viernes, 27 de mayo de 2011

He ido

Foto: I.N. El visitante, 2011
He ido a la presentación de Chantal Maillard y su Bélgica dividida, con el "corassón partío", como dicen en el sur, porque quería estar en la plaça Catalunya, porque sabía que se llenaría otra vez. Iba ligera, con mis zapatillas de la pantera rosa, por si en el último momento cambiaba de opinión o si al salir me daba tiempo. G. me ha dicho: "No et preocupis, jo hi vaig per tu", y en parte me sentía representada, como también en la peligrosa y brutal carga de esta mañana. Pero Chantal Maillard precisamente había escrito: "Cuando las más simples reglas de la lógica quedan ausentes de los discursos de quienes nos gobiernan y son reemplazadas por el más puro cinismo podemos decir que estamos asistiendo a un caos político y en tales circunstancias es necesario que la democracia se ejerza en la calle", así que ir a escucharla no me pareció una traición a los indignados. Había estado a mediodía y al salir del metro y ver la plaza llena de gente otra vez y burbujeante y pacíficamente guerrera se me había ensanchado el espíritu. Me han dicho que incluso las empleadas del Corte Inglés estaban de acuerdo con los indignados.
Ayer había estado leyendo Bélgica, ese libro maravillosamente editado habla de algo que me concierne a mí. Yo había escrito aquí sobre el misterio de esa nostalgia que no es un deseo de volver a otro tiempo, sino de otra cosa que se me escapaba. Precisamente aludía a la Nostalghia de Tarkowski. También, muchas veces, he hablado aquí de la joie paradoxale, malgré le monde (Marion Richez) y héte aquí que Chantal Maillard me responde sin saberlo, con su charquito en la carretilla, cuya visión la llena de un sentimiento gozoso sin razón, y sigue el hilo y fracasa en encontrar el objeto de la felicidad porque no existe, porque en realidad, la nostalgia es sólo de volver a la inocencia, a esa primera vida de la infancia, sin razón ni prejuicios, en la que se descubre el mundo por primera vez. Y yo, que viví una infancia infernal (y que pese a todo he llegado a amar, por su paisaje luminiscente, por ser la materia de mi escritura y también por su ética contraria, que me ha hecho ser lo que soy, construirme para no ser como "ellos", los que me rodeaban entonces), pero que he llegado a comprarme una blusa porque la tela se parecía a una que tuve de pequeña, llena de una emoción extraña... Precisamente yo, que he traspuesto siempre a los objetos sentimientos que no podía comprender, que he descubierto una y otra vez perpleja ese deseo de volver no importa dónde... me he alegrado mucho de haber estado allí. Y es que en ella encuentro algunas afinidades extrañas, que me hacen estremecerme y que no podría explicar. Ha hablado Maillard de ese conservadurismo de Bélgica, que le ha permitido encontrar todos los lugares donde había vivido, intactos. Y Argullol ha dicho enseguida que era una suerte porque aquí se destruye todo, no nos dejan nada, no hay lugares para la memoria, no hay referentes, y yo conozco tanto ese vacío, esa sensación de pérdida y destrucción constante, pero no con selva que devore los monumentos como en Angkor, sino con puro cemento y fealdad mutante. Recuerdo la arquitectura protectora y los árboles de Bruselas, que crecen libres y vetustos, excéntricos como sus habitantes, sin que nada los amenace, y que en invierno dibujan marañas y texturas asombrosas, cimbreantes. He comprado otro ejemplar de su libro para regalar mañana, en un cumpleaños. Es precioso: la fotografía de la portada, la luz que ilumina la mirada de ChM bebé hacia el perro que fue su primer amigo en el mundo en realidad esclarece todos sus libros. El gesto de la patita del gato que la salva una vez en la bañera, del ensombrecimiento y la muerte. Todo está en esa fotografía. Argullol y Maillard han hablado de Tarkowski, yo no quería intervenir por segunda vez por no acaparar, pero si no habría dicho que La infancia de Ivan también habla de esas mismas claves, y sobre todo tiene esa luz de las fotos de ChM, en su recobrada Bélgica. Y también del primer capítulo de mi novela. No puedo escribir esto sin un leve estremecimiento. Esa luz.
Ha sido un día agitado desde el principio, cuando le he mandado un sms a G. diciéndole: ¡Están desalojando! y él me ha respondido que estaba allí, y yo le llamaba, angustiada por él al saber que estaban cargando con una violencia muy parecida a la de la policía franquista (sólo que aquellos eran más vulnerables que estos mossos disfrazados de Darth Vader y sus fuerzas del mal), que pegaban a un chico en silla de ruedas, a jóvenes y viejos, a periodistas, a chicas que les ofrecían flores. Al parecer, la consigna ha sido carta blanca para desahogarse. Les han robado los ordenadores y las 40 mil firmas que habían reunido, con la complicidad de los trabajadores de BCN-neta. La indignación ha crecido y las multitudes también. Y en Madrid, los chicos de la plaza del Sol han gritado "Barcelona, no estás sola", como en aquellos viejos tiempos solidarios. Las redes se han contagiado de la efervescencia y el bullicio, plagadas de fotos, vídeos, informaciones, sustituyendo o completando a los medios. Todo el mundo comparte enlaces interesantes, indignación y combatividad. G me ha contado los trozos que me faltaban para comprender. Tal vez me equivoque, pero para mí algo se está moviendo, y aunque será difícil, caprichoso y caótico, puede ser el principio de algo grande, una especie de abracadabra que movería la roca de la entrada, del gran cambio que el mundo necesita urgentemente para salvarse, porque estamos gobernados por psicópatas.
El mirlo ha venido un montón de veces hoy y Rufus se preparaba para atacar. Por suerte, este gato cazador no se enfada cuando le impido que se acerque a su presa y ahuyento yo misma al simpático pájaro negro. Rufus parece contento con su nueva comida bio. Se la compré en una pequeña tienda revolucionaria, a un argentino de ojos negros y fogosos que sostenía un perrillo bulldog en brazos. "Es imposible que no le guste", me dijo. Yo enarqué una ceja interrogativa. "Porque es comida de verdad", dijo él. Me demostró que los piensos que venden todos los veterinarios por estos lares son malísimos, llenos de las peores grasas y de maíz transgénico, etc. Así les chats qui ont tendance à l'embonpoint, como Rufus, no pueden recobrar la forma. Y tenía razón. El olor es muy distinto y a Rufus le sentará bien. Es una época de cambios para todos.
Rufus está revolucionado y bullicioso, persiguiendo bichos invisibles o siguiéndome a mí. Y buscando sitios frescos. Ayer le descubrí dentro de un armario ropero. Un pañuelo mío había caído al suelo del armario y le servía de almohadón interior.
He vuelto a escribir en Polis

