabata, pero no lo tenían. Tampoco estaba L'instant de ma mort de Blanchot, ni Apprendre à vivre enfin de Derrida. Le regalé un libro de Bachelard, y surgieron más coincidencias, o eso que llaman sincronías porque una amiga suya escritora había trabajado sobre él y Denise acababa de leerla.
Para mí ha sido importante haber escrito Denise Desautels. El jardí de les ànimes y estaba muy nerviosa antes de leerlo. La noche antes dormí mal, aunque diría que fue por el calor. Los días antes, mi inquietud se rodeó con antiguos pensamientos de muerte. Incluso oleadas de los interrogantes angustiosos que me habían asaltado en las madrugadas de marzo y abril. Y mágicamente, después de leerlo se desvaneció todo aquello, sentí sólo alivio, aunque una parte de mí seguía haciéndose eco de los dos o tres desplantes que recibí ayer, junto con el éxito. "Cuanto más éxito, más desplantes", vino a decirme la Otra Bel, que había aparecido con su elegancia franzkleiniana y su sagèsse. Y yo me acordé, como siempre, del comentario de un artista conceptual cuando le dieron el premio máximo y se deprimió: "Ahora todos me odiarán", decía, "tan bien que estaba yo en mi cómodo fracaso..." Tampoco yo me he autorizado a abandonar una posición de dificultad material, de relativa invisibilidad, en la que no sólo está la parte necesaria y libre del fracaso, sino también su parte angustiosa, con su fantasía de indigencia. También me felicitó Selma Ancira, muy conmovida, y ese brillo suyo fue todo un homenaje, y la psicoanalista Nelly Schneider y Víctor Sunyol, y la Belle Elaine, que alegraba la vista a mi derecha y quiso llevarse el texto, y la poeta y novelista Esther Zarraluki, y Dolors Udina, la reina de la traducció, y Robert Ferrer, de la Alliance Française de Sabadell, traductor al francés de mi texto, y la artista Louise Vigé, que exhibirá su instalación conjunta con D.D. en ese lugar el viernes. Vi a Eph también con esa sobriedad elegante suya, pero cuando quise saludarle ya no estaba; espero que le gustara. La plaquette está ya en Laie en catalán y en francés (vale 3 euros, aunque ayer se regalaba con Tomba de Lou) y esta semana estará también en La Central, y en el librero de la calle Berlinès y el día 1 se podrá leer en castellano en Frontera D. Fuimos a cenar y al volver iba leyendo L'homme qui dort (también me compré el Journal de Jules Renard, gracias sobre todo a JML y Osías Stuttman me regaló un libro suyo y quiso llamarme "poeta" en la dedicatoria) y al volver me encontré una recomendación de EVM que asocia asombrosamente en un vídeo Taxi Driver con el libro soñante de Perec!!! Es un remix muy interesante, parece que todo encaja!...
Esta mañana, mientras hacía algunas posturas de yoga tumbada en el suelo, he notado una vibración peluda y luego, la patte blanche de Rufus en la frente. Rufus está a dieta. Descubrí que le daba más de lo recomendado por el veterinario (me dicen que, cuando sea mayor, la columna no resistiría el peso de su rayada y aterciopelada barriga de visón) y he tenido que reducir drásticamente. No se queja tanto como pensé. A veces monta guardia en la puerta de la cocina, pero poco más.
Y G. se ha ido esta mañana a un festival portugués, y yo le echo ya de menos, aunque tal vez comamos juntos, cuando está, me quejo de sus costumbres domésticas, pero sé que añoraré tenerle por aquí esta semana, escucharle pensar en voz alta y verle abrazar a Rufus con esos gestos cómicos, y decirle también cosas que él puede siempre entender.
Por cierto, que seguimos con la batalla para salvar el azufaifo y nos dicen estamos en el momento de mayor peligro porque han venido a barrenar y agujerear, y esa salvajada cortaría las raíces de un árbol que ha vivido entre doscientos y quinientos años en ese jardín, que es el mayor ejemplar documentado en Europa de esa especie, pero que el ayuntamiento saliente y el distrito siempre quisieron destruir. No tienen bastante con haber destruido la plaça Joaquim Folguera, despojándola de la frondosidad, el aire, la quietud, la sombra y los pájaros de los 29 almeces que la hermoseaban junto con las antiguas farolas. No han tenido bastante destrozando la pobre Torre Sivilla (desdichada Vil·la Florida), ni la graciosa inclinación de los pinos centenarios de la plaça Narcisa Freixas, ni la esquina frondosa de Mandri con el paseo de la Bonanova, ni todas las casas que han dejado tirar en este pobre barrio, sustituyendo la tierra de los jardines interiores y los patios verdes por más cemento para aparcamientos obligados, este pobre barrio antes silencioso y fresco y ahora polvoriento, ruidoso, contaminado y ardiente de cemento. Quieren aprovechar los últimos días para seguir destruyendo y cobrando comisiones y por desgracia, ya no nos quedan los periodistas cultos y receptivos de antes en los diarios, los han sustituido becarios que no saben nada y en eso basan su arrogancia. Pero resistiremos.

