martes, 31 de julio de 2012

Journal dans le bois


Zeitung  im Wald. Así se llamaba una pieza sutil y delicada de Meret Oppenheim que yo quise poner en la portada de mi primer libro de relatos, y el museo suizo que la acoge sólo me pedía que incluyera "por cortesía de", pero vegap me pedía una tarifa excesiva que tenía que pagar yo misma y al final renuncié y acepté una foto que quedó magnífica e igualmente sugerente. La pieza de Oppenheim sugería un periódico abandonado en el bosque con un crucigrama donde a los cuadrados negros les hubiera crecido hierba. 
Todo lo que aquí me rodea es pura belleza. Oigo pájaros que silban, una abubilla nocturna y hace un rato, sentada fuera, tenía una mano extendida sobre la mesa y una gran mariposa amarilla ha venido a posarse en ella. No me he atrevido a moverme para fotografiarla y se ha ido enseguida, ¡pero qué privilegio! Los grillos me recuerdan a La collectionneuse de Rohmer y a las conexiones que JLG hacía entre esa película y mis cuentos. Ayer murió Chris Marker, otro pedazo de mi mundo que se va, con esas películas que me cambiaron la percepción del cine y de las cosas. También ayer me bañé en la alberca, aunque la salida fue muy difícil, sobre todo con este frágil cuerpo mío de ahora, y no sé si osaré repetir, a menos que me ingenien una escalerita. Tiene un sistema ecológico para mantenerse limpia y renovar el agua con sus plantas. Hay rincones del jardín donde la temperatura baja unos cuantos grados. A veces me quedo simplemente contemplando el balanceo de los árboles o las sombras vegetales proyectadas por detrás de mi cortina blanca, que se agita y cambia de luz. 
Leo unos deliciosos cuentecitos de Narayan que me trajo JP, y The New Yorkers que me trajo Catherine (hoy un cuento erótico de Junot Díaz, un artículo sobre el aumento de la desigualdad en USA en las últimas décadas, con interesantes citas de Tony Judt, y una pieza apasionante sobre el "conde rojo", Kessler, mecenas y amigo de artistas, buen escritor, cuyos diarios se han encontrado en un archivo sellado en Mallorca y acaban de traducirse al inglés). Comemos las verduras del huerto y J. me resuelve los problemas tecnológicos, la compra en el pueblo, la compañía, escucha mis quejas, me cuenta cosas... Vienen a verme amigos, vino Berta C., mi acupuntora, que vive aquí al lado, y Jordi E., que me trajo una foto preciosa suya, sabiendo que me encantaba y que me hace pensar en una versión oriental y sensual de El sueño de Jacob de Ribera. Ahora vendrá Pepe R., que está en un momento feliz, y mañana la Belle Elaine y el sábado Tigridia... Y me dicen que A. está tranquila y bien en su centro, rodeada de árboles y bien acompañada.
Y sin embargo, sarinagara, mi cuerpo ha seguido ese retroceso por el estrés y el agotamiento del traslado y la llegada sin descanso, de forma que esta mañana, tras un momento de pánico, decidí tomármelo con mucha calma e intentar no preocuparme y pensar que todo se irá normalizando poco a poco, aunque eso suponga aguantar las molestias un poco más... pero sin añadirle inquietud. Y aprendiendo más la máxima de T. S. Eliot sobre la humildad. Y procurando tener esperanza... Tengo mis cuentos a la espera de poder sentarme más tiempo al ordenador... espero que mañana o pasado ya pueda hacer ese esfuerzo. Anoche, en pleno momento de desesperación, subí el montículo por detrás de la casa de J. y vi la luna, muy creciente sobre el tejado cubierto de plantas y oí croar a las ranas. Luego silbó ese pájaro desconocido. Y sólo más tarde llegó mi abubilla. Pero antes, nos sentamos en la penumbra del jardín de detrás y oímos moverse a un animal agazapado. ¿Qué sería? Un conejo habría huido de un salto, pero el animalillo invisible de ayer no era tan ágil. Era pequeño. Tal vez un erizo...

