miércoles, 5 de diciembre de 2007

Estela del paseo madrileño y del humo

Thomas Cole: The Devil Throwing the Monk from a Precipice, s.f.

Me faltó decir que en el primer y largo paseo por anchas aceras sin bicicletas y bajo árboles altos que dimos Lydia O. y yo por la Castellana hacia la Fundación March, en una esquina no sé si de Gregorio Marañón, vimos unos carteles del Museo Lázaro Galdiano, con cuadros espléndidos de El Bosco y de Goya que nos paramos a contemplar, completamente fascinadas. Las meditaciones de Juan Bautista, con un cuerpo enorme, echado con una nonchalance absolutamente pagana, tan agradablemente en la hierba, rodeado de esas extrañas cosntrucciones como ensoñaciones y muy contemporáneas (como dijo enseguida L), una planta fantástica y de gigantesca flor, meditando... Y el archiconocido Aquelarre de Goya, qué sensación gozosa poderlo mirar de cerca otra vez, aún en forma de carteles en el muro, que yo, por mi embrutecimiento (como diría ella), casi miraba como frescos... Al día siguiente intenté ir al Prado, esta vez me recorrí toda la Castellana, ya sin torcer, desde Cuzco hasta llegar a Recoletos, pasar la fuente de Neptuno (recordando cuando el Gernika estaba en el Casón del Buen Retiro y yo me hospedaba en Moreto y andábamos mucho por el Retiro y entrábamos en el Botánico y tres de mis amigas eran restauradoras del Prado: una de ellas restauró Las Meninas bajo la dirección de John Briley, años más tarde, y ahora ninguna de las tres restaura, una pinta y estudia, la otra viaja y traduce y la tercera viaja mucho a África por su trabajo en una ONG), pero entre la ampliación, la exposición de Velázquez y los tiempos que corren, había una cola larguísima. Me situé al final resignada, pero detrás de mí, dos chicas decían auténticas estupideces que habían oído sobre Warhol (tuve que contenerme para no corregirlas en plan rottenmayeriano), y delante, un trío de amigos hablaba sin vocalizar y sin vocabulario, prácticamente haciendo ruido y sin decir nada. Empecé a pensar en la falta de inversión en la educación, en el informe Pisa, en el empobrecimiento del lenguaje y pensé que no resistiría. Así que llamé a mi amiga María y me salí de la cola. Ella, que tiene muchas reservas con El Prado (no como yo, que recuerdo con felicidad una pequeña exposición de Caravaggio, paseos solitarios viendo sólo Velázquez o sólo las negras de Goya), me sugirió que fuéramos a la exposición del retrato moderno en la pintura española, en la Academia de Bellas Artes, así que enfilé Alcalá arriba. Fue entonces cuando me encontré fotografiando los árboles inmensos de unos jardines a través de una reja (semejante bosquecillo no existe en nuestra ciudad, digan lo que digan los políticos municipales, aunque si está allí se deba a razones perversas; de todas formas, aquí teníamos nuestras versiones mediterráneas, que nos han ido quitando y borrando con cemento; y ahora van a por el Tibidabo), ¡y resultaron ser del cuartel general del ejército! Pensé que me darían el alto, aunque no me encerraran en unas mazmorras como a Alexandre Cirici, que lo dibujaba todo, y anotaba las combinaciones de colores que llevaban las gitanas en su indumentaria, le pasó cuando se puso a copiar un edificio sin saber que era una sede militar, en años tumultuosos (y sólo le salvó ver pasar a un amigo por su ventana a ras de suelo, para que avisara), pero por suerte no me vieron los soldados, apostados en otra puerta. Lo malo fue que al llegar, descubrí que la exposición del retrato ya se había terminado.

En cuanto al humo, lo pensé cuando en el hotel, pedí habitación de fumadores, por si acaso sentía deseos de fumar, y al entrar me sorprendió que oliera como si alguien hubiera pasado la noche fumando sin tasa. Por un momento pensé con horror que no pudieran abrirse las ventanas. Pero sí que se podía, y eso hice pese al frío. El olor a humo había impregnado tal vez las cortinas o la alfombra. La cuestión es que no fumé, y es que a pesar de que la prohibición excite mi rebeldía y mi deseo de fumar, yo estoy situada en un lugar intermedio entre los fumadores y los no fumadores. La experiencia en la jaula de castigo del aeropuerto me pareció definitiva: era lo contrario a ese pequeño placer y fruición momentánea y abstraída que para mí es fumar. Sigo pensando que Derrida y Roudinesco tienen razón cuando hablan de esas leyes (en ese momento eran sólo americanas) y concluyen que no se debe reglamentar así la vida cotidiana y que habría que encontrar otras maneras más flexibles. Ya sé que el tabaco no es bueno, pero no creo que, como yo fumo, a mis dosis homeopáticas de tabaco, sea tan malo. Y en cambio, estoy segura de que talar árboles y rodearnos de cemento y obligarnos a ducharnos con ese agua cancerígena de Barcelona y usar detergentes y estar rodeados de materiales tóxicos en la construcción y de vibraciones y ruido es malísimo. Pero me di cuenta en la jaula de fumadores: allí, la gente entraba a aliviar su mono. Yo estoy en un lugar intermedio, ¿una twililight zone?, algo que no existe ni se puede clasificar.