miércoles, 25 de mayo de 2011

No podía dormir

Foto: I.N. Rufus por la ventana, 2011
Había vuelto esa extraña electricidad que parece puramente fisiológica y desencadenada por algún agente ajeno, químico, exterior a mi cuerpo. Y con todo, si sólo fuéramos un conjunto de impulsos eléctricos... Me puse los gongs tibetanos y la lluvia, pero me venían una tras otra, como otra clase de lluvia electrizada, pensamientos que no había podido elaborar en una discusión nocturna, reconstruía al fin la situación como si antes no hubiera podido, tal vez por el puro agotamiento. También recordaba los no-dichos de la presentación de Sinrazones del olvido en La Central. Estaba lleno de gente, pese al goteo de mensajes de los que no podían venir. A algunos pude saludarles, a otros les vi o creí verles de lejos, sonriéndome y algunos nos felicitaron generosos. Àngel V. me dijo: Has millorat molt, eh? Cada dia parles millor en públic, més calmada, amb una facilitat... Es mucho más fácil y menos expuesto dar la cara conjuntamente por un ensayo sobre otras autoras y escrito a cuatro manos que presentar mis cuentos, pensaba yo; ¡la responsabilidad compartida! La verdad es que me gustó volver a escenificar fragmentos de esas autoras nuestras, verlas flotando un poco en el aire de la librería y escuchar a Lydia Oliva argumentar brillantemente sobre su parte. Olvidé hablar, por ejemplo, de aquella biografía de biografías de Janet Malcom, o rematar mi alusión a dos biografías magistrales. Mientras hablaba, veía una mujer desconocida, en las filas de en medio, que asentía sonriendo, sobre todo cuando conté las razones de las sinrazones, mi teoría del "sí, pero...", que también le gustó mucho a G. También me habría gustado seguir con las interesantes reflexiones sobre la biografía que planteó Anna Caballé en su intervención generosa y contextualizadora. Al salir de la presentación, fui a cenar con unos amigos, pero no tenía hambre (nunca tengo hambre después de presentar un libro), me sentía perpleja y pasada de vueltas y creo que no dije apenas nada. Sentía como si me hubieran aspirado las ideas, ni siquiera recordaba, sólo escuchaba. Llegué a casa en un agotamiento total y tuve una sensación de irrealidad algo espinosa. Y al echarme en la cama, aquel torrente de pensamientos.
Al fin me levanté. Eran las cuatro. Apagué todas esas luces excesivas de los aparatos electrónicos de la sala. Se oían unas motos ruidosísimas, ¿o eran coches? Recordé vagamente cuando iba al circuito de Montjuïc, a los quince años, aquel olor a gasolina. Me eché en sofá de la sala, junto a Rufus, y su ronroneo me durmió profundamente durante dos horas. A las seis volví a mis aposentos, pero no podía dormir, así que volví otra vez con Rufus y caí dormida una hora más. Hace cinco o seis días, estaba encallada en un capítulo difícil de la novela, apagué el ordenador, fui a ver a Rufus, me puso las dos patitas blancas en la frente y como en una conexión interestelar, empezaron a llegarme las frases de arranque. Miré su cara rayada de tigre y le dije: Rufus, ¿qué sabes tú? Y es que los gatos son puro misterio, como dice Darío Jaramillo. Escribí todo aquello, pero sigo en ese capítulo extraño, otra vez he vuelto a encallarme; tal vez necesito un paseo solitario, o la ayuda de Rufus de Bengala. Hace calor de verano y se oyen las voces bulliciosas de los niños en la guardería y los estorninos cruzando el cielo. Ayer, cuando vino el mirlo antes de irme a la presentación y se acercó andando por el suelo de la terraza, Rufus estaba agazapado y oculto tras la esquina, dispuesto a saltar como un luchador de sumo. Rufus es tenaz y nunca pierde la esperanza, pero yo me opuse. No se enfadó, no es rencoroso, sólo espera su momento con una infinita paciencia. En cambio, el ruido del aspirador le saca de sus casillas. Ayer vinieron a limpiar, y al oír ese fragor espantoso, mi gato quiso huir y como mi vecino le ha cortado el paso a su terraza, ya se iba a jugar la vida por fuera de la barandilla, sin darse cuenta de que su peso no le permite esos riesgos.
He tenido un sueño oscuro y violento y me he levantado envuelta en una decepcionada melancolía, que tal vez sólo tenga que ver con el cansancio. J me vio despierta en skype y me contó que él apenas necesitaba dormir. Es una suerte; en cambio yo necesito muchas horas de sueño, de ahí mi conflicto con ese insomnio electrizado, que siempre me hace preguntarme si habré tomado más té verde de la cuenta en el desayuno, y que me impide seguir tomando tés durante el día, como antes, cuando sí dormía como un oso (así dicen los alemanes y me gusta más que la idea triste del tronco).
Ayer estuve al fin más sumergida en Giono. Necesito acabar esa traducción, pero voy tan despacio que es mi ruina. Es maravilloso, pero me obliga a aguzar el ingenio y la búsqueda de frases ingeniosas, entre lo popular, la tradición y su parodia, para estar a su altura. Además de sus jeroglíficos, que no están en diccionarios ni en ninguna parte. Graham T. ha traducido muy bien uno de mis cuentos al inglés para una antología digital internacional, hecha con un criterio generacional. No es uno de mis preferidos de Algunos hombres... y otras mujeres, pero sabía que lo elegirían por el título y me gustó verlo brillar en inglés tan rápidamente.
Creo que podría haber un segundo motivo interno para mi electricidad insomne de esta noche. A veces, en esas presentaciones, la vibración que siento al dejar palabras en el aire silencioso y atento me hace intuir otra vida, la que querría, pero también la que una parte de mí no cree merecer, no autoriza del todo y sigue obstaculizando leve, subrepticiamente, poniendo el freno de mano. De esa tensión surge la electricidad, la perplejidad y el agotamiento. Por eso me sentía tan sobrepasada al llegar. Y sin embargo, sarinagara...