domingo, 29 de julio de 2012

Desde la casa del bosque

Foto: Gato somnoliento, a la salida del pueblo, 2012
Hace unos días fui a ver a A. Quería hacerlo antes de irme, por si acaso. Enseguida me dijo: "Me preocupa verte aquí", porque temía que me pusiera peor al acercarme, aunque no supo decir las palabras que seguían. Luego me dijo que me quería, y añadió: "No hace falta verse". Sonreía, me dijo: "Me gusta mucho lo que ha pasado entre tu y yo", y añadió: "Esto no se lo he dicho a nadie, aparte de N" (su hijo). De pronto me preguntó: "¿Me estoy muriendo?" Le dije que no. Replicó: "Porque lo parece". Yo le dije que creía que morirse no era así. "Si fuese así, ya no me importaría", dijo. A veces se adormecía, en medio de la quietud del lugar. Me sorprendió el jardín, el inmenso ombú, un gran castaño de Indias, una gran acacia que se veía desde la ventana de A. La seguridad social aún ofrece lugares así a los enfermos terminales. Dijo: "Viene demasiada gente"... Tenía buen color, está muy delgada, aunque no tanto como yo, y la cara se le veía tersa. Todos los días la sacan al jardín, entre esos árboles maravillosos, en la silla. Me gustó haber ido, aunque al volver me puse la música de J. y me vino una llantina, casi como una respiración. Luego me fui calmando. Hasta que me enteré de noticias mucho más inquietantes en torno a A., que me revolvieron y disgustaron y eso acabó por bloquearme físicamente. Parece que al final predominará el buen sentido, pero mi estado físico sigue algo regresivo.
Una noche, en una hora y media de insomnio, escribí un cuento y surgieron dos ideas más para otros cuentos. Después de tanta sequía, eso me llenó de esperanza. Cuando me recobre un poco, seguiré... Qué felicidad volver a escribir... el cuento parecía en la línea de Algunos hombres... y otras mujeres.
Murió Esther Tusquets, un pedazo de mi mundo, aún guardo dos cartas suyas, editoriales. Premiaron a ECF y a Àngels Ribé, muy merecidamente. Hubo un fuego tremendo en el Alt Empordà, que ha quemado trece mil hectáreas, casi todas de bosque, y ha destruido el paisaje que quedaba entre tanta autopista innecesaria. Habían recortado drásticamente el presupuesto de previsión contra-incendios. Varios orates tiraron colillas desde los coches; tienen dinero para comprar un coche, pero no para quitarse la burramia de encima. Ha sido desolador. Por suerte no ha llegado hasta aquí. Soñé y soñé y luego olvidé los sueños y sólo me quedó uno que no contaré aquí.
Y llegué a este lugar maravilloso, sólo que el agotamiento de los preparativos, el viaje, la llegada, los paseos, la incursión en el huerto, la falta de descanso no me han ayudado y hoy estoy agotada, reposando entre pájaros, rumor de aire, grillos... De noche refresca, de día hace calor. Cuando esté mejor tal vez me aventure a ir a la alberca, pero en solitario. Sólo me rodea belleza. Todo está construido para que fuese sostenible, con materiales naturales, preferiblemente autóctonos, y el huerto es ecológico.
Seguí leyendo a Richard Ford, ¡qué maravilla el capítulo dedicado a Carver! Me compré, gracias a JP, que vino a verme y me trajo unos cuantos saris (me quedé uno de seda azul y morado, muy bonito), los ensayos de Brodsky On Grief and Reason, para llevarme. Recogí, gracias a XA, una novela de James Agee, que recomendaba en su columna y algún otro librito. Leo Narayan, unos cuentos que me regaló JP antes de irse hacia India.
También añoro pasear por la orilla del mar al atardecer. En Barcelona, vino un momento I., con cierta resaca emocional, pero lúcida y constructiva. Recibí tres ejemplares del segundo libro de Maeve Brennan que traduje, sus cuentos berlineses. Me escribe mi admirada Heddy H., que vendrá pronto a la ciudad y me hará mucha ilusión verla. Y el editor francés digital de La plaza del azufaifo, que también vendrá en esa segunda mitad de agosto. He leído un artículo de EVM sobre la pobre Diagonal, aún bonita pese a todo y que el ayuntamiento insiste en destruir. Era lo único interesante en esas páginas. ¿Qué ha pasado con la prensa? Alguien me lo decía hoy. Sólo cuentan catástrofes, intentan que cunda más y más el miedo y ya apenas hay comentaristas independientes que denuncien lo que nos están haciendo. Sí es una buena noticia saber que este gobierno ha perdido el apoyo de la gente y que nadie cree ya en esos dos grandes partidos corruptos. Tendrá que haber una rebelión y todo tendrá que cambiar. En este lugar muchos empiezan a tomar iniciativas contra corriente.
En este bosquecillo, J. sigue cuidando de mí y trae lo que me hace falta. Por la mañana han venido a verme algunos amigos, aunque aún estoy demasiado agotada. Ojalá mañana...

