martes, 31 de octubre de 2006

Portbou y Walter Benjamin

Hace un par de años, el Centro Memorial Walter Benjamin en Portbou se encontraba en este estado deplorable. En la puerta, la foto del director del centro era tan grande como la de Walter Benjamin. Dentro, apenas tenían material audiovisual y la biblioteca dejaba mucho que desear. En cambio, estaba lleno de fotos de castellers y otros asuntos folklóricos de Portbou. El rótulo en la puerta informaba de particulares y restrictivos horarios (tres horas de apertura, sin contar el tiempo en que el famoso director iba a desayunar). Teóricamente, había negociaciones con Norman Foster para construir la sede de una Fundación Walter Benjamin, pero tal vez sus honorarios eran excesivos para los patronos. Por suerte, al lado del mar, bajo esa luz sorprendente que Portbou comparte con Cadaqués, el monumento de Dani Karavan y su tumba en el cementerio seguían allí para recordarle. Otro hecho curioso era que en el edificio de la célebre fonda donde murió, se suicidó o lo mataron, según las teorías, NO había ni una mísera placa que lo recordase. Propuse un artículo sobre el tema, pero no hubo suerte. Si Portbou estuviera al otro lado de la frontera, sería un lugar de pregrinación para lectores de Walter Benjamin. Pero España seguía traicionándole casi setenta años después. Tal vez me equivoque y la situación haya cambiado en 2006. Ojalá...

Miserias de la traducción y el trabajo intelectual

Foto: Walter Benjamin, que también fue traductor Las tarifas de traducción en las editoriales corresponden a la tercera parte de lo que pagan los editores europeos, ingleses, franceses, holandeses y alemanes. En los museos y algunas editoriales de arte pagan algo mejor, es decir, menos que los editores europeos pero algo más, pero la contrapartida es que entonces cobramos a noventa días (con suerte, sesenta) y en algunos casos, no sabemos cuándo cobraremos. Lo curioso es que cuanto mayor es el grupo editorial, peor paga a los traductores. El año pasado, un gran grupo editorial español, que participa en medios de comunicación y factura pingües beneficios, me ofreció traducir un autor prestigioso por un precio menor a lo que suelo cobrar por corregir en los museos y editoriales de arte. Un editor de arte y arquitectura, que distribuye muy bien sus libros en el mundo y que está presente con estand propio en todas las ferias internacionales, paga sin calendario ninguno: el traductor nunca sabe si cobrará a 120 días, a 150 o cuándo. Es verdad que precisamente ese editor paga precios mucho más decentes que otros. El problema son los equilibrios que tenemos que hacer los traductores-funambulistas para sobrevivir: traducir para tal editor que paga una miseria pero puntual y también para aquel otro, que paga más pero impuntual, y esperar que con suerte, nos llegue para el alquiler y los autónomos. Los lectores de libros de las editoriales, que en Alemania tienen tanto prestigio, aquí cobran miserablemente por sus informes. En las revistas literarias (escasas) no se suele pagar por las colaboraciones, y cuando se paga, el precio es casi irrisorio. Este hecho no me parece casual, sino un indicio del valor real que el trabajo intelectual tiene en este país. En Acett han organizado una Tertulia de Traductores (16 de noviembre, CCCB, 19:30) para hablar del tema. El año pasado, en una de esas tertulias, cuando le planteé a uno de los ponentes, traductor, ex editor y colaborador de un programa de libros interesante, la cuestión de las tarifas de los traductores, me dijo que era un tema "tan trillado" que no valía la pena, por saturación. Naturalmente, él no tiene que vivir de la traducción. En esas reuniones descubrí que pocos traductores utilizan en España su trabajo como modus vivendi. O bien trabajan como profesores universitarios o bien cuentan con dinero de familia. Algunos editores sólo buscan ese tipo de traductores (lo cual no garantiza que no cometan errores, sobre todo considerando el bajo nivel de nuestras Universidades, o la idea de que existe vida fuera de la Universidad, véase si no el ejemplo de un sabio de la literatura como es Alberto Manguel, que se precia de no haberlas pisado, y de tantos autodidactas ilustres). Otros traductores se especializan en lenguas con posibilidad de becas y subvenciones. Salvo cuando los editores se quedan con las becas, como suele ocurrir con las del Canada Council, pensadas para asegurar que el traductor cobre, pero que los grandes grupos editoriales se guardan para compensar su "inversión" y no pagan ni un euro más al sufrido traductor. Para colmo, el vertiginoso aumento del coste de la vida en España tras la adopción del euro no ha servido para subir ni un ápice las tarifas de traducción, de modo que vivir de este trabajo se ha vuelto prácticamente imposible, heroico.

