Foto: Alberto Seoane? Tigridia y yo en Bergondo, en mayo de 1983. Yo, que acababa de cortarme el pelo en uno de mis arrebatos, acariciaba las lanas de la oveja tal vez con nostalgia. Pasamos unos días rodeados de bosque y lluvia, y yo escribí un cuento infantil al que le faltaba el núcleo principal, puesto que sólo era atmósfera, paisaje y cásting, y que Inés ilustraba. El cuento se llamaba Los días verdes de Guillermo, y tal vez sirvió para dar nombre a G. años después.
Siempre me ha asombrado esa extraña concatenación de las cosas que llaman azar, una especie de tenacidad burlona, como cuando mi furiosa vecina albina, pariente de la mascota barcelonesa en todos los sentidos -la única de la casa que no me hablaba y que cerraba violentamente la puerta del ascensor para impedirme el paso-, salía o entraba siempre de la casa en los mismos momentos que yo, sin horario ni regularidad alguna, en una extraña repetición de coincidencias que se repetía todos los días, y cuando se lo conté a B., que también vive en el barrio, empezó a encontrársela también.
Ese mismo azar hizo que yo acudiese a una presentación de la novela La cabeza de mi padre de Kalman Barsy donde quien oficiaba de presentador (alguien que había rechazado un buen cuento mío sin leerlo) aludió a un escritor serbio allí presente y luego, otro escritor, que había sido redactor jefe de Lateral, me animó a escribir a mi futuro amigo serbio sobre mi proyecto balcánico, y de ese modo todo se fraguó en una dirección, y yo empecé mi libro entrevistándole a él, y enseguida llegaron los viajes y los demás contactos. Y hace poco (re)conocí a Kalman Barsy, que esta vez presentaba el libro de Alberto Hernando, y pude contarle esta historia.
Y ese mismo azar hizo que, cuando yo buscaba no sé qué canción para un cuento que nunca hice, mi amiga parisina se empeñara en mandarme unos discos de boleros a través de una conocida suya que se convertiría en amiga mía. Y cuando me iba a Nueva York en 2001, de nuevo mi amiga parisina me dio la dirección de una amiga suya neoyorquina a la que nunca llamé, pero de vuelta en Barcelona, le escribí para explicarle por qué no la había llamado y nos enzarzamos en una conversación que aún sigue, y en cambio, he perdido casi por completo la comunicación con mi amiga parisina.
Todos esos azares me inspiran agradecimiento en distintas direcciones, y esa emoción tan frecuente en mí es una de mis principales fuentes de felicidad. Y por otra parte, me lleva a buscar cómo corresponder a los favores recibidos, ya que tampoco quisiera acabar cortándome el dedo meñique, como los Yakuza, para evitar la carga de una deuda. Siempre vuelvo a aquella página de Oscar Wilde.
En el lado contrario, ha empezado a desesperarme la idea de que el "efecto Sagarra" no llegue más allá de Barcelona y ningún periódico de Madrid se haga eco de La tarde del azufaifo (un título otro que Vila-Matas sugirió y que me gusta: es como si ese libro tuviera cambios horarios o estacionales, y adquiriese color rojizo en otoño, por ejemplo, y mutase mágicamente el título como las Variaciones Gould porque, como también dijo VM una vez, "El azufaifo no se acaba nunca". ¿Y acaso no hay algo mágico en ese árbol? Yo creo que sí. Siempre parece saludarme sonriente cuando vuelvo a casa o me alejo (Quien se aleja de su casa ya ha vuelto), balanceando sus hojas en esas ramas curvadas como brazos enormes y múltiples contra el cielo). Yo esperaba dos cosas: una, que alguien en un suplemento o revista o medio hispánico leyera mi libro con atención (sin confundirlo con el folleto de una asociación de vecinos, sin inventarse que yo era líder de un movimiento vecinal que nunca existió, sino leyendo lo que dice, como hizo Maria José Gil con mi Crucigrama en El caballo verde, o como podría hacerlo Alfonso Armada), que lo entendiera (no parece tan difícil). Y dos: yo soñaba con que ese libro trajese un salvoconducto para mí, un pase, algo que me permitiera no traducir tanto, no machacarme mi brazo rebelde, escribir en una revista donde pagaran, que las instituciones con presupuesto aceptaran las propuestas de conferencias, alguna manera que mágicamente me curase del mal de este año.
Mi impaciencia sólo se justifica por el hecho de que, por mucho que el libro se está vendiendo y circulando en Barcelona y los libreros lo conocen y algunos lectores lo piden, si no sale nada en la prensa castiza o norteña o etc antes de que acabe el verano, cuando llegue la avalancha de novedades editoriales de septiembre, los libreros de esos lugares devolverán mi azufaifo para hacerles sitio.