domingo, 22 de julio de 2012

Pronto me iré al bosque



Ilustración: Arthur Rackham, She Went Along and Went Along and Went Along.
Y mientras sigo sin saber de qué quiero escribir porque siempre que pienso en escribir aparece A en mi mente y pienso en el principio de todo y en cómo yo la cuidaba y cómo intentaba ingenuamente corregir lo que me parecía una dirección peligrosa en su vida, como si eso fuera posible, como si alguien supiera, como si yo misma no llevara una dirección equivocada en aquellos años locos. Y todo eso vuelve, imágenes de la infancia, mi viejo impulso de materner con ella para compensar que nadie me acunaba a mí, en un gesto compensatorio algo triste, y la relación desigual que eso creó, y su frase hace muy poco de que yo había sido su segunda madre, y la idea de ir a verla antes de salir hacia el bosque, que ha vuelto a bloquearme físicamente en mi lento progreso.
Anteayer soñé que D. me denunciaba a la policía (no sé cuál era mi delito, pero me arriesgaba a ir a la cárcel) y luego aparecía y me hablaba como si nada y yo le decía que no volviera a acercarse a mí. Luego soñé que iba a un supermercado y me compraba quesos, algo  que ahora me está prohibido. Tal vez, desde que el hombre que escucha me dio la clave para comprender por qué en casi todos mis sueños de estos últimos días yo comía huevos con patatas, los he sustituido por otros alimentos...
He estado alternando Contre Sainte-Beuve (Proust me dio de nuevo una pista para explicarme la extrema subjetividad a veces intransferible de mis gustos estéticos) con esos ensayos, prólogos y conferencias de Richard Ford (al que traduje años ha) sobre la escritura y la lectura que Herralde le ha propuesto unir en Flores entre las grietas. Y también el Libro de maravillas de Nathaniel Hawthorne (muy bien editado por Acantilado y bien traducido por Marcelo Cohen, lástima que no hayan impreso mejor las maravillosas ilustraciones de Arthur Rackham, mi dibujante favorito de cuentos, que se pierden y empastan en un gris indistinto). En el prólogo, Hawthorne, que en el libro cuenta mitos clásicos a los niños, dice algo para mí esencial: "Al llevar a cabo esta placentera tarea (...), el autor no siempre consideró necesario rebajar el nivel para facilitar la comprensión de los niños. En general ha permitido que el tema se elevara, cada vez que a eso tendía y cuando él mismo tenía el suficiente aliento para seguirlo sin esfuerzo. En imaginación y sentimiento, los niños tienen una enorme sensibilidad para todo lo profundo o lo elevado, mientras también sea sencillo. Lo único que les desconcierta es lo artificioso y lo complejo." Es la idea contraria al mundo editorial infantil actual de este país. Cuando yo era pequeña leíamos cuentos con tres o cuatro páginas de texto y una ilustración, con su pie de foto a veces rimado. Yo le leí a G. algunos de esos mismos libros y a G. le encantaban (Llegeix-me aquell que les ogresses s'arrujaven al pou") Los textos estaban llenos de palabras desconocidas, que aprendíamos asociándolas a aquel contexto hechizado y quedaban para siempre impregnadas del hechizo de la narración. Ya lo he dicho aquí alguna vez. Para mí, la palabra frondoso no era simplemente leafy, hojoso, sino que iba unida a bosques umbríos y misteriosos donde acechaban secretos y seres inquietantes o simplemente mágicos. Esa ilusión por descubrir palabras asociándolas a una narrativa me llevaría tiempo más tarde a leer en francés, en inglés y en italiano, pues así siempre aparecían esas palabras nuevas imbricadas en un texto maravilloso. Por ejemplo, Dickens. Ahora, en este cada vez más zafio país, se publican cuentos para niños tontos, sin apenas letra, o con pocas palabras y muy didácticas y de bajo nivel, y cuando yo quise publicar un cuento para niños, en las editoriales me decían "pero es que esto hay que leerlo", "hoy día los padres no tienen tiempo de leer a sus hijos", "los niños no entenderán", etc. Una idea falsa que sólo sirve para reducirlos. Françoise Dolto decía que un niño es tan inteligente como un adulto (incluso con más neuronas), sólo le falta el bagaje de la experiencia. Por eso ella sostenía que había que hablar a los bebés, que comprendían los tonos emocionales de la voz, etc. Además, cuántos niños muy despiertos, solitarios o soñadores han descubierto la lectura en hogares casi analfabetos, o leyendo un único libro, o soñando con las estrellas como aquel hijo de panaderos de Lleida que luego sería premio Nobel. O leyendo los prospectos de medicamentos a sus tías analfabetas, como aquel poeta del Bierzo que desde