martes, 3 de julio de 2007

Del silencio y los azufaifos de Roses




Fotos: yo en Roses, al lado de la Riera del Ginjoler. Las imágenes en blanco y negro permiten adivinar la quietud de aquel paisaje generoso, que nada tiene que ver con el horror urbanístico de ahora.

Anoche volví a casa después de hablar del ruido con una amiga decidida a volver a esta parte alta de la ciudad que siempre ha detestado, sólo para evitar el circo turístico de ruidosas fiestas populares en que se ha convertido su barrio. Yo le hablé de las obras que nos torturan toda la semana, incluyendo el sábado por la mañana, y del helicóptero que nos acosa inexplicablemente, como un moscardón, a veces rompiendo incluso esa calma del domingo silencioso, que espero durante toda la estruendosa semana. Yo le decía que de pequeña, nunca habría imaginado que me convertiría en una adoradora del silencio, que ese fenómeno sería un día tan valioso. Ya sólo pongo música para tapar otros ruidos, y el fin de semana me limito a disfrutar de la quietud, sin música, rezando para que los vecinos tampoco la pongan.

Entonces me llegó un sms hermético-poético de un amigo pelirrojo de Figueres (hace muchos años, alguien nos presentó en el viejo Zeleste y descubrimos que, de pequeños, habíamos jugado juntos en el Parque de los Jóvenes y el de los Viejos, o en la playa de Roses, incluso en mi casa de la plaza de la Palmera, y él me confesó que en su primera visita a esa casa nos había robado un muñeco, un marinero francés -"antes de Genet", se rió- con pompón rojo, y que ese robo había sido su primer acto realmente transgresor), decía algo como: "Azufaifa roses la bahía riera del ginjoler mil novecientos sesenta y dos otro verano como siempre septiembre", y al comprobar que estaba despierta me llamó y desentrañó el mensaje. Por lo visto, al lado de la que fue nuestra casa, frente a la bahía, cuando en Roses no había más que cuatro casas, la almadraba y el mar, estaba la Riera del Ginjoler. ¡1962! Para él era otra cosa, para mí es el año en que vinimos a vivir a Barcelona y las dimensiones de mi paisaje cambiaron por completo (¡el año de la gran nevada!). Septiembre era la mejor época del verano, el colegio no empezaba hasta octubre, la luz era distinta y todo tenía ya una nota nostálgica de fin de fiesta. Mi amigo, que aún es pelirrojo, quería además invitarme al barco de un amigo suyo que se llama El ginjoler. Así que las azufaifas me envolvieron siempre y siguen ahí, cambiando de forma. Me pregunto si este otoño podré apoderarme de una de ellas en la calle Arimón y plantar el hueso en una maceta.
Más información en Polis... Y el Lunes a las 13:30 en BTV

12 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

El silencio... ¡qué necesidad! Cada vez lo busco más. Excelentes fotos. ¿Sabrán igual dentro de unas décadas las fotos actuales de las cámaras digitales que estas en blanco y negro?

Belnu dijo...

Seguro que no... Yo echo de menos las fotos pequeñas de las cámaras antiguas, la luz, el brillo distinto, incluso las Polaroids...

nomesploraria dijo...

La música ambiental, que pesadilla. La música tiene que ser una excepción no una norma. Estuve trabajando durante un tiempo en una agencia grande. Se conectaba la radio a las nueve, era torturante. La respuesta a mis quejas era que "claro, COMO A TI NO TE GUSTA LA MÚSICA..."

Estas fotos y estos relatos me producen una nostalgia inconsolable.

Belnu dijo...

Sí, en todas partes, al esperar el teléfono, en los andenes, restaurantes, aviones, bares, tiendas de ropa, todo uniforme, lo decía una amiga: antes oíamos la cucharilla del café, la tos de alguien, un murmullo, ahora sólo esa falsa música lo llena todo...

Anónimo dijo...

Ya comienzas a tener "la novela del Ginjoler".

Un abrazo

Vila-Matas

Belnu dijo...

Gracias, Enrique! Dicho por ti tiene un valor especial, y pasado por el filtro neoyorquino-austeriano de tus últimas crónicas...

Dante Bertini dijo...

recuerda, querida isabel, que yo te pedí las semillas... y las esperaré ansioso e ilusionado.

Belnu dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
lost child dijo...

Bel..
unos dias de jet lag
y ensimismamiento
en la tierra
del ginjoler
en la tierra de san gervasi
muy cerca de tu calle
en la mia
unos metros cuadrados
nunca amenazados
por las construcciones
tienen en morags los jardines
y jardincillos
en rector ubach
que son bonitos de ver...
pero que como son
la calle aunque las plantas
esten en esa tierra reeencuadrada
los vecinos
quien seran?
dejan que cada dia y noche se meen
y caguen
los perritos de su corazon
y yo inocentemente
cada vez que vuelvo
me tiento a respirar
a oler...
y solo se ulele
a orin..y pooooo
tremendo
la verdad es que si estuviera en el barrio me quejaria..
estoy por pintar un cartel
y ever que pasa..
bueno lady ...
que bonitas tus fotos con
con tu hijo palido
que bonita textura y
color del pasado
luego te envio morse
para saber mas del
veredicto...
y estas nubes
y humedad de hoy
me recuerdan
que no solo
en la isla britanica
el mar cambiante esta muy cerca...
de mala manera

el objeto a dijo...

sí que es verdad, cada vez que paso descubro algún visitante curioso, aunque no sé qué han venido a hacer. Siento haber descubierto hoy las malas noticias... empiezo a tener la sensación de estar perdiendo a la ciudad de ahora, y que de hecho empiezo a quedarme en la ciudad que sólo recuerdo, como en tus fotos de Roses,
un vesso

Belnu dijo...

sí, creo que pronto sólo nos quedarán lo árboles, mariposas y pájaros de las fotos que ponemos en los blogs, porque fuera sólo hay grúas, excavadoras, helicópteros y polvo. Y pasar de la furia resistente y autoparódica a la melancolía?

Belnu dijo...

Claaaro que me acuerdo, Cacho, pero hasta septiembre-octubre, según todos los expertos (V incluida), no tendremos frutos... Mientras, nuestro abogado de la causa ha encargado tres ginjolers petits para el equipo... Anteayer al pasar por el ginjoler me encontré al ingeniero técnico agrícola y al abogado. La gente se para y comenta, me preguntan: Cómo está el asunto? Otros lo admiran en silencio. Tal vez nuestro árbol se haya convertido en un lugar de encuentro ciudadano.