Cuando mi homeópata me visitó por primera vez, entre esas preguntas desconcertantes que hace para buscar un medicamento, me pidió que me describiera, y yo, borrada de pronto o incapaz de asociar mi abstracta sensación de mismidad a unas características que pudieran estar en su software homeopático, le dije que era impaciente. Lo curioso es que no se me ocurrió nada más.
Anoche, cuando volvíamos de tomar algo en la terraza de un hotel que hasta ahora era muy agradable y que también frecuentaba Gimferrer con Cuca Cominges (el camarero nos dijo que iban a renovarlo porque, según dijo, "a la gente le gusta lo nuevo", esa idea tan barcelonesa que comparten los analfabetos con nuestras flamantes autoridades municipales: por eso unos destruyen los cafés de siempre y las tiendas de siempre para sustituirlas por la nada actual -a diferencia de madrileños, lisboetas, londinenses y parisinos-, y los otros no dudan en sustituir los árboles centenarios por palitroques nuevos que nunca crecerán), nos disponíamos a cruzar la Rambla Catalunya cuando Tigridia preguntó, señalando una forma oscura que corría: "¿Eso es una rata?" Lo era. Así que decidimos dar la vuelta, pero a los pocos pasos apareció otra. Acabamos dando un rodeo hasta el coche de Tigridia, e incluso la andarina L. se dejó acompañar a casa en coche y yo me sorprendí imaginando que paseaba con mi gata y lamentando no llevar pantalones en vez de falda.
G ha aparecido tras un fin de semana por ahí. Su cauta y sobria felicidad me ha contagiado. Yo sabía que algo bueno le ocurriría, pero a veces hasta yo misma me impaciento de que no se cumplan mis predicciones. "No diguis això! -me pidió el propio G. un día cuando le advertí negativamente- Tot el que tu dius acaba passant!". Pero también se cumplió lo bueno. "Tuviste razón", solía decirme mi amigo serbio, con su uso particular de los tiempos verbales. "Como siempre". Y es que, para algunos hombres, yo soy casi como la Pitonisa de Muntaner es para mí. Yo me fijo en ese terreno escabroso que son las coreografías de las relaciones y sé algunas cosas básicas que G y mi amigo serbio ignoran. La Pitonisa de Muntaner sabe mucho mejor que yo cómo funciona el mundo, sus resortes, todo lo que deduce de su concienzuda y despierta lectura de la prensa.
18 comentarios:
entré a uno de tus links, leyendo todo el altercado linguístico...Eso no es azar, verdad? Han logrado crear un problema con algo que en realidad no lo es para tapar los verdaderos agujeros sin solución.
Gozo de las tormentas y los huracanes; lo siento por los que sólo pueden gozar con el panza arriba bajo el sol. También disfruto de mis vacaciones intermitentes con viejos amigos entrañables. Todo lo demás: Ay qué gran tristeza...
No esperar sin desesperar, tal vez ese sea el secreto.
Díle a G. que le queda muy bien la chupa de "war is over", que se la ponga más en invierno.
Me gusta esa idea de un libro que cambia según las estaciones.
Yo (sin ánimo de entrar en ningún debate, por que cada uno tiene sus recursos y eso hay que respetarlo) debo decirte que no creo en la homeopatía. Pienso que quien la prescribe, con esas preguntas, debe lograr por si mismo una mejoría.
Dices en una entrada del libro que andas leyendo y me has recordado uno de mis vicios, que a veces me hace pasar por loco o extravagante. Me recuerdo a mi mismo, a los 16 años, leyendo por la calle revistas de electrónica, que es lo que me apasionaba entonces.
Me ha interesado ese poema de Mallarmé, la forma de decir, la manera en que está colocado el texto, que conecta con los versos libres surrealistas, y con Brossa...
Pienso que el azar tiene una pequeña estructura, que hace por ejemplo; que un lugar que visitamos una vez, al cabo del tiempo volvamos por razones ajenas a nosotros, y pensemos si era la primera, una visita premonitoria...?
sobre las predicciones, valen para uno mismo , tal vez...
espero que los cuentos vean pronto la luz.
Sólo yo "creé el problema" con mi forma de entender en ese día tan espinoso para mí.
Pero esta noche estoy contenta: el viento en los árboles! Y los sueños atropellados y un concierto bonito, y ayer danza con Dido y Eneas, qué ganas de cantar y agitarme...
Pero, Cacho, a mí me gusta más aquello de la suspensión de la incredulidad
Anónimo, sospecho quién eres.
Un coup de dés de Mallarmé fue importante, abrió las puertas a Joohn Cage, a Merce Cunningham, y a la expo que JF Chevrier montó en el Macba y a tantos artistas allí albergados.
