sábado, 30 de abril de 2011

Tengo

Foto: I.N., De un paseo primaveral y aclaratorio por Pedralbes con Tigridia, 2011
Como saben algunos lectores silenciosos (sé que me repito), tengo cierta alergia a la vida social barcelonesa. Esas reuniones con todo el mundillo cultural, editorial o de la movida me entristecen mucho y suelen dejarme resaca, a veces durante días. En algunas ocasiones, en medio de esos tumultos me encuentro a alguien con quien mantengo una buena conversación y eso puede llegar a compensar la sensación espinosa. Otras veces no. Esta vez quiso la suerte que tuviera un malencuentro particular, silencioso, injusto y triste.
Pero me gustó mucho ir al estreno del Retorno de las almas de Jordi Esteva, y aún están conmigo las imágenes más poderosas, la belleza, las escenas de los rituales animistas, los sonidos, la percusión que arrastra, el árbol gigante, el narrador y su magnífico acento afro en francés, la idea de cómo en esas sociedades los psicóticos y los que no encajan, por cualquier excentricidad, tienen su lugar y son respetados como iniciados, chamanes, sacerdotes... en lugar de ser encerrados o perseguidos como en nuestro mundo asfixiante. Me gustó también haber colaborado (humildemente) a que Jordi pudiera exhibir su película en esta ciudad. Y verle allí, en esa celebración que es el estreno, una especie de gran cumpleaños, arropado por amigos de siempre y también facebookianos y recientes. Estaba todo el mundo, por decirlo así (también la reina de las albercas!). Sólo cabían los espíritus del bosque. Eso sí, estuve sentada con mis amigos en una de las últimas filas y al acabar nos fuimos deprisa a celebrar el cumpleaños de la Belle Elaine, que fue muy agradable y conversativo, aunque todos bebían mojitos y comían, mientras que yo -con mi dieta médica radical-, me limité al agua y unas deliciosas aceitunas. Pero allí estaba el espíritu del león de Massala encarnada en la pintura, con un amigo que sabía pronunciar el nombre de Walter Benjamin, y un alegremente hipercrítico anticuario y escritor secreto, y un poeta-traductor metamorfizado en terapeuta musical y una productora de cine y crítica literaria, y una profesora y activista llena de empuje vital y la propia Belle Elaine, alegremente festejante. Al pasar junto al azufaifo descubrí con regocijo que se habían llevado la basura. Eso sí, habían tonsurado el jardín como la cabeza de un monje tibetano, llevándose de paso todos los pequeños azufaifos, la maleza, las prímulas que adoran los ingleses, todo... pero también la basura. Es triste vivir en un país donde la gente tira la basura a los jardines y no a los contenedores de enfrente, aun por encima de la valla. La belleza, lo verde, los árboles, todo lo que nos maravilla a otros, a ellos les provoca un impulso de destrucción.
Hoy he estado con Tigridia en el Festival de cinema d'autor y he visto una curiosa película de Mathieu Amalric, L'illusion comique, donde el director lleva el texto de Corneille a un setting contemporáneo, pero respeta el texto, de modo que esos actores de la comédie française hablan, susurran, gritan y bailan en alejandrinos (y qué bien lo hacen, dan ganas de ir a ver teatro acullá, no como aquí), con la paradoja de su realidad unida a los líos amorosos y la intervención del mago del XVII, con una ironía paródica que todo lo salva.
Ayudé a G. a corregir un trabajo suyo y pese a que caímos en ese hoyo informático horrible de Bill Gates en que todo un documento desaparece y se lleva todas las modificaciones hechas y hay que volver a empezar, su trabajo era tan bonito e interesante que apenas nos pusimos nerviosos. Era sobre un libro de Lévi-Strauss y vimos sus coincidencias-reticencias hacia el psicoanálisis, G. llevaba días contándome historias de animales mágicos de los mitos americanos, con su base escatológica freudiana y su relación con lo real. Un día pasó por casa y cuando ya no estaba descubrí que en la pizarrilla donde anoto lo que hay que comprar, había añadido: "Chotacabras". Tuve la sensación de que G. abriría un día una vía nueva en su campo, un acercamiento entre dos saberes que ahora parecen tontamente irreconciliables.
Fui a ver al hombre que escucha. Su lugar está frente al local modernista de mi próximo editor, con sus gatas y sus azoteas y mi amigo seráfico. El hombre que escucha me devolvió mis palabras en una partida de ping pong y cuando bajaba las escaleras me vino uno de los significados posibles al acertijo del oráculo.