sábado, 25 de junio de 2011

El sol

Foto: I.N. Mis pies en la playa, 2011
Ayer volví a la playa secreta. Hacía un viento fresquísimo y la luz del agua, que se revolvía y giraba en multitud de olas asimétricas, me devolvió a mi preadolescencia en otras playas arenosas, con la misma estructura, de esas en las que hay que andar mucho para que el agua te cubra. También la sombra rápida de un avión sobre la arena, recorriéndome en un segundo como una caricia burlona me restituyó en un relámpago mnémico aquel lugar: Coma-ruga. Y esa extraña alegría de la inocencia perdida que nos engaña, como si quisiéramos volver, cuando como en mi caso, no querríamos en ningún caso. Esa nostalgia de un yo inocente de la que hablaba Chantal Maillard en su espléndido Bélgica. Ayer no me di cuenta, confusa por el viento o la conversación, y no me protegí por completo, así que cuando cayó la noche y la Belle Elaine vino a mi casa cargada con unas cuantas películas de Kiarostami -Close Up, sobre otra falsificación de identidad, y unos cortos de niños en Irán que habían puesto en la Rai- algunos fragmentos de mi piel tenían una tonalidad volcánica. Y la Belle Elaine y yo estuvimos hablando de películas y de la familia como institución maldita.
Yo había estado leyendo Je suis né, de Georges Perec, donde un Perec pequeño, de pantalón corto, huía de casa de sus tíos y recorría los metros de París consumiendo el dinero que le quedaba y aterrizando en la comisaría, donde le dieron un bocadillo demasiado grande como para morderlo y un cuenco de cerámica blanca, con grietas grises, lleno de agua. Era como si él hubiera hecho lo que yo quise hacer entonces, sólo que no me atreví. Temía la cólera y la violencia que seguirían a ese paso por la comisaría. Je suis né es un libro fragmentario, que da vueltas alrededor de su voluntad autobiográfica. Me está gustando más que W. y me han dado ganas de volver a L'homme qui dort, pero no sé dónde lo tengo (el caos me asalta; mi casa en "modo verano", como decía H.C.). Unos capítulos después, Perec cuenta, en una reunión para una nueva revista, su experiencia como paracaidista en el ejército y disiente de Clara Malraux en que esa experiencia sea análoga al psicoanálisis (él dice que su análisis fue muy distinto de su experiencia paracaidista), para decirles (porque ha bebido) que a veces hay que saltar, como sea, al vacío. Y luego cuenta cómo escribió algunos de sus libros y es maravilloso lo que dice de esos intentos autobiográficos fragmentarios y détournés, como su libro de sueños. Y lo que dice de su vida nocturna de soñante y de cómo sus sueños recogidos y escritos no le sirvieron en el análisis -hasta separarse de ellos y recobrar unos sueños balbuceantes, menos estructurados, menos escritos- y de "ce quelque chose à la fois flou et tenace, impalpable et immédiat, tournoyant et immobile, ces glissements des espaces, ces transformations à vue, ces architectures improbables".
Por cierto, que -tal vez porque el primer cuento de ese Chet Baker de EVM me encantó con nocturnidad, esa noche soñé que ascendía por una colina, una parte alta y muy empinada de Barcelona, una zona inventada de la ciudad, mezcla de la avenida Tibidabo, unas postales antiguas de BCN que había visto la tarde antes en La Central del MUHBA y la elaboración onírica misteriosa. Yo iba andando a veces y otras en un autobús que parecía serbio, amarillo, abollado y viejísimo, y veía a EVM sentado leyendo detrás de todo del autobús desvencijado, con un traje azul marino como una vez en la feria de madrid, y unas gafas redondas estilo beat, y yo me acercaba para decirle que sus gafas me recordaban a Timothy Leary -aunque el TL real no llevaba esas gafas!-, pero un revisor me decía: "Ha pedido que no le molesten", y yo pensaba: "El revisor no sabe que yo no soy turista, que le conozco, etc., pero ya se lo diré después, cuando bajemos", y ya después yo estaba ya llegando a la cumbre y veía que estaban cerrando la puerta de los Hogares Mundet, que en el sueño era un sitio precioso con unos jardines frondosísimos y un edificio que parecía aquella iglesia de Siracusa construida sobre un templo griego, y yo sentía una gran desolación de no poder entrar, pero una voz interna me decía: "Es mejor así, porque lo que está pasando ahí dentro es terrible." Y entonces andaba con Lydia O., que me preguntaba: "¿Tú sabes dónde está el Palacio de...?" Y yo le decía: "Sí, por aquella curva", señalando a una carreterita con unas cúpulas doradas al fondo y ella me decía: "No, Isabel, no puedo mirar porque me dará vértigo", y yo le decía: "No, allí no da vértigo", y ella respondía: "Isabel, a ti no te da vértigo, pero a mí sí." Ahora todos mis sueños tienen que ver con la novela y en casi todos se plantea como re-presentación, o como las consecuencias de entrar o no entrar en esa zona antigua y doliente, en el vértigo de mostrar...