el principio identificó la escritura con la curación. En cambio, en este proceso de idiotización y burramia, muchas editoriales se han puesto a publicar libros ilustrados, pero no de cuentos infantiles, como estos de Hawthorne, y no reproduciendo unas ilustraciones maravillosas de un gran artista, sino encargando a ilustradores cualesquiera que ilustren (y esos dibujos son para mí reductivos y banalizadores; yo nunca compraría un libro así) novelas, poesía (incluso ilustran a Emily Dickinson, qué idea tan absurda y pretenciosa, y el nombre del ilustrador sale en portada, mientras que el del traductor, para mí vital, sobre todo tratándose de una poeta tan difícil de traducir como es Dickinson, permanece oculto en el interior) y cuentos. Tal vez, me comentaba una editora culta que nunca haría algo así, es porque no creen en la literatura, y quieren vender como sea, rebajando el nivel. A mí me desalienta esa política. O le encargan a un artista con una sensibilidad casi opuesta que ilustre un texto que no puede comprender. Hay una ilustradora que ahora aparece en todas partes y que para mí rebaja horriblemente los textos que pretende ilustrar, como si no hubiera entendido nada. En fin, es sólo mi opinión, naturelich, y ya sé que no será apreciada. Creo que no es casual y que viene del mismo contexto de esos horribles cuentos para niños tontos. Justo lo contrario de aquel libro tan interesante de Harold Bloom, que publicó Anagrama hace unos años, y que yo he regalado a varios niños. Compré este libro de Hawthorne y otros al librero de la calle Berlinès, que hizo una pequeña celebración estupenda del proyecto de crecer que está llevando a cabo, a contrapelo de la dirección perversa de las cosas, a favor del pensamiento y la lectura y no al contrario. Y había elaborado una carta libresca con menús deliciosos y me incluyó generosamente entre las Delicatessen, junto con Gonzalo Suárez, Vila-Matas y Hawthorne, precisamente, ¿qué magnífica compañía! Por cierto que yo me he alegrado de ver protestas contra lo que pretende hacerse para enterrar definitivamente la industria cultural, aunque no estén todos los que son ni son todos los que están. Cómo cuesta que alguien se mueva en este país, ni para defenderse de su destrucción. Quieren cargarse los cines, las salas de música, la edición literaria, los museos, las Universidades, la educación, todo, igual que se cargan el Estado del bienestar, cuando en realidad, como demuestra Vicenç Navarro, hay dinero en este país para sostenerlo todo. Tendrían que ponerse todos los editores en pie de guerra, por ejemplo, porque van a destruir el mundo editorial y las librerías.
También estos días me emborracho de la música maravillosa que me ha grabado J. en un ipod y que ayer me ayudó a hacer mis antiguos ejercicios de Chi Kung y me llena de alegría física y bailable, y también a veces de tristeza recomendable, puesto que de ahí sale siempre algo. Me encanta poner el aleatorio, que siempre parece seguir una línea y siempre me pregunto por qué durante mi intervención hospitalaria, me puso tanta música marchosa, si captaba mi nerviosismo, en lugar de ponerme baladas y canciones de cuna.
Los retrocesos en mi lentísimo avance me desalientan a veces, pero sigo confiando en la tendencia general y pienso que son transitorios. Un paso para adelante, dos para atrás, decía Vladimir Ilich Lenin. Un amigo me anima a ponerme bien para poder acompañarle a recoger unos premios al otro lado del charco a final del verano, y me gusta soñar con esa idea, aunque me temo que mi recuperación sea demasiado lenta para poder emprender un viaje transoceánico tan pronto. Hoy vendrá a verme JP. Rufus encontró un juguete de goma muy elástico de un niño vecino en la terraza y se ha vuelto loco con él, lo recupera del pasillo y juega a cazarlo y a estirarlo y corre a por él, o finge no mirarlo para luego de pronto, ¡zas! saltar sobre él por sorpresa. En las tiendas de animales apenas hay nada para gatos, no es como en NY, donde una vez fui con G. a una tienda holística para animales enrolladísima y llena de posibilidades. Allí firmé contra la explotación de los caballos de Central Park.
Y cada vez siento más deseos de irme a esa casita del bosque que ha encontrado J. y de la que me han contado muy buenas cosas. Ojalá fuese más tiempo. Rufus se quedará, como siempre, muy bien acompañado: espero que no me eche mucho de menos y que me perdone a la vuelta. Con G. se estuvo haciendo el indiferente cuando volvió del Camino de Santiago, pero su resistencia no duró mucho, aunque ahora G. se ha ido a ses illes.