Rufus sigue alternando el sueño profundo con su bullicio primaveral y su pasión. Una noche tuve una pesadilla brutal, unida a la pesadilla real de este invierno mío, a la amenaza que a veces vuelve inesperadamente. Me desperté angustiada y en ese momento Rufus entró, se acercó, me puso dos de sus calcetines blancos en la frente y con ese ronroneo volví a la calma. Rufus es otro espíritu del bosque. A veces le llamo sin querer por los nombres de mis antiguos gatos (Jasper, Gilda, Beni) y es que en cierta manera, él los representa a todos y me permite restituir algo perdido.
Escucho los cuencos tibetanos con lluvia una vez al día, esperando que algo se restaure por sí solo. A veces, andando por la calle siento una felicidad incomprensible, inargumentable, algo que sólo sale del puro cuerpo. Otras vuelve die Angst, o el desaliento. El mirlo sigue viniendo a verme, con su interpelación burlona.
Olvidé contar aquí dos anécdotas de Sant Jordi. Una, repetida del año pasado. Una mujer mayor, insegura y algo trémula, señaló mi libro y le preguntó a su pareja: "I aquest?" Y el hombre le contestó, tajante y despectivo: "No, aquest, no!" El año pasado ya me ocurrió en el puesto del distribuidor de Algunos hombres... y otras mujeres. Una señora estuvo hojeando mi libro y le dijo a su pareja: "A mi m'agrada aquest", y el hombre le respondió, como quien regaña a un niño: "Ah no, això són tonteries!" En ese caso me dio tiempo a decir en voz alta. "El meu llibre són tonteries?" Y la autora que había a mi lado meneó la cabeza significativamente. Yo siempre he pensado que en Sant Jordi, tristemente, nadie busca ni descubre libros, sino que van a buscar sus best-séllers o sus famosos, y lo demás ni lo miran. A mi lado estaba Manuel Rivas, que no paró de firmar. Pero vino una mujer joven, que dijo ser aragonesa y añadió: "En cuanto lo he visto, lo he tenido claro: Éste será mi libro de Sant Jordi". Así que se lo dediqué y se marchó muy contenta. Su gesto me recordó que siempre puede surgir lo inesperado. En facebook sigue la agitación -se prepara la manifestación del 15 de mayo, los apagones de los martes, el movimiento antinuclear, la indignación contra políticos y lobbies, etc.
Y tiene razón Luis Vea, pongo aquí un silencio por Ernesto Sábato.
Voy a releer a Clarice Lispector para mi curso de los martes. Ayer le regalé a la Belle Elaine Revelación de un mundo y un segundo libro de Lêdo Ivo. Y ella me regaló una sesión maravillosa de Feldenkreis y me pasé el día notando mis raíces bajo tierra, como un árbol andante. Me siguen escribiendo estudiantes que han leído Si un árbol cae, pidiéndome contactos y ayuda para trabajos en los Balcanes. Al principio procuraba ayudarles a todos, pero empiezo a agotarme. Si sus Universidades me invitaran a conferenciar y me pagaran o si yo estuviera supervisando su tesis... pero yo no gano dinero con mis libros, y no sé cómo comprar tiempo para escribir los siguientes. Ayer recibí una nota con las ayudas a escritores en lengua catalana. En castellano no hay ninguna, ni en la Generalitat, ni en el Ministerio ni en ninguna parte. En La foneria i el paper, un librito precioso editado de una forma extraordinaria por un editor secreto que hace los libros en su casa, con tapas de papel, muy buen gusto y sólo para regalar a los amigos, firmando Roure Edicions, dice ECF, que me lo regaló, "Estan tots d'allò més tranquils. Posseïts d'una fe impertorbable que ni tan sols necessita expressar-se en paraules, esperen el miracle. No ho sembla, més aviat sembla que estiguin passant l'estona, que estiguin fent coses, però de fet esperen el miracle..." y luego añade, en un comentario que me recuerda a Clarice Lispector y sus milagros vitales, que "el veritable ateu no es dedica a esperar cap meravella venidora perquè viu, veu, nota, sent, experimenta, respira, palpa, reconeix, mama, mastegam tasta, endevina, i fins i tot interpel·la, el miracle que hi ha, el miracle que ja hi és, el miracle que està passant, el miracle de veure, notar, sentir, experimentar, viure, respirar, palpar, reconèixer..." Y yo pienso que soy de los dos. Por una parte no puedo evitar esperar un milagro, algo que me rescate de mis imposibilidades, que me dé tiempo de escribir, que me salve de la indigencia, que impida que gente amiga, culta, ética y valiosa sea maltratada y esclavizada por mediocres, que pare la tala de árboles y la dirección equivocada del mundo y la injusticia social tremenda y el cemento y las centrales nucleares y el dominio de big pharma y los ogm. Y por la otra resisto, avanzo contra corriente, guerreo como puedo, y voy por la calle (o bailo por mi casa) extasiándome ante ese extraño milagro de ver, oír, palpar, hablar, andar, tener lectores, silenciosos o no, y seguir rodeada de algunos amigos.

