Ha llegado a mi casa en el mismo momento en que salía fugazmente el sol, como una promesa de cambio. Ha quedado precioso, o eso me parece a mí. Estoy feliz de que no tenga tapas duras, confieso que no me atrevía a preguntar a los editores. Y es que yo quería darle justamente la ligereza que ahora tiene, por sus trescientas y pico páginas. El grafista de Alba (P. Moll) ha hecho su trabajo a conciencia, e inteligentemente. Volveré a sacarlo aquí cuando salga en la web de Alba, mejor fotografiado. Cuando llegue a las librerías, el 15 de enero aproximadamente. Ahora sólo quería mostrar aquí mi celebración porque ha culminado el esfuerzo de mucho tiempo, pero vivido como una aventura de búsqueda e interrogación, con toda mi pasión balcánica convertida en un objeto libro, para que otros lo lean. Mi impaciencia para que llegue a los lectores es grande. Ojalá alguien en los medios quiera darle el espacio que necesita para llegar a ellos. En cualquier caso, yo procuraré apoyarlo desde aquí.
Copio aquí un extracto del texto de presentación del libro, para dar una idea:
Isabel Núñez, Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes
La autora viajó a Sarajevo, Ljubljana, Zagreb, Belgrado y Pristina, las principales ciudades de la antigua Yugoslavia para hablar con escritores de ficción, poesía o ensayos literarios sobre la guerra, intentando comprender lo que ocurrió y cuáles fueron las razones del único conflicto militar en Europa en la segunda mitad del siglo XX.
Por primera vez, un libro da la palabra a escritores para explicar una guerra donde los escritores fueron protagonistas (muchos de los principales actores de la guerra se definían como escritores, poetas, historiadores o intelectuales: Slobodan Milošević, Mira Marković, Radovan Karadžić, Franjo Tudjman, Miroslav Toholj, Ivan Aralica y muchos otros). Es un libro de viajes, pero también de crítica literaria, y conversaciones: Los entrevistados parecen hablar entre sí en esas páginas y en su animada discusión empezamos a comprender cómo es posible organizar una guerra en nuestro mundo. Escritores de tres generaciones componen el paisaje del fin de la era de Tito, con su particular especie de comunismo soft y la fraternidad multicultural que se destruyó con un fiero y sangriento nacionalismo.
Vemos cómo algunos intelectuales y políticos, para mantenerse en el poder tras la caída del Muro y del comunismo, se convirtieron en nacionalistas excluyentes y manipularon el difícil legado de la II Guerra Mundial en Yugoslavia, con sus duras historias familiares y las heridas de cada grupo étnico.. Nos interrogamos con ellos sobre la parálisis de Occidente y su responsabilidad en ese conflicto... Y surgen algunos de los hechos que contradicen la visión oficial de las guerras balcánicas, y los estereotipos. Casi nos parece andar por esas ciudades desconocidas, con su combinación de mezquitas turcas, iglesias ortodoxas y católicas, edificios austro-húngaros y urbanismo de estilo soviético, con bosques frondosos y pastelería de tradición vienesa, y el drama que aún humea en los lugares destruidos.
Y al mismo tiempo nos llegan los efluvios de la mejor literatura eslava contemporánea, con su humor negro, su acerada ironía, su mezcla cultural, la visión Östeuropea del siglo XX. Porque la ficción y la poesía pueden ser una fuente de conocimiento para entender cosas que no encontramos en los libros de historia o en la prensa.
Entrevistas con: Andrej Blatnik, Grozdana Čvitan, Aleš Debeljak, Slavenka Drakulić, Ferida Duraković, Zoran Ferić, Tatjana Gromača, Aleksandar Hemon, Nerimane Kamberi, Ozren Kebo, Migjen Kelmendi, Igor Lasić, Shzelken Maliqi, Igor Marojević, Jadranka Pintarić, Nenad Popović, Roman Simić, Simona Škrabec, Svetlana Slapsak, Igor Stiks, Flaka Surroi, Vladimir Tasić, Jasmina Tesanović, Miroslav Toholj, Dubravka Ugrešić, Dusan Velicković, Nenad Velicković, Marko Vesović, Vule Zurić.
Tengo que decir que ayer recibí la copia del programa de Sánchez Dragó en el que participé, Las noches blancas, para promover la antología de Funambulista editada por José Ovejero. Aún no me he repuesto del shock. Me alegro de que no se haya emitido aún (espero que será útil para mi libro balcánico y para La plaza del azufaifo) y no pienso avisar a nadie de la fecha de emisión. Y no hablo del contenido, que me pareció interesante, aunque estaba demasiado horrorizada por lo que veía para apreciarlo. Verme en esas imágenes fue terrible. Sólo logré encontrar parecido con aquel monstruo de Star Wars que no tenía contornos ni separación entre cara, cuello y tronco. Humpty Dumpty era una belleza estilizada comparado con lo que vi. Fue espantoso y no sé cómo logré que no se filtrase en mis pesadillas. Creo que, si vuelvo a la televisión, será con burka. Por suerte, yo no me veo así; creo que los espejos son más clementes que ese invento demoníaco del vídeo y la imagen digital. En cambio, dos de los autores se veían impecables. Y es que este formato no perdona la falta de angularidad o de arquitectura, o de aristas en una cara. No pude verlo entero; de haberlo visto, habría pedido hora a Pitanguy. Y es que tal vez ha llegado el momento de ser sólo una voz y mirarme sólo en los espejos más hospitalarios, o en las miradas de algunos.
Por cierto, en cuanto a los árboles, vayan al blog de Manel Armengol. Allí también se puede firmar el manifiesto arbóreo, además de contemplar imágenes de los árboles que nuestros políticos municipales y sus arquitectos pretenden arrebatarnos. Y mucha gente significativa sigue firmando aquí: creo que esto debería hacer reflexionar a nuestros políticos municipales, que se han alejado tanto de la opinión de la ciudad, con esa arrogancia típica en este país de quien lleva tiempo en el poder y cree que el electorado es incondicional.