domingo, 22 de mayo de 2011

Presentación de SINRAZONES

SINRAZONES DEL OLVIDO. Escritoras y fotógrafas de los siglos XIX y XX
de Isabel Núñez y Lydia Oliva -
Martes 24 de mayo - 19.30 horas - Librería LA CENTRAL, Mallorca, 237 - A cargo de Anna Caballé, profesora de Literatura (UB) y crítica literaria - Con la presencia de la editora de Icaria, Anna Monjo y de las autoras: Isabel Núñez y Lydia Oliva

sábado, 21 de mayo de 2011

Mientras

Foto: I.N., Caminos del Montseny, 2011
Hace tanto tiempo que no escribo aquí que ya no recuerdo cómo era. Hoy he vuelto a andar por un camino del Montseny completamente solitario y silencioso, y brillaba el agua del arroyo sagrado entre los árboles y las rocas lavadas y a veces se abría un claro con una cascada y el aire estaba lleno de pájaros. Iba con MP, la que bautizó esta ciudad como Dogville (oh, ya sé que el director de esa película ha caído en desgracia por sus estúpidas declaraciones, la misma enfermedad interna que se veía en su cine, y me admira la reacción fulminante de los franceses ante esas cosas, pero esto no tiene nada que ver, la palabra sirve para definir una atmósfera predominante) y que encontró otra vida lejos de aquí, en un lugar más boscoso y amable, pero a veces viene a pasar una semana y la ciudad le encoge el espíritu. Un buen paseo por el bosque es la mejor manera de hablar y pensar, un poco a la manera de Stevenson y Hazlitt en aquel libro de los paseos, o con el espíritu de Walser.
Ayer por la tarde fui a ver a los acampados. Ya sé que alguna gente se burla de este movimiento, vaticina que será inútil o que beneficiará a la derecha. Yo sigo creyendo que en cualquier caso, la expresión de la indignación por parte de la gente es positiva. Creo que es importante el mensaje de que no n dejará pisar indefinidamente, que no seguirá sometida a todo. También me parece útil que ellos mismos se den cuenta de su fuerza. Aunque no sepamos si esto podrá vertebrarse y convertirse en algo permanente, incidir en la historia, contener una tendencia perversa e invertirla de alguna manera. Podría ser el principio de algo histórico o desaparecer, pero permite tener alguna esperanza en este país. Ayer en la plaça Catalunya me pareció ver que los que llegaban iban discutiendo entre sí. No iban simplemente a mirar, sino que discutían. Y en un país en el que no se habla de nada más que de fútbol o de comida, eso ya es algo. A veces hemos discutido hasta dónde se dejaría la gente pisar y asfixiar y este estallido es simplemente un "hasta aquí hemos llegado". Lo difícil será darle continuidad, pero también ayuda que se propague por otras ciudades.
Mientras, escribí alegremente el prólogo de las Crónicas de Nueva York de Maeve Brennan, y releyendo a Nabokov sobre Tolstói para una clase que suspendimos (yo fui a ver a Juan Gellman y me gustó verle, aunque algunas palabras se perdían en su abstraímiento -¿será esa desconexión última, como aquel abstraímiento en la escritura de Colette en Le pur et l'impur?-, me quedó aquel poema de su tío Juan, que murió como un pajarito y sus cenizas seguían piando...), y aún me ha alegrado más la reacción del editor que me encargó un texto para la presentación de un libro -Tomba de Lou de la poeta canadiense Denise Desautels, el 27 de junio en Laie- y va a publicarlo en forma de plaquette. Yo había decidido no escribir ese texto, pero cambié de opinión y descubrí que podía apropiarme de aquello y convertirlo en un espacio para decir algo que latía con fuerza, y así lo hice. Cuando se lo leí a la Otra Bel, ella calificó mi escritura de hipnótica, dijo textualmente que la había hipnotizado, luego lo leyó CHM y lo elogió generosamente. Y por fin lo leyó el editor (y poeta) y concluyó que era extraordinario y que sería una plaquette majestuosa y decidió traducirlo también al francés. Y yo, que tuve tantas dudas y que, mientras se lo leía a la Otra Bel sentí que si leía algunas de aquellas palabras me moriría después, la femme foudroyée, por haber desafiado a los dioses...
