lunes, 30 de abril de 2012

Mis postales de Barcelona en RAC1






Foto: Jean-Marc Hild, 2012



Mañana 1 de mayo, a las 21:05, en RAC1, entrevista con Jordi Beltran sobre Mis postales de Barcelona

jueves, 26 de abril de 2012

Tal vez


Foto: I.N., Visitante, 2012
Fueron los árboles talados, arrancados, las casas destruidas, el horror constructivo que se ha extendido en estos años como los ganglions de misère et de laideur de que hablaba Camus, sans frontières d'arbres ni d'eaux, comme un cancer malheureux, lo que acabó por enfermarme. Siempre pensé que la belleza curaba y la fealdad podía enfermar. Yo lo he sentido como una derrota personal, pasar todos los días por esa tristeza alrededor de mi casa, cambiar el silencio y los pájaros por un constante fragor de obras, vivir en medio de una cantera sin futuro, donde edificios espantosos han sustituido la pequeña belleza humilde de las casitas de antes, ver prisionero, constreñido y amenazado de muerte al azufaifo.
No puedo saber si recobraré la salud, ni si sobreviviré nuevamente a esta prueba. Por alguna razón se ha borrado el score de vidas restantes de este extraño videojuego. Sí sé que, si lo consigo, escribiré una novela sobre médicos. Hace años que ese material se ha ido posando dolorosamente en mi cabeza, desde cuando mi padre estuvo enfermo y murió, y no ha parado de crecer. 
Mientras, leo e intento reponerme. He leído un libro chino maravilloso que me trajo V. por mi cumpleaños, una preciosidad poética titulada en su versión americana Eighteen Songs of a Nomad Flute. The Story of Lady Wen-Chi (es un manuscrito del siglo XIV propiedad del Metropolitan de NY). No me he cansado de leerlo ni de mirar esos dibujos en los que Wen-Chi mira a lo lejos en el desierto, secuestrada por los Han, mirando hacia su adorada tierra china, o pinchándose un dedo para escribir con sangre un mensaje que las grullas lleven a sus padres, o al contrario, cuando al fin vuelve y se ve obligada misteriosamente a separarse de un marido-secuestrador al que ya ama y de sus dos hijos, y todos lloran cubriéndose la cara con largas mangas de sus trajes, y la belleza de los caballos y las carrozas y los muebles del desierto. Como dijo V., aquí no se publican cosas así.
Y luego he leído una novela magnífica de Gonzalo Suárez, El síndrome de albatros. Me ha hecho preguntarme por qué los grandes críticos no se ocupan de él en los suplementos, por qué ese silencioso ninguneo a un escritor con un mundo personal tan rico y poderoso. La novela es deliciosa, el humor y la ironía insuflan a todo una distancia idónea, pero al mismo tiempo, la acción es trepidante y chandleriana, el narrador me recordaba a veces a un Philip Marlowe contemporáneo y de por aquí. El uso del teatro está lleno de genialidad y frescura. Y qué bien escribe. Hay ideas y frases... Con qué dominio mezcla el peso humano de las cosas, la locura delirante y surrealista de los hechos y el desfile de personajes con sus taras, la sangre, la violencia y el sexo y el juego de posibles quiebros y resoluciones abiertas entre la realidad y el sueño que le emparenta a David Lynch, pero a un David Lynch con densidad vital, con tiempo y cargas de profundidad. También entiendo que le gustara tanto a Enrique Vila-Matas porque hay entre los dos afinidades, incluso comparte