Así que le conté el sueño a EVM y me dijo que había algo inquietante porque precisamente en un artículo suyo que aparecerá mañana había escrito sobre algo cultural de los sesenta y aludía precisamente de los Hogares Mundet, un lugar que él no había mencionado en treinta años. Era la segunda vez que algo suyo se filtraba en mi sueño, pero la cosa no acabó ahí. Cuando se lo conté a la Otra Bel me dijo que había algo más asombroso y me contó de un viejo sueño suyo que le había impactado históricamente que se ajustaba a las imágenes de la Barcelona de mi sueño y que precisamente ayer, aprovechando un recado había salido en pos de esa ciudad onírica, intentando localizarla en un barrio montañoso y empinado como el de mi noche. Hoy ha aparecido Lola, que me acogió hace poco en Madrid, que está en Barcelona para uno de sus cursos, y le he sugerido que viniera a comer aquí conmigo y con Rufus, y al contarle a grandes rasgos esa cadena onírica, ella, que es junguiana y cada vez se adentra más en ese mundo, me ha dicho: "¡Claro! Es que todo eso nos viene de otro lugar, nos atraviesa, es que ahí (en los sueños) nos encontramos todos!". Y es que llevo días y semanas en las que los sueños se me escapan al despertar y recuerdo apenas una atmósfera, pero se desvanece enseguida de un modo desesperante, y al fin pude recordar ese sueño de las gafitas redondas. Naturalmente, el hombre que escucha me ayudó a ver otras cosas. Incluso las gafas redondas remitieron a una escena de mi infancia en la que yo miraba con prismáticos desde el balcón trasero de la casa de la Diagonal. Y surgió un incidente turbulento de negación que tuvo lugar el otro día como estela de un encuentro ante notario, algo que sólo la presencia alegre de G. pudo borrar (G. vino a pedirme una lectura crítica de un interesante trabajo de etnografía urbana que había hecho en un bar cercano; el trabajo me encantó, tenía destellos de genialidad antropológica o tal vez literaria, pero sobre todo me sirvió para recordar que, por suerte, yo hace mucho que ya no vivo "allí", sino lejos de aquellos personajes de mi infancia) y que al final sirvió para introducir dos nuevos matices en esa novela. Y es que, sarinagara... todo aquel mundo siniestro, una vez sobrevivido, se convirtió en materia feliz de mi escritura.
Ayer me sumergí en una serie que un amigo se ha empeñado en hacerme ver, una serie muy bien hecha, bien realizada, que atrapa y convence, excepto por la inmensa misoginia que a mí me fatiga y resulta insoportable y tramposa, y a ratos me llena de melancolía. Mi amigo dice que me espere, que me equivoco, y es que a él le gusta ver el mundo a través de MM. Efectivamente, los años cincuenta americanos eran horribles y opresivos para las mujeres, que en los sesenta se liberarían de todo eso, pero el ángulo sigue siendo misógino al mostrarlo (It reinforces mysogyny!, dice mi amiga americana, y yo estoy de acuerdo, por más que enganche, ¿por qué ponerse las gafas masculinas de los cincuenta para contarlos?), los personajes femeninos son despreciables, rastreros y sucios o bien de una imbecilidad infantil que acaba en violenta locura. Y esa oleaginosa complacencia de las housewives que recuerda a los consejos de la sección femenina a las mujeres, auqnue en un setting más elegante. Et le génie feminin? Mientras, tuve noticias del genio -femenino y muchas otras cosas- de mi admirada Heddy Honigmann y de que en noviembre saldrá un coffret suyo con todos sus documentales. Y que si salud se lo permite filmará pronto una película arbórea. Le voy a mandar La plaza del azufaifo y Si un árbol cae mañana o pasado...
Volviendo a la serie y al éxito que ha tenido, al margen de su gran eficacia narrativa, dramática y sobre todo al reparto, me hizo pensar en ese sueño de los hombres, de un mundo en el que las mujeres fueran sólo cuerpos, estuvieran dispuestas a todo con tal de conseguir sus objetivos materiales y además fueran incapaces no sólo de pensar, sino además de tener ninguna amistad entre ellas. Aunque parezca aburrido, eso consuela a algunos hombres de esa tremenda herida con la madre, edípica o whatever, esa necesidad de venganza se realiza así, intentando reducirlas a eso, en lo real y si no, al menos, en la narrativa. Y esto encaja con el planteamiento del lúcido análisis de Christiane Olivié en Les enfants de Yocaste, que por cierto han traducido.
Otro sueño es el del amigo que me la prestó, que habla como si la subjetividad no existiera, como algunos críticos, en esa ilusión de que hubiera un buen gusto universal -el suyo- y los demás, si no coincidimos, es que estamos equivocados. Aunque él -y seguramente todos- sabe que eso es falso, se obstina con tenacidad y con humor de niño que juega en hacer como si. Y es que seguramente hay algún encantamiento en eso, alguna consolación.
También estuve leyendo Rusia con Rainer, un libro maravilloso de Lou Andreas Salomé (¿lo dije aquí? qué maravilla la escena del encuentro con Tolstói, su descripción del personaje), y le hice una consulta a Selma Ancira sobre una expresión que cita Lou y que me encantó, habla de los "russkie neudachnie, rusos desdichados, es decir, los criminales". La idea que llamar desdichados a los delincuentes me pareció de un humanismo poético muy interesante. Per Selma no encuentra el término en esa época. Sin embargo, la traducción y la edición parecen impecables. Es una gozada de libro.
Y ahora tengo que instalar la impresora, qué pereza dan los aparatos y sus instrucciones, para imprimir el texto que leeré pasado mañana en Laie, a las 19.30, en honor de la poeta canadiense Denise Desautels y la exquisita traducción al catalán que Antoni Clapés ha hecho de su Tomba de Lou. Para mí ha sido importante escribir ese texto, que se presentará también mañana en catalán y en francés, a modo de plaquette (¡ha quedado preciosa en francés!). Y estoy llena de mi característico miedo escénico de leerlo allí (no sólo eso, cuando se lo leí la primera vez a la Otra Bel, que lo calificó de hipnótico, pensé que si leía ciertas frases de ese texto me moriría... Luego eso pasó, pero a esa fantasía negra la sustituyeron otras ansiedades más de rez-de-chaussée que no contaré aquí). ¿Vendrá alguno de mis lectores silenciosos? Dos días después, el texto aparecerá también en castellano en Frontera D. Les dejo ya. Rufus duerme profundamente y siento deseos de sumergirme con él en ese sueño donde, según Lola y los junguianos, nos encontraríamos todos.

