Me iba a quedar por aquí. Había decidido no volver a coger aviones en agosto. Pensaba aceptar sólo dos invitaciones de tres días, una a la Cerdanya francesa, con dos amigos que son buenos conversadores, otra al luminoso pero abarrotado Cadaqués de siempre, a una casa que me encanta, ocupantes incluidos. Y de pronto, anteanoche me llamaron para ofrecerme otra casa favorita, en el campo de Eivissa, donde no se oye ni se nota el espíritu de las discotecas perversas (Manumission!), y tal vez influida por los anacoretas del libro de E.F., decidí irme sola, casi de incógnito, desplazándome sólo en bicicleta por esos campos de tierra roja ferruginosa, con las sandías secándose al sol y la cabaña de chamizo de las verduras sin pesticidas y unos pájaros negros que silban a s'hora baixa y los grillos, que se encienden al unísono también a una hora precisa. Me hacía ilusión probar la soledad del campo, en esa incertidumbre del lugar. La última vez que estuve allí nos cayó un rayo en el jardín, justo cuando yo me estaba riendo del miedo a las tormentas de mi anfitriona. Nos quedamos sin luz ni agua ni coche ni ordenador, todo foudroyé. Y empezamos a andar.
Pero tampoco he podido comprobar mi resistencia. Hoy volvieron a llamarme para anunciarme que mi anacoretismo se verá interrumpido por unos (agradables) visitantes. One never knows, decía siempre un amigo que conocí en Kerala. Me llevo mi concha de tortuga de ordenador (quelle paresse) y el peso de mis obligaciones. Y en cualquier caso, tal vez mi fuga no sea incompatible con la cita de Moulinsart.
Hace tres noches, llegué a casa muy tarde y me sorprendió comprobar que, entre un montón de mensajes olvidados, alguien me dejaba uno misterioso, una canción algo jazzy, al principio muy melancólica, luego más clásica, donde una chica que no conozco canta Tonight... No sé quién pudo ser. ¿Alguien generoso y humilde que piensa que me gustará escucharla antes de dormir y no espera nada? ¿Alguien que cree que esa canción me hará recordar algo? ¿Alguien que se divierte pensando en estas preguntas? ¿Alguien que cree saber la música que me gusta o la que me conviene? ¿Alguien a quien he olvidado? O tal vez, por qué no, alguien que simplemente se equivocó de número... Cualquier coisa, como dice Caetano Veloso.
Voy a coger el billete para esos bosques de Serbia adonde me invitan en la segunda mitad de septiembre, tras la fiesta del azufaifo. El lugar es impronunciable para mí, pero espero que podré aprender esa fonética endemoniada. Una casa de escritores, no muy lejos de Belgrado, en un bosque de la Vojvodina.
Y las novedades del azufaifo, en mi otro blog, dentro de un rato...
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