martes, 26 de abril de 2011

Visitantes

Foto: I.N. Mirlo en Luxemburgo, 2007
Casi todas las tardes, después de comer, viene un mirlo a la terraza, se posa en la barandilla, emite unos ruidillos, yo le contesto en mi lenguaje pájaro más aceptable, él se acerca, baja al suelo de la terraza, me escucha y ladea la cabeza mirándome y va contestándome y aproximándose y acaba en la puerta cerrada, como si pidiera paso, pero si la abro se asusta y sale volando. Ayer estaba G. y le avisé y le hizo alguna foto (a mí siempre me sorprende con la cámara lejos), pero quise dejar la puerta abierta por si volvía. "No volverá", dijo G., y la cerró. Pero el mirlo volvió y se repitió el mismo proceso. "A ver, no le digas nada", me propuso G. Y vimos que si yo me callaba, el pájaro también. G. se burló de mí en el sentido de que me estaba volviendo como M. Tal vez sea algo casual. Tal vez el mirlo no vuelva a visitarme. O tal vez sea la propia M. la que nos visita, en ese caso con un aspecto renovado y juvenil en su siguiente vida.
Por cierto que alguien que cree en las reencarnaciones intentó convencerme de que yo había vivido en Andalucía y había escrito firmando con seudónimo masculino. No le dije nada, sólo sonreí, porque ese tema nunca logró despertar mi curiosidad. Tal vez sea yo demasiado terrestre, o demasiado catalana, el caso es que, de momento, sólo me interesa el pasado de esta vida, el que me sirve como materia de escritura, el pasado que habita y aletea en el presente, no el pasado de otras vidas. Porque sin conciencia, ¿qué importa si fui una escritora germano-andaluza (más tarde recibí un sms diciéndome que yo había sido Cecilia Böhl de Faber, es decir Fernán Caballero, en otra encarnación) o un pájaro negro o un monje chino que pintaba en las montañas?
En cuanto a Sant Jordi, fue agradable y soleado, vinieron visitantes generosos y firmé unos cuantos libros, sobre todo en el puesto del librero de la calle Berlinès, en la Rambla, pero también en La Central, a pesar de la hora temprana, y allí por la tarde se habían acabado los ejemplares de SINRAZONES DEL OLVIDO.
En facebook tengo unos cuantos visitantes y de vez en cuando se cuela alguno con malas maneras. Hoy ha venido alguien desconocido, primero me ha pedido amistad, luego me ha llamado "Isa" y me ha dejado un link de su blog en el muro, por si quería leerlo. Yo nunca dejo nada a otros en el muro (salvo alguna música para felicitarles el cumpleaños) y me parece desconsiderado que alguien entre en tu espacio, no se fije en lo que haces ni te lea si escribes y te plante allí su asunto. Hay gente que no sólo te manda sus libros, sino que te manda un link para que los compres y añaden que si te interesa escribas sobre ellos: seguramente no saben que los críticos no tienen que comprar un libro para escribir en un suplemento. ¿Y la cortesía? Para ellos no existe. Tienen mucha prisa. Creen que nuestra obligación es favorecerles. No se dan cuenta de que si quieren algo de alguien, primero deberían recordar que esa persona existe, leer lo que ha escrito en su espacio, comentarlo, sería una manera de acercarse... El mirlo es mucho más considerado, naturelich...
Hoy he ido a Girona a hacer yo una visita. Iba en tren, pero J. se ha empeñado en acompañarme avec la voiture, un coche blanco que ha alquilado. Llevaba algo de música y la carretera se veía exuberante de árboles. J. llevaba su ipad y mientras esperábamos en la consulta me enseñaba fotos y músicas y noticias. La visita ha sido tranquilizadora, aunque ha planteado nuevas disciplinas radicales para estos dos meses. Hacía calor. Luego, J. me ha invitado a comer ya en BCN, y aunque todo estaba muy bueno y el lugar era muy agradable, nos ha sentado mal la comida. Yo sentía casi sólo una agradable gratitud. Pero al bajar del coche alquilado de J. y subir a mi casa, se me ha perdido mi jersey negro favorito, que tanto me costó encontrar. He vuelto a bajar, pero quien fuera se lo había apropiado y no había dejado ningún rastro.
Leo más la Calima de Lêdo Ivo, ma asomo al Adéu a la Universitat de Jordi Llovet, leo para reseñar la novela de un escritor húngaro contada desde la perspectiva de un perro. Estos días he estado escribiendo algo que creía imposible y a lo que había renunciado. El resultado es un texto "transversal", según la Otra Bel hipnótico y que también me ha elogiado CHM, pues estaba tan llena de dudas que preferí preguntarles a los dos. El texto debe servir para presentar un libro de Denise Desautels traducido y editado por Antoni Clapés. Escribirlo ha sido una experiencia interesante, como todo lo paradójico que sucede en la vida. De pronto me di cuenta de que podía servirme para escribir algo que necsitaba escribir. Y una vez más la escritura me servía, como los sueños, para saber lo que hay detrás de la conciencia, para traer algunos pedruscos en bruto y convertirlos alquímicamente... Aún no sé si debería podarlo un poco más, para no robar más tiempo del aconsejable. También he empezado a pensar el texto de una conferencia de principios de junio, en Girona. En parte, ansío volver a mi Giono y mi MB. Me falta tiempo. Y necesito urgentemente volver a mi novela. Rufus ha estado muy simpático y revoltoso, lleno de iniciativas sorprendentes. Él también tendrá que prescindir de algún capricho nuevo porque se había aficionado al speisequark, que ahora desaparece en mi disciplina radical de estos dos meses siguientes. Lo cierto es que tampoco le sentaba muy bien, aunque él insistía... Ayer, CHM me contó que tienen dos gatos, madre e hijo, pero se ignoran mutuamente y como dijo él, "conviuen, però no s'hi fan". Les dejo, voy a poner mi música de cuencos tibetanos, que sí forma parte de mi régimen. Mañana traeré los links que faltan...

viernes, 22 de abril de 2011

Sant Jordi

A los lectores silenciosos que, por un azar de las cosas, estén en la ciudad mañana sábado de Sant Jordi, opten por comprarse o regalar un libro y quieran compartir las historias (y algunas imágenes) de estas interesantísimas cinco escritoras y cinco fotógrafas que Lydia Oliva y yo hemos intentado retratar, recuerden que yo estaré firmando nuestro libro Sinrazones del Olvido. Escritoras y fotógrafas de los siglos XIX y XX (Icaria, 2011).
- De 11h a 12h en la mesa de la librería LA CENTRAL, en Rambla Catalunya - Mallorca
- De 13h a 14h en la mesa de XOROI (¡el librero de la calle Berlinès), en la Rambla de Canaletes (frente a Rambla 140).
Esperemos que no caiga una lluvia torrencial...

