Foto: I.N., El jardín de M, 2010 En mi sueño volvía a la casa de la Diagonal que ya no es nuestra, allí consolaba a un joven pálido a quien me parecía conocer de otro sueño y había una intensidad en el aire y el tacto, pero no lográbamos casi nunca estar solos, y luego, cuando andábamos por extraños desfiladeros, él se había convertido en un poeta que conozco de fuera del sueño, sólo que había rejuvenecido y tenía el pelo negro brillante como cuando éramos adolescentes, y no quería enseñarme lo que yo misma había escrito sobre mis preferencias y estaba ofendido como un niño, pero se sabía las canciones medievales que yo aprendí en mi época universitaria, él las empezaba y yo las cantaba distinto, como si hiciera otra voz, como si no pudiera dejar de improvisar. En el momento más peligroso del desfiladero pasábamos una parra cargada de uvas diminutas y él las cogía, aunque estaban cubiertas de una telaraña con una textura que no existe, y se las comía a pesar de mi advertencia. Y luego, mientras intentaba fijar ese sueño en mi memoria tuve otro, pero no podía con los dos, y soñé que el segundo se grababa o fotografiaba escrito como estaba en forma de texto... y lo olvidé. Por la mañana oí el afilador y recordé cómo me alegraba ese sonido cuando era pequeña en Figueres, qué extraña sensación de esperanza de huir me producía su silbido, como también extrañamente una cinta de música con cenefas donde decía eurovisión en la tv al llegar a BCN. Luego, Bel M. me habló de una canción de John Lennon de desolación de hijo abandonado, Mother, y yo le recomendé entonces la versión postpunk de Rammstein, ese Mutter que me regaló mi amigo serbio y que a mí me sigue fascinando, y escuchándola me di cuenta de que mi estancamiento en la novela estaba asociado al vacío de M y decidí ir a verla, pero para ayudarme a llegar hasta allí me llevé a J. Sabía que a ella le alegraría verlo, ahora más que nunca le importa sólo la belleza y la juventud, además de los dulces. Allí hablan de ella como si fuese otra persona. Dicen que es afectuosa y siempre sonriente, que le gusta tanto bailar y que come muchísimo. Su delgadez es extrema. De verdad parece contenta allí, aliviada de haber encontrado un lugar, de que se ocupen de ella y parece sentirse más libre en esa extraña celda mental, en la demencia que la ha convertido en prisionera. Allí parece haber encontrado una pequeña vida después de todo, una microvida, y nadie la amenaza, nadie se exaspera, nadie la vigila especialmente, sólo la cuidan. Pero a mí, que he vivido en la fosa de Rammstein, todo me parece la contemplación de un castigo o la conclusión de una vida de decisiones siempre dolorosamente equivocadas. Estamos cerrando el libro de correspondencia entre escritoras que edita Esmeralda B. y la Belle Elaine, mi penpal para la ocasión, dice que ella seguirá escribiéndome mientras yo quiera contestarle, aunque el libro haya acabado. Ayer ella encontró mi carta perdida y fue un alivio frente a mi desorden. Pero como dice la Esfinge, no debo ser tan dura conmigo...
Dice el prólogo de la Vie d'Henry Brulard: "S'il était besoin de prouver que la psychanalyse existait avant Freud, il suffirait de lire la Vie d'Henry Brulard. Point d'oeuvres qui détruisent de façon aussi tonique et aussi salutaire une mythologie de l'enfance "pure", heureuse, sans désirs..." Y más adelante dice el propio Henry Brulard: "je vais avoir cinquante ans, il serait bien temps de me connaître".
Ayer me angustió la idea de estar perdiendo miserablemente el tiempo. Entre la agitación política de Fb, consolación en tiempos tan injustos y verdadera necesidad de encontrar una manera de vehicular ese malestar general y compartido de los que no quieren cerrar los ojos ante la gran estafa y el latrocinio (hoy sale el escándalo de corrupción del Raval, las tres mujeres que intentaron acusar han sido perseguidas y amenazadas de muerte; ése es nuestro ayuntamiento; también sale el Manifiesto de los pocos profesores universitarios críticos que quedan ante la derechización autoritaria del mismo ayuntamiento y con la distorsión a la que se ha prestado alguna prensa...), extasiada ante la pantalla mágica y asustada de las dificultades de mi novela, pensé, pierdo el tiempo. Traduzco y procuro ahuyentar los pensamientos negros y la expectativa de incertidumbre como recomendaba el demonio a Verdaguer. Me senté y estuve tomando notas a mano y Rufus perseguía la pluma como si fuese una lagartija. El hombre que corta el mejor jamón de la ciudad me dijo que estaba leyendo el Ramaiana de Atalanta. Él no pierde el tiempo como yo, pensé. Cuando acaba de cortar jamón se entrega libremente al vicio de la lectura... Pero hoy Rammstein me despertó de mi sueño. Creo que he tocado una zona doliente y para escribir es mejor tocar lo que duele que notar sólo el algodón del torniquete. G. me esperaba para ver el segundo episodio de Bourne, que no nos ha decepcionado. El ritmo seguía siendo brutal y al final la música del descendiente de Melville. Han predicho tormentas y yo me voy al cine, sin decidirme a buscar unas viejas katiuskas. Rufus duerme profundamente. Antes he oído a G., que le hablaba imitando su voz gatuna de refunfuñe y le cantaba cancioncillas paródicas. He vuelto a empezar un diario: en alguna parte tenía que contar lo que no le estoy contando a nadie, un juego que por alguna razón me consuela de esta extraña fase de mi vida y también la otra parte de mis sueños y su reverso. También me he hecho algunos autorretratos, en una búsqueda que tiene que ver con los vestigios y el tiempo. (à suivre après le cinéma...) Dicen que A Hard Rain Is Gonna Fall.
Yo me puse unos zapatos para la lluvia, pero no llovió. Vimos el documental sobre Banksy, Exit Through the Gift Shop, una especie de Rock'n roll' swindle del mundo del arte, bien hecho, sin pretensiones, llena de ironía anglosajona y de inteligencia matter-of-fact americana, de artistas callejeros, de crítica y parodia del mundo del arte, de interrogaciones sobre qué es el arte de una forma bastante despojada y sincera; me gustó mucho verlo y también el paseo y las conversaciones que lo precedieron y sucedieron. Yo estaba pensando en la búsqueda de unos límites que me ayudaran en la novela. Estaba pensando en que hay una generación intermedia, de los treintañeros, en la que está de moda ser light, no comprometerse, no tener principios éticos, no pronunciarse en política, ser divertido y original, parecer rabiosamente moderno y no mostrar nunca las emociones. Leyendo a un escritor que tiene un legado difícil de compromiso ético y emocional fuerte y que pertenece a esa generación, me admiró cómo, en algunos de sus cuentos, logra que esas emociones estén sin estar. Ese límite le ayuda y logra parecer casi nocillero sin serlo realmente, es decir, teniendo una densidad humana bajo la ironía.
En la novela, yo añoro los límites de la estructura del cuento. Ahí no puedo usar otra clase de límites: la rima, otro idioma, ejercicios oulipianos, un sesgo distinto... No tengo un ángulo exagerado que pueda servirme. Me pierde esta libertad sin forma, este foso de los leones. Pero quién sabe, tal vez... Veremos si mañana ese dolor rammsteniano me sirve para continuar.
Al llegar he encontrado a G. viendo Match Point con Rufus y luego buscando en youtube a Caruso cantando "Una furtiva lagrima" de (L'elisir d'amore) Donizetti.