A pesar de las advertencias he cruzado la ciudad. Por el camino he visto árboles caídos, primero aligustres, luego una altísima y preciosa palmera de la Diagonal y amargamente he pensado, como Cacho, que el viento (hijo del cambio climático) les ahorraba trabajo a nuestros políticos municipales arboricidas. En Le Monde he visto imágenes de árboles gigantes quebrados (allí crecen árboles de verdad, los dejan vivir a sus anchas, sin apretujarlos en alcorques diminutos ni someterlos a escabechinas, como aquí, pero el calentamiento llega a todos). James B. me ha mandado un artículo del Time magazine que habla de la muerte masiva de árboles en Norteamérica debido al calentamiento global. Pero yo andaba azotada por el viento, que me recuerda a mi niñez en Figueres, cuando iba al colegio tocando las paredes de las casas para no salir volando como la niña del cuento, con mi abrigo demasiado grande, y me tapaba los oídos porque al pasar cerca del matadero oíamos chillar a los cerdos y a mí me parecía que había algo triste y prisionero que compartíamos.
¡Prisionero! Como era este país en el franquismo y como recuerda brillantemente la exposición de Joan Rabascall en el Macba. Alguien me discutió ayer que yo quisiera ver esa muestra "menor" en lugar de visitar lo realmente importante y con enjundia que fue la exposición anterior. Pero yo creo en la subjetividad, le dije, y lo poco que había visto de Rabascall -que me recordaba un poco a aquella poética urbana e irónica callejera y arrancada de Villeglé, de Restany y de Hains- me despertaba ecos que quería explorar. Y en efecto, es ese brillo de la mirada del artista interpelado por las imágenes fragmentadas de los medios de comunicación, por la obscenidad que une sin reparos la sangre y los lodos -dijo Marx que el capital venía al mundo respirando sangre y lodo por todos sus poros, lo citan en Babelia hoy, ahora que la venta de sus libros ha aumentado en un 300% en Alemania- con la fragmentación erótica del cuerpo femenino, labios que sonríen como aquellas vallas de anuncios gigantes de chicas sexies en la destruida Sarajevo, eslóganes publicitarios que nos interpelan irónicamente descontextualizados, poemas visuales como entradas de diccionario, en medio de un mundo sufriente, dirigido por tramposos, un mundo que tiembla. Y la belleza ahí en medio, como pedacitos de mundo, como nuestro reflejo en los añicos de un espejo, como los sobres de cartas lejanas, con caligrafías que reconocemos, revueltas en pensamientos. Me ha agitado interiormente una proyección triple (¿demasiado grande?) que unía reportajes pornos de Interviu con imágenes del país en el tardofranquismo, como lo llaman, la época deprimente del destape con aquellos políticos tan feos -Fraga entre ellos- y tristemente dictatoriales, con olor a naftalina y a cadáveres y a censura y a curas perversos y a pobreza de espíritu. En ese momento he pensado con tristeza en el país del que venimos, en el peso excesivo, terrible del pasado en el presente (al lado había carteles del Psuc con aquella tipografía de finales de los setenta), en que Franco lo dejó todo tan atado y bien atado porque la democracia sin educación no funciona y porque queda aquí un miedo terrible, un horror no sólo a la guerra sino a toda discusión (V dixit), a todo enfrentamiento reflexivo, y la gente no sabe que se puede disentir sin ser el enemigo, oponer, objetar, pensar distinto sin que eso suponga guerrear e insultarse. Era gracioso -y siniestro- ver aquellas miniaturas de programación de la radio y la tele en el franquismo, aquella pobreza, aquella penuria mental, la crónica del pequeño y sangriento caudillo pescando, y aquel ridículo pensamiento oficial... Aquellos fangos trajeron estos lodos, he pensado de pronto, con desaliento. Tal vez, he pensado entonces, sea yo ya una de esas viejuzas que se entristece por cualquier cosa, tan lleno de fantasmas está ya mi mundo, donde la memoria pesa más cada día. Pero me gustaba mucho el resto de piezas, un paseo suyo como el mío en el viento de hoy, poblado de fantasmas y de interpelaciones y del peso de la historia.
El otro día pasé por la que fue casa de mi padre y por alguna razón extraña (paso otras veces e incluso saludo su espíritu con un ademán falsamente distraído) se me clavó como un cristal, como en el cuento de Andersen, pero mientras tosía, en la Farmacia (donde comprábamos su morfina) vi un anuncio: "¿Se imaginan un mundo sin tos?" y me reí de mí misma y de la proximidad de la muerte.