jueves, 23 de junio de 2011

Morir matando

Foto: Rafa Zaragoza, El azufaifo de la calle Arimón, 2007
Parece incomprensible y delirante, pero así son las cosas. Cuatro días que les quedan en el ayuntamiento y los distritos son suficientes para destruir mucho más.
El azufaifo de la calle Arimón, a pesar de estar catalogado y de ser el mayor azufaifo documentado de Europa -sólo en Marruecos hay uno mayor-, con unos quinientos años de existencia, y ahora en plena expansión y floración veraniega, vuelve a estar gravemente amenazado. A pesar también de la batalla mediática y ciudadana que nos llevó a expulsar al constructor y a catalogar el árbol.
Ayer llegaron los obreros municipales para iniciar los trabajos de construcción en la parte baja del terreno.
Todos los expertos nos lo han dicho. Si se construye en ese terreno, aunque sea en el extremo más alejado, el azufaifo morirá. Tardará dos o cuatro o seis años y morirá. Mientras que, si lo dejaran en paz, podría vivir otros cien años más, por ejemplo.
Pero nuestros políticos detestan los árboles. No les importa que Barcelona haya superado los límites de contaminación, que la ciudad esté muy por debajo de los niveles de verde por habitante que reclama la OMS para la salud de los ciudadanos.
Con el pretexto de ampliar la línea 9 del metro, engañaron a los vecinos del barrio y destruyeron la plaça Joaquim Folguera, con sus 29 frondosos almeces octogenarios, gastaron dos millones de euros en trasplantar 5 de ellos a una placita donde a su vez habían talado magníficos pinos centenarios para dejar las herramientas (!) y cortaron el resto. Una plaza suave y maravillosa, donde jugaban los niños y un núcleo frondoso absorbía contaminación y ruido, daba frescura, quietud y pájaros, que celebraba al pobre poeta -hoy envilecido por el desierto pestilente, ruidoso y sucio que han dejado-, con sus farolas modernistas, la "plaça Magritte" que decía Maria Casassas, se ha convertido en una especie de cantera abandonada y fea.
En los desdichados jardines de "Vil·la Florida", la antigua, frondosa y fresca Torre Sivilla, donde ya habían talado alegremente gran parte de los maravillosos ejemplares arbóreos sin razón alguna; ahora han tirado el muro de piedra histórico y han talado toda la arboleda de detrás de la casa, donde han dejado una triste zanja, con el perverso pretexto de construir una biblioteca. Eso mientras recortan el 83% de recursos a las bibliotecas catalanas. ¡Sería cómico si no hiciera llorar! Todo lo destruyen y sin resistencia, porque no hay instituciones que arbitren ni recursos contra ellos.
Hereuville recuerda la descripción que Camus hizo de Argel: "comme un cancer malheureux, étalant ses ganglions de misère et de laideur...". Aunque los que vengan les seguirán los pasos, porque no queda en este país un solo político honrado, a quien le importe nada que no sea su enriquecimiento y el de su partido.
¡Movilicémonos! No permitamos que destruyan también nuestro azufaifo.

jueves, 16 de junio de 2011

¿Por dónde empezar?

