Este mediodía he visto al fin en el CCCB la sugerente exposición que asocia el cine maravilloso y expresionista de Dreyer al universo pictórico de Hammershoi, con sus habitaciones luminosas y quietas, y esas nucas femeninas siempre ocupadas en un quehacer concentrado, todo con una luz que los dos artistas comparten, como en una reflexión sobre la vida que late detrás de los personajes de ambos, y la he visto huyendo de una ruidosa troupe de estudiantes que no podían contener sus excesos energéticos, para encontrar el silencio que pide y sugiere incluso el delicado (¿y por qué tan discutido?) montaje. De verdad vale la pena...
Luego en el MACBA he visto la expo de Manolo Laguillo, y me ha encantado, me parecía que las fotos fueran "mías", no en el sentido de poder hacer yo esas fotos, no, ¡en absoluto!, sino que he sentido como si hubiéramos paseado juntos por la misma ciudad, es decir, como si los mismos rincones que se me adherían a los ojos y el cuerpo, que se me han grabado en la mente en tantos trayectos urbanos estuvieran de pronto allí expuestos, como si yo hubiera visitado todos esos edificios, rincones, esquinas, tal vez porque conozco bien esa melancolía (ver lo que ha ido ocurriendo en mi pobre ciudad...) Lo único que no he resistido eran las diapositivas en color, la invasión del horror inmobiliario, donde toda la distancia maravillosa del blanco y negro y ese pequeño formato que obliga a acercarse y a pensar, desaparecen y la arquitectura del mundo es tan real y repelente que ahoga...
Y después Carlos Pazos, una retrospectiva espléndida, envolvente, como un jardín del mundo irónicamente melancólico, mordazmente nostálgico, atado a la infancia caprichosamente perversa de ese artista enamorado de sus malaises, que utiliza hábilmente, sin dejar de burlarse, sin esconder su vanidad mezclada de autoaversión, ni su rabia, ni la mirada inteligente. Y estaba casi todo allí, las instalaciones con el vino Amargo obrero, el oso gigantesco, sus Mickey Mouse, sus paseos por el estrellato, sus visiones de la ciudad, sus locas colecciones obsesivas (también una sala con unas fotos ampliadas digitalmente que me disgustan), una revisitación del pasado que le acerca a Mike Kelley con otro registro, y una ingeniosa y troceada película que sólo he podido ver en parte.
Por la tarde, mientras planeaba un viaje a Kosovo, para hacer las últimas entrevistas de mi libro balcánico, he olvidado asistir, en un lapsus injustificable, a un acto importante, Memòria, silenci i salut mental, donde se presentaba la publicación y el trabajo de Anna Maria Miñarro y Teresa Morandi y muchos otros.
Por suerte, para terminar la noche, me han invitado a participar en un coloquio psicoanalítico en mayo, que tratará de "La degradación amorosa" o "La degradación de la vida erótica", un tema freudiano. Dicho esto me voy a dormir. Anoche tuve un curioso sueño...
8 comentarios:
Ví la muestra el día que la innauguraron y me pareció excelente. Un abrazo.
La de Hammershoi y Dreyer quiero decir....un poco claustrofóbico el montaje pero bueno. Digo "bueno" no como "bueno" sino como "enfin". Enfin, bueno. Eso.
A mí justamente el montaje me gustó, Geo. Me pareció eficaz y delicado...
si, si, pero si no digo que no me haya gustado, sólo que era un poco calustrofóbico. a mí también me gustó. Tiene casi la misma atmósfera de las peliculas y los cuadros...estaba muy bien.
Una amiga que venía a comer me ha preguntado si tenía Cuentos de Isak Dinesen (o Karen Blixen), he trepado a la estantería, he cogido el libro, una edición inglesa clásica, ¿y qué había en la portada? ¡Un cuadro de Hammershoi! Una de esas nucas femeninas, de mujer abstraida en una ocupación invisible frente a una mesa...
Isabel tomo nota con respecto a Laguillo, me pasaré por la exposición.
En la vitrina del fotògraf vi algunas cosas de él y no sintonicé demasiado, pero tus comentarios me despiertan el apetito.
Un abrazo.
Es un trayecto interesante por esta ciudad. He tenido un intercambio con él sobre por qué me agobiaban las diapos en color, y sobre su mirada afectuosa a los edificios y me dice que he dado con la (sin)razón. Le comparé con las fotos de Basilico de Estambul que tanto me gustan y resulta que son amigos! Hay algo afín en ellos, más allá de técnicas y composiciones que yo no sabría juzgar...
Sobre Dreyer y Hammershoi aquí otra opinión y una foto del montaje...
http://monodiligente.blogspot.com/2007/05/hoy-que-hay-fiesta-en-mi-barrio-mrtires.html
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