Debates históricos en el CCCB

Ayer tuve la suerte de asistir a un debate organizado por Bashkim Shehu sobre los acontecimientos de 1956 y su relación con la caída del muro en 1989. Andrei Grachov, que había sido asesor de Gorbachov, analizó muy bien la tentativa de Kruschov y su retroceso y las reacciones de los demás líderes comunistas, el historiador y periodista croata Inoslav Besker continuó la crónica crítica, y por último, el irónico húngaro Gáspár Miklós, que trazó un panorama desolador de su país y de las expectativas, de la negación y la construcción de mitos, pero con una ironía muy fina y un humor autoparódico feroz: justo lo que necesitaríamos el jueves por la noche para soportar el horror convergent que nos vendrá. Por desgracia, tuve que irme antes del final y no pude plantearles una pregunta ideológica naïf: A la vista del panorama actual, de la globalización salvaje, el imperio del mercado, la limitación de los derechos democráticos con la excusa del terrorismo, el gobierno mundial de una sola potencia o incluso la Rusia mafiosa y autoritaria de Putin, ¿no creían ellos que el comunismo era una buena idea que se aplicó mal?

Obras

Foto: ? En el patio de manzana de mi casa, uno de esos patios caóticos de sant gervasi, están tirando la penúltima casita con jardín que quedaba, con gran estruendo de obras. Una a una han ido cayendo con sus árboles para convertirse en feos pisos sin gracia, sin personalidad ninguna. Siempre lo digo: todos los constructores deberían estar en la cárcel. Ayer el fiscal de medio ambiente declaró que habría que derribar todas las viviendas ilegales. Ojalá que prospere. Al menos ayudará a mitigar algunos problemas. Nuestro paisaje es irrecuperable. Alguien me lo dijo el otro día: "Hemos destruido este país con saña". Es verdad, no queda casi nada. Y la amargura de ver cómo crece la fealdad alrededor queda justamente debajo del polvo y el ruido infernal que me rodea mientras escribo. Hace muchos años redacté un programa electoral del Psc y prometían mejorar "les màquines-eines" para que no hicieran tanto ruido. Nunca lo hicieron, ni ellos ni nadie. Todo lo contrario, todos los ayuntamientos han vivido de la construcción y las obras, contribuyendo a multiplicarlas sin ningún escrúpulo. Cuando se habla de ruido, sólo aluden a los bares nocturnos, con suerte a las motos, pero apenas nadie dice nada de las obras, de los camiones de basuras, las ambulancias, los autobuses y metros municipales, el ruido inmenso que hay en esta ciudad sucia, y que en otras ciudades se controla. Una vez llamé a la Guardia Urbana porque no podía trabajar, del fragor y la vibración de unas obras en el edificio de al lado y me dijeron que no había limitación, mientras entrase en el horario establecido. Escribí al Psc, a Iniciativa. Me llegó una carta de Clos diciendo que Barcelona era pionera en la lluita contra el soroll. Falso. Lübeck sí lo fue, Barcelona ni siquiera tiene el famoso "mapa del soroll" de otras ciudades. Imma Mayol me dijo que sí había una normativa que limitaba, pero si la Guardia Urbana la desconoce, ¿de qué nos sirve?