No, la muestra de Rabascall no es para mí menor, sino que muestra un corpus de obra y una trayectoria coherente y sin concesiones, como ya me dijo L.O, pero también poética y sugerente y llena de guiños y aristas, que recuerda y muestra con su ojo crítico cómo ve el mundo y de qué país venimos (lección de historia reciente para todos esos olvidadizos y arrogantes que ahora se rasgan las vestiduras ante lo malo que fue el comunismo y aplauden al final de La vida de los otros, compadeciendo a aquella pobre gente, sin darse cuenta de que aquí mataban y torturaban y encarcelaban a la gente por pensar distinto y ni siquiera teníamos como ellos el colegio gratuito, como el transporte y el teléfono) o el troceado carnal y agresivo del cuerpo de las mujeres, esos pedazos que me inquietan en los periódicos o me pinchan al andar por la calle, como un mensaje que nos descabezara.
Quien ayer incomprendía mi interés por esa muestra tampoco aprecia -o no confía, ya que nunca me ha leído- lo que yo escribo, tiene una tendencia a aleccionar(me), a reconducir al mundo por su camino recto y sin meandros. Yo vivo en los meandros. De mi Crucigrama dijo que no lo compraba porque temía que (lógicamente) no le gustara. Añadió que no comprendía mi proyecto balcánico y finalmente me preguntó cómo podía hacer ese libro sin hablar serbo-croata. También sugirió que yo lo hacía ¡por un hombre! Tal vez le costaba imaginar que alguien como yo pudiera tener otra clase de motivaciones. O talento. O capacidad para hacer nada que no fuese mecánico. Por sus comentarios concluí que teníamos intereses distintos, lo cual tiene su lógica, pero ¿por qué entonces le irrita que me interesen las exposiciones que él detesta y que me pierda las que le entusiasman? En el arte y en la música, a mí me interesan cosas distintas que a él. Pero yo sólo soy una intrusa. Tal vez por eso de nada me sirve que el discurso ideológico me sea cercano si la forma de llegar no me toca de alguna manera. Seguramente él querría aconsejarme que dejara de escribir y me limitara a traducir o a leer esas cosas importantes que ignoro.
The only wisdom we can hope to acquire
Is the wisdom of humility: humility is endless.
(T.S. Eliot, esta vez citado por Vinyoli)
Yo he seguido andando, ya fuera del museo. "¡Resistid!" he pensado alegremente mirando a las sólidas palmeras erguidas junto al Cidob. Más tarde, ya más arriba, admiraba las tramas telarañosas de los árboles caducos contra el cielo y pensaba: "Algo bueno pasará... Lograremos cambiar la dirección simbólica, abrir una grieta..." Pensaba en la multitud que reacciona de Hardt y Negri. Pensaba en la poesía, porque leo aquel libro de Vinyoli y no puedo evitar pensar que ahí está todo, todo lo que yo pueda querer desplegar en mil cuentos posibles, mis pensamientos, mis obsesiones, las visiones y epifanías y la autoburla, todo parece estar ahí... Y también pensaba en aquellos tiempos de mi infancia en Figueres (cuando los pájaros cantaban sólo para mí, ya que nadie más parecía oírlos) y Roses (al dejar el camino de pinos y algarrobos y salir a la bahía luminosa, o sumergiéndome en un mar incendiado de sol, que me hacía pestañear y las pestañas también brillaban) o ya en Barcelona (cruzando la Diagonal en plena luz de primavera al volver del colegio, sin jersey, con el aire tocándome los brazos bajo la camisa blanca del uniforme, cuando las bandadas de estorninos pasaban lanzándome extraños besos y arrancaban el peso de mi condición presa y me hacían reír).
Ayer recibí la felicitación por mi libro balcánico de alguien de La Vanguardia que no desperdicia elogios, tiene olfato y criterio, y me sentí feliz. También mi amigo serbio, desde Berlín, me aclaró un malentendido con un mensaje que me pareció lleno de bombillas pequeñas, bañado en luz como la pintura que vi hace años en el Louvre. Hoy he sabido que Enrique Vila-Matas está en la final de un premio literario británico muy suyo, que premia la complejidad, con su Montano's Malady, o sea El mal de Montano (hay títulos que ganan y otros que pierden al traducirlos, a mí me gustaron el Journal volubile y Dalla città nervosa; como sus libros se han traducido a 29 lenguas, habría donde escoger... una pared de biblioteca) Me alegra que en la interesante y pérfida Albión no sólo descubran escritores pompiers sentados en una especie de ridícula cumbre del saber arrogante, dando sus lecciones al mundo, y que apuesten por los que adoptan una posición libre y perpleja, la de la literatura en un sentido callejero, la de Li Bai, la que descubrió Chéjov (pues sólo los estúpidos pretenden comprender el mundo y creen saber las respuestas) y vio Yeats (Only that which does not teach, which does not cry out, which does not condescend, which does not explain, is irresistible, citado por Maeve Brennan).
