domingo, 23 de septiembre de 2012

Un cielo opaco


Foto: I.N., Chimenea y cielo al amanecer, 2012
Se ha instalado desde hace días. No rompe a llover, no muestra nada y al final se acaba abriendo e incluso acoge nubes esplendorosas como las que ayer por la tarde iban cambiando del rosa moradáceo al azul gris. Mis plantas esperan la lluvia como en una respiración contenida. Esta mañana, mágicamente sin obras, sin estruendo, sin perro prisionero, una invasión de cotorras chillonas se ha enfrentado a la voz ronca y graznante de una elegante urraca, refugiada en los cipreses del único jardín que queda en pie y que consuela mis ojos. 
Anoche vi la primera parte de la Trilogía de Apu, de Satyajit Ray, Pather Panchali, que me trajo JLG: Necesité la ayuda de G. porque yo tengo un bloqueo con los DVDs, olvido cómo funcionan y me irrito tontamente.
 Fue un sábado agotador. De nuevo un tratamiento que antes me ayudaba me hizo daño en mis pobres huesillos y han sido dos noches insomnes y el día de ayer dolorida y agotada, sin saber en qué postura ponerme para respirar bien. La película de Ray me consoló con sus imágenes de naturaleza india y pobreza de una familia de casta alta que se refugia en una vida rural, "demasiado cerca del bosque y de los chacales", dice la madre en su desesperación, todo de una extraña combinación de sencillez y un abarrocamiento que atrapa intensamente, lleno de silencios y de paisaje que respiraba, de complicidad y rivalidad fraternal casi sin palabras, de lluvia, de sueños, de la abuela y sus chales rotos y su encorvamiento y sus cuentos y canciones solitarias, del padre poeta siempre arruinado y sonriente, de la madre amarga con su belleza huraña, la misma belleza de la niña, Durga, y la mirada intensísima del niño, Apu, que parece absorber el mundo en esa sensual melancolía frondosa del paisaje hindú. Una maravilla. 
Una vez más cometí el gesto heroico de ir a cenar y la conversación me alegró el espíritu aunque supusiera un esfuerzo para el cuerpo. Mi interlocutor se fijó enseguida en la iluminación suave y acogedora del jardín del Floral Café, por desgracia tan difícil en esta ciudad donde la luz suele ser hiriente como el ruido, o como él dijo, es otra forma de ruido. Yo, que siempre sigo añorando las noches de antes, cuando todo se apagaba de verdad y el cielo adquiría una realidad majestuosa y llena de misterio, como en el bosque serbio o en el bosquecillo de Rupià, agradezco que al menos en un local se cuide esa penumbra iluminando la comida con unas velas.
Al volver, él quiso conocer el azufaifo. Lástima que le han puesto una fea puerta metálica y ya no se pueda acceder al jardín como en días atrás. Era una suerte poder tocarle el tronco a mi viejo azufaifo. Pero al menos lo vio y me habló de la belleza de lo pequeño, esa belleza de lugares humildes y diminutos que a mí no me  hace falta perseguir, pues parece venir todo el tiempo, acercarse, envolverme a pesar de la saña zafia con que la destruyen los políticos municipales en esta pobre ciudad.
Leí una graciosa y apasionante pieza de Aleksandar Hemon (a quien entrevisté en París para Si un árbol cae) en The New Yorker sobre los Wachowski y su Cloud Atlas. En otro New Yorker un artículo sobre la nueva biografía de Stefan Zweig y sus demonios, ocultos en El mundo de ayer. Una serie de fotografías suyas le dibujaba autrement. Y un cuento triste y denso y memorable de Alice Munro que ya cité, "Amundsen". En esa revista siempre hay al menos una o dos piezas magníficas, que vale la pena leer.
Volví a Hard Times de Dickens, mientras espero que me lleguen mis encargos indios. Por cierto que en algún suplemento literario internacional de los que me trae J (creo que era el del Financial!) leí un interesante y complejo retrato de Dickens con todas sus ambivalencias, sus traumas y también las maravillas de su escritura. "Sus excesos son los excesos de su época", decía el crítico con toda la razón, refiriéndose a su obra. Hard Times parece referirse a esta época nuestra, tan tremendamente injusta, tan equivocada, tan delirante, que tanto daño hace a muchísimos mientras sólo beneficia a unos cuantos y de manera inmediata, destruyéndolo todo a su paso. Dickens sigue hablándome ahora y es un refugio, como Satyajit Ray.
Tuve una "conversación" nocturna con mi amiga cineasta directora de documentales, hablábamos del dolor y de lo que nos salva, a mí la escritura, a ella el cine. Lo mejor de esas franjas de noche insomne que ahora se me imponen por la horizontalidad imposible de la caja torácica, por esas pobres costillas flotantes y las otras, es que me siento a escribir. Esta noche, de tres a cinco. Me había quedado llena de dudas (y aún las tengo) sobre lo prosaico que me parecía lo que estaba escribiendo, y al menos pude introducir cierto fulgor, aunque sin duda tengo que trabajar más. Dos amigos me preguntaron cuántas páginas llevo, yo nunca miro los números, ayer lo miré, eran unas cincuenta y tres páginas escritas, no muchas, pero algo que sí es revelador. 
En cambio me escribió un mensaje una amiga lejana que ni me lee ni me comprende y que había interpretado mi intento de curarme como un abandono a la enfermedad y la muerte. No todo el mundo puede comprender nuestros gestos, aunque a nosotros nos parezcan fáciles, sobre todo sin apenas acercarse y con una carga de prejuicios y de creencias que no aceptan cuestionamiento alguno. Otra vieja amiga, con la que estudié, interpretó mis respuestas a la inversa y empezó a repetirme datos estadísticos que desmienten por completo lo que yo he visto y vivido. No importa. Sin embargo, sarinagara, hay malentendidos que sí me empeño en aclarar porque creo que las palabras deberían poder, que la experiencia común debería servir, que es absurdo hacer tábula rasa como si no nos conociéramos.