domingo, 17 de abril de 2011

Poco a poco y la luna

Foto: I.N., Rufus en primavera, frotándose con las plantas, 2011
Poco a poco vuelvo a reconocerme, recobro mi mismidad perdida en esos hielos. Leo a Lêdo Ivo, su Calima... lo leo en voz alta, en portugués brasileño, mirando a veces significados abstrusos en la traducción castellana, me gusta oírlo en su lengua, imaginar la voz de ese poeta, leo su "O rádio está mudo. E eu bendigo o defeito de pilha/ que devolve ao universo o silêncio inicial"... Leo también a Sciascia: "Tutta la campagna era nostra, silenziosa e esplendente...", me recordó a aquel JRJ: "Era mayo y el campo estaba lleno de vida y de pasión. Yo iba con mis pensamientos negros hacia el mundo..."
Ayer vi una película serbia , La mujer con la nariz rota, y me gustó verla por lo que transmite de la atmósfera de violencia, el delirio, las mafias, legados de la guerra balcánica, aunque no fuera una gran película (nada comparable a Misterios de Lisboa del director chileno Raul Ruiz) me interesó verla y al volver tenía un mensaje de mi amigo serbio que hablaba justamente de eso, con su humor negro. En la película, cuando decían majka, yo me acordaba de aquel otro "Moia majka" (mi madre) que escuché tantas veces, cuando repetían los párrafos que empezaban así, en aquellas lecturas serbias de mi cuento dedicado a M, "El efecto García" ("Efekta Garcja" de mi libro Crucigrama, Ukrstenica).
Vuelvo a escribir mi novela, y leyéndole un capítulo en voz alta a la Otra Bel, sentí de pronto cosas que no veía en la pantalla y que me parecieron cargadas de un mensaje mío al mundo, cargadas de historia y de mi voz y de quién sabe qué. Y me alegré otra vez, adentrándome por ahí, qué suerte seguir escribiendo esa novela. Me resulta más fácil escribir hacia atrás, en capítulos que introduzco entre los ya hechos, que avanzar hacia el final, porque el terreno es más escabroso y está lleno de interrogantes. Tengo in mente el comentario de Alice Munro en una entrevista, donde le preguntaban cómo sabía si un cuento estaba bien o mal y ella respondía: "Si no me apetece seguir es que algo va mal", y efectivamente, así es. Aunque con esta novela yo tuve una primera fase en que todo era áspero, escribía espinosamente, sin música, sin que me gustara más que a momentos efímeros, escribía hasta que algo ocurriera. Y cuando llevaba ciento veinte páginas ocurrió algo, y volví a empezar, pero entonces sí, llevada por mi propia música, y era como si los capítulos se escribieran solos, y de pronto servían aquellos momentos primeros, reconvertidos en prosa lo que antes sólo eran casi notas. Pero he llegado al punto de conflicto y veremos lo que ocurrirá.
Y el azufaifo está exuberante y lleno de pájaros: me saludan al pasar con guiños verdes y luminosos...
Y la Luna, che fai tu Luna, in ciel? Enorme, inmensa y amarilla encendida por el sol, que se adivina detrás (el gran ombligo del sol... que cita la Otra Bel en su alegre y poético aniversario de amapolas trenzadas, y mi duelo de M, mi desconsuelo, la prefiguración, ese alivio de la desolación compartida, ella sabe por qué). Fui al café de Laie a confesar mi imposibilidad, aunque sigo sintiendo que debería, que tal vez podría, pero no, mi conflicto para presentar un libro que habla demasiado de algo que ahora aún me asusta, y al salir, pensé en pasar un momento viciosamente por la librería, pero ya estaban cerrando y en la puerta encontré a ECF y a su Blanca Llum, porque ECF había presentado su libro sin pistola, Bes Nagana, y hablamos un momento y Blanca Llum llevaba las completas de Lorca, yo llevaba los Sueños de Walter Benjamin y unos poemas inacabados de Kavafis traducidos por Eusebi Ayensa y publicados por Jardins de Samarcanda, y al llegar al Passeig de Gràcia el cielo tenía ese color azul eléctrico que sólo suele verse un momento antes del alba, pero esta vez era sólo s'hora baixa, y misteriosamente... En la puerta de casa estaba G., que había venido a por sus cosas, y Rufus, que está exultante estos días, correteando y pidiendo abrazos o durmiendo con una profundidad asombrosa. Rufus, que ha demostrado hoy su gusto por la música sacra: al poner el Allegri Miserere a sei voci de Bernard Fabre-Garrus, entra de la terraza, me mira como diciendo "Bien, muy bien!" y se sienta en el sofá a escuchar.... Le pongo un disco moderno, un mix de cumpleaños de Rodolfo; Rufus me mira y se vuelve a la terraza. Pongo otra vez música sacra y Rufus vuelve... El silencio también le gusta, tal vez, como Lêdo Ivo, se arrodille ante el silencio... pero voy a ponerlo aquí, no puedo evitarlo:
"O rádio mudo"
O rádio está mudo.
E eu bendigo o defeito de pilha
que devolve ao universo o silêncio inicial
e enxota a fala inútil dos homens.
Nenhum rumor no mundo. Nem sequer o estalido
de um graveto no chão.
O Brasil desaparece.
A guerra e o terror somem no silencio
e a paz do espaço vazio impera no instante emudecido
como o pêndulo de um relógio de parede
imobilizado pelo tempo e pelo cansaço,
A mudez do rádio altera a rotina do dia.
É algo inesperado, neste mundo rendido ao estrépito e ao desperdicio,
mas tem a sua razão de ser.
O sol é silencioso e nos ilumina. O amor só vale a pena
quando atinge a estância da adoração e todos os gestos são mudos e demorados,
e nenhuma palavra tisna a perfeição do êxtase.
As constelações são silenciosas.
Mais uma vez bendigo a pilha avariada e me ajoelho
como se o silêncio fosse o último deus que sobrou no mundo
após as devastações dos homens e o consumo imoderado de palavras.
La radio está muda. Y yo bendigo la falta de pilas/ que devuelve al universo el silencio inicial/ Y ahuyenta la cháchara de los hombres./Ningún ruido en el mundo. Ni siquiera el estallido/de una rama caída al suelo. /Brasil desaparece./La guerra y el terror se sumen en el silencio/y la paz del espacio vacío impera en el instante enmudecido/como el péndulo de un reloj de pared/inmovilizado por el tiempo y el cansancio./El mutismo de la radio altera la rutina del día./Es algo inesperado, en este mundo rendido al estrépito y al desperdicio,/pero tiene su razón de ser./El sol es silencioso y nos ilumina. El amor solo vale a pena/cuando alcanza la estancia de la adoración y todos los gestos son mudos/y demorados,/y no hay palabra que manche la perfección del éxtasis./Las constelaciones son silenciosas./Una vez más bendigo la pila agotada y me arrodillo/como si el silencio fuese el último dios que queda en el mundo/tras las devastaciones de los hombres y el consumo inmoderado/de palabras. (Traducción de Martín López-Vega. Vaso Roto ediciones)
(Lêdo Ivo. Calima)
Y dicho esto, les recuerdo que en Sant Jordi, este Sant Jordi extraño y festivo, si por un azar de las cosas se quedan en la ciudad, lectores silenciosos, y quieren comprar nuestro Sinrazones del Olvido, yo estaré firmando a las 11h de la mañana en la caseta de La Central (Rambla Catalunya/Mallorca) y a las 13h en la caseta de Xoroi, es decir, del librero de la calle Berlinès, en la Rambla de Canaletes.

