miércoles, 26 de mayo de 2010

Anoche estuve en una fiesta

Foto: Josep Liz, Gilda descansa, 2010
Es curioso cómo la idea de fiesta en esta ciudad se ha convertido para mí en un sinónimo de checa, trampa, algo deprimente y que habría que evitar a toda costa. En cualquier otra ciudad, al menos puedo pensar en observar a una galería de personajes más o menos desconocidos y recobrar mi viejo espíritu sociable para registrar ese posible material de escritura.
Pero lo de ayer era otra cosa y me gustó mucho asistir: un merecido homenaje sorpresa a Anna Maio, que por su trabajo en prensa y antes relaciones públicas, organizando eventos culturales, siempre ha juntado a gente de varias generaciones de la cultura y el diseño en acontecimientos y épocas muy distintas, desde los tiempos del Bocaccio y la gauche divine a l'Escola Eina y el mundo editorial, desde su agencia de prensa Idpa, enlazando siempre la mejor y más innovadora gastronomía, el mundo italiano, los arquitectos y el diseño de las últimas décadas, entre Barcelona, Milán y Cadaqués, una mujer llena de sentido del humor e ironía, privadamente siempre de izquierdas y siempre crítica, con su mundanidad especial y flexible, que la ha ayudado a sostenerse en toda situación, contadora de historias por su curiosidad antropológica hacia el género humano y siempre con ese humor pétillante. Anna M. inspiró además el primero de mis cuentos de Algunos hombres... y otras mujeres, pues yo desembarqué en Cadaqués por ella y su hermana Ade (de quien hablé aquí), luego pasó todo lo que pasó. La fiesta se celebraba en una carpa de la Ciutadella y lamenté no llevar la cámara en cuanto llegué y empecé a atisbar pájaros excéntricos, avestruces y monos araña que no iban a la fiesta, pero parecían confundirse con los invitados aunque sólo fuera por la forma de andar. El parque se veía exuberante por lo que ha llovido, no gracias a los temibles planes de nuestro alcalde ni a los destrozos de los que ha sido y sigue siendo objeto el que fue gran jardín francés y romántico de Barcelona, sin inventario de árboles para poderlos sacrificar a capricho, como se sacrificó su concepción plana para instalar un colector que podría haberse desviado, pero ya sabemos que para los políticos de este país, a diferencia de los europeos, lo verde no es nunca prioritario, ni protegido, sino siempre sacrificable y nunca digno de un mantenimiento suficiente. Habían impreso una foto de Anna M., precioso retrato que le hizo su sobrino, el fotógrafo Andrea Resmini, y todos teníamos caretas con su foto. Ella llegó engañada, creyendo que asistía a una fiesta ajena, pero nos vio al llegar y comprendió, riéndose, lo que le esperaba. Oriol Bohigas se encargó del brindis a una amiga de siempre y Anna dijo que estaba alucinada, emocionada y dio las gracias a todos. Xavier Olivé, que se encargaba de la organización del evento y el catering, desechaba la idea de una hora de concierto rock que le proponía un asistente o asociado: "La gent vol parlar, els fa il·lusió haver-se trobat i volen parlar... I mira les edats!" Y era verdad (aunque allí estaban Raffaela y Andrea, y otros treintañeros). Quizá por eso debió de sorprenderse ver al profesor Àngel Vilalta y a los editores Jordi Herralde y Lali Gubern o al psicoanalista Toni Vicens arrancándose a bailar rock con versiones de los Creedence Cleawater Revival o Like a Rolling Stone. Antes, Anna había bailado con Oriol Regás, con Herralde y con Àngel V. y alguna otra pareja suya histórica par amour, amitié, affinité o profesión o una mezcla de todo. "No he bebido pero es como si estuviera borracha", me dijo en algún momento del concierto. Pero antes de que todos bailáramos me encontré a Francesco Volsi, con quien no había vuelto a hablar desde que, en mi adolescencia, a través de Carlos Pazos, me propuso que escribiera algo sobre una exposición suya y yo me quedé tan desconcertada por aquella quieta matemática de los objetos en la Galeria G que no supe siquiera llamarle para decirle que no me salía. Pero por algún misterio que no acierto a comprender, él se sentía tan culpable como yo. Además, me dijo: "Tú has hecho una carrera fulgurante y yo he interrumpido mi producción". No sé si dijo fulgurante, pero en todo caso era un adjetivo exagerado, y eso sí, me anunció que la interrupción tocaría a su fin con un nuevo proyecto. Había mucha gente de Cadaqués. Oriol Regás me dijo que los que habían leído sus memorias le decían que lo habían pasado bien con el libro. Isabel de Villalonga se declaró lectora de mi blog y de mis libros Crucigrama y Algunos hombres... y otras mujeres y me habló de mi padre. En realidad, el espíritu de mi padre flotaba por allí, con tanta gente de Cadaqués (y porque él también fue amigo de Anna y le alquilaba su bonita y sobria casa a Federico Correa), y en medio del concierto lo noté (era fácil verle allí), como también pensé que los que bailaban no parecían pensar en ninguna de las Edie Sedgwick de los ochenta que también pulularon por aquí -y aún ahora queda algún vestigio- mientras se oía Like a Rolling Stone, en la versión de los Stones. De hecho el otro día, en una visita al maravilloso viejo Hospital de Sant Pau con Tigridia para mi libro de la ciudad, sentadas en una escalerita vimos pasar una triste pareja de yonquis. De espaldas ella parecía el personaje de Daryl Hannah en Blade Runner, muy alta y atlética pero con una vena hinchada en la pierna y la voz rota y humeante de los opiáceos.
Eso me recuerda que estando en Manhattan leí en El País que el suicidio es ya la segunda causa de muerte en España de los 15 a los 45 y no se habla de ello. En el país vecino sí hablan del tema, pero es que aquí, ya lo dijo María Zambrano, la gente prefiere no pensar, abandonar la filosofía y la historia. También A. de la Rica habló de esa decisiva ausencia de lo judío en la cultura que explica tantas cosas tristes en este país.
En algún momento, pesándome la nocturnidad y añorando a Isak Dinesen, eché a andar entre los últimos sonidos animales y la quietud del parque, atravesé la plaça de Palau atisbando el Born, recorrí Via Laietana mirando algunos edificios que me recuerdan al franquismo (Fomento del trabajo nacional), llegué a Catalunya y cogí ese autobús nocturno que me acerca a estos pobres barrios destruidos, ya sin jardines ni pájaros y llenos de pitidos de grúas. G. me ha enseñado esta mañana las fotos de la destrucción de todas las casitas de Vallcarca donde habitaban okupas, con sus árboles ahora condenados, para erigir ese horror que se extiende como les ganglions de misère et de laideur de que hablaba Camus a propósito de Argel. Yo rezo a los dioses griegos para que ese señor del jardín rodorediano que resiste junto al azufaifo no muera ni venda su casa, aunque sólo fuera por el oxígeno y por el mirlo que todos los días de la primavera y el verano canta cuando callan las grúas.
Por cierto que camino de la Ciutadella pasé por La Central de la calle Mallorca y tuve que resistirme a la tentación de entrar. No sé si lo he dicho: me llegó el III volumen de los Relatos de Kolimá de Varlam Shalámov. Me gustaría que alguna vez, alguna reseña en este insípido país dijera lo que (que yo sepa) nadie ha dicho. Que en Shalámov lo que importa no es sólo lo que cuenta y el escenario de esos relatos, la terrible represión que sufrieron tantos bajo el reino de terror de Stalin, en esa pesadilla de frío y hambre que fue Siberia, sino que además se trata de alta literatura, que Shalámov llevó las enseñanzas de Chéjov a un extremo asombroso, que logró sacar oro del barro helado, que su prosa es magnífica y esa economía exagerada y sin queja, y en el paisaje helado de esa gran pesadilla histórica tanto tiempo negada se muestra la vida en toda su paradoja y su ironía, en unos personajes que resisten pese a todo y siguen siendo. Shalámov explicó una vez cómo odió para siempre las terrosas patatas después de Kolimá y nunca más volvió a probar una. Todo el mundo debería leer a Shalámov, pero no por sólo su testimonio sino porque él logra que lo maravilloso de la literatura esté incluso en Kolimá.
Este sábado estoy invitada a una tertulia literaria que dirige Alejandra Rifé, veterana en esa práctica cuando nadie lo hacía. Y la semana que viene me toca ir a la Feria del Libro de Madrid, firmaré el sábado 5 de junio en la caseta 303 de Menoscuarto y Cálamo, de 12 a 14; ¡espero que venga alguien! (oh, lectores invisibles madrileños o de paso por Madrid...).