Yo sigo pensando en la prueba que permitirá saber si una operación es posible y con qué características. Fantaseo con la vida de después, ya recuperada, en la que podría otra vez  recobrar poco a poco la libertad de mi cuerpo.
JP me sigue escribiendo desde India y me manda imágenes esplendorosas.

Ayer volvió a  realizarse el festival que mas me gusta de todos y el que espero con mas ilusión cada año. Tiene lugar en una kund, una especie de gran pozo con escaleras en sus cuatro lados donde la gente realiza abluciones y ofrendas, se llama Lolark Kund y es de una belleza grandiosa precisamente por su sencillez, un esbelto arco de piedra que se alarga metros y metros hasta hundirse en el agua, aunque es una pena que queriéndolo proteger lo hayan estropeado un poco poniéndole una barandilla de metal y un muro pintado de rojo que ya no deja verlo como antes en toda su simple elegancia. El festival es seguido por miles de devotos venidos de todos los pueblos vecinos, y algunos desde muy lejos, que desde las primeras horas del alba se arremolinan alrededor de la kund rebosando los callejones adyacentes.
Como tenía sanscrito a las ocho, pasé por allí a las siete y media en bicicleta y ya no se podía circular, tuve que dar un gran rodeo para llegar a clase. Están las calles llenas de puestos donde venden frutos redondos y unos espinosos que solo veo este día, así como pepinos, calabazas y todo tipo de frutos de formas fálicas, otros venden baratijas, juguetes de plástico para los niños, o polvos de distintos tonos de rojo para las mujeres (la raya bermellón que llevan las mujeres casadas en el pelo). El agua de la kund tiene una extraordinaria fama para conceder progenie a las parejas y además cura muchas otras enfermedades (de la piel por ejemplo, la famosa lepra blanca), así que todas las parejas, y son centenares, que han sido bendecidas con hijos vienen con sus bebés a los que afeitan la cabeza en señal de gracia, las mujeres estériles o que buscan un hijo se tienen que bañar sostenidas por su marido y a continuación se desnudan y abandonan allí todas sus ropas, sus joyas, zapatos... y se visten con otras nuevas. Al terminar el día hay montañas de saris mojados, de zapatos, de pulseras de cristal rotas en el suelo, cadenas y ajorcas. Los barberos hacen su agosto y en los ghats se pueden ver centenares de Sagradas Familias, parejas jóvenes con un bebé que toman el baño ritual esta vez en el Ganga (y con agua mucho más limpia y no llena de los cientos de frutos que flotan en la pequeña superficie del pozo, aunque algunos brahmanes y empleados de ellos van retirando lo que pueden para dejar algo de sitio). Me paré a tomar el té en el sitio de siempre, muy cerca de la Kund y era el lugar que habían escogido los encantadores de serpientes para exponer sus cobras, u otras serpientes, hipnotizándolas con sus flautas abultadas y atrayendo al público con los tamborcitos de doble cara, como relojes de arena, e iguales al que lleva el Shiva Natarja cuando baila su danza cósmica, los devotos les arrojan monedas o arroz. Las cobras son preciosas y la rapidez con que mueven sus lenguas bífidas, impresionante. Algunas las traen tan solo en pequeñas ollas de barro, como las dos que exhibe una mujer que debió ser bellísima de joven porque aún lo es ahora que el tiempo y el clima la han ajado un poco.
De repente pasa una andadilla sostenida por hombres que recitan un mantra (solo van hombres a las incineraciones) recubierta por una tela y flores.
Volví a pasar por Harmony y entre otras cosas me traje Conversaciones con el grupo de Blomsbury de Mulk Raj Anand, al que siempre te nombro, por el libro, que ya terminé y que me entretuvo mucho, desfilan Elliot, Arthur Whaley, Aldous Huxley, D.H. Lawrence, Keynes, Virginia Woolf que es la que sale mejor parada, Norman Forster, Lytton Strachey, Edith Sitwell etc   al que mas espacio dedica es a Elliot, que aunque es el más estirado, muermo y solemne del grupo es glorificado, a Lawrence también lo deja quedar bien, a Elliot es incapaz de juzgarlo, pero está plagado de bromas de los del grupo sobre "The Pope", me gusta la definición de Huxley sobre la novela "A novel is glorified gossip. Not a lexicon".
Se nota la sombra de Joyce al que todos toman como referencia. A pesar de sus bravatas y sus parrafadas sobre filosofía o teoría de la novela, que me aburren, lo que transparenta de los escritores, de su carácter, manías, prejuicios me intereso mucho. Además como Anand es indio acaban siempre hablando de India, a favor o en contra, nerviosos por la pretendida espiritualidad de esa colonia (aún lo era). Hablando con C.E.M. Joad, el único que desconozco de los que salen, dice:
"I call philosophy inconsequential disabuse of terminology expressely invented for the purpose".
 En el último capítulo en casa de Whaley Uday Sankar (el hermano de Ravi Shankar) baila una coreografía sobre el tema de Shiva teniendo como público entre otros a Keynes.
Guru Nanak, el profeta de los sikh dice "Even snakes shed their skins every now and then".
Termino con un verso que le cita Anand a Elliot de Ghalib. Éste estaba invitado a una mushaira (encuentro poético) de los que se realizaban en la corte del ultimo emperador moghul, Bahadur Shah Zafar, él mismo un estimable poeta, y Ghalib, que no habia preparado ningún poema, solo dijo este verso:
  Ai dil i nadaan, tujhe hua kya hai?
