Foto: I.N., Valveralla, 2011
Todo el mundo debía de estar entregado al frenesí de comidas y compras navideñas. Yo no tenía que comprar ni preparar nada, aunque siento en el aire ese impulso colectivo en el que la gente se junta para beber y evadirse más que nunca (mientras siguen cayendo malas noticias de políticas no sólo injustas sino sobre todo equivocadas, que ahondan más el hundimiento y las heridas del país y lo alejan de la recuperación, y sólo ayudan a banqueros y secuaces), o para despotricar juntos y conspirar.
Tal vez fuesen las endorfinas o esa borrachera de felicitaciones de gente que normalmente no te desea nada pero que enloquece de espíritu navideño o lucha con Scrooge, pero he salido del gimnasio alemán sintiéndome feliz y con ganas de bailar.
Ayer participé en la presentación de un libro en la Sala de la Caritat de la Biblioteca de Catalunya, que parece un reducto de belleza en medio de la debacle. En las Ramblas han cortado salvajemente plátanos antiguos y los han sustituido por ejemplares enanos que nunca veré crecidos, y esa brutalidad se une a la gran fealdad y el cutrerío de las casetas de feria que han sustituido a los antiguos kioscos de animales. Las luces navideñas tienen esa tara móvil que conecta bien con los vendedores ambulantes y sus horribles gemidos. Todo parece indigno y de mal gusto, chabacano y del peor provincianismo y atravesar esa calle, antes tan bonita y barcelonesa, se convierte en un sufrimiento. Aún queda la Biblioteca y su espacio, el antiguo hospital de 1400, aunque está amenazado: quieren trasladarla. Y es que nuestros políticos no paran de tener ideas terribles, a cuál peor, con tal de sacar dinero para ellos y sus partidos. Supongo que querrán hacer un gran aparcamiento. Tuve que cruzar por la Garduña, donde van a construir -lo cual me parece una salvajada- y el pasillo de uralita olía tan fuertemente a orina que tuve que taparme la nariz. Pobre país primitivo y salvaje, cubierto de hormigón y de buitres dispuestos a lo que sea. El doctor que presentaba el libro conmigo también se explayó críticamente sobre lo que está ocurriendo y habló de la iniciativa que MD nos había mandado a todos, una especie de protesta activa y teatral contra la pista de hielo. Luego quisimos ir a tomar algo y nos costó muchísimo encontrar un lugar.
Era inevitable pensar en la actividad cultural de la Biblioteca estos años, con buena dirección, buen teatro y buenas exposiciones, y en esa extraña costumbre de este país de que todas las instituciones culturales paralicen su gestión y cambien de rumbo con los cambios de gobiernos. En Francia, me recordaba L.O., que siempre sabe lo que ocurre en el resto de Europa, los museos no sustituyen a sus directores porque cambien los políticos, sino sólo cuando terminan sus mandatos. Eso permite avanzar en una dirección coherente y beneficia a la institución. Y no se pone en cuestión su existencia cuando se acaba un mandato, como ocurre ahora con el CCCB: la muerte anunciada del cosmopolitismo cultural.
Era inevitable pensar en la actividad cultural de la Biblioteca estos años, con buena dirección, buen teatro y buenas exposiciones, y en esa extraña costumbre de este país de que todas las instituciones culturales paralicen su gestión y cambien de rumbo con los cambios de gobiernos. En Francia, me recordaba L.O., que siempre sabe lo que ocurre en el resto de Europa, los museos no sustituyen a sus directores porque cambien los políticos, sino sólo cuando terminan sus mandatos. Eso permite avanzar en una dirección coherente y beneficia a la institución. Y no se pone en cuestión su existencia cuando se acaba un mandato, como ocurre ahora con el CCCB: la muerte anunciada del cosmopolitismo cultural.
Toda la semana he tenido comidas y reuniones, algo que para otros es habitual, pero que a mí me desconcierta, pues necesito mi rutina de silencio y trabajo solitario. De alguna de esas reuniones salí despavorida: me cuesta batallar por lo que me interesa y lucho contra esa inclinación mía al caracoleo, pero contemplar el otro extremo me removió las tripas. Por suerte hubo también encuentros fructíferos e interesantes y también momentos festivos e hilarantes, como una cena china que acabó con ese maravilloso pomelo suave y distinto del nuestro, que se desnuda de su piel blanca y se come como una mandarina gigante. Al salir pensaba ir andando hacia casa para digerir, pero el frío me hizo recular y acepté el ofrecimiento de un amigo de acompañarme.