miércoles, 18 de julio de 2012

Unter den Linden

Foto: Eva Mintenig, 17 de julio de 2012
Ayer los participantes en mi curso-tertulia Correspondencias entre escritores me dedicaron una especie de homenaje a mi escritura. Nos reunimos todos en el bonito jardín de E., bajo los tilos, que aún olían maravillosamente y a veces me llegaban efluvios de la magnífica vieja higuera retorcida que se extiende hospitalariamente frente a la cocina de la casa y que ya estaba cargada de pequeños higos verdes. Fue para mí una alegría escuchar los comentarios de todos, el arquitecto humanista amante del flamenco, la traductora inglesa que me trae los New Yorkers, mi generosa y guapa amiga chilena, un cineasta favorito, la mujer esbelta que fue mi compañera de clase en la adolescencia, nuestra anfitriona, una psicoanalista afectuosa, una pediatra de maneras directas, una amiga muy lectora de mi otra amiga psicoanalista y todos en general. Fue un intercambio interesante y lleno de ideas, se dijeron palabras muy elogiosas y objeciones acertadas y me gustó esa lectura transversal de mis libros contada con mirada de cine y ángulos tan literarios. Y la mirada arquitectónica. Fue una celebración. Ellos pasaron de la horchata de Foix y los croissants al vino blanco chileno y las aceitunas; yo me mantuve disciplinada con mi té kukicha (suerte que no había mucho vino, si no, habría acabado cayendo, pensé). En cambio los mosquitos no se contuvieron. La anfitriona me recogió y luego me acompañaron a casa y me sentí rodeada de afecto y simpatía de lectores.
Más tarde, por la noche, después del paseo, me puse la música del ipod de J. y por primera vez en muchos meses, embriagada de música, estuve bailando. Era una sensación tan gozosa, aunque notaba la zona maleada, pero podía ya bailar y eso me hacía reír. Rufus me miraba seriamente, con esa seriedad de los gatos que describió Natalia Ginzburg.
He estado leyendo Contre Sainte-Beuve de Proust y también Le cafe de la jeunesse perdue de Modiano. Leo menos que antes, porque se me escapa el tiempo entre visitas y tratamientos. Siento cada vez más deseos de huir a la casita del bosque. A veces G. viene y vemos una película juntos. Hoy quería enseñarme un vídeo de violencia policial arbitraria contra un treintañero y no le he dejado porque necesitaba calma y no la rabia que me produce lo injusto que sigue ocurriendo alrededor, sin que la gente reaccione. Facebook está lleno de ese espíritu tan español que consiste en decir que las iniciativas, firmas, manifestaciones, etc., "no sirven de nada" o de hablar de todo lo que se ha hecho mal y de los abusos en primera persona del plural, en un sospechoso "todos hemos..." y yo no me siento nunca incluida en esas fechorías ni pienso asumir la culpa y la responsabilidad de otros.
Sigo sin saber lo que quiero escribir, aunque sé que llegará, pero me extraña no poder conectar con mi deseo inconsciente. Ventanas cerradas. Tuve un sueño en el que me perdía en un parque inmenso, no sabía donde había dejado la moto (!), el paisaje era magnífico y frondoso y al salir a un camino bordeado de cipreses me preguntaba si debía ir para arriba o para abajo y se estaba haciendo rápidamente de noche, así que pensaba: Tal vez puedan localizarme con el gps del móvil... En ese parque había visto alguna calle con casas ajardinadas y antes había tomado un pincho de tortilla y pensaba: Si puedo comer esto, también podré comer lo que traigan a la clase de mañana...
Y luego soñé que estaba con alguien terrible que en la realidad no lo es, me decía cosas tremendas y me pellizcaba y me dolía en los huesos y en la siguiente escena yo estaba con un amigo y se nos pegaba el enano de una película cómica que había visto dos días atrás con G., y nos contaba que entrenaba en el campo del Barça...
Está oscureciendo y las pequeñas cosas que vienen, mis rituales de paseo, descanso, música y lectura me parecen tan placenteras como si fuesen palaciegas. Ojalá lloviese y se acabase este calor tremendo: dicen que el viernes...