jueves, 14 de abril de 2011

¿Por dónde empezar?

Foto: I.N., Hayas en el Montseny, 2011
Hace días que no escribo aquí, hace días que trabajo mucho y apenas me queda tiempo para nada, hace días que el efecto restaurador de la luz y los pájaros, lo que me hace volver del mundo oscuro y roto donde he habitado en este horrible invierno, forcejea con momentos de cierto pánico, con mis extrañas madrugadas, con interrogaciones agotadoras. Anteayer comí con JC, que tenía más aire de caballero sureño que nunca y me trajo las completas de Sciascia: no pude resistir la tentación de leer un poco de Gli zii di Sicilia esa noche, qué maravilla, tiempo ginzburgiano, pero con otro aire, me dejó tan asombrada y admirada, yo sólo había leído aquel ensayito precioso sobre la muerte de Raymond Roussel del que ya hablé aquí y que se ha traducido hace poco, pero yo lo leí en una edición preciosa de Sellerio, y sus informes de lectura editoriales, preciosos y también prestados por JC. Pero esto... mamma mia! Dice JC que Sciascia tiene aire de juez de provincias, a mí me encanta ese aspecto tan serio y lo que decía de Pasolini de que estaba de acuerdo con él incluso cuando estaba equivocado (!). JC estaba en plena desconexión bartlebiana radical y llegó a decirme que ya no leía, es decir, que sólo leía en italiano, así que le llevé un librito italiano desconocido, tal vez demasiado contemporáneo, chissà. Es imposible imaginar a JC sin leer, seguramente, su no leer es lo que leemos los demás...
Ayer celebré mi cumpleaños primero con G. y Rufus, en un ritual intenso y alegre, y luego con unos pocos amigos, no más porque algunos no pudieron y porque la casa no permitía (pero me compraré hamacas otra vez y prometo ampliarlo con el buen tiempo), y la comida y el vino eran cortesía de un amigo que quiso regalarme, y estuvimos riéndonos y hablando y celebrando la suerte de que mis amigos descubran afinidades mutuas. Y cuando vuelvo de la calle y abro la puerta de la casa me llegan efluvios levísimos pero salvajes de un ramito diminuto de jacintos blancos.
Y hoy hemos celebrado la República, yo me he acordado una vez más de ese único antepasado ilustre y ético que he tenido para reconciliarme con mis orígenes, don Nicolás Salmerón, que fue presidente de la I República y dimitió por no firmar una pena de muerte.
Y luego, gracias a Rodolfo Häsler, he ido a parar a otra celebración republicana, una lectura poética espléndida (coordinada por Jordi Virallonga), en la Biblioteca Mercè Rodoreda (yo iba contemplando la fealdad construida de ese barrio y la hermosura de los viejos árboles del parque), una lectura de todo un personaje que es Juan Carlos Mestre, rapsoda clásico, sí (allí estaba Stalker, que me advirtió, y también he visto a E.S., que sólo existía en facebook), pero con una potencia y un brillo ético, vitalista, metafórico y muy libre (!) que relumbraban, sobre todo en el hilo largo, preciso e ininterrumpido de sus discursos guerreros, donde todo es inspirado como por una naturaleza generosa, algo que no cesa (El día que me enamoré de ti comenzaba el año del gato/Y las nubes maullaban sobre los tejados), con una extraña capacidad para integrar verdades básicas o humildes y lanzadas con honda a lo lejos, mediante su particular alquimia o mezclándolas con su genialidad poética brutal, como en ese poema que se le ha "ido de las manos", Cavalo morto, dedicado al poema del poeta brasileño Lêdo Ivo, un poema que vivía en el poema del otro y que lo iba convirtiendo todo encabalgándolo fulgurantemente. Así que he salido con ese aire de Villafranca del Bierzo, aire también gamonediano y lleno de poetas, y con grandes deseos de comprarme su Casa roja y la Calima de Lêdo Ivo y ese Bélgica de Chantal Maillard.
Han sido dos celebraciones, la de anoche y la de esta tarde, como conjuros felices de toda la carga triste del mundo y de lo que me ha dolido y aún duele a veces en mis madrugadas, en el duelo que me asalta sin mostrarse, espinosamente camuflado en un cenagal mortuorio, en una mortaja escondida, y otras veces la desolación adopta contornos distintos y puedo ver a M. y sentir el peso de todo lo que nunca pudo ser.
El fin de semana pasado paseé con la Belle Véronique por el jardín de santa Amèlia, con los árboles de Judea en plena floración, y también mantuve algunas conversaciones interesantes, además de leer la Missa Pagesa de Dolors Miquel -me parecía escuchar su voz diciéndola, cómo me maravilló, consoló e hizo reír en un trayecto de autobús, y luego al bajar seguí leyendo mientras andaba hasta casa y una vez arriba me senté junto a Rufus hasta acabarlo, me gusta mucho esa combinación suya de verdad e ironía, de ingenio y desesperación, de autenticidad vital y terrestre y locura poética. Acabé de ordenar al fin las fotos de mi libro de la ciudad y lo entregué al editor, rezando a los dioses griegos para que lleguemos a tiempo de lograr la ayuda prevista. Y mientras la gente se prepara para huir de la ciudad, yo sólo aspiro a tener unos días silenciosos, con el sol y los pájaros y los cuencos tibetanos, para avanzar en mis lentos trabajos de Sísifo, y sobre todo con esa esperanza de la que habla Tarkovsky en la última entrevista que le hicieron (dice que el optimismo es absurdo, pero que la esperanza es inherente al ser humano), porque hoy he vuelto un poco a mi novela y sólo asomarme ya siento esa vieja felicidad esperanzada pese a todo y contra todo, completamente sarinagara... También intenté asomarme a Tomba de Lou, de la poeta canadiense Denise Desautels, luminosamente traducido por Antoni Clapés, preguntándome si podría decir yo algo ahí, si podría enfrentarme ahora a su duelo y a la enfermedad y muerte de Lou o si eso me arrastraría demasiado a pesar del sol y los pájaros y mi novela... Doy vueltas preguntándome sin decidirme. Y quisiera ir a todas las manifestaciones y contagiar de un viejo espíritu de revuelta e indignación por lo que pasa en el mundo y detener esta dirección perversa que llevan las cosas; de ahí ese título leninista, aunque sea con cierta ironía. Y mientras, leo y paseo y escribo, aunque sólo sea en sueños o en trayectos necesarios.
He sentido mucho la muerte repentina de Miguel Martínez-Lage, traductor de lujo, amigo de la reina de la traducció, al que conocí físicamente en el Jurado del Premio Nacional de Traducción hace un año, y antes había hablado por teléfono con él, que había empezado un libro de Cynthia Ozick que acabé por traducir yo. Me parecía excéntrico, inteligente, con esa extraña gran seguridad que tienen unos pocos traductores, a pesar de los pesares, y capaz de tomarse todas las libertades, de hacer las trampas que quisiera... pero con toda su gracia.
Y si queda alguno de ustedes, lectores invisibles, que no se vaya lejos de la ciudad y sea generoso y madrugue y quiera regalar o regalarse un Sinrazones del olvido, yo firmaré en la caseta de la librería La Central a las 11 de la mañana, en Rambla Catalunya esquina Mallorca, y a las 13h en la caseta de Xoroi, en la Rambla de Canaletes.