domingo, 23 de mayo de 2010

En la quietud de este domingo doblemente festivo

Foto: I.N., Central Park, NY, 2010
Hace un día radiante, el mirlo del jardincillo rodorediano, amigo del azufaifo, no ha parado de cantar para mí y yo debería estar trabajando sin tasa. Ayer me gustó participar en ese acto sobre Danielle Collobert, en el patio de ese edificio modernista de Sabadell que aloja la Alliance Française, hablamos de ese goce no sólo suyo del dolor, de la literatura como flotación, del viaje compulsivo y la errancia como lo que Zweig decía de Kleist, del compromiso político y la dura herencia familiar de Collobert y de los escritores suicidas que reunió Vacaciones en Polonia y cuyos olvidos me citó una vez Alberto Hernando. Yo estaba muy bien acompañada de los poetas traductores, Sunyol y Clapés (y de Montse Vellvehí, que puso voz corpórea a los poemas) y la receptividad de todos permitió un diálogo lleno de hilos posibles y más lecturas. Luego comimos, aunque el chef tuvo que inventar un platillo para mí porque todos los demás numerosísimos platos contenían carne y más carne.
Yo sé que no sé nada y cuanto más leo y paseo, más constato cómo crece lo que no sé. Mi formación no fue sistemática y mi aproximación al conocimiento siempre ha sido desordenada y fragmentada, siguiendo un deseo o un trabajo o por la concatenación de los mismos autores que remiten a otros, mis caprichosas e incompletas lecturas (Magris me respondió generosamente: "Ésas son las mejores lecturas, la mejor forma de leer"). También sé de mi despiste asociativo y mi desmemoria de los nombres. Un comentario de alguien de quien yo aprendí mucho pero que desde hace un tiempo sólo ve en mí esas lagunas y errores, me picó, seguramente por un desdén que no comprendo, y al asomarme más, me di cuenta de que E. Gorey, que tan maravillosamente ilustró Old Possum of Practical Cats de T.S. Eliot era aquel habitante de la Elephant House de Cabo Cod del que hablaba Frank O'Hara (y que inspiró a Tim Burton...), cuyos dibujos más siniestros casi justifican su apellido... Pero qué jocosos e imaginativos son sus retratos de los gatos eliotianos y qué bien lo paso yo leyendo uno de esos poemas cada día... Por cierto que, al despertarme una mañana en NY abrí al azar (al azahar, como diría J) un libro de Frank O'Hara entre los que rodeaban mi cama en Manhattan, justo por la página de un poema que ocurría primero en Madrid, Irún y Barcelona y estuve a punto de traducir el fragmento y leerlo en la Plaça del Rei, aunque el principio escatológico y la rapidez con que viajaba me contuvo, pero era gracioso oírle nombrar los lugares familiares con la estela del viejo Cedar Tavern que ya no existe y de sus amigos artistas, hablar de la triste renfe. El fragmento decía
We go, sapped of anxiety, and there, for the first time
since arriving in Barcelona I can freely shit
and the surf is so high and the sun is so hot and it was all build yesterday as everything should be what a splendid country it is full of indecisions and cognac and bikinis, sens plastiques (ugh! hooray!); see the back of the head of Bill Berkson, aux Deux Magots, (awk!) it gleams like the moon through the smoke of the Renfe as we passed through the endless tunnels and the silver vistas of our quest for the rocher de la Vierge and salt spray.
Frank O'Hara, "A little travel diary", Lunch Poems
Anoche leí un cuento maravilloso, inteligente y sutil de esa narradora única que es Isak Dinesen. A veces me recuerda la emoción con que yo leía a Andersen de pequeña, sólo que aquí se trata de un Andersen que hubiese crecido y se hubiera liberado de una moral estereotípica y pudiera contemplar incluso lo religioso y lo ético como lo contempla todo, desde esa ligereza suya llena de lucidez, sin perder su tono de contadora de historias intemporal aunque esté aludiendo a costumbres modernas, a los roles de género, a la avidez del mundo capitalista y la injusta pobreza, y sus cocineros tienen el encanto de las marmitas gigantes de los cuentos de mi infancia pero sus mujeres son libres y amplían sus expectativas para transformar sus vidas con esa misma envidiable ligereza suya.
Sigo muy retrasada y culpable con mis trabajos, y pese a todo, me maravillo con ellos, porque leo estrechamente, macroscópicamente, como sólo leen los traductores, buscando y sopesando cada palabra, arrastrándonos con ellos, a Jean Giono y a la zona dublinesa de MBrennan (yo conocía mucho mejor su faceta neoyorquina). El otro día traduje esta frase de Giono: "Se puso a nevar. A mediodía todo estaba cubierto, todo se había borrado, ya no había mundo, ni ruidos, ni nada. Densos vapores pendían de los tejados y envolvían las casas como un manto; el mariposeo de la nieve aclaraba la sombra de las ventanas y la volvía de un rosa sangre fresca, batía el metrónomo de una mano limpiando la escarcha del cristal y luego aparecía un rostro demacrado y cruel, mirando." Era mucho más intensa en el relato esa obstinación de la nieve ensordeciéndolo y enterrándolo todo, borrando la realidad de las cosas en aquel pueblo oculto donde desaparecía una joven, en el frío... Y ayer llegué al principio de un cuento sombrío de MB sobre la búsqueda del mal por parte de las monjas que me ha devuelto a su estremecimiento en Nueva York, cuando sentada en un café ve pasar dos monjas y es como su le devolvieran en oleada toda la negrura y el pesar de su niñez irlandesa, y luego se siente aliviada de vivir en la laica Gran Manzana, donde esa presencia oscura es algo insólito. Y hoy estoy avanzando de nuevo entre los artistas que han documentado la transformación de Manhattan.
El mirlo sigue cantando en este silencio valiosísimo, el periódico sugiere la catástrofe económica en que nos hundimos, en un buque nacional lleno de agujeros, pero la voz del pájaro negro dibuja una espesura, un bosque. Dentro de poco llegará un amigo del Este, así que tengo que traducir deprisa...