con Aire de Dylan la alusión a un Hollywood pasado de vueltas, a un post-hollywood traído por las frases de los guionistas y los actores, una interrogación sobre la propiedad de una frase, tantas cosas, cada uno con su estilo. Si no se habla más y en serio de un autor como Gonzalo Suárez (que ya fue elogiado en tiempos por Max Aub y Vicente Aleixandre, luego por Suñén, Cercas y Millás), si casi sólo se le elogia en privado y en espacios pequeños y no a toda página, si no se le ha traducido ya a todas las lenguas, es sólo porque vivimos en un país cutre y sin criterio, donde pocos tienen la generosidad o la osadía de defender a alguien que no esté de moda o a quien no estén defendiendo ya todos los demás.
Ayer fue una alegría ver Mis postales de Barcelona en La Vanguardia Cultura/s. Si alguien me manda el pdf podré ponerlo aquí. Me encantó ver a mi gato manchado en la portada, y las dos páginas con fotos y fragmentos del libro.
Mientras, Rufus es mi mejor compañía, pero como siempre, hay una nube de amigos que flota en torno a mí y que me recuerda el afecto y la afinidad. No sé si lo dije aquí, pero por primera vez, la noche electoral francesa, Rufus se acercó a ver la televisión, aún sin animales. ¡Es un gato europeo! Tenía conciencia de lo que nos jugamos. Fui a firmar en Sant Jordi, en un gesto para mí casi heroico, pero tuvo sus alegrías, aunque la multitud era grande y algunos amigos nunca lograron abrirse paso. Los pájaros me siguen visitando. Ayer una elegante urraca se posó en la antena de enfrente. Para los chinos, me dijo Anne-Hélène, es un augurio de felicidad.
Y es que anteayer, justo antes de salir a enfrentarme con lo peor de lo real, tuve un momento mágico. Sentí que el dolor se aliviaba al fin por la homeopatía y luego sentí que me invadía una respiración feliz, unas viejas ganas de bailar. Estaba acariciando a Rufus y le pregunté: ¿Rufus, qué significa esta felicidad repentina? Rufus me puso la pata en la frente, en ese ritual suyo que parece transmisión del pensamiento. Y luego, mucho más tarde, lo entendí. Era el paréntesis, la suspensión de la incredulidad, lo que vendría después con las extrañas noticias médicas.
È pericoloso sporgersi?
Hace una semana que todas las mañanas despierto a una pesadilla. ¿Qué puedo decir? Me han dicho que iba a morir. Me han ofrecido sólo cinco años de vida descerebrada, sin poder andar, confundiendo tal vez para siempre sueño y realidad, sin poder escribir, trabajar, leer ni pensar, perdiendo la vista y los riñones, entre otras cosas, y he dicho que no. Me han dicho entonces que no me crea que mi muerte será fácil ni agradable. Y luego, después de todas esas agradables promesas, me han dicho que no encuentran el cuerpo del delito, las células equivocadas. Pero siguen buscando. Mañana por la tarde se acabará tal vez este paréntesis feliz y volverán las sentencias. O tal vez no, tal vez me habré salvado y entonces me emplazarán a nuevas intervenciones. Mientras, intento disfrutar de mi último día de ignorancia. Pero también pienso que se equivocan. Que apenas saben. Que su idea de la vida es muy distinta que la mía. Que hay otras maneras de curarse. Que todavía no se acabó la partida. Y tal vez, incluso si encuentran lo peor, yo logre curarme por otros medios. O tal vez no. Non possiamo saperlo.

