Foto: I.N. Las flores de R
Anoche había quedado con mi amigo R, a quien conozco desde que yo tenía 16 años. Últimamente sólo logramos encontrarnos cerca de mi cumpleaños y el suyo y nos intercambiamos los regalos del año. Esta vez apareció con ese ramo tan suntuoso. "Me he enamorado de una florista", me dijo, y a juzgar por la destreza y el buen gusto del atadillo y la sensualidad de las flores, ella se lo merece. También me trajo música y yo aproveché que por primera vez unos traductores dignos se han encargado de la versión castellana de unos cuentos de Alice Munro (tal vez que mi reseña criticando la traducción anterior dio en el blanco, a pesar del enfado de los editores), se los compré, y creo que en buen momento, ya que el pobre necesita un respiro tras sus últimas lecturas -Vassili Grossmann, Varlam Shalamov, Littell, Klima, etc.. "¡Necesito algo de intimismo!", exclamó. Y ya estaba leyendo con alivio Una muerte en la familia de James Agee. Fuimos a cenar a una terraza cercana y hablamos de la banalidad del mal y de la ética del buen persianero y yo opuse el matiz de Claude Lanzmann que cita Elisabeth Roudinesco: "No cualquiera es capaz de ese mal". Debo decir que no me gusta Littell, me parece enfermizo, y aunque su libro sea eficaz, disiento de su punto de vista y creo como Ana Nuño que se trata de lo que llaman un "best-séller de calidad" y algo alejado de la literatura. Pero le prometí a R regalarle el libro de Slavenka, por si sigue con su línea de memoria histórica*. E intenté convencerle de que hiciera un blog. Me gusta mucho su mirada sobre las cosas, sus historias de familiares excéntricos en Burgos: creo que le ayudaría a seguir escribiendo y que enseguida crecerían sus lectores.
(* Por cierto, en Polis he hablado algo más de memoria histórica...)
Sigo posponiendo mi tarea de ordenar los papeles de Hacienda, sigo con las galeradas de La plaza del azufaifo, y además, robando tiempo a todo para corregir y revisar mis cuentos, tengo que acabar el texto que leeré para presentar el jueves en Laie la novela de una amiga escritora y editora, que ólo he hilvanado, y me estoy conteniendo para no celebrar aún las buenas noticias sobre mi libro balcánico, que parece haber encontrado su lugar en este mundo; sólo le falta una reconfirmación.
Mi amiga de Austin, recién recobrada de un tornado brutal, me dice que ha ido a la web de Funambulista a escucharme y le ha gustado, dice "He escuchado tu voz y la de VilaMatas, era como tenerte aquí delante, sobre todo tu forma de decir ALLÍ , sólo tú dices ALLÍ así..." Esa idea me hace gracia, mi amigo serbio siempre decía que nadie más decía "conmigo" como yo. Debe de ser algo con la "i", tal vez un acento de mi familia no-catalana o quién sabe.
Me gusta su manera de contar las cosas:
"Aquí, anteayer... al volver de un POTLUCK y ya acostados, Pepe se emperra en refugiarse serpenteando bajo mi cama, casi no cabe, tiene su camino labrado por la esquinilla, yo ponía los pies y le decía: "Pepe, don't be so afraid, what's wrong?" Al poco rato, bolas de hielo del tamaño de una pelota de béisbol entraban por los cristales de las ventanas de la fachada Oeste, los árboles latigaban la casa, la lluvia traspasaba el estuco mojando la escalera, los arboles se caían, todo crujía, y yo, aterrada, gritaba en el pasillo para que Roy y George no se acercaran a las ventanas y se refugiaran conmigo. A twister! Sí, un tornado, pensé que partiría la casa como un pastel o se nos llevaría por los aires. El granizo, qué horror, qué pelotazos, entraban como balas. Los árboles, a mí me impresionó la flexibilidad de algunos, otros se quebraban. Impresionante, acabo de llegar de apilar ramas y pasear por el barrio, aún huele a moho de la tierra levantada por los tótems caídos, robles centenarios. Los árboles, qué pena. Nadie ha muerto, este barrio y esta calle fueron de los peores. No te hablo de todas las reparaciones que tengo que hacer.... Estuvimos sin luz dos días, salí anoche, con la luna y mi celular como linterna, había algo en el aire que a pesar de el cansancio no quise perderme, estaba la luna tras las nubes pero alumbraba, y fui a comprar velas a Fiesta (el súper -24h open- enorme, muy americano) estaba chapado, sin luz. Árboles caídos por todos lados. Hoy y el fin de semana habrá mucho movimiento en el barrio, la gente se vuelve mas comunicativa compartiendo destrozos. Austin se ha quedado sin cristales para reparar ventanas. George acaba de llegar de tres tiendas con los tres últimos tubos de masilla para reparar las ventanas de las dos casas. Me he dado cuenta de lo que dependemos de la electricidad y de lo poco importante que es la casa y el coche que en un santiamén se te los lleva el viento. Espero que el seguro cubra desperfectos. De todas formas estoy con buen humor y ganas de vivir y también de descansar...de arreglarlo todo y de respetar a Pepe cuando serpentee bajo mi cama porque yo me uniré a él..."