jueves, 20 de mayo de 2010

Esta luz

Foto: I.N., East River, bajo el puente, 2010
Sin saberlo, fui a NY a trabajar. O tal vez la mente no puede dejar de trabajar en ningún caso. La cuestión es que traduzco a Maeve Brennan y también traduzco un catálogo sobre la transformación de Manhattan desde los años sesenta hasta ahora (Mixed Use Manhattan) y los trabajos de una serie de artistas sobre esa ciudad. Mis propias fotos parecen ilustrar esos textos que traduzco. No acerté a planteármerlo así, a llevar la traducción más allá de sus miserias, como la apasionada traductora Selma Ancira, que cuando decidió traducir el maravilloso Viva voz de vida de Marina Tsvietáieva supo que tenía que ir primero a Crimea, a ver la tierra de Voloshin (¡Crimea! Planeo repetir con ella ese viaje para mayo de 2011). Mientras espero los libros de La Vanguardia, leo La estepa de Chéjov; el prólogo magnífico de mi edición americana cuenta esa parte ecologista de un Chéjov furioso con los efectos de la industrialización y el desarrollo incontrolado que destruye el paisaje y también su decepción al volver a su tierra natal y descubrir 60.000 habitantes preocupados tan sólo por comer, beber y reproducirse, "qué sucio, ocioso, analfabeto y aburrido es Taganrod" (a mí me parece que esté hablando de Barcelona o de este país entero, excepto quizás en lo de reproducirse; son otros tiempos), y de cómo se puso a plantar árboles y siguió haciéndolo en Yalta al final de su vida. Me dice C.U. que mis cuentos le recordaron a La estepa (comparación mil veces generosa y excesiva, naturalmente!) por la sensación de paisaje continuo o trayecto del niño en el que los personajes van apareciendo y desapareciendo. Esa idea me gusta más que lo que he leído en muchos lugares, pero es que no hay mejores lectores que algunos escritores, como EVM, como Zanón, como Magrinyà, como muchos otros que me han llamado o escrito para decirme sus impresiones sobre mis cuentos, todos los que son capaces de leer sin prejuicios misóginos, con criterio propio para descubrir algo por su cuenta. Me gusta muchísimo La estepa. Hay un momento en que una mosca filosófica intensifica ese efecto de calor abrasador y desnudez del paisaje. Dice Chéjov que la mosca "vuela justo por encima del suelo, batiendo suavemente sus alas, y de pronto se detiene en el aire, como ponderando el aburrimiento del mundo, luego agita las alas y vuela a través de la estepa como una flecha, y no puede decirse por qué vuela ni qué quiere..."
Estos días me despierto aún extrañándome de que la luz no venga del lado izquierdo de mi almohada, tan poderoso ha sido el efecto de la Gran Manzana sobre mi mente. Sé que en mis sueños sigo un poco allí. Ayer en el sol radiante de la terraza me comí el 95% de mi cosecha espontánea de fresitas: ¡¡¡9 diminutas y deliciosas pequeñas fresas, encontradas antes de que llegasen los mirlos!!! También ayer fui a correos y me di cuenta de que el cartero trabaja para mí: tenía ocho libros esperándome, por una semana de ausencia... Entre ellos estaba My Mother de Richard Ford (a quien traduje en una época muy distinta de mi vida), Summertime de Coetzee (me intriga esa dureza contra sí mismo de la que me hablaba Dolors Udina mientras le traducía) y los envíos que me hacen los editores: el Ramaiana de Atalanta, qué preciosa edición, y una novela elogiada por su traductor, Martínez Lage, La biblioteca de los sueños rotos, de Peter Manseau y otros...
También traduzco un libro maravilloso de Jean Giono que a veces es endemoniadamente difícil, tanto que vuelve a ocurrirme lo que ya sufrí con Jacob Riis (ganaba más por hora la señora que venía a limpiar mi casa que yo traduciéndole), persiguiendo a expertos para poder desentrañar una frase, un nombre. Ayer recurrí a mis franceses de Facebook, pero no supieron ayudarme. Al final me ayudó Annie Bats. Pero yo misma me meto en estos líos tremendos. Y en este caso, todos esos compromisos, que asumí cuando temía quedarme sin nada, suponen una renuncia a mi escritura. Sé que no escribir me mata, es un veneno a veces lento o una mina enterrada que estalla de pronto, no sé a qué estoy jugando, tal vez debería haber hecho caso al brujo madrileño y haberme arriesgado a ser rápidamente homeless, tal vez ocultarme tras el azufaifo, escribiendo sin parar, sin pagar los gastos que ahora me atan estúpidamente. Pero soy demasiado vieja para resistir debajo de un puente. Y también está G... Así que quién sabe. Otras veces me consuelan el sol y las sombras de las hojas de árboles (los que Hereu no ha talado aún) con esta luz maravillosa y pienso que algo bueno ocurrirá y que podré comprar tiempo y seguir escribiendo sin traducir...
El sábado leeré mi conferencia Danielle Collobert, Naufragi en un mar de paraules. Le he añadido una pequeña introducción, porque sentía que traicionaba a Collobert con mi imposibilidad y luego he leído su prosa, mucho más penetrable para mí. Será a las 12h, en L'alliance française de Sabadell. Si yo viviera en esa ciudad, no saldría nunca de L'alliance. Siempre me llegan noticias de películas magníficas y conferencias. La grande illusion de Renoir, Hannah Arendt, María Zambrano...
Ayer vi a mi amigo serbio, que está en plena forma, con sus libros, traducciones y lecturas. Me dijo que leyera la primera novela de 2666 de Bolaño, o las dos primeras, que para él son lo mejor de ese libro compuesto, y claro, le haré caso. Hasta ahora lo había evitado porque mi Bolaño preferido siempre es corto: Estrella distante, Literatura nazi en América, Llamadas telefónicas; ya sé que no es lo que opinan los críticos, pero en la lectura, nos puede lo subjetivo, aunque muchos no quieran reconocerlo. Estos días pienso mucho en esos escritores como Bolaño y como Jean Rhys, a quienes el éxito llegó demasiado tarde; creo que ya lo dije aquí. "¡Primero hay que morirse!", bromea mi amigo serbio. Tal vez sea así.
En el avión de vuelta escribí unas frases que podían significar otro principio para esa difícil novela. Aún no he tenido opción de probarlas porque para eso necesito al menos dos horas, mucho coraje... o tal vez es mi parte gallina, que se acobarda y aprovecha la coartada de la traducción. Hoy he tenido una reunión en el Raval con una fundación en la que me ocupo de la comunicación y la vista desde la ventana baja de la calle del Carme, con los prunos exuberantes y a punto de florecer sobre una fachada rojiza y mediterránea era maravillosa. ¡Esta luz! El mirlo está cantando ahora mismo. Siempre me ha alegrado esta época del año, el retorno de los pájaros, la fruta, y sobre todo la luz. Por eso me hizo ilusión cuando G., muy pequeño, me dijo que cuando llegaba este tiempo la luz que entraba por los ladrillos de cristal de la escalera le ponía contento.Yo sé que G. es un buen lector, un lector más sensible e inteligente que muchos profesionales, porque siempre entiende lo importante en lo que lee y se lo digo, para animarle en sus posibilidades. Mi primer día en Manhattan, con el jet lag y sin haber dormido apenas, me pidió por el chat que le diera unas claves para comparar la ética protestante de Weber con Marx y con Freud. Pues bien, me salieron unos cuantos argumentos, tal vez inspirados en mi cansancio y la emoción americana. Yo sé que él, con esas claves, puede hacer un trabajo inspirado. Sólo le hace falta tener confianza.
Por cierto, tal vez deberíamos aprender en BCN estos consejos para turistas que ponen en una web de NY... Ah, y ayer me hizo ilusión recibir el libro Els arbres de Figueres, de Cristina & Josep Viñas, en la página 74-75 , en el apartado El ginjoler, hay un párrafo de La plaza del azufaifo, sale V. y mi infancia y el principio de todo. Me habría gustado ir a la presentación, pero estaba yo en ultramar...
Y ahora vuelvo a la traducción...