Después de tantos sueños apocalípticos, hoy he tenido uno ridículo. He soñado que hacía una prueba con otra gente para entrar en la Nasa, sólo que mi puesto tenía que ver con escribir, no era para ir a la Luna, digamos. El examen era muy fácil, nos puntuábamos unos a otros y me suspendían y cuando iba a preguntar, furiosa, me decían que era por un exceso de peso y yo pensaba: "Pues a mí se me ha olvidado restarles el peso a esos tan gordos". Uno de ellos era un conocido periodista obeso y otros dos no le andaban a la zaga. Otra de las participantes era ex ministra (que a veces, en el sueño, era una vieja amiga mía con un cargo en la tv, la misma que anteayer me mandó un sms diciéndome que me había visto por la calle muy guapa) y salía en los periódicos que la ex ministra me había puesto un 00. Aún perpleja, yo trasladaba de libras a kilos y mi peso era 50 y protestaba ante el funcionario: "Pero no es tanto... Y además mi puesto no es para misiones espaciales, sino para escribir" y el americano me decía: "Para su estatura, sí; en la Nasa somos muy estrictos."
Tengo algunas ideas sobre el significado simbólico del sueño, donde el peso podría trasladarse a otro ámbito menos físico pero no menos material y a las dificultades y a la desigualdad en algunos intercambios. No sé qué significa escribir para la Nasa... La cuestión es que me he reído yo sola esta mañana y luego se lo he contado a G., que se iba en tren con su padre a pasar allí los festejos. Al hombre que escucha sólo podré contárselo el año que viene... Diría que el sueño iba atado a la conversación que tuvimos el mismo jueves.
Me ha gustado mucho ese libro de Juan Benet del que ya hablé y también he gozado de la lectura de La reina oscuridad de César Cortijo Ballesteros, un poeta lleno de nervio salvaje y luminoso, y ayer empecé Quién es? de Sébastien Doubinsky y tengo conmigo I el món gira de David Cirici y las Tres tormentas de nieve rusas y releer mis correspondencias para el curso, y...
Rufus no concede importancia a la Navidad. Él sigue ovillado irradiando sus vibraciones de joie féline. Y sin embargo, sarinagara... hay ondas y alteraciones que parecen llegar a todo el mundo. Ayer, mientras me dirigía a la presentación con ese malestar del miedo escénico, hablé por teléfono con la Belle Elaine y ella intentó convencerme de que llamase a un editor esta mañana para proponerle... La Navidad es buen momento, decía ella, y no le faltaba razón y yo sabía por qué lo decía. Pero el editor estaba ocupado y se movía de su despacho y no he podido dar con él... habrá que esperar al año nuevo, o al año chino, o al serbio...
Un periodista cultural me ha propuesto leer un breve fragmento de mi novela en una serie de vídeos en los que otros escritores leen fragmentos y contestan a preguntas. Será en enero.
También quedé en un café cercano con otro escritor con quien comparto un proyecto y me hizo una segunda propuesta, esta sí, revolucionaria, que acepté. Una famosa escritora me escribía ayer en esa misma dirección. Wait and see. En el mismo café tuve otros encuentros y se me ocurrió una idea. No importa si me equivocaba, para mí es importante luchar contra mi caracoleo, probar esas otras opciones...
Mi padre murió en diciembre y siempre me siento más huérfana en estas fechas, sobre todo en este momento materialmente difícil, aunque él hubiera abdicado y la imagen de la vendedora de fósforos de Andersen haya sido para mí recurrente en el solsticio de invierno.
Sin embargo, hay algo que lo contradice todo, incluso esa falta de liquidez, esa imposibilidad de cruzar las fronteras, este estado prisionero, porque yo sé que algo no corresponde, que soy rica en otro lugar...
Sin embargo, hay algo que lo contradice todo, incluso esa falta de liquidez, esa imposibilidad de cruzar las fronteras, este estado prisionero, porque yo sé que algo no corresponde, que soy rica en otro lugar...