sábado, 14 de julio de 2012

Grisaille de sábado


Foto: Guillermo Aguirre, Camino de Santiago, 2012
Ha llovido un momento, cuando Pati, reina del reiki, tenía que poner fin a su plácida visita e iba en moto, pero la lluvia ha terminado enseguida, Pati ha podido irse indemne y yo vuelvo a esperar a que llueva y llueva.
Han pasado muchos días. Leí los cuentos de Ramuz de esa pequeña edición maravillosa que alguien me recomendó y me quedé estupefacta de que esa desolación opaca, misántropa y misógina, sin ninguna luz, ironía ni esperanza le hubiera parecido "una joya" ¿Qué lee cada uno? Ya lo decía Proust, contemplando les verres grossissants de l'opticien de Combray, cada lector pondrá la lupa en un lugar distinto y leerá un libro distinto. Cuestión de sensibilidades. Yo puedo admirarme de la desolación negra de Agota Kristoff, porque siempre encuentro en ella un fulgor de los encuentros, de los momentos, de la inteligencia humana, una suave ironía oculta, una poética especial. O de Trastorno de Bernhard porque el narrador, con su inteligencia y su humor negro y su mirada lo transforman todo. Pero no encontré nada en esos cuentos, salvo la delicada portada de Matisse, el papel precioso de la edición tan cuidada. También me decepcionó terriblemente Une forme de vie de Amélie Nothomb, hay algo tan light, de voluntad de ser original, de entretener, que me pone nerviosa. Comprendo que se venden más libros así y que exige una cierta habilidad, pero no es lo que yo busco en los libros, y tal vez ahora menos que nunca. Leí deprisa El premio Herralde de novela, de Jordi Bonells y me hizo reír y me interesó la estructura y la búsqueda de la infancia y esa especie de tono despotricador bernhardiano, aunque mis favoritos suyos siguen siendo Esperando a Beckett, La segunda desaparición de Majorana y Dios no sale en la foto. Y luego, arrastrada por el impulso de JP, me puse a releer Contre Saint-Beuve de Proust, que leí muy joven y que ahora leo de otra manera. Sólo el principio, explicando por qué la inteligencia no sirve y sí el instinto en la escritura, y cómo los objetos llevan encapsulados fragmentos de toda nuestra vida y nos llaman de pronto y a veces logramos recordar a través de la sensación y otras no, y de cómo le llamaban todos esos muertos pidiéndole resucítanos, ya me maravilló. Era un valor seguro ante tanta inquietud. Y es que sigo sin poder averiguar qué querría escribir, porque si pienso en escribir me aparece A., y la tristeza de lo que le ocurre y los recuerdos de toda su vida desde mi mirada, y ahora debería desconectar de eso, aunque sólo fuese por seguir la prescripción médica.
Mientras, fui a la clínica a una intervención ligera pero laboriosa y difícil, que acabó aliviándome, aunque yo, acostumbrada a las dulces enfermeras del centro donde me hacen los tratamientos, me sentí como en una trata de ganado y no comprendía la dureza de todo, la luz implacable, (Nada más empezar, dijeron: lo propio sería pincharle a la derecha, pero a nosotros nos resulta más cómodo a la izquierda, y de ahí derivó lo demás, gran parte de mi malestar), el nerviosismo terrible de la enfermera que gritaba y gritaba y se desesperaba porque iba muy despacio, la puerta que se dejaban abierta exponiéndome groseramente, las posturas laterales en equilibrio inestable a que me obligaron (por no haberse molestado en pinchar donde convenía), apoyada sobre un codo, y aún hoy estoy agotada y llena de agujetas, todo eso a pesar de los desvelos de mi amiga Tigridia, que estuvo allí procurando que todo fuese mejor y acariciándome los pies cuando venía, en medio de su atareado trabajo, y sé que llevaba días preparando el terreno. Y de la compañía de Teresa, que me entretuvo antes de la intervención, me escuchó y habló y luego, ya en la habitación, mientras me ponían los sueros. Me salvó el ipod de J., aunque la primera canción lenta que encontré en el aleatorio era Sacrifice cantada por Sinead O'Connor y aunque ella decía "It's no sacrifice at all", yo no podía evitar la sensación contraria. A veces, la música, unida a lo que ocurre ahora en mi vida y a lo que le ocurre a A., o incluso pensando en J. y en la mezcla de conflicto y pasado que propiciaban esas canciones, me producía ganas de llorar ; me contenía la idea patética de mi situación allí y de mi cuerpo expuesto y de aquella gente extrayendo mis fluidos. Al final volví descargada, y a pesar del agotamiento, creo que fue bueno hacerlo.
G. ha vuelto de esa primera mitad suya del camino de Santiago, delgado, fibroso, fuerte y soleado joven peregrino, y me ha enseñado las fotos maravillosas después de contarme del viaje y de la experiencia de esa caminata simbólica y física y de los encuentros que propicia. Tenía tantas ganas de abrazarle... Le he mandado el coro de peregrinos de Tanhauser, aunque en youtube no he encontrado una versión que me gustara ni que se oyera bien.
Me ha llamado S., con quien siempre hablo de libros, y siempre me dice que me nota la voz mejor. A pesar de mi delgadez extrema y completamente ósea (¡cómo echo de menos mi cuerpo de antes! No es sólo la sensualidad y la belleza: es que no sabía cómo necesitamos esa condición algo mullida para poder sentarnos sin clavarnos los huesos. Ahora lo sé. Para ir al parque al atardecer tengo que llevarme un almohadón para sentarme y un chal para poder apoyarme en el respaldo sin clavarme las vértebras), J. dice que tengo buen aspecto.
Mientras, este país sigue conducido más y más profundo en el hoyo por nuestros repugnantes y corruptos políticos mientras que la gente, salvo los mineros, que devuelven la dignidad a todos con su capacidad de defenderse, y algunos funcionarios y gente de otras ciudades -aquí parece que sólo moviliza un nacionalismo romántico e irreal, un independentismo para que nos gobernase quién? ¿Ese ex conseller de governació de ERC que traficaba con tabaco? ¿Mas y Felip Puig? ¿El emblemático nacionalista Millet? Una amiga mía poeta y profesora se sulfura, dice que si al menos fuesen de verdad nacionalistas, como los vascos, que al menos han mirado para su país, pero aquí sólo han gobernado para robarnos a todos. ¿De qué nos serviría ser independientes? La autonomía sólo nos ha servido para que nos roben doblemente mientras, como ellos no nos defendían en el centro, recibíamos la mitad que el resto y contribuíamos el doble. Una maravilla. Pero no hay peores ciegos que los que no quieren ver. Facebook es una muestra. Cada vez que pongo alguna convocatoria de firmas o de manifestaciones o la foto de los mineros, viene alguien a decir: "no sirve de nada", "sería mejor inventar otra cosa", que es la manera más cómoda de no hacer nunca nada. ¿Hasta cuándo tendrán que hundirnos y robarnos para que reaccionen? ¿Hasta dónde llega el umbral de resistencia de este país tan sumiso?
Y por otra parte, yo no puedo evitar estar lejos de todo mientras intento curarme, protegerme en mi nube, cultivar la paciencia, confiar, mirar las estrellas en el cielo cuando puede verse alguna... o en Star Walk cuando no pueden verse. La Belle Elaine contempló amanecer ayer en Randa y así recargó pilas para soportar ese camión de ganado que son hoy tantas compañías aéreas. Hay que recordar a veces que vivimos en la Tierra, aunque sea desde esta ville de béton, donde sólo hay grúas y obras. Suerte que las nubes de hoy han impedido que vinieran los obreros y que el estruendo estropease también el sábado. Ojalá llueva mañana, porque el estruendo se perpetúa los domingos. Sólo pienso en esas dos semanas en que, si todo va bien, me iré cerca del bosque. Alguien me dice que por allí hay un monumento megalítico, pero en la web sólo hablan de restos romanos y murallas y castillo medievales... Ojalá pueda aclimatarme. Rufus sigue ovillado, dormitando a veces en sueños muy profundos, dejándose acariciar por los visitantes, pasando del sofá al suelo, a la terraza de noche...