Por cierto que una amiga poeta, de cuyo luminoso libro Dónde hablé aquí hace poco, me contesta sobre lo que conté de mi confusión coyuntural, de pequeña, entre la música litúrgica y la fe religiosa, y me cuenta una pequeña historia muy propia de su poética y que merece la pena incluir aquí:
"Mi experiencia 'mística', por ejemplo, se parece mucho a la tuya. De niña creí creer hasta tal punto que en misa dejaba un espacio en el banco para que se sentara mi ángel de la guarda. Pedía que me dejaran limpiar la capilla (yo, que era un trasto) sólo para poder entrar en la sacristía y consolar a una gran virgen de manto azul, preciosa y cursi, que habían desterrado del altar para poner una de madera, angulosa, fría, moderna. Mi primera experiencia poética fue repetir, en voz bajita, 'rosa mística, torre de David, torre de marfil, casa de oro'... "
Esta mañana me desperté demasiado temprano, a las 5.40, la hora del concierto del mirlo más cercano y de los que luego le hacen eco, la hora del azufaifo. Lo malo es que la falta de sueño me produjo una especie de calambre en la cabeza y mi vulnerabilidad de esas horas me hizo pensar: "Oh no, ahora que puedo escribir, ahora que voy a publicar mis dos últimos libros, no quiero morirme de un tumor cerebral..." Y es que la falta de sueño condiciona mi forma de pensar las cosas, intensifica mi impaciencia y me resulta mucho más espinoso distinguir en esa marea extraña de deseo, nostalgia irresistible y melancolía que combina con una rara fruición feliz. Por eso esta noche pretendo no moverme de aquí y descansar.
5 comentarios:
No puedo mirar los noticieros con los desastres de China y Birmania. Escapo de los animales muertos y los árboles caídos. Hace unos meses pasó algo parecido a lo de Austin en Argentina y yo pensé "pobres pobres, ni vidrios tienen para reparar sus ventanas". Ahora se que no es así: también los ricos sufren vendavales, terremotos, incendios. Tampoco a ellos les alcanzan las provisiones.
Hoy no salí en todo el día, tratando de reponerme de un malestar general que incluía muchísima angustia. En medio de todo eso encontré la foto de Daniel que me recordó su cumpleaños -ya me había pasado antes con otros amigos- me comuniqué interpósita persona con su madre, escribí el post y pensé mucho, quizá demasiado y dolorosamente, en los años de juventud en Buenos Aires.
La casa está acogedora. El hoy no es mejor ni peor que el ayer, sí muy diferente.
Cacho, espero que tu angustia se haya desvanecido o que haya encontrado un estatus de preocupación y un cajón donde guardarse para que puedan caber también las emociones agradables. A mí el dolor se me concentra en el brazo y es difícil de soportar, y por otra parte, de no ser por eso, una parte de mí salta de alegría. Veremos...
sí, Cacho, yo estoy igual de impresionada con esos desastres que además suceden en esa parte del mundo que tanto añoro... yo también estoy estos días con cierta angustia indeterminada...
ahora en casa de albértigo, pidiéndole me preste el ordenador un rato,
por eso justamente tan acertado este post poético, me ha gustado mucho el relato de tu amiga de Austin, y ese cruce aquí al reverso con la falta de cristales en Austin argentina, y la invocación poética mística de esa niña que fue tu amiga, quizá no haya más asidero que el relato, que para hacerse vivo, debe ser compartido,
Palabras exactas, esa frase final sintetiza lo que pienso!
Ya le he dicho a Cacho: yo ya no puedo ver las noticias con sonido e imagen porque me afectan demasiado. Las leo y aún así, un día a la semana me escaqueo de periódicos, lo hago sin darme cuenta, me olvido... Ya sé que está todo ahí pero no siempre puedo soportar la angustia... Hace poco volvía a ponerlas, creo que fue cuando Birmania, una mañana al desayunar y me eché a llorar. Creo que ya no me lo puedo permitir.
hoy me compré la vanguardia en búsqueda de las palabras meditadas de Poch, hay un pequeño relato sobre las labores de rescate, esperanzadoras, nada tétricas, te lo pasaré Zbel(la)
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