Y en Babelia Alberto Manguel, Cristina Fernández Cubas y otros defienden los cuentos como género, a pesar de los editores-que-detestan-los-cuentos. Ha sido un buen augurio. De pronto, me ha escrito un buen editor, que quiere publicar mis cuentos este año. Se lo he dicho a E., que ayer vino un rato a consultar oráculos y airearse y me ha llamado para darme su buena noticia y se ha reído alegremente, con esa risa cavernosa del túnel del Tibidabo que yo intento en vano imitarle. He visto unas nubes rosadas justo antes de que anocheciera, asomadas a mi ventana. Yo necesito que salgan al aire mis cuentos para seguir escribiendo ficción. Lo digo aquí discretamente, aun falta confirmar y hablar, y mientras me preparo para bailar mi rara felicidad por la casa.
Oh, casi lo olvidaba, en el Macba he entrado un momento a las salas de la colección, he mariposeado gozosa ante un bonito Klee, unos Chillidas, poéticos trazos de Michaux, un brillante Fontana negro (el que más me gusta de la serie Concetto spaziale) y he entrado en una sala donde proyectaban una película de Rossellini, Germania anno Zero, y me he quedado allí hipnotizada por aquellas imágenes (casi expresionistas y otras veces beckettianas) del niño en los escombros del fin de la guerra y del nazismo, y su expresión vieja, viejísima, y la resaca del horror nazi, y sus saltos energéticos de niño junto con su salto suicida y la imagen final, aquella especie de pietà laica, oh dio. Y he pensado inevitablemente en la extrañeza de nuestro mundo, siempre palpitante y girando sin parar a pesar de todo, como el tiovivo de una película de Hitchcock.
El lunes empieza el ciclo de conferencias de escritoras y fotógrafas Las olvidadas, en el Institut d'Humanitats (CCCB)
15 comentarios:
Creer que Rabascall es un artista "menor", es típico de quien cree que el arte termina en el S-XIX y que todo lo posterior, excepto los artistas mas mediaticos (por papanatismo) es "menor". Una idea con una concepción del arte originaria de la asignatura "Historia del Arte" del antiguio 6º de bachillerato de la época franquista. Lo gris de esa época murio, pero no sus cimientos.
No, Civislib, en este caso se trataba de alguien que defiende cosas contemporáneas. La cuestión es para mí confundir los propios intereses con una supuesta objetividad crítica y decidir que no es interesante para nadie lo que no lo es para uno. En mi caso, a mí me hace cierta gracia que haya gente que me diga directa o indirectamente que haría mejor en dejar de escribir.
Hola , he ido esta mañana a la exposición del Macba y me ha gustado . El otro día lei a Fernando Savater y decia que el último libro de Vila-matas no tenia nada que envidiar a sus obras mayores .
"Después de refocilarme con Baroja paso al Dietario voluble, de Enrique Vila-Matas, no menos delicioso que cualquiera de sus obras mayores (¡qué suerte tienen los que no saben escribir mal, cuando tan fácil nos resulta a otros!)"
Esta diferenciación entre obras mayores y menores no la acabo de entender .
Estoy con tu libro me esta encantando , ya comentare al terminarlo.
Sí, el Dietario voluble es fantástico, reunido en forma de libro y troceado en domingo. Yo espero que no abandone esa sección, porque los domingos consuela mucho leerle en el País.
Qué bien que te guste "Si un árbol cae"! Hoy he ido a esa charcutería donde uno de los que corta jamón lee a Montaigne y a Chateaubriand. Me gusta porque en este país casi no existen personajes así, por desgracia. No es como en NY donde Philip Glass era taxista. O Buenos Aires. O en Londres, donde en una ventanilla del metro el tipo leía a Jeff Noon. Yo saqué a ese culto cortador de jamón en "La plaza del azufaifo" y él está feliz. Hoy me ha preguntado cómo se titulaba el libro balcánico, para comprarlo enseguida.
Ah sí, lo de las obras menores y mayores es muy relativo. A veces no está tan claro. A veces las supuestas obras menores pueden hechizar, interpelar, asombrar, cambiar la percepción del lector y están tan llenas de talento como las más ambiciosas.