Foto: I.N., La que fue casa de mi abuela en Ciudad ducal, 2011
Hace días que no escribo aquí. Me fui a Madrid a la Feria del Libro. No hacía el calor aplastante de otros años. L. vino a buscarme a la estación y corrimos a ver la exposición de Atget y aquel París que ya entonces estaba desapareciendo. Es muy exhaustiva y yo necesitaba más tiempo o un lugar donde sentarme a contemplar sus árboles y parques, que sólo llegaron al final. Las fotos son maravillosas y ya las conocía, gracias a L.O., pero yo llegaba agotada tras una noche dolorida (por un error de omisión) e insomne. Después de una cita a las puertas del centro de Mapfre en Recoletos (me alegró que La Central esté también allí), en el café Gijón, comimos verduras donde L. y luego le leí el primer y último capítulo de mi novela, que me sonó con una fuerza insospechada. Después, L. me llevó directamente a la caseta por un camino umbrío. Allí enseguida llegaron en tropel unos cuantos amigos generosos (la propia Gene Tierney madrileña-cosmopolita-escritora, un viejo amigo rejuvenecido que pintaba pájaros en su ociosidad, mis radiantes y pensantes ex suegros, dos de mis guapos e interesantes ex cuñados, un guapísimo y alto sobrino; faltaban muchos, pero era viernes a última hora y algunos se habían ido), y estuve firmando. En los intervalos hablaba con el librero, que es eficaz y encantador, y se había ocupado de traer otros títulos míos. Después llegaron lectores otros, lectores de facebook, de este blog, de otros libros, una lectora que me conoció a través del memorable Dietario voluble de EVM (por cierto que esta vez sentí no encontrarme a EVM en la Feria como el año pasado), y una que me trajo un ejemplar de un libro colectivo de correspondencia entre mujeres escritoras y artistas en el que participo con la Belle Elaine y que aún no había visto, No se lo cuentes a nadie. Ya el día antes, en una librería oí que una mujer desconocida preguntaba por un libro mío, aunque no pude ver cuál, pero me hizo ilusión. En la Feria, además de Sinrazones, firmé Si un árbol cae, firmé Algunos hombres... y otras mujeres, firmé La plaza del azufaifo, incluso para el librero, que quiso quedárselo. Vino a buscarme mi primo y nos fuimos al campo donde vive, donde la noche aún era helada. "No sé si voy suficientemente abrigada", dije yo, y Cecilia, la guapa hija de R. me contestó: "Nunca vas suficientemente abrigada para Las Navas". Pero según me dijeron, yo llevé el buen tiempo. Fueron los primeros días de sol tras una temporada de lluvia y frío. Traduje mucho Giono, que parecía fluir extrañamente allí, entre algunos de los maravillosos retratos pictóricos que hace mi primo, e incluso escribí un capítulo (aún en construcción) de mi novela. Me visitaban los pájaros: rabilargos azules, abubillas, arrendajos, oropéndolas, buitres en lo alto del cielo. Descubrí que las vacas -animales de ciento veinte kilos- son capaces de saltar vallas bien altas sin ninguna carrerilla, como luchadores de sumo. Dimos un paseo por los lagos y presenciamos un asombroso concierto de ranas: seguramente fue la famosa noche del apareamiento, pero por la tarde componían un coro increíble, que mi primo M. grabó un poco con el móvil. Yo les decía que comercializaran un cd de relajación anfibia. A mí, que la familia me parece una institución maldita, me sorprendió descubrir tantas afinidades, y también esa extrañeza de ver trozos de unos y otros en los otros que son los parecidos. Un gesto, una sonrisa, los ojos, el perfil de uno en otro. Mis primos se parecen mucho a mi padre y me parecía verle todo el tiempo, hablaban de él, sin darme cuenta había entrado en su mundo. La primera noche, mi padre se coló en mi sueño, con una escena extraña de un pájaro amarillo que encharcaba mi zapatilla y debajo ocultaba un pájaro azul, una especie de periquito liliputiense. Y yo llamaba a R. y a mi padre para que me ayudaran, comentándoles que el pájaro amarillo precisamente había elegido mi zapatilla... Y los juegos perversos de mi memoria: por una milésima de segundo pensé en llamar a mi padre para decirle... antes de que llegara la conciencia de que mi padre ya no está y que hace doce años que se fue del mundo. Pero he estado escribiendo de él y eso también confunde, hace que su presencia-ausencia ocupe más espacio... Fui también a la que fue la casa de mi abuela y por uno de esos prodigios de la memoria, no recordé la última sino la primera vez que llegué a aquella casa, a los siete u ocho años, la impresión que me produjo. La casa se veía preciosa aunque ya no quedara en ella hospitalidad ninguna. El paisaje de nuestros paseos era todo bosque, robles, acacias, fresnos, pinos altísimos, matorrales de jara amarilleando en las cumbres como pequeños fuegos risueños... He vuelto a una Barcelona calurosa y agostada, llena de obras y de furiosa agitación política. Políticos violentos instalados en la mentira, policías infiltrados entre los resistentes pacíficos para provocar, justificar la violencia policial, medios serviles que transmiten esas distorsiones... pero también, comentaristas valientes que sí hablan y conectan con la fiebre de las redes. En las redes sí están todas las imágenes, las que demuestran lo ocurrido. Y esas imágenes atraviesan el mundo. Y es que el mundo tiene que cambiar utilizando el sentido común frente al delirio de ahora, y tiene razón Galeano, hay otro mundo posible en el vientre de éste, un mundo que pugna por nacer del viejo.
Yo sigo sumida en mi novela, con momentos de levísimo pánico al pensar en lo que supondrá, instantes efímeros que desaparecen en la felicidad de poderla escribir. Y avanzo por fin en la traducción de Giono: ¡me quedan menos de sesenta páginas! Me sigue gustando mucho pese a todas las dificultades. Me ha hecho buscar y aprender. He estado releyendo dos maravillas de Stefan Zweig para mi curso de los martes, mi favorito Mendel el de los libros y Veinticuatro horas de la vida de una mujer (pensaba en toda esa gente que maldice a Freud y defiende a Zweig sin darse cuenta de lo psicoanalítico y freudiano que era), también los Sueños de Kafka (espléndido, materia de su escritura, la misma atmósfera onírica profunda), y en la feria me compré también Chet Baker piensa en su arte y he empezado El exilio interior, la bio de María Moliner que ha escrito Inmaculada de Lafuente, anoche descubrí un libro precioso e inteligente de Susana Medina, lleno para mí de extraños ecos, coincidencias y con una elegancia a veces deslumbrante como su foto de facebook, Souvenirs del accidente, prologado por T. Masoliver y que ya no existe, y una biografía de Lou Andreas Salomé que recomendaba el librero de la calle Berlinès en el programa radiofónico psicoanalítico Hablamos. Tengo unas mañanas extrañas en que recuerdo mis sueños sólo unos segundos y no logro hacerme con ellos, veo desaparecer su atmósfera, ¡todo! Tendré que hablar con el hombre que escucha, más tarde...
G. ya enfrascado y cada vez más brillante y osado en sus trabajos antropológicos, aunque siempre desorganizado en el tiempo, y con tantas cosas, ahora se iba a entregar un trabajo y luego a escalar esas rocas suyas, no sé dónde... ¡Y Rufus! Rufus está feliz esta semana de reencuentro, con G. y yo por aquí, abandonando los sofás y buscando rincones de frescura en el suelo y emitiendo sus ondas ronroneantes. A veces recuerda el que fue: el otro día, G. intentaba jugar con él como con la tigresa Gilda y Rufus corría, pero al pararse nos dimos cuenta de que había pasado miedo de verdad, su cansancio no era sólo físico, sino de la tensión. Eso sí, Rufus, como esas ágiles vacas abulenses, puede saltar sin carrerilla, sólo estudiando bien sus impulsos antes de saltar.