lunes, 17 de mayo de 2010

Una semana en Manhattan

Foto: I.N., Central Park, 2010
Me fui engañada en un camión de ganado aéreo (llamado Iberia: si van a USA, no vuelen con esa compañía), me vendieron un billete directo y resultó que hacía escala en Madrid, y luego tuve que someterme a ese infierno apretujado y desagradable, promiscuo por falta de espacio, maloliente, con comida basura (yo suspiraba por una manzana y me preguntaba por qué no darán un pan con queso, por ejemplo, en vez de esa terrible imitación de la comida), y al llegar todo me pareció mucho más llevadero. La casa estaba solitaria con los gatos esperándome con cierta curiosidad. Cuando llegaron, L. y P. me llevaron por el parque, ya oscurecido, a contemplar una impresionante vista nocturna del perfil de Manhattan desde la espesura frondosa y quieta de Central Park. Al entrar, se apagaron todas las farolas y Linda decía que era un saludo de los árboles a la dríade (que sería yo. De hecho les he pedido ayuda algunas veces, ¡Árboles de Nueva York!, uniéndolos a los espíritus de escritores a los que invoco; a Henry James, a Proust, a Maupassant, a Carver...). Mientras salíamos de su casa hacia el parque, me señalaban las casas de sus ilustres vecinos: Aquí vive Woody Allen, ahí vive Madonna... Y aquí nosotros. Lo decían burlones porque son alternativos y resisten la fuerte gentrificación que expulsa a todos los no-ricos.
Nueva York es una ciudad llena de árboles y de pájaros. Los pájaros se acercan en busca de cualquier migaja, mirlos, pájaros carpinteros, gorriones, palomas y otros tantos. También siguen las ardillas y en Central Park hay muchos mapaches. A pesar del tráfico y de las sirenas, la espesura y el tamaño de los árboles lo permite. En esa semana he sido feliz. Por la contemplación de tanta belleza. Y la sensación de esos museos e instituciones del que fue un país magnífico. Y por la hospitalidad alegre e irónica de mis anfitriones, real Newyorkers, que me han enseñado los mejores rincones de esa ciudad de ciudades llena de literatura y de cine, que existía en mi imaginario desde siempre, desde mucho antes de ir, y que yo sólo había conocido en invierno, y ahora la he visto en esa exuberante primavera... (aquí la crónica de esta semana desde su punto de vista). Por cierto que los Balcanes estaban también allí (siempre me vienen), en los dos porteros de Montenegro y Sarajevo (uno de los dos con una tesis sobre las causas de la guerra) y en un hombre que me abordó en la calle y resultó ser macedonio. También me abordó en un restaurante bio un israelí que había llegado a NY en el 69, buscando un lugar más libre y me contó lo maravillosa que era la ciudad en esa época y cómo había perdido...
En el Metropolitan, un día levemente lluvioso en que anduve hasta allí por la Tercera, junto a Central Park, vi una exposición de Picasso muy bien montada, donde estaban esas versiones de cuadros clásicos junto a los originales que las inspiraron, un Lucas Cranach (Retrato de una mujer) y un Picasso, un Manet (Déjeuner sur l'herbe) y un Picasso, un Velázquez y un Picasso... grabados, obra gráfica y cuadros maravillosos que nunca había visto de cerca. Sueño y mentira de Franco (1937), y todos esos maravillosos retratos de sus mujeres, Dora Maar con su gato, en su butaca, o leyendo en una mesa, La soñadora, o Françoise, Claude y paloma leyendo y jugando (1953) o la mujer del sombrero y los pompones o Jacqueline con sombrero de paja (1962) o con vestido estampado (1962). Allí mismo vi una exposición inteligente y muy ilustrativa, American Women, la historia de las mujeres americanas a través del vestuario. ¡Qué interesante! ¡Y qué abismo histórico con este pueblo nuestro tan primitivo y misógino! Empezaba con las herederas jamesianas y whartonianas, aquellas mujeres cultivadas que crearon salones literarios, invirtieron en museos y bibliotecas, coleccionaron y usaron su dinero para liberarse de los yugos tradicionales y contribuir al arte, la educación y la cultura. Luego las sufragistas, tan valerosas señoras manifestándose en la calle con pancartas y aquellos atuendos, "Sr. Presidente, ¿para cuándo la libertad de las mujeres?" Luego las bohemias, años veinte, con sus flappers y sus cigarrillos... etc. Toda la ciudad y las tiendas de moda en especial se hacían eco de la muestra en sus escaparates... (Salí pensando que era lógico haber recibido dos comentarios de mis cuentos donde el que lee se pasa tres cuartas partes del tiempo especulando sobre si son ficción o realidad, si son confesionales, si se trata de mis amantes o si hay un valor sociológico, incapaces de abordar la escritura, de comprender que todo lo escrito es siempre una construcción, una ficción, y que sólo a las mujeres escritoras las someten a ese hocicamiento, ¿por qué? ¿porque el sexo es un aspecto más y se aborda con naturalidad en la historia de un extravío? ¿Por qué nadie especula si las mujeres que salen en las novelas de los escritores son reales o imaginarias? ¿Cómo iba a ser de otra manera, si aquí el espíritu ilustrado duró tres años de la República y ya llegó la guadaña para siempre? Nací en un pueblo primitivo y patriarcal y no han cambiado las cosas, pensaba yo). No podía salir del Metropolitan. Cada vez que buscaba el lavabo, acababa entrando en una sala de pintura con Cézannes o Vuillards y Matisse... o Caspar David