No he seguido del todo con la novela y ese vacío duele y casi nada puede sustituirlo. He pescado apenas retazos de sueños, estaba madrugada soñé que me había dejado mi cuadernillo gris en un seiscientos que estaba en la terraza pero habían aparcado dentro de la casa, una casa grande y destartalada donde la gente entraba y salía, justo después de que se fuera una coscolina rusa de ojos negros y piel muy blanca que podía parecerse un poco a un personaje trágico de mi novela o a Anna Karina en Vivre sa vie con sus sospechosos acompañantes se , y yo me sentía terriblemente perdida, desesperada sin el cuadernillo, pero luego me preparaba para expresar mi desesperación ante los demás -personajes de mi novela, personajes oscuros de mi infancia- como si fuese una pieza teatral. Cómo me fascina el lenguaje de los sueños. Por cierto que cuando acabe de reseñar a un autor considerado como el más interesante de la narrativa alemana contemporánea, Clemens Meyer, me pondré con el Cuaderno de noche de Inka Martí para Turia.
Ayer leí en un momento ese librito precioso, Gatos, de Darío Jaramillo, que también les gustarán a aquellos amigos de los gatos abisinios, la piedra y el verde. Aunque ellos, como yo, disentirán de Darío Jaramillo en que los gatos no aman o no quieren ser acariciados. Todos mis gatos me han demostrado lo contrario, pero Rufus es una prueba aún más irrefutable. Cuando me sigue a todas partes y adopta sus poses majestuosas junto a mí en la cocina o el baño, cuando aprovecha que hablo por teléfono o leo en el sofá para adherirse a mí adaptándose a la forma de mi cuerpo, cuando me despierta mirándome o entierra la cara entre mi brazo y la cintura, en los pliegues de mi ropa, la extraña relación del poeta Jaramillo con esos gatos que dibuja tan maravillosamente pour le reste se vuelve evidente. Dice el primer poema:
La luna dora los techos.
Inesperadas, aparecen las sombras de los gatos.
Son tan sigilosos
que son solamente sus sombras.
Ellos ven todo sin ser vistos
y todo debe estar quieto mientras se mueven
para que ellos puedan sentirse inmóviles,
los gatos, sus sombras.
Esta noche me habían invitado a una excursión emocionante para ver una mariposa en pleno proceso de transformación, pero no me he decidido, aun sintiéndome halagada por ese honor. Tengo conmigo una prometedora biografía de María Moliner, El exilio interior, de Inmaculada de La Fuente. Parece imposible no sentir curiosidad hacia esa mujer valerosa que se dedicó sin apoyo a las palabras y construyó un diccionario tan distinto e interesante, sin que la misógina RAE quisiera aceptarla. Un traductor le ha dado una versión inglesa a uno de mis cuentos de Algunos hombres... y otras mujeres, "La noche que murió Franco", seleccionado para una antología internacional, y me ha alegrado leerlo así, sin tener que pelear por las palabras, fluido y brillante en sus hallazgos.
Mañana votaré Escons en blanc. El 10 de junio firmaré Sinrazones del olvido en la caseta de La Central de la Feria de Madrid, de 19 a 21horas. Y pasado mañana, martes 24 de mayo, presentaremos Sinrazones en La Central de Mallorca 237, a las 19.30. Espero que vengan, lectores silenciosos.