martes, 7 de junio de 2011

Héme aquí

Foto: I.N., Rufus, cerca, 2011
Isabel viendo llover en un Macondo oscurecido, rodeada de papeles para mi declaración de Hacienda, maldiciendo una vez más mi caos y los duendes que esconden mis documentos en el momento clave, con Rufus y el agua que cae y cae y cae... Llevo media tarde desconectada de la red, empapelada en el registro de mis gastos y mis vacas flacas. He pasado el día traduciendo a Giono. No he escrito mi novela, aunque he vuelto a leer un capítulo que ya leí ayer y que necesitaba sólo ser pelado, eliminando lo reiterativo para que quedara desnudo. Hace días que tengo la sensación de que todo se estropea a mi alrededor -se funden las bombillas, la nevera protesta, la lavadora se hace de rogar para ponerse en marcha, la cadena del váter ha perdido su capacidad ahorrativa y sigue echando agua hasta vaciarse, ya no tengo impresora compatible, y mi memoria externa pide ser reformateada para mac o se niega a aceptar información (aunque Steve Jobs ya ha anunciado una nube donde podremos guardarlo todo; ¿será una nube como éstas que ahora lloran sobre nosotros? ¿será una nube de hielo de las que temen los pilotos?). Ayer, cuando acabé de ayudar a G. en un trabajo suyo, mientras hablaba por teléfono temí que se hubiera estropeado otra clase de cosas, me fui a dormir con una desazón y me he despertado aún impregnada de esa grisaille, influida también por el universo despiadadamente misógino de una novela que leía.
Rufus ha venido a reconfortarme. Cuando la tormenta ha empezado en serio, él estaba en su váter de la terracita sur y al estallar un trueno, el pobre gato se ha dado un susto de muerte y ha atravesado el pasillo prácticamente volando para ir a refugiarse bajo mi cama. Luego ha vuelto a dormirse en el sofá, agotado.
Hoy ponían una película del director con quien cené en un italiano maravilloso de San Francisco -aunque sólo fue maravilloso aquella noche, en que todos los platos eran los que debían ser y nosotros empezamos hablando de gatos y ultracuerpos-, pero yo no tengo tiempo de ver nada. Hoy también he vuelto a poner una canción de Lightnin' Hopkins y llevaba sin darme cuenta un chalecillo que compré en un museo de Los Ángeles. Así que me he acordado de aquella música de piano que me envolvía por teléfono y he estado a punto de llamar al músico para decírselo. Sarinagara...
Cafè Central se prepara para publicar en forma de plaquette bilingüe mi texto sobre Denise Desautels, que leeré el 27 de junio en Laie y que Robert Ferrer ha traducido al francés y me ha gustado mucho verlo escrito en esa lengua, con todas sus citas de poemas de todas partes... Y ayer, mi editor del libro de la ciudad me dijo que no me preocupara, que el libro saldrá pronto, en cuanto puedan ponerse a ello... Así que debería sentirme feliz, olvidar la angustia de la pobreza, pensar que todo esto es transitorio y que este mundo viejo e injusto, como dice Galeano, está preñado de otro mejor... Rufus duerme ya en el nuevo y lo dibuja con sus vibraciones gatunas...
El viernes me iré a Madrid, aprovecharé para ver la exposición de Atget y luego iré a la Feria a firmar nuestro SINRAZONES DEL OLVIDO, a la caseta 133, de La Central, no muy lejos del ángel caído. Espero que mis amigos tengan piedad y vengan a verme.
***********
Escribo en la grisaille melancólica de esta mañana siguiente. No se acaba. Me he levantado con mis duelos, cuando creía que habían desaparecido. Han vuelto ayudándose por un youtube de una pequeña rebelión antiberlusconiana en la ópera, con Ricardo Muti y en pleno Nabuco, en presencia del gángster que sigue erosionando ese país e inspirando a nuestros políticos. Mi padre, la ópera, el mundo que se fue y el que duele, mi madre perdida y la gata seria... (un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia).
Dice Lêdo Ivo en "No jardim" (En el jardín):
O sol no jardim.
O jardim dentro na flor
aberta como una grande umbrela
na claridade do mundo.
E o sileêncio das constelaçŏes ocultas
no céu de verāo.
Y anoche leí al fin ese poema de Juan Carlos Mestres que habla de un lugar que está dentro de un poema de Lêdo Ivo, Cavalo morto.