domingo, 22 de abril de 2012

jueves, 19 de abril de 2012

Sant Jordi

Foto: La Vanguardia Cultura/s, especial Sant Jordi.

Si todo va bien, estaré firmando Mis postales de Barcelona en 
Xoroi (Berlinès, 20) a las 13h 
A las 18hTriangle, en Passeig de Gràcia-Gran Via
y a las 19h en La Central (Rambla Catalunya-Mallorca). 



Gracias a todos los que queráis y podáis venir

sábado, 14 de abril de 2012

Los amigos, otro año


Foto: I.N., Los tulipanes de J., 13 de abril de 2012
La presentación de Mis postales de Barcelona fue un éxito. A pesar de todos los que no pudieron venir, que eran muchos, estuvo llena de gente y yo me sentí feliz. Me alegró mucho ver allí a la escritora Cristina Fernández Cubas, y a tantos amigos, conocidos, alumnos, vecinos y también mucha gente no identificada. Josep Liz habló por Triangle y lo hizo muy bien. Pepe Ribas y Javier Mariscal defendieron el libro generosamente, cada uno a su manera, naturelich. Hubo algún momento espinoso, algún momento loco, pero yo no me sentí realmente concernida. En cuanto al debate sobre la ciudad, siempre es útil. Mi idea de lo que ha ocurrido con la ciudad está más cerca de lo que piensa Pepe Ribas. No soy nostálgica, no hago laudatio temporiis acti, como decía mi profesor Cuartero. Pero sí he querido contar en mi libro que hubo un tiempo, a finales de los setenta y principios de los ochenta, en que nos parecía que la ciudad sería nuestra en la democracia, en que al fin podríamos vivir en esos espacios, en que la belleza, el patrimonio y el verde serían protegidos. Todo empezó bien: limpiaron el puerto y el mar dejó de ser oleoso y negruzco, restauraron fachadas, hicieron parques. Entonces no podíamos sospechar que la especulación y un capitalismo salvaje, sin protección alguna por parte de los partidos que se llaman de izquierdas, arrasarían con todo y convertirían una ciudad esplendorosa en una inmensa y banal tapadera de parkings. (Aquí puede verse algún vídeo, y aquí)
Unos cuantos amigos nos fuimos a cenar después de la presentación y fue muy divertido.
Al día siguiente me llamó Pere Gimferrer para felicitarme por el libro. Dijo que era el mejor de mis libros, que me equivocaba al considerarlo una obra menor por no ser ficción, que algunas de esas páginas podían estar en mi novela, lo comparó favorablemente al de Modiano (con fotos del maravilloso Brassaï) sobre París, al de Paul Morand, no sé si habló de Lafargue, pero esa llamada me emocionó. Hizo otras comparaciones que nunca me atrevería a repetir aquí. Le gustaron mucho mis fotos y el diseño del libro. Pensé que si a los dos lectores más voraces y refinados que conozco -EVM y PG- les gusta mi libro, puedo estar muy contenta. Sé que a PG le gusta ese tema de usar la ciudad como sesgo para contar lo propio, es un género que él practicó con brillo en su Interludio azul. Y que EVM siempre parodia la ciudad en sus novelas, quizás en Aire de Dylan más que nunca. En el suplemento "Tendencias" de El Mundo, Leticia Blanco me entrevistó y publicaron mis fotos en portada del suplemento. Antes, Pilar Sampietro me había entrevistado en el programa de radio La vida verde (aquí un podcast, minuto 35)
Yo tenía que ver al hombre que intervendrá mis entrañas el martes y hubo algo duro y triste en ese encuentro, aunque al mismo tiempo todo fuese civilizado e inteligible. Al salir cargaba con el peso de las estadísticas más sombrías, pero mi médica homeópata me sugirió la idea de situarme en el pequeño tanto por ciento feliz. Al fin y al cabo, he vivido mucho tiempo fuera de las estadísticas o siempre en la excepcionalidad y la minoría. Otros que me llamaron hablaron de mi fuerza. Y respiré. 
