Leí el texto que había escrito para presentar el libro de la poeta canadiense Denise Desautels, Tomba de Lou, traducido por Antoni Clapès y publicado por Eumo (Cafè Central, Jardins de Samarcanda). Fue en la librería Laie y estaba lleno de gente que escuchaba con atención silenciosa, excepto una mujer que tosía, y que le daba al aire algo doloroso con su rebeldía espasmódica. Durante la primera parte hubo un hombre que se había entregado a la conversación en la librería en voz bien alta, como un saboteur, y eso me distrajo un poco. Luego al fin se fue y entonces pude notar la vibración de esa escucha. Toni Clapés había sido tan generoso que mientras me presentaba yo sólo sufría de que no dedicara más tiempo a Denise Desautels. Lo cierto es que después la presentó muy bien, nos dio un contexto y leyó algunos fragmentos de su magnífico prólogo de Tomba de Lou, para trazar su trayectoria. Al final del acto, los dos leyeron el final del libro y fue emocionante. Y mientras yo leía el mío, veía que Denise me entendía (lo había leído antes en francés) y nos íbamos cruzando a veces las miradas porque yo quería decirle algunas de aquellas cosas directamente a ella, que no sólo es una poeta inteligente y llena de talento, sino que acoge y comprende con esos ojos azules. Antes, en el café Laie, Jordi Nopca entrevistó muy bien a Denise Desautels (ella le llamaba l'étudiant, lo veía tan joven), no sé si para Time Out o para Ara. D.D. explicó cómo había empezado a escribir para salir de toda la muerte que la rodeaba; a veces pensaba que si no hubiera escrito se habría vuelto loca. Citó autores también míos, incluso ese Premier homme de Camus que yo siempre cito aquí y allí, y fue desvelando sin saberlo los motivos de mi conexión con su texto, las coincidencias y las afinidades vitales y literarias. Denise lo sabía: al leerme me lo había dicho, que había algo en nuestra intersección. Así que ayer nos cruzamos más libros que nos suscitaban las lecturas mutuas. Ella me había regalado dos libros suyos. Yo quise regalarle sobre todo Paysages originels de Rolin, por el capítulo de Kawabata, pero no lo tenían. Tampoco estaba L'instant de ma mort de Blanchot, ni Apprendre à vivre enfin de Derrida. Le regalé un libro de Bachelard, y surgieron más coincidencias, o eso que llaman sincronías porque una amiga suya escritora había trabajado sobre él y Denise acababa de leerla.
Para mí ha sido importante haber escrito Denise Desautels. El jardí de les ànimes y estaba muy nerviosa antes de leerlo. La noche antes dormí mal, aunque diría que fue por el calor. Los días antes, mi inquietud se rodeó con antiguos pensamientos de muerte. Incluso oleadas de los interrogantes angustiosos que me habían asaltado en las madrugadas de marzo y abril. Y mágicamente, después de leerlo se desvaneció todo aquello, sentí sólo alivio, aunque una parte de mí seguía haciéndose eco de los dos o tres desplantes que recibí ayer, junto con el éxito. "Cuanto más éxito, más desplantes", vino a decirme la Otra Bel, que había aparecido con su elegancia franzkleiniana y su sagèsse. Y yo me acordé, como siempre, del comentario de un artista conceptual cuando le dieron el premio máximo y se deprimió: "Ahora todos me odiarán", decía, "tan bien que estaba yo en mi cómodo fracaso..." Tampoco yo me he autorizado a abandonar una posición de dificultad material, de relativa invisibilidad, en la que no sólo está la parte necesaria y libre del fracaso, sino también su parte angustiosa, con su fantasía de indigencia. También me felicitó Selma Ancira, muy conmovida, y ese brillo suyo fue todo un homenaje, y la psicoanalista Nelly Schneider y Víctor Sunyol, y la Belle Elaine, que alegraba la vista a mi derecha y quiso llevarse el texto, y la poeta y novelista Esther Zarraluki, y Dolors Udina, la reina de la traducció, y Robert Ferrer, de la Alliance Française de Sabadell, traductor al francés de mi texto, y la artista Louise Vigé, que exhibirá su instalación conjunta con D.D. en ese lugar el viernes. Vi a Eph también con esa sobriedad elegante suya, pero cuando quise saludarle ya no estaba; espero que le gustara. La plaquette está ya en Laie en catalán y en francés (vale 3 euros, aunque ayer se regalaba con Tomba de Lou) y esta semana estará también en La Central, y en el librero de la calle Berlinès y el día 1 se podrá leer en castellano en Frontera D. Fuimos a cenar y al volver iba leyendo L'homme qui dort (también me compré el Journal de Jules Renard, gracias sobre todo a JML y Osías Stuttman me regaló un libro suyo y quiso llamarme "poeta" en la dedicatoria) y al volver me encontré una recomendación de EVM que asocia asombrosamente en un vídeo Taxi Driver con el libro soñante de Perec!!! Es un remix muy interesante, parece que todo encaja!...
Esta mañana, mientras hacía algunas posturas de yoga tumbada en el suelo, he notado una vibración peluda y luego, la patte blanche de Rufus en la frente. Rufus está a dieta. Descubrí que le daba más de lo recomendado por el veterinario (me dicen que, cuando sea mayor, la columna no resistiría el peso de su rayada y aterciopelada barriga de visón) y he tenido que reducir drásticamente. No se queja tanto como pensé. A veces monta guardia en la puerta de la cocina, pero poco más.
Y G. se ha ido esta mañana a un festival portugués, y yo le echo ya de menos, aunque tal vez comamos juntos, cuando está, me quejo de sus costumbres domésticas, pero sé que añoraré tenerle por aquí esta semana, escucharle pensar en voz alta y verle abrazar a Rufus con esos gestos cómicos, y decirle también cosas que él puede siempre entender.
Por cierto, que seguimos con la batalla para salvar el azufaifo y nos dicen estamos en el momento de mayor peligro porque han venido a barrenar y agujerear, y esa salvajada cortaría las raíces de un árbol que ha vivido entre doscientos y quinientos años en ese jardín, que es el mayor ejemplar documentado en Europa de esa especie, pero que el ayuntamiento saliente y el distrito siempre quisieron destruir. No tienen bastante con haber destruido la plaça Joaquim Folguera, despojándola de la frondosidad, el aire, la quietud, la sombra y los pájaros de los 29 almeces que la hermoseaban junto con las antiguas farolas. No han tenido bastante destrozando la pobre Torre Sivilla (desdichada Vil·la Florida), ni la graciosa inclinación de los pinos centenarios de la plaça Narcisa Freixas, ni la esquina frondosa de Mandri con el paseo de la Bonanova, ni todas las casas que han dejado tirar en este pobre barrio, sustituyendo la tierra de los jardines interiores y los patios verdes por más cemento para aparcamientos obligados, este pobre barrio antes silencioso y fresco y ahora polvoriento, ruidoso, contaminado y ardiente de cemento. Quieren aprovechar los últimos días para seguir destruyendo y cobrando comisiones y por desgracia, ya no nos quedan los periodistas cultos y receptivos de antes en los diarios, los han sustituido becarios que no saben nada y en eso basan su arrogancia. Pero resistiremos.