jueves, 19 de mayo de 2011

Mensaje de un escritor lector de Sinrazones

Foto: Jean Rhys, Fay Godwin, 1974
Querida Isabel: Me he demorado un tanto en responderte pues evalué la posiblidad de acudir a Barcelona con motivo de la presentación de tu nuevo libro. Al final, no podré acompañarte en un acto, que estoy seguro, será cálido y gratificante para ti, pues no puede ser de otro modo dada la calidad -y calidez- de vuestros diez retratos y la perfecta elección de su presentadora (Anna Caballé), de quien no hace mucho leí su extraordinario ahondamiento en eso que se dio en llamar el misterio de Carmen Laforet y que ella desentraña con documentación, paciencia, lucidez, inspiración y una imprescindible voluntad de empatia -que no adhesión- con la autora de Nada. Esas virtudes -esenciales en la semblanza de un escritor o de una escritora- rebosan en tu acercamiento a esas cinco autoras que rescatas -y hasta redimes- en Sin razones del olvido. En un ambiente de torpe gelidez exposítiva o propaganda desvergonzada en cuanto a la reseña literaria se refiere, cuánto se agredece ese calor, esa complicidad, esa impregnación por y para la vida y la obra de esas cinco autoras que fueron pioneras -aún no superadas a mi entender- de una forma de entender la vida y la literatura sin remilgos ni cálculos. Sin ningún desvelo -como es norma ahora común en el gremio - por el prestigio. Transformar el valor de la anécdota en categoría es lo que haces con las bien elegidas citas y peripecias de las cinco escritoras. Siendo apasionantes y conmovedores los retratos de Dorothy Parker y Natalia Ginzburg, yo me he enamorado, como una adolescente, de "tu" Jean Rhys. Tu grado de proximidad con ella alcanza el que se logra con una criatura propia de ficción plenamente viva e independiente del autor. La relatas -como sucede en toda gran novela- desde su misma concepción y a partir de verificar su nacimiento en tu propia entraña de escritora, nos la entregas dotada de su vida a traves de una voz que es tu vida -esa "otra vida" imprescindible que habitamos los escritores- también. Te he visto, Isabel, en esa caribeña incorforme, zarandeada por los imperativos del homo dominus y las normas sociales esclavizantes de la mujer, pero áltiva y vital aun en sus peores trances, sabedora de su altura creativa y creo que, como a ella, "no te salvará el amor (empleo tus propias palabras) sino tu talento literario y esa "visión que obliga a superarse y que permite transformar el dolor en materia creadora". Por lo que me llega desde tus "crucigramas" intuyo que esa novela que te arrastra y arrastras -también por el aire, pues al centro del corazón se llega volando- será (lo es ya) una definitiva sinrazón para el olvido. A.G.

