viernes, 30 de marzo de 2007

Humo, lecturas y traiciones

Estos días he leído exhaustivamente al poeta y ensayista esloveno Aleš Debeljak (que en esta foto recuerda un poco al agente Mulder) y a quien entrevisté ayer en el bar de La Central del Raval (donde aún se puede fumar, algo imprescindible con cualquier autor balcánico y también para mi rebeldía ante esa ley estúpida que todos acatan y que según mi amiga María Amezúa es un test para comprobar la sumisión de los ciudadanos antes de recortar sus libertades en temas más importantes; una normativa a la que se oponían Derrida y Roudinesco en su diálogo ¿Y mañana qué? porque es contraproducente y autoritario reglamentar así la vida cotidiana, diga lo que diga Cachodepan), pero de vez en cuando seguía mi lenta y esporádica pero iluminadora lectura de Bettelheim (The Informed Heart) y en algunos momentos visitaba esas intoxicaciones geniales y esa especie de haikus de Li Bai, pero anoche, agotada de esta semana agitada y semieslovena, vi por casualidad en la pila de libros que se acumulan junto a la cama unos ensayos de Natalia Ginzburg que compré (¿en Laie?) no hace mucho tiempo, y les traicioné a todos con ella. Qué maravilla el primer ensayo, que en realidad es un cuento, La casa. Enseguida recordé que las primeras líneas me habían impulsado irresistiblemente a comprarlo. Cuenta el proceso de búsqueda de una casa, la casa que ella quería, con jardín (su sueño me recordó a la frase de Cicerón, para quien las condiciones de la felicidad consisten en una buena biblioteca que dé a un jardín), la que quería su marido (sin jardín ni patio, donde cae la suciedad de los demás balcones), las ideas de su padre (tenían que comprarse una casa) y las de su suegra (sólo importaba el suelo), los malos humores de uno y las inseguridades del otro y cómo todos sus deseos y proyectos de casa estaban conectados con experiencias pasadas, fantasías infantiles, y cómo la casa que se compran contradice todo lo que pensaban pero se ajusta a otras fantasías. Y su tono sigue justificando todas las traiciones.
Un viejo amigo, J., acaba de enfadarse conmigo porque quería convencerme de que leyese un libro de Antonio Muñoz Molina, Días de diario, donde J., que conoce a AMM, le redescubre y está entusiasmado. Pero yo, que tengo un atasco extraordinario de libros y sólo me guío por mis propios caprichos y obligaciones, siempre me rebelo ante sus impulsos generosos ("Te voy a regalar un libro...", amenaza, y yo: "No, no, por favor...") y casi impositivos, porque su tenacidad es tal que me lo imagino todos los días preguntándome si ya lo he leído, y yo obligada a leerlo para evitar la repetición del mismo intercambio. No es que yo tenga nada en contra de AMM, ni siquiera dudo del criterio de J. como lector, pero siempre pensé que nos gustaban cosas distintas, y aunque pudiéramos coincidir, cada uno tiene sus momentos. Algo en su actitud me rebela. Otras personas me hablan de lecturas y me convencen, tal vez porque no me dicen: "Tienes que leer", sino "me está gustando, aunque...". De hecho, fue LZ, una amiga italiana que lee sin parar, la que me habló de su pasión por Natalia Ginzburg, y cuando le pregunté por dónde empezar, me regaló La strada che va in città. Pero cuando ella me lo dijo, yo ya había sentido curiosidad y atracción por esa autora, que había leído sólo en artículos y entrevistas... Y es que al final, volviendo a Lacan, sólo cuenta el propio deseo...

jueves, 29 de marzo de 2007

La memoria

Una alusión a la muerte del padre de un amigo de Mr.Ed me ha hecho acordarme del mío, mientras intentaba explicar una punzante jugarreta de la memoria y sus tempos, y es que ocho años después de su muerte, aún a veces, por una milésima de segundo, mi cerebro pensante se desconecta de una zona de la memoria o de unos archivos que él ocupa, y pienso que tengo que preguntarle o contarle algo, y en ese mismo momento llega, y cae como un pedrusco grueso, la conciencia de que no está ni estará más, de que ya no podré preguntarle ni contarle.
Así que, contra la vieja cicatriz dolorida, sigo el consejo terapéutico del poema de Vinyoli, El silenci dels morts

...No deixis de voltar-te
de les seves imatges. Cada dia
posa'ls flors al costat, per si poguessin
sentir la flaire de les roses. Què sabem de cert de llur manera d'ésser?
Preservem les coses
que van tocar, deixem-les allà on eren, quietament. I potser un dia
se't manifestaran. I si no ho fan, espera
pacientment, contemplativament, tota la vida. Viu la teva vida
mesclada amb ells.
Usa dels morts així.

