martes, 4 de diciembre de 2007

Crónica madrileña

Thomas Cole, The Voyage of Life. Youth, 1848
Vuelvo agotada del feo aeropuerto de Barajas y los retrasos sistemáticos de los aviones, con esa espera tan distinta, llena de un extrañamiento indescriptible, sin silencio, sin vacío, que se produce en esos no-lugares, obligados a compartir espacio con una multitud de viajeros en una opresiva intimidad. La fealdad de ese aeropuerto caótico lo hace todo más agotador (Ayer acabé pensando en aquella idea jodorowskiana de que la falta de belleza enferma... parece contagiosa). Por cierto, que por una vez entré en esas jaulas circenses que allí aún reservan a los fumadores, donde no hace falta encender el cigarrillo para fumar y de donde se sale con la ropa como antes tras muchas horas en una discoteca. Es toda una experiencia. Los fumadores, obligados a verse como los apestados en los que quieren convertirnos, lejos de las hermosas imágenes del cine y la fotografía, es decir, lejos de ese momento de abstracción silenciosa y pensante que es a veces fumar, se reparten como pueden en ese espacio inhóspito y desagradable, donde sólo el humo consuela. Una chica sonreía como yo, divertida ante la escena. Todos fuman, puede decirse que es obligatorio fumar, algunos afortunados nos apoyábamos en las paredes, otros tenían que quedarse ahí en medio, fumando ostensiblemente, señalados por el espacio, castigados como a los niños que les colgaban carteles en los colegios, para humillarles. Otros se divertían con la prohibición, la subversión, la hipocresía de considerarnos apestados en uno de los países más contaminados del mundo, donde no se hace nada contra la contaminación, donde se vitupera al político que osa reconocer que el agua de Barcelona es peligrosa incluso en la ducha). Si no se fuma en esa jaula, ¿qué haría uno allí?
En Madrid, he paseado, con el espíritu de los paseos montañosos y pensantes de Robert Walser (y aún con el poso del magnífico librito que Sebald le dedica, con toda la tristeza y el genio de Walser y la inteligente y admirada escritura de Sebald, y cómo me ha inspirado y dejado resonancias ese breve texto), con nostalgia de otra yo más joven, libre y llameante (a mis veintifú, refugiada largas temporadas en Madrid, gracias a la hospitalidad de mis amigos, que me acogían en sus casas siempre especiales y cuyas conversaciones siempre siempre añoro), y miraba esos árboles mucho más altos, poderosos y densos que hay por todas partes, incluyendo el jardín maravilloso de un cuartel general del ejército (!) Ahí recordé a un amigo que murió, con un espíritu completamente opuesto al militar, altísimo y con un encanto desgarbado y excéntrico que no imagino de uniforme, que hizo la mili en aquel lugar y se pasaba la noche de guardia oliendo rosas, cargado absurdamente con un cétme. Árboles y más árboles desde la Castellana a Recoletos y el Prado, que recorrí andando, los últimos salvados por la baronesa. Por cierto que nadie ha podido salvar los 200 árboles que ha talado Esperanza Aguirre en las afueras, en la llamada Carretera de los pantanos. Y llueve sobre mojado. Si no la paran, con el tiempo logrará casi igualar a nuestro desierto de palitroques, esos finos arbolillos pelados que según nuestros políticos municipales, convierten a Barcelona (sólo en sus sueños) en la ciudad con más árboles de Europa, gran ironía. De momento, el patrimonio arbóreo del urbanísticamente caótico Madrid es muy superior al nuestro. Y otra cosa les envidio y es su afición a conservar edificios antiguos. En Madrid (que tiene zonas terribles, construidas a lo bestia), hay barrios enteros donde apenas se han tirado edificios del mil novecientos y que se conservan muy bien. Hoy he estado en uno de esos lugares. Pese a todo, mis amigos madrileños se quejan de la cantidad de grúas, obras y desaguisados, y eso que pasó la peor parte de ciudad desventrada durante tres años por el horrible partido popular, que sigue enseñoreándose de la ciudad. En la Fundación March vi una exposición maravillosa, que aún resuena intensamente en mi mente. La abstracción del paisaje. Del romanticismo nórdico al expresionismo abstracto. A veces, las imágenes melancólicas y ensoñadas de aquellos cuadritos nórdicos preciosamente enmarcados me sumergían en la atmósfera de Melmoth el Errabundo de Maturin, era como pasear por la religiosidad extraña y los sueños románticos y góticos revisitados, la luz, y al mismo tiempo pescar (ayudada por la visión rápida de Lydia Oliva) las pistas e inspiraciones modernas y contemporáneas en ellos, en la cantera cercana a Krippen de Caspar David Friedrich, o el Giacometti entrevisto en el bosque de Carl Blechen, o el misterio sutil de los cuadros de Johan Christian Clausen Dahl (mi revelación, no lo conocía, ni a Blechen!) O Cozens. Además, una serie completa de Turner, de Constable, las profecías y lo sublime en Cole y en Church (oh, hay un cuadrito sorprendente del