Foto: I.N., La maraña de los almeces de la plaça, que el ayuntamiento pretende talar y acabar también con esta belleza invernal, marzo 2009
Siempre me gustó ese hueco rotundo de la salida del infierno de Dante:
"lo duca e io per quel cammino ascoso
intrammo a ritornar nel chiaro mondo;
e sanza cura aver d'alcun riposo
salimmo su, el primo e io secondo,
tanto ch'i' vidi delle cose belle
che porta 'l ciel, per un pertugio tondo;
e quindi uscimmo a riveder le stelle."
Leí de verdad la Comedia tarde, en 1981, en la edición bilingüe de Ángel Crespo, y confieso que leí y releí muchas veces el Inferno, me aprendí incluso de memoria algunos fragmentos, sin proponérmelo, a base de citarlos, leí el Purgatorio una sola vez y nunca acabé el Cielo. En uno de aquellos programas de libros franceses que tanto me gustaban, oí decir a Philipe Sollers que el Infierno se había vendido siempre diez o veinte veces más que los otros dos, tal vez porque los humanos sabemos mucho del infierno y no creemos demasiado en el cielo. O porque la felicidad no resulta muy literaria. Hace poco una mujer inteligente que no suele leer ficción me pedía que le recomendase una novela alegre y no oscura y la verdad es que no supe qué decirle porque a mí me gustan los libros donde la melancolía y la tristeza tienen su sitio, aunque convivan con la vitalidad y lo esperanzado, y no puedo imaginar una atmósfera literaria ni vital sin parte oscura, que no pareciese sospechosamente banal como un libro de autoayuda. A veces hasta el humor, si no muestra el lado amargo (como hace el Quijote, que está lleno de todas las cosas y entre ellas la violencia, la tristeza, la injusticia, el triunfo de la mediocridad, los sueños, el delirio y la locura como forma de vivir en el mundo) me resulta deshumanizado y deprimente.
Yo fui, durante un tiempo, uno de esos seres tristes sin causa, cuando el sol brillaba, que ahí aparecen condenados a vivir en el lodo, en la charca negra:
Fitti nel limo, dicono: "Tristi fummo
n'ell aere dolce che dal sol s'allegra,
portando dentro accidioso fummo:
or ci attristiam nella belleta negra..."
No contaré cómo pasé yo de la belleta negra al aere dolce, fue un proceso lento y misterioso, callado como la salida del infierno, y me llevé conmigo fragmentos de la selva selvaggia e aspra e forte che nel pensier rinova la paura! Porque no existe una sin la otra, como no podríamos percibir el silencio si no existiera el ruido.
He visto mientras desayunaba un documental triste en Arte TV de Uzbekistán y el mar de Aral, una extensión de paisaje lunar y naturaleza agonizante por los pesticidas y la contaminación, que ha llevado a la enfermedad y el hambre en toda la región vecina... Luego, con esa escandalosa combinación de la tv, que pasa de la desolación al placer de vivir sin transición (y peor aún cuando hay publicidad), un chef marroquí que ha montado en algún lugar de Marruecos un restaurante de fusión iba a un mercado magnífico y enseñaba unas alcachofas silvestres muy pequeñas y despeluchadas como cardos que sólo crecen allí y duran una sola semana, según él, deliciosas. Había un montón de vegetales distintos, y enseñaba a elegir una sandía y hablaba del ruido de agua que hay que oír tras apretarla, si está madura... Me he despertado a una mañana algo desolada, por mis malaises físicos y la incertidumbre y el cansancio que me producen y mis dudas laborales (me han propuesto una traducción que no sé si podré hacer, ¿resistiré?) y financieras. J nos ha preparado unos manjares pese a su propio malestar, yo he pospuesto mi excursión a las palmeritas y el mar donde vive JC. Me pregunto si el exótico medicamento homeopático servirá para que me sienta capaz de celebrar mi cumpleaños en tres días. Esta tarde quiero revisar mis cuentos por última vez antes de imprimirlos, y luego, si me queda tiempo, entraré en mi otro libro: ésas son fuentes ciertas de aere dolce. He leído en la web las indicaciones muy antiguas, estilo Samuel Hahnemann, de sufrientes a quienes conviene mi extraño medicamento, que resulta ser un ombú (mis ombúes americanos de Cadaqués, que tanto he fotografiado!) y me ha hecho gracia: ¡hablaba de enfermos a quienes duele todo, que aprietan los dientes y piensan en la muerte! No sé si me habrá contagiado pero empiezo a sentirme destemplada y con el peso de la ley de la gravedad arrastrándome hacia abajo... A pesar del tiempo, los árboles están llenos de brotes, incluso los pobres condenados de la plaça Joaquim Folguera celebran la primavera con su aire secreto y conspirativo del Cerro de los faunos, dictando sus encantamientos de cuentos de hadas y protegiendo a los niños que juegan en ese claro. Ojalá algo impida la ejecución arboricida anunciada e inminente. Que algo detenga el brazo armado de este consistorio antiverde. Me han mandado una noticia de esa guerrilla gardening que pone flores en las alcantarillas de esta ciudad para denunciar la falta de espacios verdes. Pobre Diagonal también amenazada... Por cierto, he puesto más abajo el manifiesto para que sigan firmando...