viernes, 13 de mayo de 2011

Escribo

Foto: I.N., El lugar de los gatos abisinios, el verde y la piedra, 2011
Escribo un prólogo para las Crónicas de Nueva York de Maeve Brennan, que publicará muy pronto Alfabia y me hace verdadera ilusión; intento abordarlo de otra manera, para no repetir mi texto de Sinrazones. Algunos lectores me escriben buenas cosas sobre ese libro.
Sigo conectada con mi novela, me da no sé qué salir de casa sin llevarme algún capítulo, siempre deseo entrar en ella cuando tengo que irme (ah, gallina, me digo, a buenas horas...). Escribí los dos últimos capítulos, los imprimí y los corregía de camino al Palau de la Música. No son cualquier cosa. Yo necesito arriesgar en lo que escribo, aunque a veces me invadan ciertos temblores, una especie de miedo escénico, mis dudas corrosivas. Y al mismo tiempo necesito sentirme expuesta, funambulista, como cuando ando a oscuras de noche, para no despertarme del todo. Seguir en ese estado de semivigilia, tal vez sea eso la escritura hipnótica, por usar el adjetivo que la Otra Bel le puso a mi escritura. Decir lo que no se ha dicho -en este caso, de la infancia- es subversivo, es casi revolucionario. Pero a veces el miedo se me clava como pequeños alfileres. Decidir hasta qué punto deseo ex-ponerme. Y al mismo tiempo, ¡qué extraña felicidad! No hay nada como eso. Todo lo demás parece ordenarse con ese sentido de la novela, incluso los sueños.
A propósito de sueños recibí el Cuaderno de noche de Inka Martí, muy bien editado y lleno de ese aliento onírico borgiano, recuerda incluso a los Cuentos de lo extraño. He propuesto la reseña a una muy buena revista, TURIA, que necesita un impulso. Es una de las pocas revistas literarias en este país abiertas y que intentan pagar algo a sus colaboradores y no desdeñan la cultura como algo gratuito. Pero les han retirado algunas ayudas con los recortes y ahora necesitan suscripciones. Sólo 28 euros al año. Yo naturalmente me he suscrito. Espero que lo hagan aquí también algunos lectores silenciosos. También he recibido los Cuentos de los 90 de Luis Magrinyà, que edita todos juntos Caballo de Troya: es una buena ocasión para leerlos. Y leo para reseñar unos cuentos algo salvajes de Clemens Meyer, Las noches, las luces (Menoscuarto), narrativa alemana contemporánea, dura y urbana pero nunca light, con una hondura a veces faulkneriana.
He ido a ver a Dolors Miquel con su poesía medieval en el precioso patio con mosaico del IEC. Buenísima selección y toda esa vitalidad rapsódica suya, parecía soleada, campestre y falstaffiana. Al acabar decía que lo ha pasado muy bien. Iba acompañada de buenos músicos con piezas muy bien escogidas. El ritmo era casi perfecto. Mañana lo repite en el palau de Pedralbes. La semana de poesía tiene algo festivo y veraniego que me gusta. La selección del Palau me desconcertó, pero me gustaron mucho el sudafricano y bantú Kgafela oa Magogodi, y el brasileño Arnaldo Antunes y el viejo y energético neoyorquino Jerome Rothenberg. Al salir tuvimos que esquivar a los hinchas del Barça. Mañana un poco más de poesía y el domingo iré a la mani, aunque seamos cuatro gatos. Ojalá que la gente se desperece y venga, contra este sistema tan injusto que nos asfixia para favorecer a los Bancos, y contra las centrales nucleares.
El servidor se estropeó y había gran agitación entre los blogueros. Yo me sentía asfixiada, y tal vez por eso no he logrado escribir un buen post. Un editor americano me pide que le mande un cuento para una antología internacional en formato de ebook. El sistema es bien extraño, veremos lo que ocurre. Se trata de cuentos generacionales. El martes 24 presentaremos Sinrazones del olvido en La Central de la calle Mallorca 237, a las 20h, con Anna Caballé. Espero que vengan, lectores silenciosos.
Fui a ver al hombre que escucha y le hablé de lo que significaba para mí esta novela. Lo importante es el deseo, pensé, es la clave de la escritura, el único indicio para los que escribimos a ciegas. Mientras lo decía me pareció estar descubriendo algo más entre lo ya sabido y salí a la calle feliz, pensando en el título que ya casi he decidido del todo, con la opinión a favor de G., de J., de mi amiga M. y de la Otra Bel. Andando me dirigía a una tienda francesa de Enric Granados cuando un hombre corpulento me abordó cortésmente como para preguntarme una dirección y al acercarse más, en un inesperado arrebato, me ofreció dinero a cambio de sexo. Le solté un "¡Anda ya!" y mientras me alejaba me ofreció seis mil euros. Yo iba murmurando furiosa que necesitaría mucho más para una larga terapia intensiva si hiciera algo así, una cura de sueño, donde habitara el olvido cernudiano. La sola idea me removió las entrañas; ¿cómo podía imaginar aquel tipo...? Pero era obvio que era un loco de atar con sus mechones deshilachados, un desesperado que andaba a tientas, sin saber nada.
Cómo añoro el verde, la piedra y los gatos abisinios, pero cómo cuesta arrancarme de aquí, siempre atada al trabajo y a lo que va surgiendo. La Belle Elaine intenta llevarme a su campo y aún no lo ha conseguido. Y el hombre que pinta retratos afinados y luminosos espera mis noticias, una fecha y un billete de tren. Y yo espero tantas cosas que tienen que encajar... Mi libro de la ciudad y sus noticias. La carta oficial invitándome a la Casa de Escritores serbia, junto al Drina. Tantas cosas. Me acuerdo de Julien Gracq. Releo los poemas de Beckett.
Se oyen cohetes estallando en el cielo, como en mi cuento de La víspera de San Juan. Justo antes de despertarme soñé que era pequeña, reconocía mis piernas de la infancia y andaba descalza por encima de un tronco. Era una especie de rite de passe y yo lo hacía a conciencia, controlando cada paso como si fuera una danza, silenciosa. De pronto veía que el supuesto tronco eran las fauces de un cocodrilo y yo seguía andando muy suavemente, intentando no hacerle daño para que no abriese la boca, pero me pareció que, visto de lado, el cocodrilo sonreía, y de pronto era Rufus y me desperté, pero no estaba.