viernes, 3 de junio de 2011

Ya me iba al cine

Foto: I.N., John Muir Woods, 2011
Pero me di cuenta de que se me había hecho tarde mientras compraba. ¡Qué sensación de libertad deliciosa de viernes sin salir! Iba pensando, cómo no, en mi novela, que ahora me abstrae más y más, aunque no sepa hasta cuándo, ni adónde me lleva exactamente la última deriva... Entre dos o tres paradas de autobús he leído L'instant de ma mort, de Blanchot, que me ha encantado. Me ha recordado, aunque fuera muy distinto, a aquel librito delicioso de Julien Gracq, El rey Copethua. Aunque Blanchot es otra cosa. ¿Quién decía en facebook que su ficción no está a la altura de sus poéticos ensayos? En cualquier caso, esta pieza sí lo está. Ese momento de fin de la guerra en el que la muerte llega fulminante para unos y perdonando arbitrariamente a otros, haciéndolos culpables, y a la vez no faltan las extrañas epifanías, y el peso de la historia más lejana y... Todo en unas pocas páginas, delicadas y densas, como siempre Blanchot, esa poética suya tan filosófica.
Mientras andaba por la calle, me preguntaba qué quería escribir de otra época agitada y bulliciosa, en un capítulo que me ha surgido de pronto "en el vientre de otro", como decía Galeano del mundo que viene. No sé aún qué haré, si el huevo romperá o se quedará ahí, como en la panza del canguro...
El otro día vi una película sobre una exposición e instalación de Esther Planas que me perdí, hélàs, en la muestra BCN Producció '10 en noviembre pasado en la Capella. Me gusta esa definición de su trabajo como "pop oscuro y situacionista". En cualquier caso, parece describir bien ese mundo suyo que prefiguraba también las movilizaciones y acampadas de los indignados, además de mostrar otras muchas cosas, con su mirada crítica y talentosa. La película está llena de una melancolía de lo urbano que une la vieja nostalgia irónica de Betty Boop con las heridas de la historia y sus luces, la destrucción de la ciudad, nuestro Angst, y ese "desde mí" empático que la muestra a ella andando por las calles con su aire algo rockero, esas calles de la ciudad ambivalente donde todo late, duele, recuerda, pero donde no falta el humor ni la indignación vital y crítica. La película es preciosa, tiene esa poética del todo, que parece reunir el universo en una secuencia de imágenes, incluso la música refleja ese todo pynchoniano, melancólico, sutil y salvaje al mismo tiempo. Furiosa conmigo misma por haberme quedado abstraída en mi dolorido invierno y habérmela perdido allí, ver esas imágenes (y escuchar la película) me llenó de la felicidad de las afinidades y los encuentros.
Hace mucho que no voy al cine, pero por suerte veo estas cosas que me traen los amigos.
¿Cómo explicar? Me gustaría avanzar más con la eterna traducción de Giono, pero algo avanzo. Y en cuanto a la novela, ¡qué felicidad! A pesar de lo doliente. He escrito la enfermedad y la muerte de mi padre, reconvirtiéndola, pero la escritura es tan poderosa que ahora siento como si hubiera sido ayer y no hace doce años. Otra vez volvió a producirse ese extraño efecto mágico, difícil de explicar, que siempre se repite. Escribo sobre alguien y reaparece en lo real: un personaje que jugó un papel bien triste en la muerte de mi padre y a quien no había vuelto a ver. Al salir de un restaurante con dos amigas apareció y me vio tan estupefacta que creyó que no le reconocía. "Si supieras cómo te recuerdo", pensé yo. Por lo menos, esos días. No, él no puede imaginar, parecía más redondo e incluso feliz, sin sospechar nada de lo que ha inspirado. En esa misma calle reaparecieron una vez dos personajes que salían en uno de mis cuentos. Por teléfono y por email aparecieron otros tantos. En cambio nunca llegó el único personaje al que me habría gustado volver a ver, si es que existe todavía, en algún lugar del mundo.
Anteanoche me llamó J. y le pregunté si no le importaba que utilizara algo de él en mi novela. No es un pasaje alegre ni halagador, pero yo tengo la tentación de escribirlo. J. se echó a reír y me dijo que yo tenía derecho a escribir lo que quisiera. Dijo que le gustaba mi honestidad y al día siguiente aún seguía contento de la pregunta. "Espera a que lo lea", dijo L, con su pesimismo descreído, porque tampoco ha leído ese texto. En cambio B. esperaba esa buena reacción de J., me dijo que lo había imaginado.
Ayer fui a la presentación del Premio de Traducció Poètica Jordi Domènech, que se celebra en el Arts Santa Mònica. Ganó Antoni Xumet i Rosselló, por su traducción de Gravitaçoes, de António Ramos Rosa. El traductor y profesor Joan Fontcuberta hizo la conferencia y me citó generosamente. Antoni Clapés estuvo especialmente brillante y preciso, atinado y con su calma sapiente, contando muy bien lo que hacían y el lugar que ocupa, ¡ese privilegio casi secreto! Estaba la Reina de la Traducció, y en general, la crème de los traductores, y Clapés bromeó que si ocurría algo allí, Catalunya se quedaría sin los mejores. Estaba Anna Casassas, que dio la conferencia del año pasado, y hablamos de una posible visita mía a su campo francés, lleno de árboles centenarios. A mí me tocó hacer la conferencia de ese premio tres años atrás, cuando se celebraba en La Pedrera, bajo aquel techo maravilloso de blanco oleaje y con los magníficos plátanos del Passeig de Gràcia asomando