Ayer vi un documental de Heddy Honigman sobre la pobreza en Lima, Perú y salí del cine pensando en poner bombas a banqueros y políticos. La película se llama El olvido, tal vez no sea tan redonda como otras suyas, hay un momento tras el genial principio que me desconcertó o me pareció que decaía (tal vez era mi cansancio o la resaca de una alegre celebración improvisada) en cierto momento, pero enseguida fue tomando fuerza y me arroyó, con la lúcida ironía de los que han visto cómo un presidente tras otro les robaban y mentían, y esas imágenes del inmenso barrio de chabolas, de algunas miradas, de los niños malabaristas en la calle, un niño limpiabotas que parece muerto en vida, de las casas por dentro, del público que mira cantar a una pareja de ciegos con karaoke en la calle, del curtidor que perdió todo en la deflación, de los abrazos de una familia pobre-pobre-pobre, qué rabia y desolación de vivir en este mundo, donde los banqueros (es decir, los forajidos, los sinvergüenzas que junto con los políticos se llevan el botín mientras la gente va a la pobreza) -incluso los banqueros norteamericanos que nos han arruinado a todos- reparten beneficios mientras los demás van cayendo y ahora con la deflación amenazan con un robo mayor. Honigman busca en el gesto poético de esos malabaristas, de esos abrazos, de esas miradas, la belleza que hay en todo, pero no idealiza, sólo muestra y escucha, con esa capacidad que le da la memoria de sus padres, supervivientes del Holocausto. Hoy vuelven a ponerla a las 6 o 6.30 de la tarde, en el Verdi, Docs Barcelona es el festival; me gustó lo que dijo el hombre que había hecho la selección de las películas de Panorama.
Yo había tenido una celebración improvisada y vital con Anne Hélène Suárez, V. y Amaia, la directora del festival asiático Baaff, en un lugar donde todo era delicioso, y la conversación (hacer las cosas por la pura pasión y superar esos obstáculos en un país que nunca apoya, los poetas chinos, el hundimiento de la Universidad, la ciudad, la memoria, no importaba sino esa mirada Li Bai-Du Fu) superaba a los quesos, el vino y el jamón. Luego tambaleante me fui hacia arriba y al cruzar la Diagonal ya lluviosa seguía mirando maravillada a mis árboles amenazados por el Gran Talador, como llaman ya los vecinos de Lesseps a este horrible ayuntamiento. Después pasé por el estudio de P., y me fui hacia el Verdi, donde había quedado con Yelena Caterinova. Y fue ella quien se empeñó en arrastrarme a una cena chez James donde Jonathan celebraba su cumpleaños, al otro extremo de la ciudad, y anduvimos por las calles encharcadas buscando un taxi y yo sólo pensaba en cómo escaparía, pues mi ánimo monacal y antisocial de los últimos tiempos ha cambiado mis costumbres y la idea de ir a un lugar lleno de gente (sin un objeto claro, como una conferencia o la presentación de mi libro), aunque sean amigos, me produce unas ganas de salir huyendo a mi templete (mientras lo tenga, porque todo cae a mi alrededor y no exagero). Pero Yelena me secuestró, y acabé allí, y me gustó poder hablar un rato con algunos amigos en aquel espacio tan bonito de Ciutat Vella en lo alto de una escalerita estrecha, aunque no comí ni bebí y salí huyendo antes del pastel.
Unos días antes vi Entre les murs (o La clase) y también me gustó. Me hizo recordar por qué renuncié hace mil años a enseñar a preadolescentes tras una experiencia asombrosa en La Mina que he contado en uno de mis cuentos, me hizo pensar en la diferencia de recursos, cultura y solidez de los maestros en Francia y este pobre país, y la barrera de violencia y resistencia de esos chicos, y el agotamiento y la empatía y el control de los enseñantes, y sus arrebatos de desesperación.
Esta mañana una mujer argentina, mayor, según ha dicho, ha llamado a mi portero automático para decirme que ella y un grupo de gente quería firmar y ayudarme para defender los árboles de la ciudad. Ella ha vivido en Alemania y sabe que allí los trazados de obras respetan los árboles y están indignados.
No sé qué será de mí ni de nosotros, pero cada vez pienso que el único lugar donde no está todo equivocado en este mundo, donde encuentro sentido, donde no predomina el pensamiento único y falaz, es la literatura; la única verdad empieza a estar en la ficción.
10 comentarios:
La verdad esta en la literatura.
Y en la bondad. Y en la generosidad y en la honestidad y en la compasion y en el dolor y en la alegria.
Tu eres literatura hecha mujer.
Huy, gracias!
Me alegro que vaya haciéndose visible la contestación a las atrocidades contra el paisaje verde y arbóreo barcelonés. Todo proyecto urbanístico que no considere el conservarlo debería ser desechado, porque, tiene razón la señora que ha llamado a tu puerta, podría realizarse igualmente la remodelación necesaria sin destruirlo.
Y a propósito de tu sentencia final, aunque también me sirven otros modos de expresión para mi creo que el último refugio es ese, la literatura. Si no pudiese tener acceso a ella me parece me convertirá en un amargado rabioso porque supongo me resultaría bastante difícil el poder reflexionar sobre las realidades con las que me encuentro.
Será un placer escucharos el martes a ti, a Delgado y a tu editor.
Gracias, Eph! A mí siempre me pone nerviosa esa clase de actos, ojalá todo salga bien...
Y sí, a ver si lográsemos parar esos proyectos de una vez!
creí haber dejado un comentario en primer lugar de este blog...
pérdida involuntaria o, como alguna otra vez, contumaz censura?
ojo, que igual se melentiende... no hablaba de una censura tuya, sino de estos extraños misterios de internet que hacen desaparecer las cosas...
Yo nunca te he censurado nada, Dante, pero se ve que te gustaría que lo hiciera porque siempre me estás acusando de eso, y no lo entiendo. No sé de qué mensaje me hablas. A menos que fuera anónimo y lleno de insultos? Aunque hace meses que no me llega uno de esos.
Vaya, me alegro de que no te refirieras a mí, ya me había precipitado en contestar furibunda! Pues no me llegó, he "chequeado" y no hay ninguno perdido en la bandeja...
Nos vemos esta tarde , el libro me esta gustando mucho , voy haciendo pasusas entre entrevistas no leo una e inmediatamente la otra lo cual me permite fijar mas a cada autor .
Me alegro, Francis! Allí nos veremos...
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