Anoche celebré mi cumpleaños con unos pocos amigos. Lamenté que mi casa no fuese más grande, no tener más asientos confortables para todos. Habría querido invitar a tres o cuatro amigos más y no supe cómo. Por la mañana, había aparecido J. con flores y vino. A mediodía comí con G. en el Floral Café una lubina deliciosa con calçots y romescu. El jardín estaba precioso. G. me regaló un reloj de pared para la cocina, un objeto necesario porque no podía evitar mirar inútilmente al lugar del reloj roto.
Anne-Hélène me trajo una tetera y unas tacitas vietnamitas preciosas con libélulas (yo había tenido una de esa cerámica comprada en la tienda japonesa y se había roto) y V. me trajo un maravilloso libro chino. Rodolfo me trajo mi té chino Lung Ching, té blanco, un abanico de lunares, y el disco del año con sus canciones elegidas. Tigridia me trajo un pañuelo de lunares. Elena un cuaderno y Víc un disco suyo. Giuseppe trajo un pastel búlgaro de chocolate y nueces sin gluten, maravilloso. Las conversaciones fueron alegres e interesantes. Hubo un momento en que yo hablé de mis medidas respecto al reino animal si gobernase (prohibiría los toros, liberaría a los pobres cerdos prisioneros en granjas con luz eléctrica, a las gallinas, ocas, prohibiría transportar a los animales hacinados, sólo permitiría las granjas tradicionales y bio donde los animales corretean por prados y con luz natural). Alguien dijo que me votaría. Fue gracioso. No dije cuáles serían mis medidas económicas, políticas y sociales, pero podrían resumirse como islandesas.
Algunos lectores han empezado a escribirme. Reconocen espacios de la ciudad que habían olvidado, alguien me pregunta cómo llegar al barranco, alguien me cuenta que la pobre antigua Escuela de Puericultura, hoy arrasada y reducida Vil·la Florida, fue su guardería, mucho más frondosa.
No me gustó La vida conyugal, de Tolstói, a pesar de su portada maravillosa y de su escritura y de la magnífica traducción de Selma Ancira, es el Tolstói más misógino y conservador el que predomina. 
He tenido algunos sueños terribles, relacionados con mi cuerpo. Me he despertado varias veces en la noche. En uno de ellos me barrenaban el vientre. En otro tenía que seguir a una pareja extraña (ella me gustaba pero él era como el demonio de los guiñoles del Turó Park, en gordo, e insistía en que me quedase con ellos hasta diciembre. Yo pensaba: ¿No se da cuenta de que no me gusta?) por un camino dificilísimo y yo estaba fragilizada y débil, con pasos desmañados. De día, las cosas cambian, aunque hay momentos. Alguien me recuerda otra vida física que parece opuesta a lo que me está ocurriendo. Hay amigos que me comprenden sorprendentemente bien y eso me da fuerza, también algunos integrantes de mi antigua familia política. Saben que yo sólo podría elegir una opción vital que tenga que ver conmigo y no algo en lo que no puedo creer. He compartido una breve siesta con Rufus. Los pájaros nos siguen visitando: ayer el mirlo cantaba y convertía el espacio en un bosque imaginado. Voy a necesitar suerte y la protección de los dioses griegos. Cuando vuelva a escribir, las cosas serán distintas. El mirlo acaba de empezar a cantar: inmediatamente, este pobre patio de manzana, donde sólo resisten los cipreses del jardín de enfrente y todo lo demás es cemento, se convierte en un bosque.
Y por cierto, entre tanto, ¡viva la República!