En cuanto al cuadro de Thomas Cole, a mí me transporta, veo en él el espíritu de la novela de Maturin, pero también Bulgákov y Tsvietáieva y todas las novelas donde el diablo era un personaje (excepto Doctor Fausto, que se me atragantó por alguna razón hace muchos años y nunca retomé).
Por cierto, en mi otro blog, artículo del Avui sobre el azufaifo, donde, por esas malas interpretaciones periodísticas, me llaman "líder del movimiento vecinal" (ni yo soy líder, ni existe tal movimiento... A veces me preguntan: ¿Usted dirige la plataforma para salvar al azufaifo? Y yo: no, no, no hay ninguna plataforma... Les cuesta creer que aquí reine el viejo individualismo, no ese individualismo de la sociedad de propietarios americana, sino el de los individuos que intentan pensar por su cuenta...!)

16 comentarios:

el objeto a dijo...

me gusta esa sensación tan "actual" que aparece a menudo observando cuadros y pinturas antiguas y de otros tiempos, su capacidad para traernos a lo más profundo de nuestro presente, como en una especie de intensa meditación zen, el aquí y el ahora de todo lo que uno es capaz de actualizar y sentir,
como ese diablo tirando al monje al vacío,
así me siento yo un poco hoy, siendo el diablo y al mismo tiempo el monje, cayendo, cayendo...
Se echan de menos esos museos por nuestra ciudad!! Así que gracias por la generosa crónica

frikosal dijo...

Recien duchado estoy en el agua con las dioxinas de toda la vida, que ahora son noticia. Hace tiempo hice una foto en lo que supongo es el lugar de su origen: aqui.

Curiosa esta escena del monje y el diablo. Goya y Bosco, aqui estamos de acuerdo. Sobre lo de Pisa (o es PISA?): Aqui no hay ninguna clase de riqueza natural, ni agua pronto tendremos. Si no se invierte en capital humano, en crear una inteligencia, ¿de que vamos a vivir? Hablando de esto en una reunion con un representante del ayuntamiento, el sentado en la mesa presidencial y yo uno de tantos presentes en la sala, el tipo me llamó "Demagogo". El a mi.

Hablando de Goya, viste esto?

Borges dijo en privado que "La isla del tesoro" es muy superior a "Fausto". No he leido Fausto.

En Madrid uno levanta la vista delante de cualquier edificio imponente y resulta ser un cuartel general o una real academia de bellas artes o una biblioteca nacional (con los libros ocultos). Todas esas cosas, junto con los horarios de las churrerias y la prensa que se lee por las calles, me sorprenden y maravillan, al ser yo un doblemente provinciano contribuyente.

frikosal dijo...

Ostia, sempre em deixo lo del correu. Bon dia.

Dante Bertini dijo...

querida isabel: no tengo socios tan prestigiosos como Derrida y Roudinesco para apoyar mi teoría sobre el tabaco: prohibición total en TODOS los lugares públicos, defendiendo el derecho de los no fumadores a enfermar de otras cosas elegidas por ellos.
Y envidio auténticamente esos paseos suyos por lugares arbolados. Sigo sin desprenderme de las imágenes verdes de "des invalides". Me permite soportar este paisaje de pozos y escombros, adornado con patéticas lucecitas de colores.

Belnu dijo...

Síii, Objeto a, yo también me sentí los dos -monje y diablo, empujando y cayendo- cuando vi el cuadrito diminuto en su marco y con su pared silenciosa... Y qué felicidad asomarse a todo eso.

Belnu dijo...

Sí, vi tu entrada goyesca, Frk, y creo que te dejé comentarios allí... Ya sabes que coincido contigo con lo del agua...
Cacho, sé que eres muy radical (casi esperaba leer Pena de muerte para los fumadores que osen fumar), pero tus descripciones de lo que te rodea, los trozoss verdes parisinos que llevas encima y las historias de tus abuelas me gustan tanto... A ver cuándo volvemos a aquella ociosidad de los desayunos no-navideños

Belnu dijo...

Y sí, comparto el entusiasmo de Borges por La isla del tesoro. Yo siempre tengo en algún rincón de la cabeza esa escena de la canción -podría decir que me imagino como uno de ellos- de los hombres-piratas bailando sobre el ataúd del muerto con una botella de ron, me encanta: Fifteen men on the dead man's chest-- ...Yo-ho-ho, and a bottle of rum! Además yo adoraba a Stevenson, hay tantas cosas suyas que me encantan... aquellos hermanos de El señor de Ballantrae!

