
Foto: I.N., Igor M con mi maleta en Belgrado, 2003
Veo unas moscas volando en círculos en la terraza, ante la espera de la gata cazadora y somnolienta. Los mirlos ya cantan un momento por las mañanas y un rato del atardecer. Los almendros han florecido. Es casi primavera, pero las temperaturas de París siguen siendo invernales y a mí me cuesta llevarme el abrigo más pesado para mi viaje relámpago.
Ayer por la mañana fui a esa zona tan espantosa de la ciudad-autopista que propician los arquitectos, a las feas y dudosas Glòries, absolutamente antigloriosas, a reunirme con Ramon Garcia-Bragado, Oriol Clos y el coordinador de los arquitectos de la reforma de la Diagonal. En la mesa había un plano de la Diagonal y en la pared, otro. Garcia-Bragado expuso los motivos de la reforma (pacificar o reducir el tráfico) y las distintas opciones abiertas, que incluyen cortar los árboles, no cortarlos todos, excavar para hacer aparcamientos, hacer un colector, instalar un tranvía sin catenaria... Y la consulta ciudadana entre dos proyectos, que (dijo respondiendo a mi pregunta) no incluirá una tercera opción, la de no hacer esa reforma y dejarnos la Diagonal que tenemos. Dijeron que no querían que la nueva Diagonal cambiara del imaginario de los barceloneses, y que no tocarían las fachadas.
Yo sólo manifesté mi total oposición. No veo que esas obras faraónicas que colapsarán el tráfico durante años, que nos dejarán sin la Diagonal de siempre, la que tenemos para pasear al menos sábados y domingos, la de la diversidad arbórea, vayan a beneficiar a los ciudadanos (sólo a los constructores, arquitectos y quienes cobren de ese cemento). No tengo ninguna confianza, porque en todas partes están quitándonos los árboles, la quietud, el oxígeno, los pájaros, la frescura. Joaquim Folguera está gravemente amenazada (el otro día alguien me escribió de una tala en la plaça Sanllehy), y mientras, se han cargado la plaça Wagner, además de la placita del Barcino y tantas otras, nos han impuesto esas plazas que les gustan a los arquitectos, como Lesseps o la dels Països Catalans, espantosa pesadilla de cemento que arde en verano y oprime en invierno, fealdad pura y sin justificar. También les dije que no entiendo esa mentalidad de promover el coche hasta tal punto de considerar que todos los barceloneses tienen que tener el aparcamiento debajo de casa, en lugar de hacer aparcamientos disuasorios en las entradas de la ciudad y fomentar el transporte público. Dicen que quieren mitigar el tráfico, pero sólo parecen pensar en la industria del automóvil y en las recaudaciones de los aparcamientos. Esa normativa de que toda casa nueva que se construya tenga que tener parking ha destruido Sant Gervasi y tantos barrios, ha logrado llevarse todos los árboles y pequeños jardines que teníamos, ha aumentado la contaminación auditiva y del aire hasta triplicarla, ha ahuyentado los pájaros. A eso no contestaron; no van a modificar su tendencia hacia el cemento que todo lo cubre.
Joan Bordas, jardinero experto y miembro de prestigiosas sociedades internacionales, elogió a la persona que les asesora -no puede ser mejor, dijo-, pero alertó que debían dejarle las manos libres y hacerle caso para que sirviera (generalmente, si el experto dictamina que el árbol necesita dos metros de profundidad, le dan medio metro, y así enferman los árboles y mueren o crecen escuálidos como pasa en esta ciudad). Bordas nos explicó que si siguiéramos a rajatabla las normas alemanas para plantar, en este país los árboles se harían muchísimo mayores que en Alemania, por ejemplo (así lo comprueba él continuamente cuando planta en jardines del país y sus colegas alemanes vienen a ver esos ejemplares), pero como no se hace, son escuálidos y enfermizos. Explicó cómo se trabaja en otros países y lo barato que es con las máquinas actuales que los árboles se planten con un agujero profundo (siempre que no haya canalizaciones debajo) y tengan tierra blanda y no compactada para extender las raíces. Un árbol no rompe el pavimento, dijo, a menos que la tierra esté compactada y no pueda crecer sano hacia abajo. El abogado Borja Querol les habló de la situación de la plaça Joaquim Folguera.
Nos escucharon con paciencia y dijeron que el proceso de la Diagonal será transparente y que se nos informará (a todos los que se interesen por el proceso, supongo) de los distintos pasos. Dijeron que una de las opciones implicaba no tocar los árboles, pero parece improbable que elijan ésa. Pese a que agradezco su voluntad de diálogo o de escucha, yo no tengo ninguna esperanza en ese sentido, salvo la de que no haya dinero para emprender esa horrible reforma, que sólo les beneficia a ellos.
En otro orden de cosas, ayer tuve una alegría con esa página de La Vanguardia Cultura/s que aparece en el post anterior. Me gustó además que la foto incluyera ese espejo, que ya ha frecuentado este blog y que tiene para mí una historia familiar asociada a una película que lo explicaría, pero al contrario. Mitos de espejos y poéticas del terror, pasado familiar y transformación de esa carga en una construcción vital y literaria.
Sigo sintiendo impaciencia respecto a mi libro balcánico. Estoy segura de que el único libro que aborda una guerra organizada y perpetrada por escritores desde el punto de vista de los escritores y que Juan Goytisolo ha defendido (y al que La Vanguardia le ha dedicado un espacio generoso en un momento como éste), tiene que encontrar su eco en los otros medios, radios y revistas o los raros programas de tv. Que algún responsable de esos medios juzgará interesante hablar con alguien que ha pasado cinco años leyendo ficción y poesía sobre la guerra y viajando allí para escuchar a sus autores. Eso sí, frente a los prejuicios de algunos medios de que las guerras pasan de moda o de que hay que olvidarlas sin reflexionar, o que sólo vale la pena entrevistar a taxistas y porteros porque la literatura no puede ser fuente de conocimiento, o que este libro es minoritario, antes de que esa resonancia mediática se produzca, las primeras conferencias empiezan a surgir y yo sigo notando el interés del público, que escucha con una atención concentrada y que desmiente todos esos prejuicios.
Se me olvidaba. Sigo maravillándome y acercándome a Joan Vinyoli todos los días, mientras leo una oscura y troublante novela danesa para La Vanguardia y me preparo para escuchar esta tarde a la siempre interesante psicoanalista Elisabeth Roudinesco.
A partir del lunes 2 en CajaMadrid, todos los lunes de marzo a las 19h nuestro ciclo de conferencias Escritoras y fotógrafas silenciadas (Lydia Oliva - Isabel Núñez). Entrada libre.
Manifiesto arbóreo y firmas aquí (ni caso de la petición de dinero final de la web, nada que ver con nuestro manifiesto!)