Foto: I.N., Recoletos, Madrid, mayo 2009
En Madrid hacía un calor sofocante, bochornoso, 34 grados con la sensación perenne de una tormenta que no llegaba, aunque allí a la sombra se está mejor y por la mañana temprano hacía falta jersey. No tuve valor para atravesar la feria ardiente para ver a los amigos que allí firmaban o tenían estand. Vi el estand de Trotta, donde firmaba Álvaro de la Rica, por allí estaba Valeria Bergalli, de Minúscula con Jesús del Campo, y al día siguiente, mientras firmaba, oía por megafonía los nombres de amigos que me habría gustado ver... Atravesar bajo la espesura arbórea era una opción más agradable, pero para buscar un número de caseta no podía ser.
He recorrido la ciudad bajo los árboles, que allí no han desaparecido, sino que crecen altísimos, y el conservadurismo ha permitido que sobrevivan muchos más edificios antiguos y que no haya plazas de cemento. Y eso no significa negar la corrupción municipal que corre por esos lares... Para mí, lo peor de ir a Madrid en tren es tener que pasar por ese horror vacui de cemento y fealdad que es Sants, la espantosa plaza, la desagradable estación: allí, por coherencia, todo es grasiento y no hay ningún punto donde reposar la mirada, salvo un libro o los propios pensamientos. Y no puedo evitar recordar con nostalgia (y rabia contra nuestros políticos destructores) esas bonitas estaciones de siempre, Francia y Triunfo Norte, donde sí había belleza.
Fui a la Real Academia de San Fernando a ver una muestra del settecento veneciano, pero había que conocer el santoral para saber que el 30 de mayo es el día de San Fernando: estaba cerrado. Entonces me fui al Prado, vi una pequeña muestra prerrafaelita que me encantó, la colección puertorriqueña de Ponce (ese rico súbitamente iluminado, Ferré, que heredaba su fortuna del cemento pero decidió que la belleza era la esencia de la vida que faltaba a su país y decidió propiciarla), sobre todo Burne-Jones y algo de Dante Gabriel Rossetti. Me gustó ver de cerca la trilogía del rosal, The Briar Rose series, que completa la Bella Durmiente, y el sueño del rey Arturo en Avalón, esa especie de hibernación dulce del rey cansado y viejo reposando la cabeza en el regazo de la reina Morgana y rodeado de otras mujeres, a la espera de ser llamado de nuevo al mundo. Al salir, enseguida me asaltó el Agnus dei de Zurbarán, y esos Goyas y Velázquez que yo solía visitar escapándome en mis viejas estancias madrileñas, donde siempre fui tan bien acogida por mis amigos. Así que volví a ver La fragua de Vulcano, Los borrachos, la Rendición de Breda, ¡Las Meninas!, vi El sueño de Jacob de José de Ribera (siguiendo con el sueño, que tanto fascinaba a Burne Jones), vi ese maravilloso autorretrato casi miniatura de Goya, y su Jovellanos, y esos extraños retratos (Maria Tomasa de Palafox, la Duquesa de Alba y la beata... Y el espléndido Filopómenes descubierto de Rubens, y el único Caravaggio del museo, David y Goliat (la cabeza también se parece al ex ministro Belloch, aunque no tanto como en ese otro, pero recordé aquella expresión dividida de su Judith y Holofernes).
De noche vi con mis amigos una película trepidante de Jean Pierre Melville, y a pesar del cansancio y el sueño y de que sabía que todo acabaría terriblemente, no pude dejarla hasta el final y luego estuvimos discutiendo si era una cuestión moral o si se trataba del absurdo, esos westerns suyos, esos personajes que no encajan en el mundo (y por eso el amor les está vedado, puesto que su opción no permite vivir demasiado) y que son despiadados con sus enemigos y los obstáculos pero guardan unas formas y una consideración asombrosa con sus amigos, y esa amistad y afecto y fogoso amor se expresan sólo por pequeños gestos contenidos, miradas cargadas, y ayuda incondicional, e incluso el comisario participa de ese código de buenas maneras, aunque haya luchado contra los gangsters con todas sus fuerzas, reconoce la parte de su honor y permite que la información clave llegue a los periodistas. Y ese personaje femenino, su majestuosa countenance, la forma en que la ven todos, su posición de opciones libres (ninguna misoginia en ese retrato). Es un mundo imaginado, implacable, melancólico por su derrota, contado en imágenes de una poética intensa y magnífica.
Vinieron a verme a la Feria viejos amigos generosos a que les firmara, para ellos o para otros, los guapos Aguirres (mi antigua familia política y ahora viejos amigos), vinieron algunos apasionados de los Balcanes, vino un crítico joven al que he citado aquí por su estupenda reseña de mi libro, y apareció con el editor un buen novelista al que yo había reseñado hace tiempo, Marcos Giralt Torrente y dijo que La plaza del azufaifo le había gustado y que leería Si un árbol cae en cuanto pasara la fase más absorbente de su paternidad reciente. Tras la firma, comí con mis editores de Si un árbol cae en un sitio muy madrileño cerca de la feria. Por cierto que a la caseta de Alba llegaban muchos lectores de clásicos victorianos, algunas atrapadas en la trama austeniana, otro a quien no le gustaba Dickens (!) pero sí Pérez Galdós, y otros que preguntaban cosas insospechadas.
