lunes, 15 de enero de 2007

China, miChina

Foto: Andrea Resmini, Melograni, Shangai, 2006 Fui a ver al doctor Huan. Había que entrar en una especie de herbolario, Armonía oriental, donde olía fuertemente a una especie de alcanfor. Las vitrinas estaban llenas de hierbas chinas. Había dibujos y fotos de una "lámpara mágica" con unas instrucciones traducidas a un castellano-pinyín con los artículos mal puestos, como las traducciones del serbio, y con un aire de anuncio de revista antigua. Cogí un folleto ¡donde aparecía Huan dibujado! Se acercó y me hizo pasar a su despacho, allí me tomó el pulso y me hizo algunas preguntas. Luego me llevó a un cuarto estrecho, con una luz despiadada, y me hizo echarme boca abajo en una camilla donde había un agujero para la nariz, que me recordó a una experiencia del Teatro de los Sentidos y a aquella máscara con olor a hierbas frescas. Empezó a hacerme un masaje que continuó su ayudante, un masaje muy ligero pero muy sistemático, a través de una sábana. Era agradable. Luego me pidió que me pusiera boca arriba, me puso unas gotas de aquella especie de alcanfor en la frente y el cuello, dijo: "Esto refresca". Pero era un frío extraño, ardiente, al cabo de poco ya no sabía si era frío o caliente y el efecto duraba mucho... Me llenó de unas agujas que dolían un poco, sobre todo en la cabeza, manos y pies, me tapó con la manta. Al fin apagó aquel foco. Yo añoraba el glamour del acupuntor francés, su consulta del Eixample, la iluminación sutil, su naturalidad reconocible. Y por otro lado, oía hablar a las dos enfermeras en chino y era una música muy interesante. Trataba de distinguir qué palabras o sonidos se repetían o los tonos. Esto es como viajar a China, pensé. Entonces, en el cubículo de al lado entró otra paciente y el doctor Huan le hizo preguntas. La oía como si estuviéramos juntos, los tabiques plásticos no llegaban al suelo. Era una historia triste, una mujer llena de dolores, que había ido a todos los médicos, se había hecho análisis, no tenía nada, tal vez fibromialgia. "¿Ve cómo tengo los ojos? Ni siquiera puedo abrirlos. La cabeza me duele un mes seguido sin parar. Duermo sólo con somníferos. Me duele la espalda, los pies, todo..." Tomaba diez o doce pastillas distintas, una para cada dolor, tenía un agotamiento terrible. Pero no estaba dispuesta a hacer caso del doctor Huan. Había ido a un médico dietista (¡deportivo!) que le había mandado una dieta de sólo proteínas y gimnasia convencional. Le había dicho que tenía intolerancia a la verdura y la fruta. El doctor Huan le dijo que era mejor ejercicio suave, yoga o taichí, y que no hiciera régimen de adelgazar porque no tenía energía. Pero ella no estaba convencida. Luego pasó a otra sala y entró una segunda paciente. Estaba muy triste. El doctor Huan le preguntó: "¿El ánimo mejor?" Ella contestó: "No. Sólo me río aquí... He venido arrastrándome. Estoy muy mal..." Dijo que dormía muy bien, que si no fuera por el despertador seguiría durmiendo siempre, que sólo quería dormir. Yo pensaba en la consulta silenciosa del acupuntor francés, bastante más caro. Echaba de menos la conversación de las enfermeras en Chino. También pensaba: "Escuchar estas historias... es bueno para una escritora..." Pero ¿y la tristeza? ¿Cómo no impregnarse de sus vidas desesperadas? Imaginé que me levantaba de allí con todas mis agujas, erizada à la chinoise, me asomaba al pasillo y les decía a aquellas dos mujeres que se separasen de sus maridos (las dos habían aludido a uno, la primera dijo que su marido estaba "gordito", por eso había ido al dietista del Barça), que se fueran a otro sitio, que comieran muchas frutas ácidas y dulces, que dejaran sus medicinas, que corrieran por la playa, que buscaran un amante... chino. Me rescató el ayudante del doctor Huan. Luego vino él. Vino con una cajita verde, de letras chinas. "¡Es una fórmula!", anunció, enfatizando la palabra mágica, 8 bolitas por la mañana y 8 por la noche, lejos de las comidas. Unas bolitas negras pequeñas y brillantes, como cuentas de un collar.

1 comentario:

el objeto a dijo...

cual Alice en el manhatan de los ochenta... me ha gustado esa imagen de ti erizada a lo chinoise, liberando a las compañeras de consulta de sus tristes cadenas. Querremos saber más sobre las ocho bolas de hierbas y sus efectos... Pensando en el doctor Huan, y en el acupuntor chic de l'eixample, me acordaba de algo que decía Confucio: el hombre honesto tiene tres caras, visto de lejos es severo, de cerca es ameno, cuando lo escuchas, su palabra es incisiva...