JML dijo...

Madrid me recuerda siempre al andén de una estación de paso. Es una ciudad que uno ve como en un escaparate. Pasa delante de nuestros ojos a una velocidad indeseada. No sé cómo será para un capitalino. La última vez que estuve allí, va para tres años, me pareció una leprosería o una parada de monstruos. Había cojos, mutilados y paralíticos arracimados a las puertas de El Corte Inglés, todos sonrientes y llenos de gracia, como salidos de un disparate de Goya. La próxima vez que vaya evitaré esas calles, optaré entre resistir las lenguaraces colas de El Prado o encadenarme a los árboles de la baronesa… si para entonces no los han talado.

Un abrazo

Belnu dijo...

Es gracioso que lo digas porque años atrás, a mí siempre me sorprendía esa afluencia de la corte d elos milagros que se veía en la calle. Ahora Barcelona, aunque no tiene esos tan castizos, se ha llenado de cientos de rumanas con bebés alquilados o sin ellos, que piden o hurtan a las viejuzas en la puerta del supermercado, yonquis que piden o venden kleenex, los que dormitan en la acera con sus perros sucios, africanos que venden cerveza con un hola, un par de indigentes agresivos locales que te insultan si no les das (yo siempre elijo y le doy a uno al día, como aprendí en la India, así escojo los que no me insultarán) y tantos otros... Pero yo siempre he sido bien acogida allí por un Madrid antiguo, que fue republicano, por los recuerdos de mi abuela perdida, por la chimenea de mis amigos, por las fiestas de entonces, por la lengua, y lo sigo viendo brillar en medio de la parte oscura y desagradable.

nomesploraria dijo...

Envidio los árboles de Madrid, pero no el caos de coches. Envidio también los cafés y las viejas casas de comidas. Aquí desaparecieron hace tiempo y no sólo de Barcelona.

No entiendo el consumo masivo de arte.
Ese interés repentino.
Recuerdo el museo d'Art Modern en la Ciutadella, siempre vacío, maravilloso. O la colección del monasterio de Montserrat. Pocos saben que allí hay un Caravaggio.
Me gustan los museos pequeños.

Me pone nervioso escuchar conversaciones ajenas: en los restaurantes con mesas sin apenas separación; en la salida de los cines cuando la gente expresa sin pudor su juicio sobre la película.

El diablo de Bulgákov. ¿Recuerdas su nombre? ¿Voland?

Belnu dijo...

A mí también me gustan los museos pequeños, y sobre todo, vacíos y silenciosos. La gente que no lee o que lee estupideces ahora también va al museo. Para mí iba todo junto. Y nadie les dice que hay que bajar la voz, en el museo y en las colas y al móvil et partout. Tengo un amigo que va diciendo Shhht! con gran autoridad y como tiene el aspecto que tiene, le miran con odio y bajan la voz. Yo le envidio porque lo consigue.

Belnu dijo...

Y sí, era Voland, yo lo olvidé y creo que tú me lo recordaste hace un tiempo

Anónimo dijo...

Desde luego , de pasar a la masificación de asiduos a exposiciones, hay un trecho y unas razones, más que evidentes, medios, publicidad, prensa... Pero la ausencia de visitantes no es tampoco aconsejable, como sucedia en otras etapas de estos museos únicos, aunque a algunos nos sea evidente; que la contemplación de arte, deba hacerse como quien asciende a una cima y desde allí observa el paisaje, no está demás que el arte en general entre aunque sea a veces sin preparación previa, como con calzador, cosa que por otros medios sería casi, y sin el casi, impensable. Me han interesado tus visiones de estas obras, aunque hay veces, que se queda uno con pocas palabras ante ciertas obras.
impromptu.

Belnu dijo...

Gracias, Impromptu. Ya sé que es mejor que la gente vaya a los museos, la lástima es que vayan como hordas ruidosas y sólo a lo que sale en la tele, sin entender ni contemplar, en ese mundo sin silencios ni reflexión que se extiende por todas partes. No entiendo tu última adversativa, no sé si quieres decir que no debería decir nada frente a esas obras o que he dicho poco, o que tú te quedas sin palabras y crees que es mejor callar...?

Anónimo dijo...

No, quería decir que, ante ciertas obras el entendimiento y el feeling" es suficiente a veces para apreciarlas y explicárnoslas, y que nos faltan palabras, siempre al acecho.
hoy, tal vez hacen falta más que nunca, esas palabras esclarecedoras...
impromptu.

Belnu dijo...

Ah, gracias por la aclaración. En cualquier caso, mis palabras no, puesto que yo sólo describo y como máximo explico alguna sensación, pero no pretendo explicar lo que son las obras, no podría...