Foto: I.N., Giuseppe junto a un haya (?) en Florac, Francia, 2009
He vuelto de unos días en una atmósfera frondosa en el país vecino, envuelta en belleza y entorno protegido, en el Parc National de Cévennes, la región con menor densidad de población de Francia, invitada a una casa en un pueblecito donde también se refugia gente de distintas partes del mundo. Casas de piedra restauradas con naturalidad, montañas escultóricas, naturaleza silenciosa y pájaros, todo lo opuesto de aquí.
Allí he leído gozosamente para mis conferencias de octubre (para el posgrado de traducción literaria de la UPF), he paseado y conversado con mi hospitalario amigo e intercambiado información con un amigo de mi amigo, ex ombudsman londinense -un cargo que en UK es independiente y con poder, no como aquí, y que puede realmente corregir abusos, injusticias, demoras en el cumplimiento de promesas, puede investigar y denunciar-, y he soñado con otras vidas, he fotografiado a los múltiples gatos que merodean por el pueblo, he probado los quesos deliciosos de allí y contemplado los árboles maravillosos que allí crecen a sus anchas, protegidos y sin las amenazas y constricciones de aquí.
Allí no he visto en ningún lugar un solo papel o plástico en el suelo, y por cierto, en las tiendas y supermercados ya no dan ni venden bolsas de plástico, hay que llevarse un capazo o reciclar bolsas propias. Y en un pueblo de mil o dos mil habitantes hay por supuesto productos biológicos en el supermercado, además de tiendas especializadas. Los precios son también mejores que aquí.
Al volver he sabido que nuestro gobierno ha decidido castigar con una fuerte subida de impuestos a la amplia clase media baja y ahorrar sufrimientos a las grandes fortunas. No les basta con imponernos los precios más caros de Europa (en la fruta y la verdura, en el teléfono fijo y móvil, en la conexión a Internet, por poner algún ejemplo), tienen que seguir asfixiando a la gente de este país mientras favorecen a los banqueros y a las grandes fortunas. Se llaman socialistas y se atreven a hacer una política bastante más derechista que la de Angela Merkel. Venía leyendo en Le Monde que en los últimos años "Alemania ha invertido en enseñanza superior e investigación y ha dedicado un porcentaje del 2,6 del PIB en investigación y desarrollo (frente al 2,2 en Francia), y ha promovido los sectores del futuro, una estrategia que le ha permitido orientarse hacia una 'economía verde', ya en cabeza de los productores de energía eólica y solar fotovoltaica." El artículo concluye que Alemania se mueve en todos los dominios y que Francia debe ponerse las pilas, "por amistad y por interés". (Aunque antes advierte del peaje de esa otra cara más despiadada del crecimiento económico alemán, pues las regulaciones del mercado de trabajo efectuadas en estos años en ese país han abaratado la mano de obra, empobrecido a la clase media y lanzado a muchos a cruzar el umbral de la pobreza, y la diferencia con la realidad social francesa es notoria. Son esas medidas que por desgracia reclaman muchos aquí, también desde el PSOE, y con un sistema de protección social mucho peor que el germánico, sin industria comparable, sin contención de precios básicos, etc. Aquí sólo se copia lo malo, sin duda. Lean en Polis)
Mientras, en nuestro país, Zp reduce el presupuesto de investigación, reduce el presupuesto de educación, que ya es el más bajo de Europa por estudiante, e invierte sólo y exclusivamente en la construcción, desiste de ponerle límites a la destrucción del paisaje y el medio ambiente, renuncia a la tímida ley que empezaba a proteger la costa del horror constructivo, fomenta el uso del automóvil (mientras en Le Monde se habla de reducir el uso del automóvil, de prohibirlo en ciertos días, de reducir el gasto eléctrico, de iluminar menos las ciudades), elimina los grandes aparcamientos disuasorios a la entrada de algunas ciudades y emprende en muchas otras ciudades una gran tala de árboles, como está ocurriendo en Barcelona. En la dirección opuesta a las necesidades económicas y medioambientales del país. Cómo se aprovechan de la pasividad conformista que creó aquí el franquismo. No es extraño que no hayan querido juzgar ni castigar a los culpables de tantas atrocidades. Ni ayudar a quienes pedían exhumar a sus muertos. Ni que entierren las marcas de la historia e intenten convertir nuestras ciudades en centros comerciales. Que construyesen el edificio del Fòrum sobre el mismo lugar donde tantos republicanos fueron fusilados sólo por sus ideas. Un lugar que en cualquier país democrático habría sido un gran memorial a respetar. Las cosas nunca han cambiado realmente en este país.
Qué agradable ha sido saltarme los periódicos españoles estos días.
Volver significa encarar lo pendiente. El 6 de octubre a las 19h daré una conferencia balcánica en la Biblioteca Francesca Bonnemaison. Tal vez otra presentación balcánica en otra ciudad, que aún no se ha concretado. Después vendrán las conferencias del posgrado.
En Los mil y un libros hablan generosamente de La plaza del azufaifo. Mi contador GoStats me dice que la semana pasada he tenido Visitors: 3097, o sea 442 visitantes al día. ¡Gracias por venir, lectores invisibles!
Hoy, al cruzar ese puente de Millau, de Forster, observaba el extraño efecto óptico que produce el brillo de la barandilla al cruzar, de forma que nos parece estar frente a una inmensa playa, con esa luminosidad que sólo tiene el mar, y sentía nostalgia de mi novela, también al pasar por La Jonquera, por Figueres, los escenarios de mi historia me llamaban tirándome metafóricamente de la manga: "¡escríbenos!", decían. Y sí, en medio de esos momentos asomándome a las ventanas de las conferencias, espero volver a la escritura, aunque sea renqueando.