domingo, 8 de mayo de 2011

Allí, no tan lejos

Foto: I.N. La paloma que murió en aquel jardín, 2011
Qué bien se estaba rodeada de bosquecillos y caminos frondosos, absorta en los gestos sutiles y silenciosos de los gatos abisinios, entre la pereza y el frenesí cazador, enfrascada en un libro -donde JE rastrea mundos que desaparecen y en medio de paisajes hechizados recuerda los sueños que le llevaron allí y reflexiona sobre lo real y lo injusto-, agasajada por la hospitalidad espontánea de mis anfitriones, que preparaban comidas exclusivamente veggies para mi dieta radical. En aquellos regios y quietos aposentos que me ofrecieron se me ocurrió un título posible, o tal vez un working title para mi novela, aún desnuda y desprotegida sin él, y sin embargo, sarinagara, tan llena de fuerza propia que parece interpelarme ya como libro independiente de mí. Antes de dormir escuchaba mis cintas de lluvia y cuencos tibetanos y por las mañanas me despertaba un auténtico festival de pájaros. Y luego volvía al trabajo de bruñido de un texto que parecía más y más persuasivo, al mismo tiempo ensoñado y crítico.
Y la segunda tarde, cuando acabó el trabajo, pude visitar un jardín de rosas antiguas, con un esplendor que me recordó a The Rose Garden y también, en otro orden de cosas, a aquellas rosas del jardín de la reina carrolliana que había que pintar. Me gustó andar en medio de los macizos de flores y dejar que me llegaran los efluvios distintos, en una dulce intoxicación rosácea. Pensaba en la economía de esas flores que, de noche, dejan de oler, ya que no vendrán los insectos a fecundarlas. En aquel jardín vi asomar un precioso caballo pinto por la ventana del cuarto de baño y también vi una paloma que había escogido aquella hierba para morir, en un gesto ritual de belleza japonesa, boca abajo, las alas abiertas, el pico clavado en tierra, entre el jardín azul y la piedra azteca escorpiniana. Allí escuché de unos majarajás arruinados y empobrecidos, los hijos de la casa tenían que sustituir a la antigua servidumbre y mostraron lo único que les quedaba de su antiguo esplendor: una daga persa que refulgía al salir de su funda. Y de otro majarajá que se había educado en Inglaterra, como un hombre culto, contemporáneo e interesante que a la vez participaba en las tradiciones y se maquillaba para los rituales en honor de Shiva, reflejo de la realidad de ese país donde todo lo antiguo se preserva y coexiste con lo más contemporáneo, en la vanguardia de las nuevas tecnologías. Allí me encontré con un espíritu afín que ha escrito de sueños, con quien comparto batallas para resistir la loca y equivocada dirección del mundo, y pudimos confirmar en lo real la efervescencia y entendimiento de las redes. También estaba una entusiasta y perceptiva lectora morena de nuestro Sinrazones del olvido. Y la editora que publicará pronto mi traducción de las espléndidas Crónicas de NY de Maeve Brennan, un libro con el que estuve persiguiendo editores durante años y que pronto verá la luz.
No me llevé el ordenador y aproveché para desconectar. Ni un solo momento se me ocurrió pedir a mis anfitriones si podía mirar mis mensajes. Fue como volver al pasado, cuando tres días fuera significaban de verdad un paréntesis y un aislamiento del mundo de siempre. Acabé la entrevista a Pasolini en el tren de ida, bajo la mirada intensa, casi furiosa, de un obsesivo viejo de ojos negros.
Dimos algún paseo. El campo estaba precioso, peinado, frondoso bajo el cielo opaco y de un compasivo gris, con esa luz discreta que realza todos los tonos del verde y hace brillar la tierra. El ciprés de la casa respiraba. Me llevaron a un recodo del río, cruzado por un puentecillo, un paisaje maravilloso que llamaban el Orinoco, pero mi cámara me traicionó.
He vuelto a un domingo silencioso y Rufus no sólo no me guardaba rencor, sino que se ha apretujado junto a mí, ronroneando. Me habría gustado contarle cómo viven los gatos abisinios de la casa donde he estado, así que mientras le acariciaba he intentado mandarle imágenes, incluso de la caza fallida de una delicada serpiente, que de momento logramos salvar, y de una salamanquesa que perdió la cola pero pudo huir por la pared de piedra antigua. No sé si le habrán llegado, Rufus no ha dado signos de recibirlas. Pero ha adoptado ese aire majestuoso, Rufus de Bengala, que me recuerda el privilegio que es gozar de sus favores. Han venido a verme dos niños muy guapos que le perseguían y se han ido enseguida, con sus cuentos nuevos, de la mano de mis radiantes ex suegros. Veremos si vuelve el mirlo que me visitaba. No sé si lo he dicho aquí: mi libro de la ciudad está ya en proceso de maqueta, veremos si llega a tiempo y todo sale comme prévu.
Les leí el primer capítulo de mi novela a mis dos anfitriones: me dijeron cosas muy buenas y estuvimos especulando sobre las posibles motivaciones de los distintos personajes, en una conversación inesperada. A mí me gustó leérselo porque hay algo que se activa con la voz, algo poderoso de la novela que se levanta al leerla y entonces puedo ver lo que yo quería o lo que quería el libro. Se desvanece el extravío barthesiano y se descubre algo hondo.

miércoles, 4 de mayo de 2011

¿El Ayuntamiento contra el azufaifo?