Yo siempre me acuerdo de aquello de Proust y el óptico de Combray y su idea de que cada uno lee un libro distinto, porque pone la lupa en un lugar distinto. Por eso a Nabokov le parecía horrible Thomas Mann y por más que lo intentaba, la música le parecía ruido. Me encantaron sus Strong Opinions...
sí, este viento huracanado me ha sumido en un humor extraño. Me han entrado ganas de ir a ver la exposición de Rabascall, y me he refugiado en la lectura militante de Rancière, para contrarrestar tantas malas noticias y augurios,
buenísima noticia la del editor para tus cuentos!!
bona nit
Hola Isabel,
esta mañana precisamente discutíamos en el blog de Elena
http://hastasiempreelena2007.blogspot.com/2009/01/lo-mejor-est-por-llegar.html
sobre la oportunidad de la traducción de "El mal de Montano" por "Montano's malady"; yo le decía a ella que este "malady" lo encontraba extrañísimo, casi en el borde del hispanismo, y que hubiera sugerido a cambio "Montano's disease". ¿Qué piensas? Un saludo muy cordial, Am
A propósito de lo que has comentado en mi blog:
Supongo que para un historiador la metodología que has utilizado para indagar en las causas de tanta desgracia y locura resultaría extra-académica. No hay estadísticas, no es un estudio documentado ni ningún paseo por hemerotecas, pero el que hayas dado la oportunidad a todo ese grupo de escritores de contarnos sobre todo su experiencia sobre lo ocurrido me parece es una "metodología" que no tiene precio, excelente.
Uno de tus entrevistados, Vladimir Tasié, lo enuncia: "¿De qué sirve escribir otra opinión, otra interpretación?. Sólo los hechos son importantes, los hechos desnudos y materiales. Y una voluntad decidida a encarar esos hechos, ........., .... Primero tenemos que aceptar los hechos, ........, ....... Después quizá, podremos hablar de puntos de vista.
Identifico lo que dices, tu libro se "escucha".
ps: anoto como interés prioritario conocer el trabajo de Rabascall, no había oído hablar de él nunca.
parece que los vientos traen también buenas noticias... y yo haciendo pub subliminal en mi blog: ya no la necesitas.
¡A gosssssar!
es cierta esa mercantilización del cuerpo humano, si se presentase en otros registros, sería otra cosa. Los publicistas están sometidos al mercado. Se distinguen del que no vende, o del que está empujado por intereses menos materiales. Por mucho que se matice la publicidad, se intelectualice o se la dote de un pensamiento por encima del meramente mercantil, siempre será eso, mercancia.
El destino del arte podría ser el mismo, pero los condicionantes por los que se creó, difieren mucho de estos.
Pienso que los editores/lectores no se dan cuenta del enraizamiento del cuento en nuestra historia, a pesar de tenerlo delante de los ojos, y que será un cuestión de modas pasajeras..etc.
iluminaciones.
Pero Eph, mi libro no es de historia ni es sociología, digo yo habrá algún historiador que lea literatura, no? Yo soy crítica literaria y escuché a los escritores, son conversaciones, es un libro de viajes y hay crítica literaria, no pretende ser otra cosa.
Sí, Iluminaciones, el cuento se lee, a pesar de que no hay revistas y de que los editores crean que no se venderán. Creo que cada vez habrá más hueco para el cuento...
Quién dice que no la necesito? Hace falta mucho apoyo para vender unos cuantos libros en este país... y para que te hagan caso y salgan más conferencias...
Bel, eso decía yo, no es un libro de historia ni sociología, pero leyéndolo uno de los resultados que se pueden conseguir es el conocer "algo" de la historia y sociedad de los países de esa parte de Europa, y de paso identificar hechos y situaciones con los de la historia y sociedad de aquí. V. también mencionaba ese punto.
Eso es lo que para mi primero emergió, la nota de "entrada", y es bien cierto que después he ido sintiendo el interés por conocer la obra de los autores entrevistados y hacerme una idea previa de ella.
Finalmente, quizás de momento, aún creo podría emerger algo más aunque ya he completado la lectura, colocarme en el lugar de la autora del texto y a través de ella sentir una enorme curiosidad por conocer esos lugares y geografías.
Gracias por la aclaración, Eph. Es que a mí no me gustaría que el libro confundiera, ni es ni quiere ser lo que no es, sólo es un libro de Conversaciones, viajes y crítica literaria. No pretende enseñar historia ni ser el libro de una periodista. Ni mucho menos ser sociología, que está en el extremo opuesto a mi mirada o mi escucha.
Acabo de saber que el libro está entre los más vendidos de La Central!!! Mi editor de La plaza del azufaifo me manda el link para felicitarme.
http://www.lacentral.com/masvendidos
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