Gracias. Yo también espero recobrar la quietud para acabar esos cuentos, Iluminaciones.
Claro, Friks, cada uno encuentra su remedio o su médico. Yo no tengo fe, soy muy descreída, pero la homeópata curó la otitis crónica de mi hijo (y cosas más espectaculares), evitó dos operaciones y ahí empecé a visitarme yo también.
Sí, el libro que cambia, que se metamorfosea, ahí está, como el azufaifo que saluda al pasar, balanceándose.
Y en cuanto a leer andando, lo hago aún a veces, cuando no puedo parar
Sí, también el azar en las influencias de MC es importante, su trabajo basado en la libertad de movimientos naturales del cuerpo en la danza, su música, hecha por compositores, se construía en ocasiones, independientemente de las coreografías, dejando total libertad. Lo vi bailar sobre bastones ya bastante anciano, con una lentitud y maestría maravillosa hace ya unos años.
Cunningham, Cage...
Sí, también yo le vi joven (¡volaba! se notaba su formación clásica, era de los pocos contemporáneos que se ponía de puntas) y viejo, y traduje el catálogo de su expo en la Fundación Tàpies, y hablaba de Cage y de ese dolor (la sirena de Andersen) al poner el pie en el suelo, envejeciendo... Y contaba lo de las músicas, y luego se inventó aquellos programas con sensores que hacían responder a los bailarines, y aquellas animaciones, para poder seguir moviéndose en el aire... Y hablé con Cesc Gelabert de su visión y relación con MC...
¿Viste Dido y Eneas?, yo el domingo. Disfrute superlativamente con todo, pero el sonido de la orquesta era algo muy especial. No es que me sorprenda porque ya sé de que va, cada Agosto puedo vivirlo en mi estancia berlinesa, pero .., ¿no es formidable la ausencia de divismo, la pura y clara profesionalidad de todos esos artistas y creadores?. Uno no puede imaginar disfrutar de un espectáculo de forma tan relajada pero a la vez tan sorprendente, porque es difícil imaginar el ver un trabajo tan hermoso, honesto, y bien hecho.
"Coreografías de las relaciones", me gusta la idea que puede significar, no en cuanto a lo escabroso, que puede serlo, sino porque identifico con ese título los movimientos de los humanos en sus relaciones.
Siempre he tenido la sensación de que el azar tiene que ver con lo poético. La ausencia de cálculo, pero que de alguna manera sirve para reconocer cierto orden oculto e imprevisible. Una suerte de armonía de las cosas, una suerte de fe y creencia para los escépticos.
También yo fui el domingo, a las 6 de la tarde. Y sí, es verdad lo que dices de la ausencia de divismo. Qué gozada fue... lo contaré al reverso.
Y no creo que el azar sea la ausencia de cálculo, la prueba es John Cage o Merce Cunningham, o Mallarmé. Una tirada de dados que decide, ahí hay un cálculo... Pero sí tiene que ver con lo poético, claro, y con la poética de una narrativa: Auster, Vila-Matas, etc.
BERGONDO ES UN NOMBRE PRECIOSO.
CUANDO me retire a los barrios bajos igual me meto a pitoniso o falso augur.
Tendrías que presentarme a tu pitonisa para que me enseñe.
Y cómo se presenta a un anónimo? Llevarás una sábana encima y un aparato de distorsión de voz?:) La verdad es que la pitonisa de muntaner no es tal, es una lectora concienzuda de periódicos con un gran sentido común y que siempre se anticipa a las cosas que ocurren y acierta, pero se ríe mucho cuando la llamo pitonisa... Yo siempre pensé como tú que cuando me arruine y me echen de casa me reciclaré de pitonisa en alguna ciudad desconocida... al menos sé echar las cartas del Tarot
Olvidaba decirlo. Anónimo, ya sé quién eres, eh? Lo de los barrios bajos es definitivo... los tuyos ni siquiera están abajo... Y tienes ojos de pitoniso
Ufff el azar, yo siempre digo que las cosas no pasan por casualidad sino por cuasalidad, y eso me parece mejor forma de describir los vericuetos que da la vida, que nos presneta a alguein hoy que luego nos cruzara con otro y asi nos vamos acomodando a vivirla...
Suena extraño pero el cambio del titulo del libro según las estaciones me pareció genial.
Creo que no deben quedar medios de comunicación donde no se haya nombrado el libro, que alegría y seguramente tardará pero lo mencionarán en algun medio castizo y así saldra de esta Barcelona sin árboles y llena de cemento y ratas...no se is bajas al tren en Plaza CAtalunya pero allí se las puede ver corriendo carreras por las vias...
Besitos guapa, me encantó tu look frances con ese corte de pelo!!!!!
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