domingo, 29 de octubre de 2006

Hannah Arendt

He leído un texto de Salvador Giner sobre ella y me ha parecido detectar cierta condescendencia. Derrida, en cambio, la citaba consciente de su valor. Él sabía que disentir no significa desdeñar, al contrario, la deconstrucción permitió a Derrida reivindicar a sus maestros actualizándolos, es decir, señalando sus partes dogmáticas y recuperando lo que valía. En Cosmopolites de tous les pays, encore un éffort!, hablando de la hospitalidad, de los refugiados y las ciudades-refugio de los escritores, Derrida aludía al análisis de Arendt de la historia moderna de las minorías, de los "sin Estado", de los Heimatlosen, y la citaba traduciéndola, alertándonos del riesgo de dar a la policía nuevos poderes ilimitados: "L'État-nation, incapable de fournir un loi pour ceux qui avaient perdu la protection d'un gouvernement national, remit le problème entre les mans de la police. C'était la première fois en Europe de l'Ouest que la police recevait les pleins pouvoirs pour agir de son propre chef, pour contrôler directement les gens; dans le domaine de la vie publique, elle cessait d'être un instrument destiné à faire respecter et à appliquer la loi pour devenir une instance gouvernante, indépendante du gouvernement et des ministères." En esta época nuestra del control del iris y la humillación en los aeropuertos, la alarma de Arendt cobra un nuevo sentido. Policía sin fronteras, macroestados policiales, el 1984 de Orwell y el Código 46 convertidos en realidad cotidiana. Otro retrato de Arendt, más personal, es el que hacía su amiga Mary MacCarthy en el prólogo de un ensayo de Arendt que en francés se titula Considérations Morales (traducido por Nancy Houston). "On n'avait qu'à la voir sur l'estrade de conférence pour être frappé par ces pieds, ces mollets et ces chevilles qui semblaient participer à la progression de sa pensée. Tout en parlant, elle bougeait, parfois avec les mains plongées dans ses poches comme quel-qu'un qui se promène tout seul en méditant.... elle fumait, arpentant l'estrade avec un court porte-cigarettes, aspirant la fumée de temps à autre, en réfléchissant avec la tête rejetée en arrière, comme saisie pour une idée nouvelle et inattendue..."

En esta tarde silenciosa

de domingo he logrado sustraerme a la visita del hombre de Porlock y escribir y avanzar en mi texto balcánico. Además de la hora de regalo, tengo la satisfacción de un pequeño deber cumplido.

Ansiedad preelectoral

Ilustr: Käthe Kollwitz El panorama es sombrío. Alguien me dice que ha contemplado la posibilidad de tomarse un pastillamen e irse a la cama el miércoles por la noche y leerlo todo al día siguiente, para no sufrir. También es posible que el sufrimiento dure semanas, con los devaneos y exigencias de la desvergonzada Esquerra a uno y otro lado. Esos chicos no tienen ideología, pero aprovechan el romanticismo juvenil de la Catalunya profunda. Una amiga que lee los periódicos a conciencia y tiene una mente más lógica que la mía me dice que fue Esquerra quien seguramente impidió que el Tripartit modificara la ley d'Hont, esa ley que multiplica el valor del voto rural y minimiza el voto de las grandes ciudades, la ley que impidió gobernar a Maragall durante dos mandatos. La probabilidad del retorno de la derecha mal camuflada de Mas nos produce a algunos un malestar físico. Le preguntan a Montilla sus autores de novela favoritos y contesta Marsé, Chandler, Auster, Marías, autores dignos y una elección creíble. En cambio, Mas responde Porcel y Maria de la Pau Janer! Dice que él friega los platos, ¿quién se cree que Mas o su esposa Rakosnik hayan podido fregar nunca un plato? Por lo menos Montilla es sincero y dice que no le da tiempo de hacer nada doméstico y que cuando llega a su casa todos están durmiendo. El padre de mi hijo opina que gobernará CIU en solitario, con el apoyo puntual del PP, de Esquerra o el PSC, según los casos. Y así otros veinte años. Ayer vi un programa en CNN dedicado a Montilla que parecía hecho a mala idea, con el sonido diferido (eso mata a cualquiera), con aire tenso y sin la fuerza de un Lula o una Pasionaria, con una discreción excesiva, inexpresiva. ¿Le habrán elegido para que no gane? Y si la derecha catalana se instala otra vez y se sigue agravando el abismo social, en vez de corregirse mínimamente, ¿no nos rebelaremos?