jueves, 7 de abril de 2011

En el bosque

Foto: Josep Liz. Mi encuentro con la sequoia catalana, 2011
El sábado pasado fui con dos buenos amigos a ver las sequoyas del Montseny, y aunque en el bosque de hayas aún era invierno, entre los árboles grises y desnudos crecía de vez en cuando un acebo verdísimo, y las lluvias habían dejado un rastro brillante de arroyuelos como espejos o lágrimas gigantes. Las sequoyas gigantescas parecían majestuosas y refulgentes allí en medio con sus troncos rojizos y yo intentaba contagiarme del misterioso optimismo de mi amiga. Fue un paseo rápido y bien aprovechado porque por la tarde, yo tenía una maratón cinéfila con la Otra Bel. Queríamos ver Misterios de Lisboa, una película de Raúl Ruiz que nos hipnotizó y ató a la butaca con su irónica mirada burlona de lo folletinesco o de los códigos de la novela romántica (lo apuntó mejor que yo la Otra Bel), de trama efectivamente muy ibérica (ah, esa hoz triste de lo patriarcal, que siempre siega el espíritu y el cuerpo y los árboles), pero contada con un refinamiento y una forma de filmar sokuroviana (no sólo de El arca rusa, sino también The Sun) y que también me recordó un poco al Resnais de L'année dernière à Marienbad.El día que conocí a mi amigo serbio, al salir del café de Gràcia donde habíamos quedado, él me acompañó un trozo andando hacia mi barrio, bajo la lluvia, y en ese trayecto oímos cantar un mirlo y yo le dije que era un anuncio de que se acaba al fin la oscuridad sucia y el mal tiempo y llegaría la primavera y él me dijo que la primavera le deprimía. Muchas veces he oído hablar de la astenia primaveral y sé que a muchos les desasosiega la llegada de esta estación, mientras que a mí me restaura, aunque una vez, a los 15 años, estuviera a punto de morir precisamente en ese momento.
Iba a quedar a comer con un amigo y me he dado cuenta de que mi cumpleaños es la semana que viene. No sé aún cómo lo celebraré, tal vez de una forma homeopática pero significativa porque en cierta manera me siento como si hubiera resucitado después de este invierno ensombrecido y mortuorio. Hace dos días, al volver de mi segunda clase como profesora invitada en mi antigua facultad de la UAB, me sacudió una especie de felicidad física con el aire y los pájaros. Volvió a agitarme unas horas después, como una efervescencia, al salir de una conversación donde hablamos de la mal-dición y surgió un posible deseo escondido en mi sueño (¡la bolsa o la vida!), y sentí el alivio de ese poner las cosas en su sitio. Esa madrugada me desperté, pero no sentí ese angst que me ha asaltado últimamente, sino una extraña calma.
También vi un programa de Philosophie en arte tv donde Cynthia Fleury hablaba con Enthoven del valor, y obviamente me hablaba a mí. El valor no es lo contrario del miedo, decía el anuncio, como yo escribí aquí hace tiempo (y fue a parar a La plaza del azufaifo), sino la capacidad de superar ese miedo. Los valientes, decían, son los que tiene el arte de empezar. Y oír eso fue tan reparador que no podría explicarlo. Casi como si yo fuese uno de aquellos Ivanhoes a quienes nombraban caballeros. Ese paso al acto, ese cogito del valor nos convierte en sujetos de nuestra vida, decía Fleury mirando a Enthoven, que tiene una extraña belleza inexpresiva, no filosófica, pero belleza al fin y eso sería imposible en este país. El valor, decía Enthoven, es una paradoja. Responde a una intuición por la cual yo gano mi sujeto. Hablaban de Sísifo, de cómo alimentar el valor, cómo recobrarlo, cómo lograr que no te abandone. No tener miedo del propio miedo. Y Cynthia Fleury proponía hacer cada día un pequeño gesto que significara renunciar un poco menos a nuestro deseo.
Tal vez yo necesitara escucharlo para enfrentarme a lo insólito de esas madrugadas en las que no me reconozco, atenazada por esas amenazas médicas y esotéricas -que viene a ser lo mismo porque no hay diferencia entre esos supuestos microscópicos y esas interpretaciones de Jacques le fataliste-, y lo curioso es que mi valor de siempre reaparece al levantarme, cuando salgo al sol... El otro día lo vi salir. Era viernes y tenía que dar la primera clase en la UAB, y como mi desayuno y abluciones son largas, me levanté a tiempo para verlo. Primero había una luz azul, de ese tono fugaz y emocionante que precede al amanecer, y el aire estaba lleno de pájaros, y la pobre ciudad del cemento parecía un pedazo de naturaleza, a pesar de las casas feas con sus antenas. Y entonces salió la bola de fuego, salió Ra, y Rufus y yo estábamos allí, salió para nosotros y nos envolvió como una mano enguantada de oro, en un ritual que parecía significativo.