Friedrich! O esas salas de donaciones de colecciones familiares de Chipre antiguo del s.V a.C., o frente a las Bodhitsatvas, en una colección china o japonesa, en un castillo español magnífico (Vélez Blasco, de 1506; de no haberlo usurpado ellos, estaría hoy destruido). Vi también una gran retrospectiva de Cartier Bresson, temáticamente muy bien montada, magnífica, gigante, empezando por su preocupación formal, de belleza y líneas compositivas del principio, y su mirada humanista de después, las postguerras, Oriente y Occidente, España, los Nuevos Mundos, los retratos!!! (Matisse, Saul Steinberg, Faulkner, un joven Huston, Giacometti, Malraux, Sartre, Beauvoir...) Y al final una muestra de mujeres fotógrafas donde estaban todas (Frances Benjamin Johnston, Modotti, Lange, D. Arbus, Nan Goldin, Helen Levitt y largo etc, a muchas de las cuales las conozco gracias a L.O.) desde finales del XIX hasta ahora. Reparadora para mi espíritu.
Para rematar me fui a gozar de la Frick Collection, siempre con mi pase mágico, sin colas ni entradas. ¡Qué otra lección de coleccionismo y amor al arte que nunca ha existido en este país nuestro tan zafio... Esa familia invirtió su fortuna en crear una colección maravillosa, en rodearse de belleza y crear un museo y una biblioteca accesible a todos los estudiantes. El edificio es precioso, en el patio estilo claustro ofrecían lápices para dibujar el lugar y el documental que contaba la historia de los Frick (me encantó la hija, parecía una de aquellas mujeres excéntricas retratadas por la teatral Frances Benjamin Johnston. Y las piezas: Tizianos, Gainsboroughs (pude conocer a las Linley Sisters de cerca! Siempre me habían fascinado desde una portada de Jane Austen), Turners, Hans Holbein jr, Corot, Rousseau, Rembrandt, Van Dick, Goya, Manet, incluso un Murillo que no me disgustó, y los bebedores de Daumier, los Nasturtiums con la danza de Matisse, su Marguerite y tantos otros que ahora no recuerdo... Yo sólo sentía una felicidad entre tanta belleza, como si al fin hubiera llegado a casa.
En el Rubin Museum vimos una exposición sobre la muerte en distintas culturas, rituales, creencias, supersticiones en torno al Gran Tema (Remember That You Will Die era el título de la muestra, y se nos quedó como una frase familiar, sobre todo ara descubrir que hay signos de la muerte en todas partes) magnífica, con muchas piezas maravillosas hindúes, chinas y japonesas, pero también algunas del mundo cristiano, ninguna tontería Brueghel o H. Bosch, y relicarios, relojes con calaveras, estampas, etc. Junto con una bonita pieza de Bill Viola.
Fuimos al Village a comer a un italiano delicioso y celebrar el cumpleaños de un amigo. Paseamos por Brooklyn y ese barrio ex industrial, Dumbo, donde pese a la gentrificación hay aún nervio para apropiarse, para readaptar y hacer suyos los espacios. Llegamos al final del East River (me suena a Lorca y su Oda a Walt Withman), a esa especie de pqueña playa donde la gente lee o se baña, llegamos allí donde la barandilla reproduce los versos de Walt Withman (Stand Up, Beautiful Hills of Brooklyn...) atravesamos Brooklyn Heights andando, con la puesta de sol. Una noche fuimos al antes peligroso o inquietante Harlem, ahora gentrificado y tranquilo, y estuvimos en el Lennox Lounge, donde cantaba Billie Hollyday y que tanto frecuentó Spike Lee, ahora ya con público blanco y Clinton en el vecindario. En la calle, una chica se declaraba extrañamente por teléfono a gritos. Otro día fuimos a Coney Island y comprendí mejor la Alice de Tim Burton, no nos faltó tormenta de arena (qué luminosidad radiante de esas aguas) y acabé con ella en los ojos y la garganta, tosiendo misteriosamente para expulsarla, o la gran noria, y de paso me enseñaron ese horror americano de Shoot the Freak! Live Human Targets! donde por un módico precio uno dispara al "distinto", que lleva escudos y protecciones y corre por allí. Espectáculo con tragacuchillos, seduce serpientes, comefuego y la chica del cuerpo serrado y el protagonista gay muy gracioso, y todo con un humor culto, una ironía política, un algo que les separa de lo rancio que sería algo así aquí...
Estuvimos en China Town, y fui a mi enorme tienda preferida a pescar algo, y luego comimos din sum en un restaurante delicioso con una decoración que recordaba a las escenas de bodas mafiosas, y visitamos el templo del Buda, y mi dictamen fue el mismo que todos me repiten incansablemente en estos tiempos. Luego yo estuve en Strands, esa librería favorita, y ahora lamento que el tamaño de mi maleta me llevara a reprimirme. Los empleados de esa librería -especializada en libros baratos, segunda mano, etc- son tan receptivos que quieren saber las razones de tu interés y si deberían hacerse con lo que les falta. Les pedí, para regalar a Linda, un Vila-Matas y un Bolaño, se les habían acabado los EVM, pero escucharon y anotaron mis recomendaciones para buscarlos, y acabé comprándole un Bolaño que desconocía, Amberes (traducido al inglés Antwerp) y también Watermark, de Brodsky (Pobre Bolaño, que tantos apuros materiales pasó y una vez muerto es best-séller en USA). Por cierto que un domingo en the Corner Bookshop cogí de una estantería baja ese librito de los gatos prácticos The Old Possum Book of Practical Cats (ilustrado por el genial Gorey), y en ese momento oí un maullido y me volví. Era un gato gris, precioso, que vino a saludarme y se frotó contra mi pierna; ¿habría identificado el libro? Y en mi querida Union Square y en tantos lugares que para mí resuenan de esa ciudad. Maeve Brennan iba conmigo, hablando del vacío y el arrancamiento de los edificios derruidos. Y mucho antes Henry James indignándose por las demoliciones, y Edith Wharton describiendo la NY desaparecida. Y todos los artistas del expresionismo abstracto, que tenían estudios en Lexington o en Bleeker Street o en la Hudson o se reunían cerca de Union Square. Y el catálogo que traduzco sobre Manhattan. Y tantas novelas y películas... No me extrañó reconocer a Woody Allen, al oscurecer, cuando volvía de un paseo y oí su voz diciendo Come on! y al mirar, allí estaba, luego supe que cerca de su casa...