El País del domingo

Foto: Isabel Núñez, Berlín, 2005 "Los niños olvidados del vertedero Medio millar de menores sin escolarizar viven en un barrio ilegal de Madrid entre droga y escombros Es el paseo de la Castellana del lado oscuro del espejo: la Cañada Real Galiana, 15 kilómetros de una antigua vía pecuaria convertida en un pueblo ilegal de 40.000 habitantes, donde los problemas educativos, sanitarios y de seguridad cercan a los niños. Polvo, basura, droga, brotes de tuberculosis y sarna y medio millar de menores que no van al colegio. Hay niños que viven en chalés de lujo. Otros conviven en chabolas con las ratas. Miles de camiones atraviesan cada día la cañada camino a los vertederos de Madrid, y en cuatro años han matado a cuatro chavales y han dejado graves secuelas a otros seis. Uno de ellos es Hussein, de 16 años. Tiene la mirada fija y un temblor constante. Apenas habla..." Son estos Nuevos Tiempos tan dickensianos, los bancos españoles compran bancos europeos y anuncian sus crecientes beneficios en primera plana, los precios suben sin control y el endeudamiento medio de los ciudadanos aumenta hasta la asfixia, pero no hay obreros, todo el mundo se considera clase media gracias a las gravosas hipotecas, el paisaje desaparece bajo la fealdad del cemento y los pelotazos inmobiliarios se extienden por los ayuntamientos de este país. Cuando les conté a unos colegas berlineses lo que cobramos en España por traducir o por escribir reseñas, no querían creerme. También les cuesta comprender por qué aquí la gente no vive de alquiler, como hacen ellos, allí los precios son más bajos y es muy difícil que a uno le echen de un piso alquilado.

viernes, 27 de octubre de 2006

Un libro, París y los libreros

Foto: Gabriele Basilico, Beirut (1995-2004) El mensajero de Argel, de J.C. Llop. Con atmósfera y claves de thriller, elementos de ciencia ficción del presente o pesadilla contemporánea y escritura poética, esa novela me ha acompañado un rato durante tres o cuatro noches y sentía que me ayudaba a deslizarme hasta el umbral del sueño en un tobogán irresistible, que ahora añoro. Por suerte, ahí está el librito de Steiner (que ayer citaba aquí mismo) para consolarme. En París encontré a Llop con mis amigos de Mallorca, que le acompañaban en la presentación de su libro. Su éxito allí, de crítica y de público, se debe a otra novela suya que aquí han descatalogado. Al día siguiente de verles, en La Hune, oí cómo una de las vendedoras, española de origen, recomendaba con vehemencia esa novela a un escritor argentino que hacía un doctorado en París. En las estanterías de La Hune, no encontré René Leys de Victor Segalen y pregunté a otra vendedora. "C'est pas possible", me dijo, con una amable indignación. Y disculpándose, añadió que era inadmisible que no lo tuvieran y que alguien hubiera olvidado avisar que se había terminado, que era el mejor libro de Segalen, y que ahora, "grace à vous", le pondrían remedio enseguida. Me dio las gracias con una sonrisa eficiente. En cambio, un librero de Barcelona, cuando le pedí L'Empire des signes de Roland Barthes (que ahora he recomprado felizmente en París), tras anunciarme que no lo tenían y yo pedirle que me lo reservara si aparecía, declaró triunfal que no lo reeditarían. "¿Ah no?, le pregunté yo, incrédula, preguntándome cómo podía estar tan seguro. "¿En Francia tampoco van a reeditar a Roland Barthes?", y él insistió en que no. En realidad, siempre se alegraba de decirme que NO tenían los libros que le pedía, pero a veces yo los encontraba en las estanterías y se los enseñaba tan triunfal como él. Hasta que me cansé de dirigirme a él para pedirle nada. Varias amigas me contaron que detesta a las mujeres. Otros dicen que simplemente es huraño y tiene un carácter errático. Yo decidí incluirle en mis listas de vendedores que no quieren vender.