americano Cole, a plumilla, titulado El diablo arrojando al monje desde el precipicio.... Un dibujo a tiza de Van Gogh de las raíces de un árbol, que yo nunca había visto, espléndido. Insólitos Munch. Prometo escanear algunos del catálogo (no pude resistir la tentación) e irlos poniendo aquí, si lo consigo. ¡Un crisantemo de Mondrian, a lápiz o a carboncillo! Fogosos Emil Nolde como estallidos de color anímico, espíritus cromáticos. La verdad es que los espléndidos Rothkos palidecían al lado de aquellas pinturas románticas ardientes de genialidad y capaces de transportarme a otro tiempo. O bien se hermanaban (la afinidad entre Rothko y Church es espectacular, pero la espiritualidad de la época de Church -o su nombre- frente a la desacralizada época contemporánea...) Salí de allí soñando en otras épocas, incluso le pregunté a mi acompañante en qué época le habría gustado vivir y me respondió que dudaba entre el XIX o la época de entreguerras del XX.
De allí nos fuimos corriendo al hotel, pues iban a recogernos para dar la conferencia. Antes de entrar pudimos ver la exposición de Camille Claudel, en la Fundación Mapfre y que luego irá al Musée Rodin. Impecablemente montada, llena de la melancolía de su rotura y de su evolución y de cómo creció su vulnerabilidad ante el horror de Rodin y fue presa de los espíritus. Y su extraña presciencia dibujando escenas de manicomio antes de entrar allí. Las piezas pequeñas de terracota, estudios de esculturas grandes, cabezas apegotadas, figuras entrelazadas, entre la locura, la tristeza sensual desgarrada, a veces reminiscente de Kathe Kollwitz, pero con una sutilidad particular e inteligente, con esa extraña agudeza mental de la psicosis, y su caída, su desesperación por vender, que la llevó a hacer intentos comerciales. Pero para mí, lo grande y la lisura de lo acabado en bronce o mármol o combinando varios materiales no puede competir con lo pequeño y rugoso y sutil, la terracota y los dibujos. Vista toda esa hermosura troublante, nos fuimos a conferenciar.
Teníamos poco tiempo. Íbamos a concentrar en una conferencia lo que iba a ser un ciclo. Y pese a todo, lo logramos. Si fueran hombres. Escritoras y fotógrafas en el olvido era nuestro título. Yo había podado tanto mi texto que no podía ser más breve (recordaba aquella conversación de Woody Allen y Scorsese, en que Scorsese decía que cada vez le salían películas más largas y Woody Allen que, en cuanto sacaba la tijera, se quedaba sin película! Un poco como el coup de canif de Giacometti que siempre cito...). Pero me gustó la combinación del relato fotográfico de Lydia Oliva junto con mis tres escritoras. Me gustó escuchar la historia bien contada y tan interesante de sus fotógrafas viendo las imágenes que tan atinadamente había elegido, la Nueva York que ilustraba a dos de mis escritoras y las extrañas y sutiles composiciones vegetales y acuáticas de su tercer personaje. Tal vez fui radical en mi texto, al menos para ese público. Pero al acabar, vinieron a felicitarnos algunos asistentes, gente culta y amable y agradecida. (También nos increpó una señora, aunque luego supimos que increpa a todo el mundo, esos personajes lunáticos que aparecen en casi todos los lugares públicos: parece que estaba furiosa porque con su nivel, no podía seguir y nos regañó mucho, levantando la voz, diciéndonos que la habíamos estresado). Cuando se publique el texto de mi conferencia, ampliado, lo incluiré en mi blog de artículos.
He podido ver a una amiga especial de siempre, que vino a la conferencia y a quien una vez, en Ibiza, una joven sibila parecida a Cher (pero al natural), le dijo acertadamente que siempre sería un jardín para sus amigos. Y así sigue siendo. Es difícil explicarlo de otra manera: su mezcla de humor inteligente, consejos de una sagesse muy particular, su luminosidad física y su apoyo mercuriano y crítico son siempre como entrar en la sombra fresca de un jardín inglés para un alma acalorada y sedienta. Hoy me ha ofrecido un té chino delicioso en su casa y hemos ido a comer a un lugar agradable mientras reanudábamos nuestra intensa conversación, prolongada a través de los años. Mi otra amiga madrileña desde tiempos antiguos cayó con fiebre alta y se sumió en ese estado tan bien descrito por Virginia Woolf en su Estar enfermo. Yo siempre me acuerdo de su vieja casa de la calle Moreto, y de la habitación que me dejaban a mí, frente a la chimenea aún con rescoldos, y de la bañera de las mañanas y aquel barrio tranquilo y antiguo cerca del Botánico donde tanto soñé, en la época en que escribía o proyectaba escribir para la cuidada revista Poesía. En cuanto al tercer amigo favorito de esa época, al que veo mucho menos de lo que quisiera, y que me acogió en las múltiples casas de su nomadismo de entonces (Morería en especial) ya no vive en Madrid, aunque sé que hasta hace poco tenía al menos un pied-à-terre allí, pero esta vez no pude (o no osé) encontrarle a tiempo.