En el MoMa estaba Marina Abramovic sentada mirando fijamente a quien osara sentarse frente a ella (The artist is present). Más arriba había una gran retrospectiva de esa artista, con vídeo y fotografías, muy clara e interesante para ver su trayectoria, ese arte del dolor, la época en que sus performances consistían en dejarse lacerar y dañar, pero también sus trabajos recientes sobre la guerra de los Balcanes, o aquellos antiguos en que tomaba las medicaciones de los locos, etc. La parte discutible de esa re-performance suya es la reconstrucción con modelos de lo que fueron las performances, rompiendo su condición efímera y convirtiéndolas a una teatralidad a mi juicio banalizadora.
El paisaje humano de la ciudad es mucho más urbano e interesante, lleno de esa viva diversidad que yo siempre añoro. Aquí salgo a la calle y todo me parece gente uniforme e informe. Allí la belleza (y también los excesos), la altura, los distintos orígenes y sobre todo la sensación de afinidades culturales es animosa. En el metro les veía mientras leía furiosamente unos cuentos maravillosos de Pushkin, con fugas, decepciones y cocheros que casi me recordaban a Babel. Me compré un librito de Ralph Waldo Emerson, Nature (casi a modo de documentación para dríades), y un Chéjov que necesitaba leer, La estepa (The Complete Short Novels) porque una novelista muy chejoviana me dijo que mis cuentos le habían recordado en cierto modo a La estepa, y allí leí Raise High the Roof Beam, Carpenters, de Salinger, que me encantó (gracias a un detalle que la Otra Bel me dijo de Franny & Zoey, que también me compré allí y que leí en el avión de vuelta).
Pese a la mala dirección del mundo y del país, esa ciudad está todavía llena de ese nervio alternativo y diverso. Una noche fuimos a Broadway a ver Fela, en el teatro Eugene O'Neill (el nombre me hizo ilusión) un montaje sobre el músico nigeriano Fela Kuti y ya sólo el público, mayoritariamente afroamericano, era un aliciente con su fuerza. El espectáculo era magnífico, poderosamente crítico y lleno de humor, musicalmente potente y con unos bailarines magníficos y asombrosos en su sensualidad, sobre todo las mujeres, que me recordaron un fragmento de El camino de Santiago de Alejo Carpentier que leí a los 15 años y aún recuerdo, en que una negra baila con un desencaje de caderas que deslumbra al narrador. Al salir, la policía tenía tomada la zona del supuesto atentado de hace unas semanas.
Volver aquí, al desierto uniforme e informe, al mundo primitivo arboricida y pacato, a la misoginia aceptada por todos y arraigada en los críticos, a la fealdad y el cemento y el páramo cultural, a la sensación de aldea, me producía tristeza.
Pero no tuve tiempo de pensar. Primero fue la tortura (no vuelen con Iberia para ir a NY, les repito), luego el control policial de Madrid, donde una agente lésbica y de dimensiones gigantescas estaba divirtiéndose a lo grande; había bajado el umbral del pitido al mínimo y todo lo que no pitaba en BCN ni en USA, pitaba aquí, lo cual le daba opción a un manoseo que hubiera podido denunciar como abuso sexual. Eso sí, me permití decirle que era repulsivo y vergonzoso y que yo tengo derecho a elegir quién me toca. Si tuviera tiempo le pondría una denuncia, de hecho, en cuanto tenga empezaré a escribir al defensor del pueblo y etc. Me quedé un momento para comprobar que prácticamente todo el mundo pitaba.
Y al llegar también me esperaba el festival de poetas y narradores en la Plaça del Rei, el Relat de Barcelona, en la Nit dels Museus del MUHBA. Yo estaba derrotada y extrañada de despertarme en mi habitación, completamente ausente. Pero todo salió bien, a pesar de la lluvia primera, del equipo de sonido que se retrasó por el peligro del agua. Todos estuvieron geniales, poéticos, ingeniosos, inspirados, y la plaza y la luz cambiante y las campanas contribuyeron. Fue una noche mágica. Me felicitó el director del museo desde el escenario, y también mi amigo seráfico. Y luego, a la mañana siguiente, llegó una lluvia de mensajes de agradecimiento y felicitación, que aún sigue, de los participantes.
Y después me he quedado enterrada bajo una montaña de traducciones urgentes. ¿Podré volver a escribir alguna vez?
Este sábado a las 12h leeré mi texto Naufragi en un mar de paraules sobre Danielle Collobert en L'Alliance Française de Sabadell. El programa Literaturas en breve de Juan Jacinto Muñoz Rengel ha dedicado la emisión del 16 de mayo a leer fragmentos de uno de mis cuentos. Aquí está el podcast. Y mi reseña en el Cultura/s, mientras yo estaba en NY.