  ¡Ay, mi inocente corazón! que te sucedió?
Por lo visto, Elliot quedó muy conmovido por la tersura y profundidad
apasionada del verso.
Cuídate. Sé feliz.

Y mi respuesta

Qué maravillosas imágenes me habéis mandado, de esa India humilde y majestuosa de Satyajit Ray. Algunas se parecen a las que yo misma tengo de mi viaje de los ochenta, aunque hechas por una fotógrafa mediocre y con una de aquellas horribles instamatic de antes, pero me alegra tanto reconocer aquella India... Y otras son la mejor ilustración  de tus palabras y de la atmósfera de lo que escribes, el festival y los saris caídos, los hombres lavándose en ese agua plomiza, las vacas bañándose, las vendedoras bajo los arcos (yo tengo una muy parecida!), los niños, los shadus, los partidos de cricket con los templos al fondo, las barcas a lo lejos, los personajes solitarios y silenciosos como en los cuentos de Narayan...
Yo sigo con mis males pero también con todas mis esperanzas. El lunes es fiesta (no una fiesta como las que tú describes), y tendré que esperar al martes por la tarde para hablar con el médico. Y es que ahora me han entrado las prisas por saber a qué atenerme y poder operarme si se puede y sólo sueño con esa otra vida de después, una vez recuperada, andando por la ciudad y correteando y bailando y durmiendo boca abajo y de lado en la cama sin dolor, y agachándome sin dolor, respirando sin dolor, recobrando poco a poco un cuerpo de mujer que antes tuve, incluso sueño con mi antigua vida de escritora asistiendo a un acto y leyendo en voz alta mis escritos... Es inevitable soñar. El cirujano me habló de "lo esencial", que según él, era lo que más contaba: quién es usted, qué quiere, qué viene a hacer aquí... y ahora me vuelven sus palabras porque me siento más llena de energía, a pesar del dolor, y sé que esa fuerza interior es lo que podría salvarme. G. ha venido a verme, con su abrigo bolognés, se va el martes y le echaré de menos, sí, pero lo que más ilusión me hace es que se dedique a lo suyo con pasión, que aprenda y que se permita entregarse a su inteligencia y sus talentos, a su mirada, a su sensibilidad y que nada ni nadie le haga desvalorizarse. 
Me gustaría seguir recibiendo siempre estas cartas indias...
Un abrazo desde lejos
Bel


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Vivir

Foto (postal): Thomas Zwalen, Monasterio Stakna en el valle Indus (Himalaya)
Ayer llegué a casa agotada, frágil, dolorida y también más ligera de la intervención en la clínica, que había ido muy bien, gracias a los esfuerzos de Tigridia y al azar de las cosas, y encontré esta postal de JP, a la que luego se añadiría un lluvioso email. Mientras devoraba la comida, con una voracidad animal, producto de la intervención, lloré leyendo lo que me decía JP. Tal vez habría llorado sin la postal o tal vez realmente había algo ahí para mi dolor del momento. Más tarde intenté leérsela al también dolorido J. y volvía a llorar tontamente. Decía así:
"Éste es uno de los monasterios de los que te hablaba. me gusta el mensaje que los ladhakis, con toda su "prisa" y su alegría, recogen del Dalai Lama: que hay que estar alegre cueste lo que cueste, pase lo que pase. Cada día es un don. Me estimula ver que tú persigues esa alegría, ese éxtasis de vivir, cuando hablas de la luz, de los árboles, de los pájaros. Sea lo que sea lo que tenga que venir, que tenga que pasar, este momento es tuyo, es nuestro. Y aunque parezca lo contrario no estamos solos (lo dice un ermitaño). Bernanos dice que el Reino de Dios no distingue entre vivos y muertos. Yo digo que la vida es sgrada y la muerte un misterio. Respetémoslos. Un beso, J.
Las montañas más altas ya amanecieron cubiertas de nieve."
Después de comer llegó el mensaje:
Hoy también está lloviendo y me tuve que refugiar en algún sitio, así que aprovecho para escribirte.
   Es una pena que llueva porque hoy celebran un festival las mujeres y llenan los ghats principales de color con sus saris y sus ofrendas (a ti no te gustaría el motivo pues ayunan todo el día hasta que ven la luna o se hace de noche rogando y rezando por la salud de sus maridos), además coincidía con otro festival, éste un tanto ruidoso, el de los mecánicos que tienen por santo patrón al dios que es el arquitecto celeste, lo pasean en carros que arrastran hasta el Ganga llevando detrás música a todo volumen y un generador que hace un ruido insoportable, es un dios que porta una barba blanca tipo Santa Claus y lo curioso es que cuando va acompañado de sus esposas éstas también son barbudas y lucen sendas barbas blancas. Y para rematarla, también están preparando el festival de Ganesha, adornando sus templos con luces de colores y con hojas verdes. De camino a mi clase de sánscrito me senté a tomar un chai en un sitio que me gusta porque se mezclan los musulmanes y los hindúes, allí conocí a un hombre encantador, tuerto, con unas manos bellísimas que me hicieron sospechar lo que me contó luego, que era un "artista" y entre otras cosas como decorar templos, hacía diseños para saris únicos , sin repetir jamás los motivos; me enternece ver la pobreza de sus ropas remendadas y sus chapals de plástico, al mismo tiempo hablaba un dialecto precioso que me hacía maldecir mi falta de oído, de memoria auditiva, pues pocas veces soy capaz de aprender ese hindi de la calle que me encandila y que no tiene nada que ver con el de los libros de aprender hindi y con el que yo chapurreo.