jueves, 26 de octubre de 2006

Carta al Tripartit

Käthe Kollwitz, Die Überlenden He mandado esta carta a El País y El Periódico. En estas elecciones, muchos de mis amigos no van a votar. Tras darle muchas vueltas, yo he decidido votar a los de siempre, ICV, aunque sólo porque no nos dejan “vetar” (a CIU, por ejemplo), y no quiero regalar mi voto al partido que gobernó Catalunya durante 26 años y logró ponernos en la cola de Europa e incluso de España en educación, vivienda y medio ambiente. Sé que ustedes han tomado algunas medidas, tímidas e insuficientes, para corregir esos desequilibrios, aunque no hayan sabido explicarlas (sólo quienes leemos a Vicenç Navarro lo sabemos). Pero en otros casos, han actuado contra su electorado natural, como en el Túnel de Bracons, o el Carmel, o las obras que siguen destruyendo la ciudad de Barcelona, la costa y el campo en una celebración del cemento y los negocios inmobiliarios a la que no ponen coto. O como los centros comerciales, culturales e institucionales que inauguran con aparcamientos, sin transporte público, como la flamante Ciutat de la Justícia. Como las medidas de dotación económica a las escuelas con mejores calificaciones, otra forma de fomentar la desigualdad que CIU impuso. Ustedes, con su obsesión por la lengua como única inversión, con la publicitación de sus peleas y sus posicionamientos a favor del mercado y contra los ciudadanos, han desaprovechado una oportunidad histórica y han defraudado a todos aquellos que esperábamos un gobierno más de izquierdas, más social, que intentara disminuir el abismo que nos separa de Europa en educación. Decía John Kenneth Galbraith que actualmente, lo único que diferencia a la izquierda de la derecha en Occidente es la inversión en la educación. En este país, la situación educativa, como la vivienda, es vergonzosa, pero esos temas no les interesan. En sus valoraciones postelectorales nunca hablan de la abstención, pero son ustedes responsables. Nos dejan en manos de la derecha pura y dura que es CIU, con su disfraz de nacionalismo. Un nacionalismo que se centra en la lengua mientras abandona a la población y deja que se destruya el entorno, apoyando sólo a los Bancos, las grandes corporaciones, las grandes fortunas. Que ni siquiera invierte en nuevas tecnologías o en innovación empresarial. Yo sólo votaré como mal menor, contra CIU, tapándome la nariz, como hicieron los franceses con Chirac contra LePen.

Goethe, Kollwitz, Steiner y la tristeza hormonal

Käthe Kollwitz
Quien nunca comió su pan con pesar
Quien nunca pasó la medianoche
Llorando y esperando la mañana, No os conoce, oh Potencias Celestiales Goethe
En Berlín Oeste, cerca de Savigny Platz, junto al Wintergarten de la Literaturhaus está el museo de Käthe Kollwitz, dibujante expresionista de los desheredados, el hambre y la muerte, tan negra como los grabados de Goya, pero con una sensualidad melancólica y casi táctil que no excluye un humor suave. El museo es una casa bien conservada, sin apenas tienda ni márketing, un museo monográfico serio y no-comercial, de los que no existen en mi país y si existían los han cerrado. La frase de Goethe la citaba Oscar Wilde en De Profundis, traducida por Carlyle; supongo que a algunos les parecerá patética, pero a mí me gusta la asociación del dolor o el sufrimiento al conocimiento, aunque sólo fuese una consolación. Ayer leí, en ese librito de Steiner titulado Ten (Possible) Reasons for the Sadness of Thought, que según Schelling, sólo en la personalidad hay vida y toda personalidad reposa sobre un fondo oscuro que es la base del conocimiento. Hemos sido creados tristes, aunque según Dante, los tristes merezcamos el infierno, pero en esa melancolía de la culpa y la duda y la perplejidad ante el mundo, está también la energía de la creación. Aunque a veces pienso que mi tristeza es sólo estúpidamente hormonal.

