Foto: I.N., Puerto de Vigo, 2009
Faro de Vigo
¿La guerra nos convierte en monstruos o saca el monstruo que nos habita?
Por la prensa no conseguía entender qué estaba sucediendo o qué había detrás de lo aparente. ¿Qué explicaba las causas de aquella brutal guerra genocida que en los años 90 se vivía en los Balcanes? Isabel Núñez acudió a la literatura quizás porque ese era el medio en que se desenvolvía mejor. La lectura de autores balcánicos que escribieron sobre ello fue la antesala de su propio libro, "Si un árbol cae" (editorial Alba), en el que entrevista a 25 de ellos. Una lupa sobre la condición humana.
F. FRANCO - VIGO
Hay una tremenda constatación en el libro: cómo los intelectuales pueden convertirse en asesinos.
“Contemplaba desde lejos aquella brutal desmembración de Yugoslavia -cuenta ella- y no podía hallar respuesta a las preguntas que me provocaba sobre los límites de la condición humana”.
–¿Halló usted respuesta a sus preguntas?
–A unas cuantas. Pero, aparte del interés por entender qué ocurría me movía otro: también era nuestra guerra civil. Creí que podría entender mejor lo ocurrido aquí mirando hacia alli.
–Dígame una similitud, medio siglo más tarde una de otra...
–Por ejemplo la complicidad colectiva. La guerra la organizan unos cuantos, hay una maquinaria propagandística, muchos toman partido pero ¿y toda la gente que mira hacia otro lado para no perder lo que tiene? Esos primeros pasos que se toleran y que meten a uno poco a poco en una progresión funesta en la que llega a cerrar los ojos incluso ante el exterminio.
–Habrá usted comprobado esa línea frágil entre bondad y maldad de la condición humana...
–La guerra ¿nos convierte en monstruos o saca el monstruo escondido que nos habita? ¿Todos podemos llegar a eso? Creo como Hannah Arendt que hay una banalidad del mal, es decir, que cuando el Estado desaparece y no hay una moral mucha gente sigue la moral del momento que puede ser que cuantos más mates, mejor eres. Bueno, quizás tiene uno que tener algo roto dentro para poder asociarse y disfrutar con el mal.
–Heridas mal cerradas...
–Cierto. Ellos tenían las de la II Guerra Mundial. Todo el mujndo tenía una historia familiar que contar, luego mitificada en los colegios. Que si a mi abuelo lo mataron los nazis, que si a mi madre los ustachas... Los que entre ellos ganaron la II Guerra Mundial son los que perdieron esta guerra en los Balcanes. Puede usted asociar ese tema con lo ocurrido en España.
–¿Es ahora usted más escéptica sobre el ser humano tras oir tantas historias desoladoras?
–Es muy duro pero creo que hay que aceptar que el ser humano es las dos cosas, capaz de las mayores sacrificios y, al tiempo, de los actos más abyectos. Walter Benjamin dijo que toda civilización es un documento de barbarie. En todas esas guerras hay siempre alguien que intenta corregir lo que ocurre y actúa en contra a riesgo de su vida. Esos son la esperanza.
–Y la de los Balcanes, la única guerra de la historia planeada y dirigida por intelectuales, dice usted...
–No lo digo yo. Eso me lo dijo el poeta Marko Vesóvic cuando fui a Sarajevo tras la guerra y le entrevisté en una ciudad llena de tumbas. Y era cierto. Piense en Milosevic, Karadzic, Toholj, Tudjman y tantos otros.
–Cae el Muro de Berlín, muere Tito en Yugoslavia y el discurso alternativo fue el nacionalismo...
–Sí, en el sentido de que Tito lo había prohibido, estaba mitificado y permitía una perpetuación en el poder. Pero aquel nacionalismo sería como el espejo más negativo de los nuestros: más excluyente, chauvinista, capaz de llegar al genocidio. Y lo peor es que para algunos era un pretexto, una mina para obtener poder como hizo Milosevic.
–De los enfrentamientos nacionalistas de los Balcanes ¿habría cosas que aprender?
–Uno fundamental: todas las negociaciones que haya que hacer con grupos, etnias o lo que sea, debieran respetar una base que son los derechos humanos. Están por encima de cualquier otra consideración de raza o cultura...
–Las identidades nacionales siempre se sienten víctimas de expolio...
–Lo peor es el victimismo. Ya ve usted cómo utiliza el gobierno de Israel la herencia de un sufrimiento terrible. Pasa aquí con quienes creen que Madrid es la culpable de todo.
–Ya se sabe que cada pueblo tiene su odisea liberadora, su mito de origen...
–En Yugoslavia experimentamos cómo los mitos están muy bien para la poesía pero su peligro es que se conviertan en otra cosa. En Cataluña, por ejemplo, tenemos el mito de que la guerra civil era Cataluña contra España. Es falso. Era una guerra de clases en la que muchos catalanes apoyaron a Franco.