  Como te habrás dado cuenta por el tono con que escribo ya he sucumbido a la ciudad, Shiva ya me  ha empezado a enredar en sus rizos que son como las aguas del Ganga, vuelvo a estar enamorado y la pobreza me parece bellísima porque me conmueve de una forma que jamás la belleza consigue, me desnuda, me concentra en lo esencial, en el hombre, sin necesidad de trapos ni de nada, salvo sus valores y su dignidad.
 Estuve en Tulsi Ghat, al que trato de ir cada día porque al filo del atardecer, o un poco antes, acuden los lecheros a lavar sus grandes cacharros de aluminio y a lavarse ellos mismos y sus ropas, y hacer puja, rezar y volver a casa en bicicleta. Me encanta empaparme de sus gestos, algunos son fuertes y guapos porque antes de bajar al río se entrenan todos los días en un gimnasio al aire libre que está justo al lado del ghat, dedicado a Hanuman, por la conexión con Rama, con Tulsidas y con el poder prodigioso de Hanuman, capaz de saltar desde el extremo sur de India hasta Sri Lanka o de levantar una montaña. El ghat es una joya, pequeño, precioso, y la tradición dice y por eso se llama así que en el compuso Tulsidas su versión del Ramayana.
  A. me pasó un libro que a veces creo que te podría interesar; se llama Tripura Rahasya y trata de condensar en una enseñanza única los múltiples aspectos del hinduismo, shaivas, vishnuistas, sakyas, pashupalas etc.
 Pasé por Harmony, la librería donde compro lo literario (lo religioso lo compro en Indica) y compre un montón de libros, así que cuando llegue te podré prestar muchas cosas, por ejemplo dos de Mulk Raj Anand, que ya te dije que me gusta mucho, otro que se llama About me (apni Khabav) de Pandey Bechan Sharma,  que creo que te puede gustar pues dicen que en su momento revolucionó el genero autobiografico en hindi, un libro traducido del Malayam The Legends of Khasak de O.V. Vijayan que me atrae porque habla de Kerala, que conozco poco. También compré dos libros de poesía antigua Tamil, así que prepárate a recibir alguna de mis versiones, ya que cometiste la imprudencia de decir que te habíaan gustado las anteriores  que te envié. Por último A lover' s guide to Warangal, una parodia en verso telugu (el idioma de Andra Pradesh) que promete bastante pues los traductores me gustan bastante, Narayana Rao y David Schulman, de los que tengo varias antologías telugus antiguas, por ejemplo When God is a customer, poemas de cortesanas que son una maravilla. Recuérdame que te los preste.
  Me fascina ver pasar a los sannyasis, los viejos que abandonan a sus familias, sus negocios y llevan una vida de renuncia y dedicada solo a la búsqueda de la liberación. Con sus bastones (dandas) en pequeños grupos van mendigando un poco de te o algo de comer.. la ciudad los protege y solo por eso quizás le sean perdonados todos sus pecados.
   No te preocupes si te quejas, si no nos puedes dar buenas noticias, ya llegarán tiempos mejores, tú sigue cuidándote y déjate querer.
Un beso.

Oh JP, al llegar a casa del hospital, fragilizada de la paracentesis, he encontrado tu preciosa postal y al leerla me he echado a llorar. No es todo culpa tuya, ni de la belleza del monasterio en las montañas ni de la sabiduría de los ladhakis, también, no sé por qué, durante esa intervención siempre me invade una tristeza extraña y sólo me contengo de llorar por lo absurdo de la situación tan mecánica y con las enfermeras... Tal vez en el fluido que me extraen haya algo vital que me deje sin nervio, tal vez mi cuerpo quisiera contribuir a la eliminación de fluidos (han salido 2,5 litros, densos y de un ámbar oliváceo, no los 4 de la primera vez, pero todo a un ritmo sostenido hasta el fin) o tal vez sea la música, pues me llevo un viejo ipod de J para aislarme de lo que allí ocurre, aunque lo oigo todo, y es extraño cómo se ordenan las canciones (sus canciones) aleatoriamente. En cierto momento me salió un pequeño pompón, una especie de alga diminuta que obturó el conducto y tuvieron que cambiarme la aguja y en ese mismo instante empezó a sonar Heroin de Lou Reed y yo me reía sola con mis ganas de llorar, sin poder evitar preguntarme por qué me había pasado todo esto, y acordándome de la palidez del pobre J., que tanto me ha cuidado estos días y que desde ayer tiene un cólico nefrítico y no para de sumergirse en la bañera caliente para aliviar ese dolor tremendo mientras espera que salga la piedra... Así que comprendo a esas mujeres que llenan los ghats con saris y  ofrendas por sus maridos, aunque en mi caso sea sólo un vínculo del pasado, pero lleno de afecto...
Ha venido a buscarme G., que estos días ve a sus dos padres caídos y tiene que encarar también esa sensación de que nadie es invulnerable y la idea de irse pronto a Bologna en un momento en que le mundo se arremolina... Así que he llorado mientras comía sin dejar de mirar tu postal y riéndome de mí misma y pensando en los dioses hindúes y en su relativización de todo lo que ocurre...
Pero el texto que has escrito en esa postal me parece luminoso. Vemos tan distintas las cosas desde el dolor... Hay una percepción especial, esencial, esa humildad agotada de la que yo hablaba en el blog, esas viejas citas de T.S.Eliot, de Wilde, de Goethe que siempre repito... Y hoy, mientras estaba allí, he decidido que tal vez no esperaría siquiera a noviembre, que tal vez... Llevo unas cuantas noches insomnes, me despertaba un dolor lacerante en las costillas, me levantaba y me consolaba con la escritura allí sentada, y durante esas horas he podido incluso sentirme bien escribiendo y escaneando imágenes de un cuento infantil que escribí hace años y que ilustró R.O., aquel amigo tan alto y excéntrico a quien tú conociste y que ya murió (que había pasado sus temporadas en monasterios tibetanos), que nunca llegó a publicarse, para mandárselas a AH., hasta que de pronto, con el cansancio, llegaba el dolor de ciática y tenía que volver a la cama y al calor de la manta eléctrica...