9 comentarios:

Miroslav Panciutti dijo...

¡Qué envidia! ¡Que viajito tan bien aprovechado! No sabía la exposición de la March que citas; ya he comprobado que dura hasta mediados de enero; a ver si tengo ocasión de darme un salto antes de su clausura. Justamente hace un par de días estuve en un debate profesional sobre la intervención paisaística plagado de referencias a pintores. Por cierto, no conocía a Church y me ha sorprendido el emparejamiento con Rothko.

Me llama la atención que te parezca que en Madrid hay más preocupación que en Barcelona por la conservación de los edificios. Yo no habría dicho eso, pero también es verdad que soy mucho más de Madrid que de Barna y quizás uno tiende a ver más los defectos en lo más cercano y a envidiar lo ajeno. No sé. Un beso.

Belnu dijo...

Ese emparejamiento de Church y Rothko sólo se debe a Rosenblum y a la particular mirada de esta exposición que le homenajea.
No creo que en Madrid haya NINGUNA preocupación por los edificios, pero es la paradoja o el revés de un fenómeno de conservadurismo general, que en Barcelona ha llevado siempre a la renovación, al precio que sea. La actitud aquí ha sido considerar que había que cambiar, renovar, que sólo los declarados monumentos debían preservarse, y esa arrogancia ha acabado tanto con edificios en otra época como cafés, tiendas, bares emblemáticos, locales maravillosos, que luego, en un requiebro kitsch, a veces se intentan recrear desde el presente, un horror (véase salón Rosa, etc). En Madrid ni se lo planteaban: lo de siempre era lo que valía, los cafés de siempre, los restaurantes tradicionales, las tiendas de siempre.
Ahora la mafia inmobiliaria se abre camino en ambas ciudades y las arrasa, sólo que allí de otra manera. Construyen alrededor, talan bosques, ellos tienen alrededores donde crecer, y por eso, hasta ahora, se ha mantenido la ciudad por dentro, que es mucho más caótica, que no tuvo un ordenamiento Cerdà, etc. El tráfico allí es horroroso, la doble fila, la extensión de la ciudad...
En Bcn no hay alrededores, y está limitada por mar, etc. Y no hay conservadurismo ni actitud de preservación. Tal vez, como dijo Saviano, sólo mafia napolitana y rusa invirtiendo en la construcción y administradores corruptos y partidos que se financian de eso. Y lo peor es que ningún partido existente lo haría mejor. Ya no existe izquierda, ni nadie en la política con una mínima conciencia.

Dante Bertini dijo...