El programa de arte tv sobre el valor también hablaba de algo que yo siempre digo de este país. Que aquí nadie tiene valor. Nadie se atreve a apostar por algo que no esté ya canonizado y valorado por todos. Nadie se atreve a arriesgarse, a señalar. Por eso es un país tan aburrido. Los conferenciantes nunca cambian. Los entrevistados apenas tampoco. Sólo cambian los que vienen de países donde sí hay gente buscando talento. Aquí el talento sólo sirve si lo descubrieron en otro lugar. Cuando alguien ocupa un cargo, se pone rígido y no se atreve a seguir su olfato, si lo tenía, sino que sigue el camino ya hecho. Nadie tiene el arte de empezar.
Por cierto, olvidé ver el programa de libros donde salí como lectora de cuentos el miércoles pasado, hacia la mitad, aunque mi intervención es tan pequeña que no vale la pena buscarla. En un blog linkeado en hobby horse, hablaban del cumpleaños de EVM y he decidido celebrarlo y felicitarle a mi manera sesgada escuchando esta entrevista de ese mismo programa, donde habla de Dublinesca y de escribir de una forma obsesionada y de Pepín Bello. Yo hoy he reunido mon courage y he vuelto a mi novela y ahí sí reconozco mi viejo self.
Es una época difícil, de vacas flaquísimas, en la que se trata para mí de usar mi resiliencia de hormiga de Figueres y seguir con esa tenacidad de Sísifo de la que hablaban Fleury y Enthoven, esa paradoja del valor de aceptar el fracaso cotidiano, de ser su propio fénix, en mi caso de traducir sin fin, miserablemente, de leer y leer, envuelta en mi manto de libros, intentando no dejarme envenenar por lo que ocurre en el mundo, por la desesperanza de todo, por la depravación y la mentira de los políticos, por la tristeza de Fukushima, de mi sensación de no poder salir de esas dos películas de las que hablé en Bellaterra (1984 y El huevo de la serpiente) y que resumen el estado de este planeta, y por las frases agroreras de quienes intentan traspasarme su miedo.
Y en celebrar todo lo que funcione, aunque sea pequeño, todos esos intercambios fluidos, como las conversaciones asombrosas que han surgido en medio de todo, con sus descubrimientos, y también como las clases, que forman parte de esa corriente paradójica y sorpresiva que desmiente a los cenizos, clases donde celebramos el cine o la literatura.
Pero el caso es que hay algo, una especie de risa ebria en el aire, o la primavera (me encanta esta versión de Rammstein de Frühling im Paris, Liebe ist für alle da, y cómo cantan el "je ne regrette rien", o así), o tal vez sean los cuencos tibetanos de la Belle Veronique, que parecen capaces de neutralizar mis madrugadas con un efecto maravilloso.
Y de pronto, con la típica demostración burlona de que la vida sólo es una sucesión de paradojas, hay pequeñas buenas noticias solapadas que no pueden ocultarse debajo de los escombros de los periódicos, noticias mías, naturelich, noticias o gestos que me hacen bailar, con las irónicas botas de NS. No es sólo eso. Anoche en la cena cuidada y generosa que me prepararon, riéndose ya en la puerta, P. me decía que naturalmente que tenía que celebrar mi cumpleaños. Y creo que tiene razón. Es casi obligatorio celebrar también a mis amigos, que me han cuidado en mi invierno tenebroso como agasajaban a los protagonistas de los cuentos, con simbólicas marmitas gigantes de poción mágica. Aunque sea en una celebración secreta.
El día de Sant Jordi firmaré SINRAZONES a las 11 de la mañana en la mesa de La Central, Rambla Catalunya - Mallorca.
Y el martes 24 de mayo, a s'hora baixa, presentaremos SINRAZONES DEL OLVIDO, Lydia Oliva y yo, en la librería La Central de la calle Mallorca 237, con Anna Caballé y nuestra editora de Icaria, Anna Monjo.