Y luego llega este email tuyo lluvioso, ya hechizado por la ciudad y lleno de todos los dioses, ¡oh, Ganesh! Es uno de mis favoritos. Le traje uno a G. de un anticuario maravilloso de Luxemburgo, aunque ni la tienda podía compararse a la tuya ni él sabía y contaba las historias que tú sabes contar cuando te preguntan por cualquier pieza... Cómo me gustaría estar allí en esa fiesta. Si me curo alguna vez, tal vez iré cuando estés tú si me lo permites para que me enseñes algunas cosas...
Pero mi estado de fragilidad hoy es grande. He cenado tarde para mis horarios radicales y con una voracidad tremenda, típicamente post-paracentesis. Me retiraré a leer un cuento de Alice Munro que publica el New Yorker titulado "Amundsen" y ojalá Ganesh me ayude y pueda esta noche dormir al fin. Mi gato es toda una lección de relajación y sueño y aquí está conmigo. Sigue esa extraña tristeza que tiene que fluir, como un ritual, como un adiós a ciertas cosas que se han quedado atrás (o a mis fluidos vitales!). He bajado a comprar tres cosas urgentes, mareada, y me ha rescatado C. para llevarme las bolsas y ayudarme. Ya en casa, se ha quedado hablando conmigo un poco y me ha dicho que me veía llena de energía. Los demás ven cosas que yo no veo. G. me dice todos los días que me ve mejor, mejor...
No me olvidaré de pedirte esos libros, que ya son para mí urgentes (alguno lo he encargado ya!), y estoy deseando también leer tus versiones de esos poemas, aún recuerdo los que me mandaste, sobre todo uno que hablaba del deseo de una forma proyectada en un cervatillo... Y un poema tuyo que hablaba, cómo no, de la muerte.
Hasta pronto. Gracias otra vez por tus maravillosos mensajes y por esa ráfaga de ritos hindúes que tanto necesito.
Bel
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Hoy me he despertado más energética. Es un día oscuro. He regado a la pobre gran buganvilla, ya que la lluvia que predijeron no llegó y anoche se lo había prometido. Luego, en otro arranque de coraje, he arreglado la impresora, me he pesado (sin la carga de ayer soy aún más pluma que antes), he maldicho el estruendo horroroso y feo de las obras que se han multiplicado aún más estos días y que no interrumpirán si no llega la lluvia (calles abiertas por hombres ya sordos y afectados de la vibración tremenda, un tejado también lleno de hombres negros vociferantes y con máquinas prohibidas en todo país civilizado, el piso del edificio de enfrente que nunca se acaba, con sus máquinas taladradoras de todo espíritu y toda lectura...). Pero yo estoy mejor. He puesto la postal de JP junto a Li Bai. He contestado a los mensajes de facebook y a los correos que me preguntaban por la intervención de ayer (a los de anoche contesté lacónicamente, sin fuerzas) y he contemplado mi día. Al final ni siquiera pude leer el relato de Alice Munro, pero lo haré. Me decepcionó terriblemente la traducción de una novela japonesa que quería leer y tendré que buscarla en otra lengua. Envidio esa posibilidad de leer aún más sin tasa que yo de JP. Su amiga traductora, que vive en Varanasi y sí tiene conexión, me escribe (busca editor para un autor maravilloso contando historias indias, pero son tan cerrados los editores por estos lares, tan faltos de criterio...) y me dice que no encuentra a JP porque los ghats, que son su lugar de encuentro, están convertidos en barrizales (mientras, JP refugiado en algún cibercafé, me escribía) y naturalmente él no lleva móvil y ella, que ayer conoció gracias a él a una mujer que le ha encontrado unos libros en persa, se maravilla de lo magníficas que son las amigas de su amigo (eso me recuerda un título de un cuento muy sugerente de Henry James, The Friends of the Friends). En el colegio de al lado los pequeños todavía lloran (lo peor es cuando ponen por megafonía una de esas versiones espantosas que estropean cualquier canción, para hacernos llorar también a los ya envilecidos vecinos), pero ya empieza a haber algunos niños que corren gozosos gritando con silbidos de pájaros y alguno que canturrea. Rufus sigue acompañándome plácidamente, ahora en su colchoncito blanco, ovalado y peludo de invierno. Y ahora, justo en este momento, la buganvilla se ríe de mí porque ha empezado a caer la lluvia. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Correspondencias

Foto: I.N., Rhipsalis crispata, Lluïsa's Gift, 2012.
Transcribo aquí unos fragmentos de mi último intercambio con JP, que sigue en India.

¿Ya ha refrescado? Espero que vayas sintiéndote mejor a medida que el calor se vaya apaciguando y no sea tan fiero.
Ya llegué a Varanasi, el río está bastante alto pero ya empieza a retirarse, se ve la isla de arena en la gran curva del Ganga, las orillas de los ghats están llenas de lodo y de jacintos de agua. No es el momento más bello de Kashi aunque al atardecer siempre parece un reino mágico, un mundo de sueño que se desvanecerá en la noche.