miércoles, 11 de abril de 2012

El viento había barrido el cielo


Foto: I.N., Camino de Ronda
Empecé a escribir este post en sábado. Por la mañana fui con Teresa y Giuseppe a buscar un camino de ronda cerca de Sitges. Yo me sentía algo fragilizada, disgregada y trémula, no sólo por mi malestar digestivo de los últimos meses, sino por todo lo que me había ocurrido después, las conversaciones con los médicos y la extraña violencia de mis sueños, la dificultad de pensar distinto y objetar y pedir explicaciones y argumentos en un país donde todos se someten sumisos, y la aceleración de las fechas que ha convertido mi cumpleaños en el centro de un sandwich entre la presentación de mi libro y una intervención. Pero el cielo era espectacular, le daba al mar y a la vegetación una calidad cromática griega y las nubes rescataban al Étranger de Baudelaire, ese hombre que no comprende ni valora la amistad, la familia, la patria ni nada salvo las nubes, là-bas, là-bas, les merveilleux nuages.
Cuando bajaba a sentarme en una roca, I., la mujer más guapa del mundo, me mandó un mensaje. Había acabado mi libro la noche antes (primera lectora, exceptuando a los editores) y le había gustado mucho. Nostálgico, decía, pero mi nostalgia sólo se basa en mi inocencia de entonces, en los sueños que tenía, en lo que creía que podría ser mi ciudad y el mundo. El resto es la furia de que me hayan arrebatado los paisajes de la memoria para sustituirlos por mediocridad y nada.
Después volví a casa y me puse a traducir a Coltrane con auténtica pasión y me llamó una amiga escritora, que intentó convencerme de sus razones médicas. Pero mientras hablaba con ella yo me sentía llena de la luz griega de esta mañana y me oía hablar de las amenazas con una voz vibrante, llena de una energía que desmentía esa información; no las sentía realmente sobre mí, aunque no habría podido explicárselo.
Más tarde, mientras seguía traduciendo las entrevistas a Coltrane y escuchaba a Coco Rosie con ganas de bailar, miré otra vez el cielo luminoso y pensé: "Si sólo pudiera seguir así, con este silencio, sin la angustia de una supervivencia que se ha convertido en algo prácticamente imposible, qué felicidad". También pensaba en V, porque siempre la asocio a Coco Rosie y porque ella está ahora en la Gran Manzana, y la imaginaba en un gigantesco crossroads, algo que tenía que ver con un sueño. Me preguntaba qué me contaría al volver, en plena aceleración mía. 
No sé lo que me ocurrirá. Cada vez es más complejo el jeroglífico, las posibilidades de llegar a la meta en esta difícil partida, que hoy me parecía de La Oca.  Y sin embargo, sarinagara...
Aún más tarde me escribió el segundo lector, EVM, que se declaró orgulloso de estar en mi libro (una cita suya lo abre y él aparece varias veces en esas páginas) y me habló de paisajes comunes y me mandó el link de una entrevista magnífica a Gil de Biedma donde habla exactamente de lo que habla mi libro que yo citaría en la presentación.  Pensé que haber logrado que me lean algunos escritores que admiro le da una rara luminiscencia a todo, hace que mis páginas brillen como plancton marino, aunque no pueda ya seguir escribiendo ni vivir de la traducción como antes y todo, absolutamente todo, esté en peligro, incluso mi continuidad corpórea en el mundo.
Luego llegué a unos capítulos magníficos de la novela de EVM, pero aún tardé un día más en acabarla. Me fui a dormir extasiada y Rufus parecía tan contento como si la hubiera leído conmigo, mientras G. veía Citizen Kane en la sala.
La luna estaba aún llena.
Pronto empezará la cuenta atrás. Es desagradable tener tanta información interna, un poco como si vinieran a hurgar en nuestros cajones y armarios desordenados y nos criticasen por esas imperfecciones. La conexión del sistema médico con el aparato policial.
Por cierto que leer los periódicos me llena de furia, por el décalage entre lo que ocurre y lo que dicen, por las maneras autoritarias y regresivas del horrible govern, por la corrupción asociada a la violencia. Pero no quiero hablar de eso aquí en este momento.
Me gustaría sentirme como Soseki hacia aquel médico que le salvó, en aquel sanatorio donde escribió Choses dont je me souviens. Me gustaría poder llegar a la orilla material y fisiológicamente. Una parte de mí ha decidido ya che sarà sarà. Es sólo que no puedo resistir tener que angustiarme por las dos cosas al mismo tiempo, no saber siquiera cuándo cobraré el trabajo entregado, tener que sufrir por lo material en plena convalecencia.