por la ventana. Yo estaba muy nerviosa y leí Els meandres de la traducció a una velocidad imposible, pero me aplaudieron muchísimo y CHM me dijo: El text m'ha agradat molt! L'has llegit massa depressa, però si arribes a llegir més lent, el sostre hauria caigut amb els aplaudiments. Yo me quedé muy contenta de haber puesto en ese texto tantas cosas de mi vida traductora, y de que hilándolas tan locamente el resultado le gustara tanto al público traductor de La Pedrera. Anna Casassas me dijo que había leído ese texto mío, pero temo que no le gustó o lo olvidó por completo, porque no añadió ningún comentario. En cambio A. Clapés aprovechó la ocasión para elogiarlo una vez más, con ese entusiasmo suyo (considerando que la palabra griega enthusiasmo significa estar habitado por los dioses, según recordaba Galeano en la plaza de los indignados). Luego traduje ese texto al castellano y (además de la plaquette catalana de Cafè Central) se publicó en Vasos Comunicantes y puede leerse aquí, en la página 21. Ayer, un traductor al que yo sin duda he leído se me presentó alegremente como uno de los lectores silenciosos de este blog (eso siempre alegra!). Anna C. me dijo que hoy iría a uno de los últimos programas de L'hora del lector, que la nueva dirección de TV3 ha decidido suprimir. También han anunciado que suprimen la Institució de les Lletres Catalanes. Y han reducido el presupuesto de compras de las bibliotecas en un 83 por ciento. Estos políticos hacen sólo lo contrario de lo que hay que hacer en todos los ámbitos. Habrá que resistir. Yo voy a ir a la manifestación antinuclear del domingo. Saldrá a las 12h del Pla de Palau y acabará en la sede de Fecsa-Endesa. Ya sé que a algunos no les parece un tema prioritario. Si supieran lo que yo sé -lo que me han explicado los expertos y lo que he leído-, vendrían todos a la manifestación. Por cierto, estupenda la respuesta de Kiko Amat a Monzó sobre los indignados.
El martes, al acabar mi clase dedicada a La tormenta de nieve de Tolstói, bajé del café a la librería Laie y estaban presentando Habladles de batallas, de reyes y de elefantes, de Mathias Enard. Lo presentaba Emilio Manzano, y me quedé un rato escuchando. Vi a Javier Pérez Andujar, de espaldas, vi al arrogantísimo RF, contemplando el mundo desde sus alturas, a Robert Cantavella, que parecía iluminado tal vez por lo amoroso o la afinidad o una conversación interesante, a Assumpta Roura y a muchos otros. Me gustó escuchar a Manzano como una prolongación del programa que se acaba y a Mathias hablando de su relación con el secreto Miguel Ángel, su proceso con el libro, lo que importaba y lo que no. Mathias, además de un escritor de verdad, es amigo de mi amigo serbio, yo defendí un libro suyo cuando aún no era famoso ni había triunfado tantísimo en Francia y en todas partes y luego le conocí en la Vojvodina, en una casa de escritores, mientras hacíamos un pequeño tour literario serbio. No me quedé al final de la presentación, para evitarme los desplantes y la condescendencia que suelo encontrar en esta ciudad tantas veces. De hecho, tenía una tarde algo melancólica, a pesar de la maravilla de Tolstói y de mis simpáticas alumnas del curso y de la infusión de gengibre de ese bonito café, me había entrado lluvia en mis zapatillas de pantera rosa e iba pensando en mis miserias de traducción, en esas desautorizaciones secretas que me impiden ganarme la vida normalmente y me devuelven a la angustia de la falta de dinero. Y sin embargo, sarinagara...
Hoy me ha llegado al fin La casa roja de Juan Carlos Mestre, aunque todavía no lo he abierto, y un número viejo de Anthropos dedicado a Blanchot. Estaba a punto de escribir mi reseña del Cuaderno de noche, y sin querer, porque esto de los sueños es contagioso, he retomado los Sueños de Walter Benjamin y los de Theodor W. Adorno, que son mis preferidos. Y ahí cerca están los de Kafka. Y uno mío, que me gustaría contarle al hombre que escucha. Fui a verle ayer y otra vez salí con el espíritu ensanchado y revoloteante, no sé por qué. Tal vez porque incluso cuando, como ayer, había allí una advertencia seria, me da la sensación de que estoy tirando del hilo y salen cosas útiles, aunque no sabría explicar exactamente.
Rufus corretea por la casa, dormita, sale de caza a la terracita, pide abrazos y caricias, vuelve a dormir. G. se ha ido un rato a escalar unas rocas, no recuerdo a dónde. Yo siento una paradójica felicidad estos días, sarinagara, gracias a la novela, aunque vuelva la melancolía y aunque a veces sea duro escribir ciertos pasajes. Gracias a la generosidad de alguien, he cambiado de ordenador, me he alejado de las garras de BG, y he entrado en el mundo mac. Tiene algunas imperfecciones, pero me gusta muchísimo más y ya soy libre de aquellas amenazas de virus, tan parecidas a las falsas y absurdas amenazas a que nos someten los políticos, big pharma y los medios que la sirven.
Por las mañanas alterno tres verdes chinos maravillosos, a cuál más delicado y sutil, de esa tienda parisina que me los manda junto con muestras de otros tés, igualmente magníficos. Para las tardes últimamente tomo un roïboos almendrado con unos efluvios que me arrastran a donde sea. Pero en el desayuno, oh, qué delicia: yo siempre tomaba Long Jing (o Lung Ching), pero ahora lo alterno con Lin Yun y Long Zhu...