  Como siempre mis sentimientos son encontrados, trato de limar aristas albergándome en la misma pensión de siempre, cuyo propietario de la casta de los lecheros, granjeros o cuidadores de vacas, en su caso lecheros, y por eso se llama Kishan (granjero), es un hombre encantador, poco interesado y tranquilo, una joya en esta ciudad ávida y egoísta hasta la médula. Aunque como siempre en India, el país donde todas las contradicciones se manifiestan, sea al mismo tiempo la ciudad donde el dolor llevado al paroxismo se licua en música, donde la luz parece ser algo sobrenatural en ciertos momentos y la noche albergar universos desconocidos.
   No me parecen simpáticos ni amables, en el tren conocí a un señor muy divertido, un profesor de BHU (la universidad de Varanasi) que era ingeniero en electrónica ( si es que se dice así) irónico, lleno de charme, acostumbrado a recibir homenajes por Europa (me habló sobre todo de París) y por América, viajaba con su hijo que se dedicaba a la animación y con el que cuando su padre se acostó estuve un rato hablando de cine...
Pero quien volvió el viaje algo valioso fue su padre con su chispa, su ingenio, su vanidad, la manera de regatear un poco más de chau con un empleado del tren, llamar a su hijo "el rey del Nepal" o distribuir la conversación haciéndonos participar a todos quisiéramos o no.
Pero este señor era una de las brillantes  excepciones que Varanasi prodiga, esa plétora de genios de la música, del sanscrito, de la medicina, del urdu o del persa, brahmanes con prodigiosa memoria, increíble rapidez mental y que parecen vivir en el reino de la inteligencia, santos y sadhus que esconden sus tesoros entre la sordidez de las paredes que se derrumban, la bosta de las vacas, las quejas plañideras de las mujeres.... aquí, como diría mi padre, todo el mundo se cree un personaje... los varanasis son terribles, obsequiosos y canallas, producto de una civilización demasiado antigua, llena de flaquezas, de miserias y de un descomunal orgullo.
   Pero como me pasa siempre, cuando te escriba tras unos cuantos días de estancia me habrán seducido de nuevo, no ellos, sino los genios de la ciudad, y te hablaré maravillas y no querré irme de aquí y me parecerá que lo que es un sueño no es esta ciudad donde todos están intoxicados por la religión sino Barcelona donde todos estamos intoxicados de tedio banal, y la vida se nos escapa sin saber en qué, en nada que podamos decir que es bello o importante, en pequeños sueños mezquinos.
   Hoy me acerqué a los ghats al amanecer, pero no estaba preparado aún para comulgar con el río y me alejé enseguida dejando las barcas llenas de turistas y a los peregrinos con sus pujas, alabando al sol que se alza por la otra orilla. Necesito tiempo y como en Ladhak me sentí tan feliz y la gente es tan bella, tan simpática y el paisaje tan desnudo y conmovedor, tal vez para que la transición sea suave, vaya a visitar Sarnath, y vuelva a ver el Buddha que dio origen iconográfico a casi todos los otros tipos de buddhas, además el Dalai Lama estará allí el 27, 28 y 29 y quizás no sea como en Delhi (estaba en La Fundación Ramakrishna justo el día en que me vine y la habían engalanado llenando los espacios de césped de pabellones blancos) donde había que pagar 1500 rupias al inscribirse y todo estaba lleno de autoridades y de esa excitación de los preparativos que me molesta tanto en ciertos actos religiosos...
  Hoy pasaré por Harmony, la librería más literaria de aquí  y a ver si encuentro cosas que no tenga, este año en Delhi apenas compré libros porque cerraron o cambiaron de emplazamiento las librerías que me gustaban, encontré de segunda mano Petersbourg de Bely, que estoy leyendo bastante interesado, por lo de ahora no me parece que alcance los elogios desmesurados que le dedica Nabokov (con el que apenas comparto nada) pero sin duda es una obra estimable, rara, preciosa, lo difícil es juzgarla por una traducción, debe de ser algo así como pretender juzgar Paradiso de Lezama por alguna de sus traducciones por muy buena que sea. También estoy leyendo en francés Au fil de la vie de Rilke, sus primeras historias en una de ellas Toutes en une una historia de un escultor de Madonnas, triste, viene esta frase sobre la piedad, no la certifico pero me llamó la atención:
"Qu'est ce que la pitié. Le plaisir qu’on prend a des églises sombres et a des arbres de Noël illuminés, la gratitude que l'on éprouve pour un quotidien tranquille qui ne vient troubler aucune tempête, l’amour qui a perdu son chemin et qui cherche, qui tâtonne dans l'infini sans rivages. Et une nostalgie qui joint les mains au lieu de déployer les ailes."
Cuídate bien.
Un beso
Pues refrescó y fue maravilloso mientras duró, luego volvió un bochorno espantoso y hoy las temperaturas son aún más altas que los otros días, aunque han prometido que las mínimas nocturnas empezarán a bajar muy poco a poco y mejorará la sensación. Y siguen las tremendas obras con su estruendo.
Y con el calor, mi condición se agrava, de modo que me estoy planteando otra dolorida intervención en el hospital, aunque con la incertidumbre de si servirá o no; a veces alivia unos días, a veces no sirve de nada. Este atardecer vendrá el osteópata que también me hace reflexoterapia y que me ayudó mucho hace una semana o más, veremos si consigue un pequeño milagro y evitamos lo del hospital
Pese a todo, como te dije, estoy más esperanzada gracias a la entrevista con el nuevo cirujano, y sólo pienso en seguir fortaleciéndome para poder hacerme la prueba y ver si es operable y liberarme...
He leído una novela para La Vanguardia que quizás te gustaría, tiene algo de novela-andante que conecta con una tradición manhattanita…
Me encantan tus crónicas, son una maravilla. Si siguieras así, podrías convertirlas en un librito, una maravillosa plaquette de paseante indio. No me extraña lo que dices al pensar en aquí desde allí, lo sentí yo en mi único viaje precoz y atolondrado allí, en 1981-82...