Estuve leyendo La gravedad y la gracia de Simone Weil, muy bien editado por Trotta, el prólogo de Carlos Ortega me sobrecogió por las sincronías, las misteriosas coincidencias... Yo no sabía que ella era el personaje aquel de Le bleu du ciel de Bataille, que yo leí muy joven, cuando no sabía nada de Simone W. y temía ser como aquella joven que tropezaba o arrastraba las sillas de los bares al entrar, ni sabía que había estado con Leiris, Bataille y Queneau en el círculo comunista democrático, ni que su primer texto se basaba en un cuento de Grimm que tuvo tanto eco en mi infancia, Los cisnes salvajes, ni que ella sentía como yo entonces que no tenía derecho a nada de lo bueno que pudiera llegarme, ni su idea de la belleza de un mundo condenado a la desdicha... Pero también: en sus textos me muevo siempre entre la atracción y el rechazo, la conexión y cierta repulsión por ese extremismo (culpable?) del sacrificio que no sentiría con Derrida y Lévinas...
Leí con esperanza en La Vanguardia de la rebelión de escritores porque las liquidaciones a los autores no pueden darse a ojo y la indefensión de los autores en este país es asombrosa, y a favor de que CEDRO tenga acceso a los estudios de mercado Nielsen (así nos podrían engañar en unos pocos ejemplares, y no en el 50 por ciento y más, como ocurre tantas veces ahora...). Me estoy planteando volver a Madrid o delegar en alguien para la asamblea de Cedro del 23 de junio, porque es injusta esa total vulnerabilidad. Pueden leer el Manifiesto aquí y reenviarlo a los amigos escritores.
La vuelta en un tren helado, con un aire acondicionado que me impedía dormir, cubierta con mi chal manta que no llegaba para todo el cuerpo, llegar a Sants, sin taxis, con un agotamiento atroz, y una noticia dudosa que me ha hecho dudar de la viabilidad de un proyecto conjunto con Lydia Oliva, pero parece que finalmente el obstáculo no será grave. Y el dolor de mi brazo, que resucita con el cambio de tiempo. Aterrizaje brusco... aunque el clima sea aquí más benigno, echaré de menos los olmos gigantescos y el sonido plateado del viento en las hojas... Resolver todos los pesados asuntos domésticos y ponerme a trabajar.
11 comentarios:
Isabel, me alegro que Madrid te haya tratado bien aunque es gracioso que los que habitan en ella dicen luchar desde hace tiempo por tener una vida digna alli, como tu misma haces por Barcelona.
Asi, Marias en su ultimo articulo.
http://www.elpais.com/articulo/portada/Tengo/razonamiento/elpepusoceps/20090531elpepspor_12/Tes
Te mando animo para este verano que comienza demasiado pronto.
No veo la contradicción, Emmaskarada, yo sé de la furia corrupta inmobiliaria y espantosa del pp en madrid y es que todo este país la ha sufrido y siempre he coincidido con Marías y Azúa en esa queja, y de la estructura intrincada de esa ciudad, pero paradójicamente por el conservadurismo o por lo que sea, la identidad arquitectónica y los árboles se han conservado mucho más que aquí, ellos no tienen plazas duras ni tiran los ediuficios como aquí. Y si a mí me ha tratado bien esa ciudad es por mis amigos, no por los políticos
Que bonito paseo
virtual he podido
hacer leyendo tus
derivas por Madrid!
Me gustaria volver
Y que bien pasarlo bien!!
Es cierto que el calor extremo
de la llanura complica a veces
las distancias y los pasos a
pleno sol...
pero la feria en el Retiro
que bien!
Parque y libros!!
xxx
Gracias, Esther! Sí, nostalgia madrileña de los amigos y los árboles y la historia.
El Prado tiene esas cosas, obras importantes, y menos importantes, pero no por ello menos interesantes. Y bastante aglomeración de público. Lo hace difícil ver cuadros con la tranquilidad que se debería. Y siempre me acuerdo de aquella obra de Bernhard, Maestros Antiguos. Es verdad que quedan calles por donde pasear, frondosas, y lo que se restaura se hace con cierto cuidado..con lentitud incluso. Lo poco que conocí de Weil me pareció siempre algo demasiado teórico, algo rígido, pero interesante. Enhorabuena por la feria. De todas formas, tengo el libro. (no llegué)
iluminaciones.
No sé, para mí, Weil es a veces deslumbrante y otras es Juana de Arco. La idea del sacrificio tiene esa belleza intensa y ardiente, pero también me horroriza, porque como superviviente que soy tengo mucho apego a la vida. Hace años, cuando yo pasaba temporadas en Madrid, los días laborables no había apenas nadie en el Prado! Ahora nunca hay quietud y silencio como antes. Sí, me alegro de que tengas el libro, ojalá encuentres algo en él!
Isabel,
Va ser impossible passar per la Feria el diumenge (vaig ser-hi dissabte a la tarda).
Madrid per a mi és amics i carrer, exposicions i carrer, passejar i passejar... Madrid també m'enxampa, però reconec que normalment només m'hi estic tres dies, com a màxim.
Faré tots els possibles per ser a l'Espai Mallorca, el dimarts vinent.
Salut i llibres, sempre!
SU
Gràcies, SU! Ens veurem a l'Espai Mallorca, doncs, jo ja estic tremolant perquè vaig escriure el meu text fa temps i sempre temo... en fi, me'l miraré un dia d'aquests, per si cas...
De vuelta en Palma de Mallorca acabo de terminar de leer "Si un árbol cae" y "La plaza del azufaifo", tan aparentemente diferentes y tan espléndidos. Celebro que te haya ido tan bien por Madrid y cuídate ese brazo.
Fernando, cómo me alegra que te hayan gustado, puede decirse que los has devorado, o como dice Sagarra, te los has zampado! El otro día apareció Manel Valls en Facebook, seguro que a través de ti... Y sí, fue buena cosa en Madrid...
Gracias, espero que mi brazo vaya mejorando!
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