domingo, 16 de mayo de 2010

Vila-Matas recomienda mi libro Algunos hombres... y otras mujeres

Foto: Linda Danz, Yo en en el "banco de Linda", en Central Park, NY, 2010 Diario de Sevilla. Suplemento Feria del Libro
Los autores recomiendan Enrique Vila-Matas. Algunos hombres… y otras mujeres, de Isabel Núñez. Menoscuarto ediciones. "Isabel Núñez es una escritora de Barcelona que merecería un mayor foco de atención. En La plaza del azufaifo (2008) escribió un libro autobiográfico acerca de su lucha por evitar el derribo del árbol chino y centenario que estaba (que está, creo, todavía) enfrente de su casa en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona. Encontrará ahí el lector la historia de una mujer que defiende, en los pequeños detalles, su derecho a la felicidad. Problemas de distribución, o quizás ese desprecio tan nuestro a lo que ignoramos, hicieron que este gran libro -que prologué con entusiasmo- pasara injustamente desapercibido. El mismo peligro corre ahora Algunos hombres… y otras mujeres, un interesante conjunto de quince relatos que hablan de trenes que pasaban por Figueres, de cristales pintados y de navidades serbias, de caballos que irrumpían en nuestros veranos, de amores y estúpidos desamores, del desastre general de toda una generación. Un mundo negro y rojo, inventado y real, tierno y cruel, especialmente inteligente. Muy recomendable".

lunes, 3 de mayo de 2010

Llueve y llueve en Macondo

Foto: I.N., Un pájaro que encontré en mi paseo montañoso, 2010
Y de pronto es otoño otra vez y Gilda sólo quiere dormir, apenas come y vigila mis preparativos de viaje (no se quedará sola. G. se instalará aquí y cuidará de ella). Acabé la magnífica correspondencia de Flaubert y George Sand envidiando su intercambio intelectual apasionado y vehemente, sus cartas maravillosas, su mutua inspiración, y envié mi reseña a La Vanguardia. Mi artículo de Soseki en Turia se retrasó hasta noviembre, por buenas razones.
Yo ando como siempre preocupada por la maleta: si tendré frío o calor, si olvidaré esto o lo otro, si...
Volveré justo para el recital de poetas, narradores y lectores que construirán en la Plaça del Rei, el Relat de Barcelona, como aportación del Museu d'Història de Barcelona a la Nit dels Museus, en plena Setmana de Poesia, el sábado 15 de mayo, de 19 a 22.30 h, y participan: 19.00h. S'hora baixa Dante Bertini, Carles Hac Mor, Sergio Vila-San Juan, Nora Catelli, Antoni Clapès 19.25 Tarda Dolors Udina, J.A. Masoliver, Edgardo Dobry, Sònia Hernandez, J.A. Millán 19.50. Capvespre Elena Vilallonga/Victor Obiols, Gennaro Ascione, Esther Zarraluki, José Carlos Cataño 20. 15. Vespre Teresa Shaw, Mireia Mur, Esmeralda Berbel, Núria Cabré, Paulina Fariza 20.40 El llostre Berta Cabré, Marta Luna, Lluís Maria Todó, Simona Skrabec, Mercè Ibarz 21.05 La poqueta nit Enric Casasses, Quim Lecina, Isabel Núñez, Isabel Mercadé, Daniela Aparicio 21.30 La fosca Víctor Sunyol, Pura Salceda, Martí Noy, Rebecca Simpson, Carlos Ernesto García 21.55 La nit Ester Xargay, Xènia Dyakonova, Josep Liz, Josep Pedrals, Salem Zenig, Jordi Carrió, Carlos Zanón, Josep Mª Domingo Clua, Miquel de Palol Espero que los lectores invisibles que estén por la ciudad en ese sábado vengan a ver el resultado de unos cuantos esfuerzos y cierta magia improvisada; la verdad es que los participantes lo merecen y la ciudad también. Además, esa plaza es un sitio favorito mío de Barcelona, lleno de recuerdos de mi adolescencia.
Y yo me iré mientras a la Gran Manzana, donde me esperan mis amigos americanos y unas cuantas expediciones urbanas y buenas para el espíritu, Espero que a mi retorno, el llamado síndrome transoceánico no me impida cumplir mi misión en esa plaza gótica. Aún no he decidido qué libros vienen conmigo, pero tal vez (Clarice Lispector, La hora de la estrella, los Sueños de Kafka, I racconti de Lampedusa, Raise High the Beam, Carpenters de Salinger, Love & Obstacles de A. Hemon, que son pequeños), teniendo en cuenta que allí me haré con otros que se vendrán para aquí.
Debe de haber algo en la lluvia, no sé si la sonoridad o la desesperación del mirlo, pero otra vez le he oído cantar a gritos, a todo volumen, como una soprano o un poderoso tenor, mientras yo bajaba las escaleras para ir al gimnasio alemán, y me ha hecho reír imaginarle empapado con las plumas azuladas y llenas de gotas brillantes. No le veía pero me llamaba, como los jilgueros del azufaifo, que se ha vuelto de un verde chino y poderoso de primavera rodeando su tronco negro. Me he acordado de Wallace Stevens y sus trece maneras de mirar a un mirlo (Thirteen Ways of Looking a Blackbird; y aquí pongo un mirlo que me miró a mí, desde su rama luxemburguesa; ¡otro recuerdo de hospitalidad!) y de su invectiva contra los cisnes! Life is Motion, dice otro poema suyo (ese poema es como una canción, o un baile alegre y jocoso, como uno de los poemas infantiles de EC), y parece que me haya leído el pensamiento. Por eso a mí me costaban tanto esos consejos del I Ching sobre la no-acción, o la renuncia de In the Mood For Love. Hoy ha venido alguien a traerme algo, llevarse otra cosa y seguidamente me ha llamado para elogiar mi aspecto; presuponía que indirectamente sería más llevadero. Me ha hecho una pregunta capciosa. Lo extraño de los mirlos de Wallace Stevens es que cantan en otoño e invierno, y aquí sólo empiezan a cantar justo antes de empezar la primavera y luego siguen durante toda la temporada alta y se van al acabar el verano. También es extraño que en su invectiva contra los cisnes hable a gansos u ocas salvajes, excepto por la blancura de esas plumas que ceden a la luna... The soul, O ganders, flies beyond the parks/ and far beyond the discords of the wind. Me recuerda a Li Bai. El otro día en mi paseo montañoso de domingo encontré unos cuantos pájaros...
Cuando vuelva y pase mi síndrome transoceánico, y pase el Relato de BCN y yo descanse de nuevo en mi mesa con las imágenes de la ciudad de ciudades en la mente, les contaré a mis lectores invisibles cómo conocí a mi a amiga americana y las cosas que fueron ocurriendo. Mientras, vuelvo a la lluvia no-contemplativa, al Life is Action de WS, a los múltiples recados de una hormiga de Figueres que se prepara para volar.
Ayer en Radio 3 leyeron fragmentos de La plaza del azufaifo en un programa con música sufí, marroquí y una entrevista a Jordi Esteva por el estreno de un documental que promete, Return to the land of Souls (me habría gustado leer yo los pasajes de mi libro -manías de escritora-, pero agradezco la generosa iniciativa).