miércoles, 18 de octubre de 2006

Última etapa: París

Foto: Postal de París, Jean Seberg y Belmondo en À bout de souffle Fui a París a entrevistar a Aleksandar Hemon, que acababa de llegar de Chicago con una de esas becas americanas que permiten a un escritor vivir en cualquier lugar del mundo y escribir. Me citó en Shakespeare & Co, la mítica librería y editorial fundada por el padre de la otra Sylvia Beach, en la rue de la Bucherie, junto al quai de Montebello y fuimos a hablar a un café cercano. Fue una ocasión para callejear y ver exposiciones por París, donde me sentí como una hormiga de Figueres ante la grandeur y los precios excesivos. En el callejón de los Saints peres Agustins tropecé con Paul Auster y Siri Husvedt, que iban a cenar al Roger La Grenouille. Frente al lujo, la sofisticación y la belleza, la noticia de que el 35% de los homeless de París tiene trabajo, pero con su sueldo no logra pagarse una vivienda! Mucha gente come de pie en la calle, se compra ensaladas y bocadillos, para no tener que pagar el servicio del restaurante. Un café o un té vale 4-5 euros en cualquier bar. Eso sí, París no oculta la historia, como Barcelona, y pude seguir huellas de conflictos, de guerras, de ocupación, en placas callejeras. La conversación con Hemon, escritor balcánico favorito, fue muy interesante. Aún está furioso por lo que ocurrió en Sarajevo y Bosnia, y no se cura, aunque escribe. Ahora me queda un encuentro en Kosmópolis con Tatjana Gromaca y algunas entrevistas por email para acabar mi trabajo de campo.

martes, 10 de octubre de 2006

Berlín

Fotos:
Marx, Engels y yo (Rathaus Platz, Berlín, 2005)
Archiv Bauhaus, Berlín)
En Berlín, he entrevistado a Slavenka Drakulic, que vive allí con su stipendium para escribir un libro. Después de analizar la banalidad del mal con los retratos de criminales de guerra en su magnífico They Would Never Hurt A Fly que aún no ha tentado a ningún editor de por aquí, ahora escribe sobre la banalidad del bien. Me contó una historia interesante a propósito, que no repetiré aquí... aún. Me citó en el Wintergarten del Literaturhaus cafe, en Fasanenstr., junto al museo maravilloso de Käthe Kollwitz, con sus grabados del hambre y la muerte. Llovía furiosamente y me caían algunas gotas en el pelo y sobre mis papeles, desde el techo acristalado. La voz ronca y profunda de Slavenka se impuso en la grabación sobre el ruido ambiental. I will wear printed glasses, me había dicho, para que pudiera reconocerla, y en efecto, las gafas con estampado leopardesco le quedaban estupendamente, como un maquillaje. En Berlín el invierno es muy largo, pero creo que el clima cultural -al menos allí no borran la historia, sino que se exhibe con sus heridas, huellas de conflictos y homenajes de memoria- me compensaría por un tiempo: es duro volver al desierto cultural y a esta ciudad borrada y convertida en centro comercial sin historia, pese al clima físico, que es la única razón que encuentro para vivir aquí. En Berlín, el año pasado no resistí hacerme la foto turístico-nostálgica con Marx y Engels, en su estatua gigante, parecen mirar a su alrededor pesarosos y enfurruñados de ver en lo que se ha convertido el mundo.