También leí ayer una novelita epistolar de Teru Miyamoto, la japonesa Kinshu, Tapiz de otoño (aunque sospecho que traducida del inglés!) en Alfabia, y me gustó, pese a los pasajes misóginos (tú te reirás), pese a su sencillez extrema, fue una lectura gozosa y fluida, aunque solo fuera esa imbricación del ánimo y el paisaje, tan japonesa y tan zen, que me recordaba a mi adorado Soseki... de quien acabo de recibir La puerta (Impedimenta), y que pronto leeré…
Sigue escribiéndome, por favor, siempre que puedas. Hoy leía a un personaje de Henry James de una novela favorita, Portrait of a Lady, Ralph, cuando se está muriendo e Isabel viaja para estar con él desafiando la prohibición de su horrible marido, él dice algo como: Love remains. I don't know why we should suffer so much. Perhaps I shall find out. There are many things in life...
Yo también me pregunto muchas mañanas, o a veces, a medianoche, por qué tengo que sufrir tanto y si éste será mi final (entonces, por qué tan largo?) o si será sólo una prueba (y por qué tan duro?), por eso los fragmentos de India me producen una consolación que tú puedes seguramente imaginar. A veces le pregunto a Rufus, que siempre acude a mí en los peores momentos y se sienta conmigo a acunarme con su ronroneo. A veces le ha tocado a J. escuchar mis momentos de desesperación más desolada. Pero también él es el primero en saber de mi alegría al mejorar ¡aunque sólo sea un poco! En esos casos mando mensajes a todos los que me han oído desesperar... Como ahora, que he empezado a sentir alivio tras una mañana de hinchazón terrible.
También leía unos cuentecitos de Kipling, They, y en el cuento que da nombre al libro, no sé si lo recuerdas, el narrador descubre un jardín maravilloso, con unos niños y una mujer que le desconcierta, hasta que ella le revela que es ciega. Es un momento emocionante, sin que ocurra nada más. 
'Now you understand", she whispered, across the packed shadows.
'Yes, I understand - now. Thank you.'
'I only hear them... I have neither borne nor lost!'
'Be very glad then', said I, for my soul was torn open within me.
'Forgive me!'
She was still, and I went back to my sorrow and my joy...
Y también T. C. diciendo que "el mundo está azotado por una epidemia de pena, cuyo embate mayor soportan, de momento, sólo unos pocos desafortunados"
Hay un tipo que habla a gritos desde el móvil en una azotea. Le he pedido por señas que baje el volumen y me ha hecho un gesto obsceno. Cuando paran las máquinas, siempre hay alguien desconsiderado que vocifera para que todos oigan su conversación banal. El calor multiplica esa sensación opresiva de estruendo. Sin embargo, he visto amanecer varios días seguidos y la luz me recordaba la felicidad de pequeña, en domingo, en bici por el paseo marítimo, cuando iba a comprar croissants para el desayuno para mi padre, y me sentía envuelta, diluida gozosamente en esa luz, otra vez como de pequeña al entrar en el mar de Roses, en esa primera escena de mi novela que para mí la resume toda. Veremos qué ocurre con ella. Según una doctora sinergética, su salida a la calle es una condición para mi curación.
Un abrazo 
Bel
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Es domingo y sólo los ruidos del vecindario (la torpeza de las escalas de una flauta, el perro prisionero, una televisión) quiebran a veces la quietud maravillosa. He pasado días difíciles, en los que el malestar corpóreo me deja poco espacio para lo demás, excepto para las visitas, que me han distraído e intentado animarme, aunque a veces me agobie la falta de soledad: yo necesito horas solitarias, me alegra intercambiar con los amigos, necesito ese feed back para seguir el hilo de mis pensamientos, pero aún necesito más ese espacio íntimo para el silencio, la música, la lectura, para reconectar conmigo y poder escribir. El hombre que escucha me preguntó acerca de la implicación metafórica de mi malestar y al salir de allí estuve pensando en qué era lo que yo retenía y sí que obtuve una vaga respuesta de algo que es el motor de la escritura de mi libro de ahora, pero que me causa cierto dolor añadido y tal vez, quién sabe, pueda estar influyendo en mi proceso de curación. O tal vez no.  Pero es un camino por el que seguir. Me he puesto una fecha límite para fortalecerme y someterme a la prueba que decidirá si una intervención, más o menos simple o compleja, es posible para liberarme de todo esto. La fecha es aproximadamente el 10 de noviembre. Ojalá los dioses griegos, el azar, el universo, whatever, se pongan de mi parte y me ayuden. Yo no creo que pueda resistir más.
Creo que tengo menos paciencia con los desconocidos que me parecen punzantes, con la gente que no entiende lo que escribo, o que pretende exigirme imposibles. Seguramente el dolor me vuelve menos tolerante. ¿Pero cómo reaccionarían ellos? No creo que los que tanto se ofenden hagan un esfuerzo por ponerse en el lugar del otro. Es duro que no haya reposo, que todos los días me duerma y me despierte con este cuerpo dolorido y tan limitado que me aprisiona, que no pueda como antes andar y respirar sin dolor. No es obligatorio comprenderlo ni mucho menos entender lo que yo intento escribir. O imaginar lo que es este extraño malaise y esta burbuja en la que vivo. Algunos intentan persuadirme de que lo suyo es igual o peor. "Todos tenemos problemas", me dijo alguien. "Al menos tú están bien acompañada y te quieren". Yo le respondí que ahora mismo le cambiaba estar sola en el mundo y triste, pero con su cuerpo o con cualquier cuerpo medianamente sano y libre, con mi cuerpo de 2010.  Y es que no recordamos esa felicidad física y simple de poder andar, correr y bailar libremente todos los días, de cambiar de postura en la cama sin que duela, de dormir profundamente, de levantarse con un cuerpo renovado, de andar largamente por el bosque o la playa, de entregarse a lo físico.