miércoles, 6 de abril de 2011

Reseña de SINRAZONES DEL OLVIDO en La Vanguardia Cultura/s

Perfiles biográficos
EVA MUÑOZ
La Vanguardia Cultura/s, 6/04/11
Diez retratos de escritoras y fotógrafas
Isabel Núñez - Lydia Oliva
Sinrazones del olvido
ICARIA
Sinrazones del olvido, de la escritora, traductora y excelente crítica de este suplemento Isabel Núñez (Figueres, 1957) y la galerista y experta en fotografía Lydia Oliva (Barcelona, 1956) recoge diez retratos de cinco escritoras (Isabelle Eberhardt, Jean Rhys, Dorothy Parker, Maeve Brennan y Natalia Ginzburg) y cinco fotógrafas (Anna Atkins, Frances Benjamin Johnston, Berenice Abbott, Lee Miller y Gisèle Freund) de los siglos XIX y XX que, pese a la indiscutible calidad de sus creaciones y, en muchos casos, la singularidad e importancia de sus aportaciones, no ocupan, en general, el lugar que les correspondería en la historia de la literatura y la fotografía o, en todo caso, son poco o nada conocidas en nuestro país.
Se podría argumentar que no es así en el caso de algunas como Dorothy Parker. Aquí, el valioso e impecable trabajo que realiza el tándem Núñez/Oliva (o no sé si debería decir Núñez, que es quien entiendo que se ocupa de las escritoras) es el de liberar a la neoyorquina de la gruesa capa de prejuicios que pesa sobre ella. Y es que tiene razón cuando señala que en cualquier aproximación a esta brillantísima retratista del espíritu de su época, se contrapone por sistema su éxito literario con su supuesto fracaso en el terreno personal. ¿Desde cuándo se juzga así a los artistas masculinos? ¿Cuándo el éxito o la calidad de cualquiera de ellos resultan inmediatamente matizados por haberse divorciado, no haber sido buenos padres o no tener pareja? Mal que nos pese incluso a quienes preferiríamos que a las mujeres se nos aborde no en libros específicos por nuestro género sexual sino, en todo caso, artístico, hay ciertos esquemas mentales que permanecen muy sólidamente arraigados. Señala Oliva a propósito de Johnston que esta “no siente la necesidad de dar una visión global de la construcción que quiere dar a conocer, ella determina, ajusta el límite y enmarca donde quiere”. Y si esto es clave en los artistas visuales, diría que lo es en cualquier retratista, y, por extensión, en cualquier artista.
Nos encontramos ante diez retratos subjetivos (necesariamente), diez excelentes aproximaciones a la obra y la biografía de estas artistas que son a su vez diez ensayos breves acerca de algunos aspectos de la literatura y la fotografía del siglo XX, y uno en particular, cómo ambas han sido recibidas desde una perspectiva de género.