Qué ciudad con espacios tan bellos! Una pena que tu defensa del fumar me haya estropeado un poco el compartir contigo ese paseo por Madrid que estoy posponiendo desde hace meses...
Insisto: ese olor que llevas en tu ropa al salir del fumadero es el que no quiero para mí, no fumador, y, desgraciadamente, el que debo soportar, sin derecho alguno a la protesta, no sea cosa de que se me acuse de fascista, tan en boga.
Hoy mismo he desistido de pasarme un fin de semana con gente encantadora en una casa muy agradable porque no quiero estropear mis pulmones, ya muy sensibles, con la nicotina ajena, que mira por dónde, no elijo consumir.
Sí: todo está poluído, hasta el agua que nos dan a beber estos cabrones, pero eso es posible gracias a la falta de olfato, y de otros sentidos, de los millones de intoxicados que por allí deambulan.
Muchos de los adorables astros del cine que fumaban en los momentos más glamourosos, murieron de cáncer de pulmón. Tampoco a mí me gusta usar preservativos, era mucho más cercano el contacto de la piel, pero antes no había sida y ahora sí. Antes se fumaba tabaco y ahora se fuman drogas anónimas, sin nombre, pura química...
Te mando un beso. Siento hablar de esto y no de pintura o arquitectura. Cuando dejé de fumar, al borde del colapso final y con gran esfuerzo, me prometí no callar frente al tabaquismo, que todo lo ensucia, que todo lo enferma, que todo lo afea.
Y en cuanto a la cantidad de árboles de Barcelona, habrá muchos, pero casi todos nuevos y raquíticos, mal cuidados. Los grandes ya se los han cargado para hacer muebles, supongo.

Gladys Pinilla dijo...

Que bonitas cosas cuenta siempre. Aunque no las comprendí muy bien pero son igual muy lindas como lo es usted.
Yo tambien ya me regresé de mi viaje a Barquisimeto de la fiesta de mi ahijada.

Belnu dijo...

Cacho, te contestaré en el siguiente post, hay algo que me falta explicar de ese tema, para posiconarme, aunque nunca estaremos de acuerdo, pero aquí veo que no queda claro lo que yo digo... a mí tampoco me gusta ese extremo, ni el otro...

frikosal dijo...

Al final de una tarde complicada, por fin 5 minutos de tranquilidad para escribir un comentario !

Asi que en la capital de la capital estabas, mirando exposiciones y dando conferencias, que bien. Es cierto que en Madrid hay mas arboles pero a mi personalmente (en general) me gusta mas Barcelona por varias razones.

Alguna vez me han dado lastima los fumadores enjaulados en ese cristal del aeropuerto. La primera vez que lo vi en estados unidos hace ya bastantes años pense que aqui nunca llegariamos a lo mismo. Te dejo con tus imagenes hermosas de fumadores y no insisto en el tema.

Comento un poco del agua. Ese rio, el Llobregat, también nos abastece aqui. La contaminacion se genera aguas arriba (creo saber donde) y tambien debe afectarnos, supongo, aunque ni siquiera se menciona. Cuando llega al mar, forma un modesto delta al lado del aeropuerto. Y alli esta una de las reservas de fauna mas importantes del litoral mediterraneo peninsular. Los increibles martines pescadores y los extravagantes avetoros (ya extinguidos en casi todas partes) nacen viven y mueren en esas aguas con dioxinas. Periodicamente se oyen voces que reclaman desecar los ya exiguos humedales para extender los poligonos industriales y el aeropuerto. La supervivencia de estos pobres animales y la nuestra parecen estar relacionadas, al menos por el agua.

De todos modos, para ser un poco optimistas: la crísis industrial de los 70 y las depuradoras de los mejoraron un poco la calidad del rio.

Escanea esos cuadros que te gustaron, por favor.

Belnu dijo...

Una cosa son los árboles y los edificios antiguos y otra son las dimensiones, la estructura y el trazado, claro... a mí me gusta(ba) Bcn por el mar, por la ciudad romana, por sus dimensiones y geografía, las montañas y los ríos que la enmarcaban y su antigua arquitectura. Ahora la veo degradarse con tristeza y rabia, precisamente porque le tengo afecto, porque era mi favorita.

el objeto a dijo...

sí, qué buena idea escanear algunos de esos paisajes e ir compartiéndolos en este espacio, porque se hace fácil seguir el paseo. Yo me quedé traumatizada viendo la semana pasada esas jaulas de fumadores en Barajas, adhiero a jodorwski, la falta de belleza enferma y hasta mata!)
Bien por esas escapadas madrileñas!

Belnu dijo...

Gracias... He escaneado el del monje arrojado por el precipicio, pero lo haré con otros también...