Y sin embargo, a veces, leyendo o adormeciéndome logro olvidarlo todo y sentir la misma joie paradoxale que antes. O escribiendo ese libro extraño. O recibiendo la visita de G., que hoy cumple 24 años y que muy pronto se irá a su Erasmus en Bologna. Hemos celebrado nuestro pequeño ritual y le he regalado libros italianos (los libros secretos que dijo la Otra Bel): Natalia Ginzburg, La strada che va in città; Italo Svevo, La conscienza di Zeno; Mario Rigoni Stern, Il sergente nelle neve. ¿Por qué todos son de la misma editorial?, me ha preguntado. Por casualidad, le he dicho yo, o porque Einaudi era un editor excelente, y le he contado de los tiempos en que los Ginzburg, Pavese y él mantenían allí sus reuniones comunistas y resistentes durante el fascismo, etc. Hemos hablado de leer en otras lenguas y descubrir palabras ininteligibles, desentrañarlas en el contexto, él se sabía algún fragmento de la Commedia, gracias a un profesor apasionado que tuvo, y yo le he recordado el momento de la salida del infierno, que tanto me gustaba. Voy a echarle mucho de menos -su vitalidad, sus visitas, su belleza, su espíritu, su forma de mirar el mundo-, aunque sea poco tiempo. Espero que le vaya muy bien y que me escriba. Y también que cuando él vuelva yo esté ya en una fase más saludable y cómoda que ahora, fuera de esta pesadilla. 
Me escribe estos días desde el desierto californiano y el Joshua Tree Park mi amigo músico, que anoche ganó un Emmy (!). En el ascensor del hotel se encontró a Richard Gere, sin paparazzi...
Hoy he soñado pero sólo me ha quedado un fragmento insulso en la memoria, o una clave numérica a descifrar. Volvía a la casa de la calle Herzegovina (creo que porque ayer, L.O. me dijo que había leído mis tres primeras Postales y sus impresiones me alegraron), estaba con P., la reina del reiki, pero en vez de ser el tercero primera, era el segundo primera.
Por la mañana ha venido Rodolphe a traerme un encargo del mercado, una verdura que venía con una oruga verde fosforescente, de una tonalidad asombrosa y que se me ha posado en la babucha marroquí. También estaba Lluïsa, que traía la Rhipsalis crispata, una planta semicrasa flamante en la que la flor crece directamente de la hoja, y ella se ha encargado de llevarse a la oruga. Anteayer vino Anne-Hélène, con dos jerseys muy bonitos,  una fotógrafa favorita, con un regalo práctico invernal y Julia G., una ilustre hija y sobrina de escritores y poetas; su padre le dedicó un poema maravilloso que siempre vuelve y que un cantautor popularizó musicándolo muy bien (supuse que todo el mundo llevaba años hablándole de ello, así que me callé). Me trajo un libro cómico inglés de los cuarenta, de humor duro e hilarante. Ayer vino V., que trajo una delicada macetita de brezo (me han dicho que el brezo no soporta el agua calcárea y que vive mal aquí, veremos si logro que medre) y posó un momento su insight rápido y evercomprehending en la sala. También vino la Belle Elaine, que estaba exuberante, con aire hindú y que me contó un montón de historias y me hizo reír, y la reina del reiki, que me traía otro vegetal necesario, y las dos se enzarzaron a hablar de dietas y de berzas en lugares insólitos. Y J., por supuesto, que viene con sus deliciosas mermeladas de higos (yo nunca había probado una mermelada tan buena, naturelich sin azúcar) y otras sorpresas, como esos suplementos literarios internacionales que antes no podía leer sin culpa y ahora disfruto con fruición. En el del (horrible y conservador diario, pero preciosamente maquetado y con gran nivel en lo cultural) Financial Times, había un artículo maravilloso sobre Orwell con una cita de una rana que tengo que mandarla a Ratachina (la ilustración era espléndida), y otro artículo apasionante semibiográfico sobre Foster Wallace, y otro muy gracioso (ilustrado con grabados antiguos preciosos) sobre los buscadores de semillas ingleses del XIX, que lograron convertir una flora pobre y limitada en una riquísima y de gran diversidad de especies. El especial moda recordaba ese aspecto loco y artístico de la moda como búsqueda de la belleza que nuestros suplementos locales ni siquiera conocen o comprenden, y luego me leí sobre una curiosa novela épica contemporánea (Uma viagem a India) de Gonçalo Tavares en Le Monde Livres (creo que no está traducida al castellano) y algo que me interesó también del Libération. Luego leí un artículo estupendo de EVM, tras releer la crítica elogiosísima que le dedicaron en The New Yorker. Recibí La chaise-longue victoriana de Margarita Laski, prologada por mí para editorial Automática (la recomiendo, aunque mejor lean mi prólogo al final, a modo de epílogo). La ventaja de estas duras vacaciones forzosas son mis lecturas sin tasa y la sensación de la generosidad de mis amigos, la impresión de su afecto, de su intenso deseo de que mejore (a veces me siento mal por no poder decirles que estoy mejor, que me encuentro bien, por tener que seguir dándoles  noticias penosas) y de alegrarme y facilitarme la vida con sus regalos y sus favores con la tenacidad de The Hunting of the Snark. Hoy Anne había leído mis primeros cuentos, los de Crucigrama; me ha contado sus impresiones y su lectura me ha llenado de esa vieja felicidad que es el feedback de mi escritura, cuando encuentro un lector inteligente y perceptivo, uno de esos lectores que busca cualquier escritor.