Foto: I.N., Fachada de Perpinyà con palomas refugiadas, 2009
A pesar de que este año me sentía demasiado perezosa para los rituales festivos y sociales, no puedo sustraerme a esa emoción espumosa que bulle a mi alrededor. Hay gente completamente desconocida en Facebook que me etiqueta y felicita y cuenta entre sus amigos (aunque nunca me hayan visto) y reparte deseos entusiasmados o declara que gracias a amigos como nosotros su año ha sido más feliz. Es extraña la vida virtual. Algunos ponen en su perfil fotos de hace treinta años y con esa imagen más ligera se relacionan mejor que con la actual. Y pese a todo, la efervscencia de Fb tiene su gracia.
G. merodea por aquí con sus músicas y su amable ironía, me llama Rínxols d'Or, lee a Jonathan Lethme cuando vuelve por las noches y se apunta a todas las comidas. Por un error de cálculo o desmemoria me he encontrado llena de provisiones (he contribuido quizás a mejorar el volumen de negocio de mi pescadero, que ha bajado el 40% con la crisis), y a punto estuve de organizar una cena, aunque fuese como en las Mil y una Noches, cuando invitaban a todos los que pasaran por los caminos... pero no lo hice, sobre todo porque los que pasan por mi calle no son como aquellos personajes de Pasolini, sino todo lo contrario. Eso sí, he estado bailando por la casa y demostrándole a G. que la gata Gilda toma esos bailes míos como un homenaje personal y ronronea y entrecierra los ojos como cuando algo le gusta.
Ayer acabé medio cenando jamón con dos amigos, a los que creía en el norte de África, en un lugar que resultó demasiado caro. Se habían comprado una edición bilingüe de la Dickinson traducida por Carlos Pujol, y se iban a Cadaqués. Yo venía del café de La Central, de escuchar las osadas interrogaciones de V., las dos rodeadas de libros, aunque seguía absorta en la inteligente biografía de una escritora que me subyuga y en cuyas páginas me parece vivir estos días. La leo para mi investigación, que tengo que ampliar un poco, pero de pronto comprendo las razones de muchas afinidades que nunca había elaborado y también temo por su oscuridad.
Y mientras, he empezado a entrar de nuevo en mi libro de la ciudad, así que otra vez me sorprenden por las calles fotografiando rincones misteriosos y apuntando ideas en cuadernillos. Y a veces surgen temas que me parecen dignos de la novela, pero no he reunido el valor para volver, y tal vez sea conveniente lo que sugería V., à la manière de Zizek, que me convenza de que estoy escribiendo el libro de BCN y así iré entrando en la novela sin darme cuenta.
Algunos me siguen comentando sus lecturas de mis cuentos. Hace unos días, un amiga rubia de hace años, que nació en Cassà de la Selva y vivió parte de los setenta y ochenta en círculos cercanos a los míos, me decía que leerlos, además de removerle sus pensamientos y memoria, le había producido un cansancio físico feliz, como cuando nadas unos cuantos largos de piscina o haces ejercicio y luego te acuestas con una sensación de plenitud. Y otro amigo, que es librero pero ha puesto ya un pie en la radio (y yo espero que un día me conceda una hora dos veces por semana en su largo programa, pues siempre quise trabajar en ese medio) me dijo, el mismo día, que le descansaba leer esos cuentos, que llegaba a casa y se serenaba con ellos. Otro amigo que anteayer cumplía años declaró que sus dos cuentos preferidos, los mejor construidos, son justamente los que más decepcionaron al librero de la calle Berlinès, que los encontró apresurados. Eso me recordó que, con Crucigrama, una energética escritora, editora y ahora librera me decía que se había reído muchísimo y que le encantaba mi sentido del humor, mientras que un escritor vecino comentó que esos cuentos eran demasiado tristes y pesimistas. Sería absurdo concluir otra cosa que la subjetividad de los lectores, pues hay tantos libros distintos como lectores en el mundo. En general me dicen que he avanzado mucho en mi escritura y lo dicen como un hecho incontestable, pero por su tono, intuyo que un lector cree que Crucigrama era mejor. Dos lectores se impresionaron por el historial amoroso múltiple del libro, visto como un reverso del don juan, y en cambio muchos ni siquiera se fijan en esa cuestión y me hablan de la época, del final del franquismo, de la ciudad que podíamos ocupar casi libremente en aquellos primeros ochenta, de los sueños y la música de entonces, de los personajes que creen reconocer, de la memoria, de esa clase de escritura de cajas chinas, de las citas... En la revista eñe, Félix Romeo incluye mi libro de cuentos en sus propósitos de lecturas navideñas, aunque lo hace porque le gustó Si un árbol cae (aún estremecido), pero no por el título, que no le atrajo, y en cambio mucha gente me felicita por ese título, que a mí misma me parecía extraño...
Anteayer celebraremos un cumpleaños en un histórico trío, en el bar de siempre y yo le regalé las Cròniques d'ultrason de Foix, Botchan de Natsume Soseki y El poble del costat de Casasses... Y resultó que el amigo al que yo había incluido en la camioneta accidentada de "El día que murió F" nunca estuvo en ella, mientras que la amiga a la que no incluí sí que hizo aquel peligroso trayecto convertido en cuento.
He recorrido trozos de la ciudad a buen paso y cuando andaba más pensativa me he cruzado al fin con El pensador de Rodin. Aunque me lo dijeron la Otra Bel y V., ¡se me había olvidado! Y ha sido un encuentro feliz para la última noche de 2009.
En cuanto a la última noche del año, algunos amigos estarán fuera y otros se recluyen como yo, y si nos da el yuyu brindaremos por teléfono o nos acabaremos visitando sin pasar por el centro. Pero antes vendrá G. y cenaremos ritualmente antes de que él se vaya a sus raves. La idea de cruzar el agitado centro, lleno de botellas rotas y griterío y gente alocada me produce horror desde hace años. Y tengo tanto que leer y ver... Dos amigos de estos barrios me ofrecen venir a ver películas y a brindar conmigo... si no nos ataca el sueño o la pereza y nos da por retirarnos a nuestros aposentos... Ayer apareció la Belle Elaine, que está a punto de trasladarse y convertirse casi en vecina montañosa, y que estos días se va a su isla, pero promete un pase de su documental a la vuelta. Por cierto, pasé por el librero de la calle Berlinès (y no estaba allí) y me llevé un pack de Godard (Intermedio), me lo reservo junto con ese atrayente cd dedicado a Gabriel Ferrater.
Y llegados a este punto, sólo quiero unirme a ese impulso general de mandar buenos deseos y felicidades para contrarrestar el ambiente apocalíptico que nos rodea y sus amenazas. Que 2010 traiga la realización de un deseo interesante, y que lo inesperado compense mágicamente los malos augurios para todos los que nos cruzamos en este espacio...
Les dejo como brindis "Domini màgic" de Joan Vinyoli.
Despunten crits de fulles en els arbres,
esquinça un vol de grius el capaltard
i la muntanya, amb blau recolliment
crepuscular, porta a la falda humil
un davantal de blats encara tendres.
M'allunyo dels embruixos del ponent,
esvento les recances i les cendres
i de l'antiga troca tallo el fil.
Pasturen per la nit roques i cabres,
el riu encès es precipita al mar,
l'espai vermell s'omple de llamps com sabres;
domini màgic, regne sublunar.