domingo, 8 de julio de 2012

Una reseña de Mis Postales de Barcelona



Mis postales de Barcelona. Isabel Núñez

Blanco y negro de las fotografías: perspectivas, edificios, detalles, árboles, retratos de la ciudad; sensación de melancólica belleza . Ausencia de figuras, de coches, de tráfico, de fealdad. En las imágenes de Marville durante la construcción del París de Haussmann o las de Ballell de la Via Laietana atisbamos lo nuevo en proceso: planos generales con cascotes, casas semiderruidas, pero también el trazado insinuado de la nueva avenida. Isabel Núñez intenta protegernos de la estética vencedora de las columnas que entraron por la Diagonal, italianos en vanguardia.
Negro sobre blanco del texto. Delicadamente hilvanado, inseparable de las imágenes. La autora pasea, observa y rememora: barrios, pasajes, casas, tiendas; amistades, amores. Pasea y reflexiona. La Barcelona construida durante siglos con los mismos materiales de las canteras vecinas, la de Cerdà y Joussely está desapareciendo. Paradojicamente, a instancias de quienes debían ser sus salvadores. Sucede: se empieza con plazas duras y gambas sobre losetas de hormigón, faros para vacuosos de  bares sin mingitorios y se acaba derribando la Colonia Castells o el barrio de Valldaura. Los nacionales fusilaban ‘legalmente’ en el Camp de la Bota, sus antagonistas (de los nacionales, no de los fusilados) olvidaron los esqueletos bajo una gran lápida de hormigón. Encima el horror urbanístico, debajo el horror sin calificativos.
Isabel Núñez, con sencillez maravillosa, hilvana una trama compleja en la que engarza memoria y cotidianeidad, historia y relato, descubrimiento y nostalgia, pertenencia y alejamiento, recuerdo y futuro. Y los árboles, los jardines, son el hilo conductor, la referencia. El árbol civilizado, combinado con los edificios, necesario para la convivencia,  para la lectura, para la conversación, para la sombra; para la polis. Nada que ver con el árbol decorativo, esquelético, de telenoticias, puesto para disimular el encofrado que contiene el aparcamiento subterráneo.
En resumidas cuentas: que el libro es una delicia absoluta cuya lectura recomendamos con fervor. Además resulta ser un penetrante estudio no sobre los últimos treinta años de una ciudad en vías de desaparición, sino sobre la actual crisis Y no seamos pesimistas: la gamba pintarrajeada desapareció mientras el azufaifo sigue enraizado gracias al interés de los vecinos.
Frederic Yxart