sábado, 1 de mayo de 2010

Viernes

Foto: I.N., Sant Salvador, 2010
La semana ha pasado como un torbellino, con momentos de desolladura en vivo, suavizada sólo por las lecturas. He leído, deprisa deprisa y disfrutando de esa lectura furtiva y llena de afinidades, a Clara Usón, su novela bien construida y fluida, plagada de personajes que me resuenan. Por las noches leo la magnífica Correspondencia de Flaubert y George Sand (esas cartas y esa relación me han reconciliado con Flaubert, no le había perdonado su correspondencia con Louise Colet, aunque ahora me pregunto si debería revisarla; me pareció terriblemente misógino con ella. Pero en estas cartas, cómo me gustan sus pensamientos y la dualidad que forman los dos amigos y su mutua pasión) para reseñarla, y me consuela de casi todo. Leo a ratos La hora de la estrella de Clarice Lispector, que me regaló la experta Bel M. en mi cumpleaños y me maravilla su escritura. Leo también fragmentos de los textos históricos que poetas y narradores me dicen que leerán tal vez en ese Relat de Barcelona que ayudo a organizar para el MUHBA en la Nit dels Museus, el sábado 15 de mayo, recién llegada de NY (Espero que el jet lag no me impida cumplir con esa misión y que todo fluya como debería sin necesidad de más...) Hoy he dejado que alguien me robara un fragmento magnífico de Max Aub; sé que lo leerá muy bien y yo me alegro de que lo lea.
A veces me levanto de esta mesa donde no he parado de trabajar estos días y corro a hacer recados, gruño interiormente ante esos carteles mentirosos que proponen un bulevar en la Diagonal con falsos árboles altos, cuando en realidad, si lo hacen será un desierto de cemento durante setenta años, hasta que crezcan, si crecen, los vástagos enanos que planten. Ayer por la mañana salí de una reunión en Ciutat Vella y cuando subía por Portal de l'Àngel apareció, en bicicleta y vestido de naranjas hindús, JP. Se detuvo y estuvimos media hora hablando de libros bajo un solazo veraniego. Al atardecer, no pensaba salir, pero acabé escuchando a EC en la galería de Quel Doblas (quien también apareció muy fugazmente hace años en uno de mis cuentos). EC dijo, con esa mise en scène suya en que rebusca de aquí y allá, papeles y libros siempre desordenados, poemas suyos, algunos diminutos aforismos, otros llenos de animalia, otros que me recordaban muchas otras cosas... porque la poesía parece reunir el mundo en unas frases y yo envidio eso a veces... y otros que eran respuestas a cosas vistas y frases oídas. Y leyó con fuerza(!) a Salvat Papasseit (dos poemas magníficos que yo no recordaba, la muerte del hombre justo y Omega) y uno de la Missa pagesa de Dolors Miquel, inspiradísima y humorística metafísica visionaria. Hablé con él un poco de escritura y me volví alegremente a mi reclusión de estos días.
Cruzo la Diagonal rezando a los dioses griegos que no logren arrebatarnos esa belleza verde y luminosa, ese oxígeno que sólo los árboles viejos exhalan todos los días, combatiendo la contaminación. Por toda la ciudad, los árboles han estallado de verde. El azufaifo está precioso y exuberante, es como si de la noche a la mañana se hubiera vuelto hojoso (leafy) y frondoso...
Hoy me ha llegado una buena noticia de un gesto de esos que me llevan a bailar por la casa. Un gesto como aquel al que Oscar Wilde dedicó dos páginas en Epistola in Carcere. De Profundis. Lo pondré aquí a mi vuelta. Porque me voy, sí, me iré el jueves, espero poder acabar con todas mis urgencias y obligaciones imperiosas para irme como debería, al otro lado del charco, donde me esperan mis amigos con sus gatos. He escrito unos fragmentos de mi extraña y difícil novela. He sufrido algunos asaltos del pasado, que no he podido compartir. En la escritura me animan las conversaciones con Clara U., tal vez porque la veo sólida novelista y afín; ahora ha leído mis cuentos y me ha dicho cosas muy buenas. G. y yo hemos mantenido alguna conversación clave en la puerta. Gilda toma el sol, caza alguna mosca. En cuanto para el estruendo de las obras y los coches, los mirlos cantan como si hubiera un bosque. Perdónenme si apenas escribo... (en Polis una entrevista esclarecedora sobre este país y su desmemoria). Y en el blog de Fernando Valls, una digna despedida de Allan Sillitoe.