En las democracias hay que quejarse. "En este país, la gente no tiene costumbre de quejarse", me dice un alemán que vive aquí hace años. "Mi madre siempre está escribiendo a su MP", me dice una amiga inglesa, y siempre le contestan. Otra amiga neoyorquina se ha pasado años escribiendo a Hillary Clinton y a otros demócratas. Aquí, en el Parlament, apenas hay diputados que tengan dirección propia. La gente no está acostumbrada a quejarse, pero tenemos los instrumentos. Cuando se va la luz, yo soy la única de mi edificio que llama a Fecsa, a veces ni siquiera saben que hay una avería. Luego me llaman y me dicen cuánto tardará. Les pagamos de sobra para eso. Al llamar a la Guàrdia Urbana por unas vibraciones terribles de una obra en la calle, me avisaron: "Usted es la única que se ha quejado." Cuando se produjo el redondeo de precios por el cambio al euro, en otros países, la gente boicoteó algunos productos básicos hasta que bajaron esos precios. Aquí, nos quejamos cuando nos vemos, pero tragamos con todo. Los años del franquismo nos han hecho sumisos. Si no habituamos a nuestras instituciones a esas quejas, nunca contarán con nosotros más que como votantes o peor, abstencionistas.
En estas páginas web se puede enviar una queja. Por ejemplo, del horror al que nos someten en los aeropuertos. No cuesta nada, hay que rellenar un formulario y mandarlo. También se puede hacer por email. Te contestan por teléfono (Síndic de Greuges) o por Carta (Defensor del Pueblo), pero recogen tu queja y la estudian. Acabo de enviar la mía al Defensor del Pueblo Europeo. Si hay muchas tal vez se replanteen algo o empiecen a considerarnos ciudadanos en vez de súbditos. Pero si no reciben ninguna, seguirán imponiendo sus normas impunemente.
Síndic de Greuges de Catalunya - El defensor de les persones
El Defensor del Pueblo Español y por email: registro@defensordelpueblo.es
Defensor del Pueblo Europeo homepage y por email: euro-ombudsman@europarl.eu.int
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