Mientras planchaba, escuchaba France Culture, el maravilloso programa de Laure Adler, Hors Champs. Oí un podcast de una entrevista a Paco Ibáñez y otras dos a Steiner. Valéry hablaba de danser sa pensée y dijo Steiner que los bailarines de Matisse danzan la condición humana. Steiner confesó que todos los días le cuenta a su perro favorito, mientras pasean, sus avances de trabajo y si el perro se para a mirarle, es que todo va bien. Un día fui a pasear con la traductora Selma Ancira por ese parque precioso del Putxet, con vistas de la ciudad, pero dudo que su perrita pueda detenerse a escucharla hablar de Tolstói o Tsvietáieva o Rilke y Pasternak, es un animalillo joven y sumido en el frenesí del movimiento. Y sin embargo, quién sabe... Dijo Steiner que la música era siempre fácil de utilizar ideológicamente, hablaron de cómo nazis y otros habían utilizado a Wagner o a Beethoven, pero no a Mozart (seguramente por su humor y por su falta de pomposidad). Hablaron del mito de que Sócrates murió cantando... También yo estuve cantando. Dicen que con los años la voz baja unas octavas y es triste. Yo podía cantar antes el aria de la Reina de la Noche (sola y encima del disco, naturelich), o el Ave Maria de Schubert en tono soprano, pero ahora tengo que buscar una voz segunda, y ya no es tan bonito. Pese a todo, qué felicidad cantar. Estos días el silencio era maravilloso, sin obras, sin tráfico, sin vecinos.
Traduje ya todo el librito sobre Coltrane y me gustó mucho su espíritu. Es un libro precioso que les recomiendo y que Alpha Decay sacará muy pronto. Coltrane habla de la fuerza creadora en una carta magnífica al final del libro. En las conversaciones, llama la atención esa contención y cortesía de quien se mató a excesos (aunque cuando murió ya no tomaba nada y sólo cultivaba el exceso religioso) y esa idea tan pequeña de sí mismo (siempre cree que los demás músicos están muy por encima de él) y ese emocionante no-saber suyo, de avanzar a ciegas pero con esa rara felicidad que conozco.
Acabé Aire de Dylan de Enrique Vila-Matas. No sé si me dará tiempo estos días de escribir aquí el comentario que quisiera, así que voy a intentar un esbozo. La novela es absolutamente genial y los últimos capítulos me han resultado los más gozosos; los dosificaba a propósito y han logrado atraer mi atención incluso en momentos espinosos. Ese humor paródico de esta ciudad, de sí mismo, del mundillo intelectual, de la literatura posmoderna, del mundo y de todo, sigue teniendo el peso amargo de la tradición quijotesca o cervantina que ya tenía Dublinesca (esa huella del paso del tiempo, esa relojería con el lema barroco esperpéntico del Tempus fugit que podría servir de Carpe diem con tanto tequila) y yo no sé lo que será para los franceses, que son entusiastas seguidores suyos, pero para los que como yo compartimos algunas afinidades y horrores de este país, es una consolación maravillosa. El desdoblamiento de EVM o su multiplicación en distintos personajes llega a su paroxismo cuando Vilnius compara a su padre -escritor al que pretende desdeñar, pero que le persigue una vez muerto como un espectro hamletiano- con otro escritor al que admira, y en todos parece haber algo del autor, con la alegre carcajada irónica dominándolo todo, incluso la autoburla de ese escritor avergonzado de su fecundidad y determinado a abandonar para siempre la escritura e incluso el habla. Y ese momento en que está invadido, poseído cada vez por más capítulos de una novela que ni siquiera ha empezado a escribir. También está la fiesta, la celebración de la literatura y en este caso la peregrinación al cine, el Hollywood visto con los ojos de Scott Fitzgerald (lo que contaba Dorothy Parker), la brillante teoría o insistencia en el fracaso, los guionistas locos en California, los jóvenes artistas enfermos, el delirio del mundo (algunos personajes son memorables, como ese conserje que se acerca demasiado y el vecino que protesta y la peligrosa peluquería y todos los vecinos y tenderos espiando y vigilándose unos a otros, incluyendo al narrador y su mujer), qué gran danza felliniana que, como los bailarines de Matisse en voz de Steiner, ¡danzan la condición humana! Siento mucho no estar en la presentación, en presencia de una librera convertida graciosamente en personaje literario de la novela.
De la presentación de Mis postales de Barcelona, en el siguiente post (un avance aquí).

