viernes, 12 de enero de 2007

Las consolaciones de la filosofía

Un amigo de siempre, que hace muchos años decidió estudiar filosofía porque pensó que así podría seguir toda la vida sin actuar, especulando ociosamente mientras miraba por la ventana del aula, llevaba un tiempo sumido en un estado que alternaba la melancolía y la desesperación, pero se enfurecía cuando yo le sugería algo psicoanalítico o cualquier otra cosa que sonara a remedio, aunque fuera yoga, tal vez porque, como contaba el ex lacaniano François Roustang, adoraba sobre todo su enfermedad y sentía que sin ella dejaría de existir, perdería su identidad. Así que pasé a escucharle en silencio hasta que prefirió no verme y ahora puedo imaginarle feliz en su vida de viajes y silencio. Pero aún en los momentos más agudos de su desesperación insomne, los libros y las clases le permitían vivir otra vida, una vida iluminada por la abstracción. Una vez, en un arrebato de generosidad o queriendo devolverme el tiempo que había dedicado a escucharle, me dejó dos de sus libros favoritos (¡Hegel y Foucault! Michel Foucault - Wikiquote) tan envejecidos y llenos de subrayados y pliegues que exhibían impúdicamente sus intensas lecturas. Él me confesó que había leído Fenomenología del Espíritu como quien lee un thriller, emocionado por descubrir la pista y el conocimiento final que Hegel prometía a los que llegaran. En cambio yo, que a diferencia de él, puedo verbalizar lo que siento y poner palabras a mis angustias, estoy pobremente dotada para la abstracción, la metafísica y la ontología, de modo que para mí, ese libro de Hegel suponía breves fogonazos deslumbrantes y otras tantas desconexiones. Pero fue como si recorrer esas páginas ajadas (rebregades, diría en catalán) por su uso maravillado me contagiara un poco de su felicidad filosófica. Por cierto que Carles Hac Mor me mandó ayer un mensaje ontológico y feliz, que sólo decía "Ah!L'ésser no és i el no-ésser és. I ves quin goig que fa, de tenir-ne consciència! L'ontòleg."

1 comentario:

frikosal dijo...

Es que Hegel es muy duro.