Foto: Rafa Zaragoza, 2007
A pesar de que conseguimos que lo catalogaran, ese precioso azufaifo, el más grande de su especie documentado en Europa, que según nuestro sabio jardinero podría tener hasta 500 años, corre peligro de ser sacrificado por este ayuntamiento arboricida. Ni la crisis los detiene; ya lo han demostrado con la tala masiva de los preciosos almeces de la plaça Joaquim Folguera, ni con los centenarios y maravillosos árboles de la desdichada Vil·la Florida. Ayer ya estaban las máquinas y los contenedores en el jardín inferior del azufaifo, en Arimón esquina Berlinès. Mi esperanza es que lo estén usando como almacén de otras obras o para alguna otra cosa. En cualquier caso no beneficia al árbol. Joan Bordas, ese jardinero sabio, formado en Barcelona y París con cultura humanista que tanto nos ha enseñado y que siempre nos recuerda que "cultura viene de cultivo", me lo advirtió ya hace tiempo: si construyen en la parte inferior de ese jardín, el árbol morirá, porque sus raíces son largas y profundas y ya le cortaron muchas para hacer la calle, y tardará dos años, cinco, tal vez siete, pero morirá. Y este ayuntamiento arboricida sólo busca la espesura para cargársela; es muy extraño, se diría que esos personajes no son humanos, tal vez hayan sufrido una rara mutación, la frondosidad les molesta, el cemento les da vida. El oxígeno que esos viejos árboles expanden en el aire todos los días, luchando contra la contaminación, absorbiendo el ruido y ofreciendo albergue a los pájaros es algo a destruir para ellos, que han llenado la ciudad de cemento y la quieren convertir en una gran tapadera de parkings. ¿Adónde irán cuando hayan acabado de destruirla y ya sea completamente irrespirable? No será al pobre Empordà, que han llenado de autopistas inmensas e innecesarias, rompiendo el paisaje para siempre, convirtiendo lo que era pura belleza en una especie de infierno absurdo, mientras al otro lado de la frontera atraviesan el paisaje carreteritas frondosas llenas de sombra de plátanos y lo mismo ocurre en Inglaterra. Claro que hay autopistas, pero las justas, no ese delirio excesivo con que nos castigan a nosotros.
Yo entre tanto leo a Pasolini, una entrevista maravillosa sobre NY que me regaló la Belle Elaine en mi cumpleaños, y le añoro como añoro a Derrida y a tantos espíritus afines. No, yo no soy enemiga de este tiempo, como supondrían algunos nocilleros, que dividen el mundo entre los partidarios de esta época y los partidarios del pasado. A mí me gustan las redes y me divierten y llenan de esperanza muchas otras cosas, pero eso no me impide ser crítica ni estoy ciega a la dirección equivocada del mundo y me escandalizo de que mandatarios de países supuestamente democráticos, como el nuestro o como la Gran Bretaña, donde la pena de muerte se abolió hace tiempo, se atrevan a celebrar el asesinato de un hombre supuestamente terrorista del que nada sabemos, salvo que si existe más allá de las imágenes que nos mostraron, fue entrenado por la CIA. Yo, que sigo convencida de que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo, no pienso discutir ni dejar pasar comentarios que discutan esto: los que no hayan aceptado los derechos humanos, que se abstengan de venir. La fotografía mascarada de los mandatarios americanos pasando "sus peores horas de angustia" mientras observaban su asesinato en directo, era como un guiñol. "El mundo es ahora más seguro", decía Obama, mientras otros gobiernos tomaban precauciones ante supuestos posibles ataques de represalia. En facebook me vinieron unos cuantos de esos que se creen lo que dicen las televisiones y ya me agoté y les borré de mi lista de "amigos". Porque sólo nos falta perder tiempo en discusiones que implican una regresión tan grande. Ya sé que todo esto pertenece a mi blog Polis, pero no quiero que pase desapercibido.
Mientras, he seguido intentando convencer a mis alumnas de que Clarice Lispector es una escritora maravillosa, filosófica y distinta. Les llevé ese número de la revista Shangri-la dedicado a Dostoievski donde la Otra Bel publicaba un artículo sobre Clarice y Fedor. Ayer volví a mi novela y sentí una pequeña felicidad, aunque también me pregunté: ¿por qué ahora me cuesta tanto? Alterno la esperanza y la exasperación con mi libro de la ciudad, siempre en espera... Alterno también mi felicidad de la "vida viva", como diría la Otra Bel o como decía Casasses en La foneria i el paper, o como Clarice con sus juegos de intensidad y de luces y sombras, con la desesperación por las vacas flacas, por este país zafio y por la dirección perversa del mundo. Y el mirlo sigue visitándonos todos los días, en una extraña relación, alegremente interpelativa. No es un delirio mío, G. también está de acuerdo en que es asombroso. ¿Qué quiere el mirlo? ¿Nos saluda? ¿Vivió cautivo y por eso se relaciona con humanos? ¿Acaso sea cosa del espíritu de M., que insiste en ser recordada extrañamente? Es un misterio. Un día, Rufus se levantó y fue a por él, pero el mirlo salió volando libremente. El resto de días le ha pescado dormido y en el interior. Rufus sigue alternando sus momentos de bullicio con el sueño y los arrebatos amorosos.
Last Minute News: Parece que de momento sólo hacen conducciones eléctricas en el jardín del azufaifo. Pero no podemos bajar la guardia, en el Distrito ya avisaron que siguen decididos a construir ahí, aunque eso signifique la muerte de un ejemplar tan valioso.