viernes, 6 de abril de 2012

Presentación de Mis postales de Barcelona



Martes 10 de abril, a las 19:30, en la librería La Central (Mallorca 237)
Presentará el libro Pepe Ribas, escritor, con ayuda de Javier Mariscal, dibujante y autor del prólogo ilustrado, y del editor de Triangle (yo estaré con ellos, naturelich).
Espero que vengan, lectores y transeúntes de este blog...

domingo, 1 de abril de 2012

¿Cuántas vidas?



Foto: I.N.  Visitante de abril, 2012
En los videojuegos que entretenían a G. de pequeño, había que superar unos niveles, y a veces el protagonista moría, pero inmediatamente le era dada otra vida. Había un score que marcaba cuántas vidas le quedaban. Eran muchas. No sé dónde podría encontrarse esa información. Dicen que los gatos tienen siete. Sé que yo he gastado unas cuantas a lo largo de esta partida planetaria, diría que al menos unas seis. Puedo considerarme en cierta manera una superviviente, casi veterana sorteando peligros absurdos, con la lógica sinsentido del juego. ¿Me quedarán más? ¿Será este juego tan generoso como aquellos?  
Todos los días vienen pájaros. No ha vuelto la elegante y aristocrática abubilla, pero vienen gorriones verduzcos y diminutos, que hacen rabiar a Rufus con sus llamadas agudas desde el extremo de un poste de la terraza, donde él no podría nunca alcanzarles. Sin embargo, Rufus no pierde la esperanza. Avanza sigiloso y se coloca en actitud de ataque, dispuesto a saltar si surgiera la ocasión. Su tenacidad me admira.
Yo no sé si he sido tenaz para conseguir lo que deseaba. No sé si demasiadas veces he abandonado. 
A veces la vida parece tan extraña y misteriosa como los sueños. Descubrir de pronto la dirección que se había tomado sin darse cuenta, descubrirse al borde de un abismo o arrastrada por una corriente, no saber si será posible volver. Y reunir valor, una vez más, a pesar del cansancio, encontrar las fuerzas para llegar a la orilla, salvarse.
¿Lo conseguiré? Resistirá mi cuerpo al sabotaje de esa parte de mí que hace un tiempo trabajó clandestinamente contra esta vida mía de videojuego? ¿Lograré un impermeable emocional para escuchar las presiones de Big Pharma sin sentirme involucrada, sin que las palabras maten? Non possiamo saperlo. Y sin embargo, a veces, al sol y con los pájaros o pensando en que podría escribir incluso todo esto que no digo aquí, vuelvo a sentirme tan cerca de la vida que casi se desvanece die Angst y pienso en la frase de Lola M. sobre las células.
Rufus se ovilla a mi lado, entierra la nariz en mi brazo, suspira. 
Mientras, ha salido mi libro de la ciudad, Mis postales de Barcelona, y ha quedado precioso, gracias al trabajo de mis editores, a los mapas de Mariscal y su prólogo luminoso, a esas fotos mías que han sabido elegir y adaptar y maquetar. Lo presentaremos el 10 de abril en La Central (Mallorca 237), con Pepe Ribas y Mariscal. Será una fiesta libresca y espero que vengan muchos lectores silenciosos y no tan silenciosos de este blog. El libro huele maravillosamente a tinta. Ahora que nada me sienta bien, tal vez debería alimentarme de libros, pensé...
Todo eso en medio de la aceleración asombrosa de los acontecimientos de este videojuego en el que vivo y que no deja apenas respiro (no sé si me dejará aliento para celebrar de alguna forma mi cumpleaños). Pero cuando se entra en esta fase, vale más que todo suceda deprisa y pase cuanto antes mejor. Para volver pronto a la placidez de la orilla. En mayo, ese mayo de JRJ.
Eso sí, leo Aire de Dylan (que logra atraer poderosamente mi atención aún en medio del frenesí, en medio de las peores pruebas, aunque sea a trocitos) leo Roma de Gogol, y desde hoy el mítico Mínima moralia de Adorno (para mi curso). He tenido que postergar mi clase de abril, por esos motivos que envuelven la aceleración y añoraré mi curso hasta mayo: ese grupo de alumnos me hace sentir privilegiada. Es una suerte haberlos encontrado. También es una suerte estar tan rodeada de afecto y amigos. Es precisamente en estos torbellinos y sacudidas, capaces de despejar el vaho que cubre normalmente las cosas y de resituar las prioridades, cuando se confirma esa suerte mía de haber escogido tan bien a mis amigos e interlocutores. 
En medio de la desesperación política y social, de las mentiras que se cuentan para disfrazar lo que está ocurriendo, de la alegría de ver a algunos rebelarse cada vez más y la desolación de comprobar que otros siguen ciegos, sordos y sumisos, capaces incluso de tragarse lo que sea con tal de no reaccionar, ocurre toda esta revolución mía, con su estela de amenazas e incertidumbre, pero también con esa oleada de gente supportive. Han sido días de muchas conversaciones y qué alivio produce sentirse comprendida incluso en lo más difícil y sutil, no toparse con esa cerrazón tan española, sino con una escucha inteligente y receptiva. Una vez más las sagradas leyes de la hospitalidad.