sábado, 7 de julio de 2012

Días agitados y efervescentes

Foto: I.N. A contraluz, 2012
Cuando acabé Los Maia, me quedé perdida en las lecturas. Es una novelaza, aunque me interesó mucho más la primera parte que el resto, tal vez porque acabé saturada de la teatralidad del ocio portugués, de esos personajes extraviados, de amorío en amorío con damas alocadas, y echaba de menos a don Afonso, que al menos siempre parecía centrarse en un objetivo, y a su hombre de confianza, cortésmente crítico. De pronto todo me aburría, no me atraparon Les Diaboliques de Barbey d'Aurevilly, me daba pereza entrar en el mundo gaucho de Don Segundo Sombra, leí los cuentos de El asesino triste de Gonzalo Suárez, sobre todo la primera parte, su pascaliana entrevista con el diablo, me dieron ganas de enviarle Un rey sin diversión de Giono, que traduje para Impedimenta, pero malheureusement no tengo ejemplares. 
Mi cuerpo ha seguido los vaivenes emocionales que me han rodeado. Las noticias, a veces muy duras, de alguien cercano que está peor que yo, crearon resonancias físicas imprevisibles. Para rematar, dos obras han venido a turbar mi paz. Una es tremenda, pero está enfrente, la otra es un piso del edificio de al lado que están destruyendo entero, con maquinas taladradoras que serían ilegales en cualquier ciudad europea, donde se exigen silenciadores, pero aquí no hay nada que hacer, el cemento siempre manda, por algo somos un país tercermundista y salvaje, gobernado por políticos siempre corruptos. Siempre me sorprende que algunos crean que con la independencia se arreglaría algo, cuando nuestros supuestos partidos nacionalistas son sólo una turba de ladrones que desprecian por completo el país, y cuyo epítome es Millet. Sin embargo, mis análisis mostraron que ando por una buena vía y que mis defensas se han robustecido por primera vez en mucho tiempo.
Ha habido momentos de auténtica locura de ruido. Cuando me disponía a ver una película de filmin con cascos para evitar el horror, me quedé sin línea de teléfono ni conexión. Llamé a telefónica tan furiosa y harta de su mal servicio que el técnico debió de reaccionar y en media hora estaba resuelta la avería, por una vez, milagrosamente.
Ayer P.A. me trajo su estudio sobre La mirada de Ulyses de Angeloupoulos y un libro ardiente de Nikos Kazantzakis, Ascesi, traducido por Montserrat Camps para adesiara, con un prólogo que dibuja muy bien la trayectoria de Kazantzakis. El libro tiene un fulgor algo tarkowskiniano a mis ojos, ese misticismo terrestre, esa poética filosófica, ese camino me ha resonado también. "Sento que l'Univers se m'arrapa a la pell i m'acompanya com un cos". Hay que releerlo y estar ahí dentro.
No encuentro la manera de arrancar a escribir algo nuevo. Hasta ayer estuve corrigiendo el libro ya acabado. Aunque tal vez me queda algo pendiente que resolver en él. Pero no me decido a escribir la novela sobre médicos todavía, tal vez sea demasiado pronto y valga más distraerme en otra cosa, un viejo cuento pendiente de Sarajevo, por ejemplo. Tengo que reunir valor. La directora de la magnífica God Husband, Dear Son me sigue animando.
Hace un calor tremendo, bochornoso. De día el fragor de las obras (incluso esta mañana), de noche los gritos animales de esa gente que habita esta ciudad, que no sabe hablar sin gritar.
Sigo sin apenas sueños y el que tuve sigue siendo un enigma para mí, aunque haya algún indicio, pero el código me parece indescifrable. Se lo conté al hombre que escucha y tras alguna interrogación, me dijo: Vamos a dejarlo aquí.
Me ha llegado la noticia de un libro que tenía pedido en La Central y me he armado de valor (encomendándome a los dioses griegos para no encontrarme a nadie; la verdad es que en esto momento los encuentros sociales me producen alergia) y he ido a buscarlo con J., hemos recorrido un trozo de la Rambla Catalunya y a la sombra corría brisa, al sol era desesperante. Y al llegar, qué maravillosa edición de los cuentos de Ramuz, Histoires, con un dibujo de Matisse en la portada. De paso me he llevado El premio Herralde de novela, de Jordi Bonells, They de Rudyard Kipling y J. me ha obligado a llevarme un libro de la Nothomb, que no me atrae, pero él está convencido de que sí me gustará, Une forme de vie. Luego he tenido una agradable visita inesperada de V., siempre llena de su brillo, vitalidad e interrogaciones. Y luego he acabado en el parque.
Por cierto que A.R. me ha mandado el link de una reseña de Mis postales de Barcelona que mañana colgaré aquí. La firma Frederic Yxart. Me ha hecho mucha ilusión leerla.