... y decido hacerle un sitio aquí en este blog, con su foto de su época más feliz, cantando ópera como solía, medio en broma, en Cadaqués, y en la tarjeta que hizo mi hermana por su muerte, donde yo elegí el Soave sia il vento. Quizá también sea culpa del viento que hace hoy, tan parecido a la tramuntana del día en que cogimos el barco para tirar sus cenizas en el Perefet (y yo leí lo que había escrito la misma madrugada de su muerte, el texto del reverso de la tarjeta), para que pudiera tener una vida imaginaria parecida a la canción de Brassens, en el mar de siempre, viendo los pies de los bañistas agitándose en el azul, pasando su muerte en vacaciones.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Buena noticia

Ayer, después de la presentación de un libro de Carles Hac Mor en la Llibreria Catalònia, los editores (y poetas) Antoni Clapès y Victor Sunyol nos comunicaron que Cafè Central ha ganado un Premio FAD por su trayectoria editorial (cuidada y selecta). Habrá una celebración. Todos los que estábamos cenando teníamos la suerte de haber publicado algo con ellos. Algunos mucho más que otros: sólo hace un mes que se publicó mi plaquette El cec de l'Odissea, el bloqueig i un somni d'editors, así que estoy muy contenta de ser un poco partícipe de ese premio.

martes, 27 de marzo de 2007

Más Lars Von Trier

Ayer seguí a Elena Vilallonga a un pase semiprivado de Manderlay, en un restaurante de los barrios altos que semihabito por accidentes del azar. Teóricamente se podía fumar, pero alguien se quejó, se abrieron las ventanas y eso nos llevó a ver la película con un frío espantoso. Y a pesar de la lentitud de esta segunda parte de su trilogía americana, y a pesar del frío y del precio excesivo que nos cobraban por comer (comer los otros, ya que poco había para una pobre veggie), me sedujo la película.

La parábola y la parodia del sueño americano, la vergüenza del racismo y de la pena de muerte, Irak y la pretensión paradójica de imponer la democracia... Y también, la violencia interna, la obsesión religiosa, la figura paterna corrupta, la figura materna del sacrificio, con su ambivalencia enfermiza... Esa esfera femenina en la que él se sitúa, con sus narradoras debatiéndose entre el deseo de ser libres y el legado (y las fantasías) de dominación, con la ingenuidad y la rigidez del calvinismo oponiéndose al deseo y a las turbulencias internas. Continuaba aquí su burla brillante de que no necesitamos decorados (un recurso que estrenó con fuerza en Dogville, donde adquiría una belleza árida y un aire teatral, brechtiano) y que podemos imaginar las puertas y tabiques que no están, como en los juegos representativos de la infancia.
Al final, en la tentativa de debate, comprobamos una vez más que el director danés molesta demasiado a casi todos. Le acusaron de todo lo que a mi juicio no es. ¡Superficial! Confundieron su juego irritante (de cerrarnos las puertas para que busquemos en vano una salida) con una especie de autoritarismo. Hubo alguien incluso que se ofendió por su crítica del calvinismo americano, alguien que sin duda no conocía la literatura americana y norteuropea sobre los terribles pioneros que fundaron el país, ni había visto las películas hermosas e implacables sobre esa época. ¡Alguien que tampoco conoce a Pekka Himanen ni La ética del hacker!
Yo creo y lo dije allí que el el director danés es arendtiano y freudiano, que en él está la banalidad del mal y el análisis de la agitación sangrienta del siglo XX de Hannah Arendt, y que sus personajes muestran cómo les mueven sus fantasías y deseos infantiles, revelan sus procesos edípicos y yocásticos mal resueltos, muestran su violencia interna, sus ambivalencias y sus temblores, y a veces, como en Dancer in the Dark, sus psicosis.

sábado, 24 de marzo de 2007

She Went Along, and Went Along, and Went Along.

Ilustración: Arthur Rackham, English Fairy Tales, retold by Flora Anne Steel. Macmillan, 1918.
V cuenta en su post sobre Gao Xinjian cómo él decidió vivir "la vraie vie", es decir, la escritura, esa que tanto valor exige y que yo sólo me atrevo a abordar en cantidades homeopáticas, dando vueltas en torno a ella, deseándola, sufriendo por ella, feliz cuando al fin logro deslizarme por el tobogán de un cuento, pero dura poco y es muchísimo más largo el bloqueo (me consoló leer de las luchas de Isaak Babel con sus perennes bloqueos). Así, ahora ando con unas cuantas frases que me acosan, me persiguen cuando ando y cuando apago la luz, frases que sólo me han llevado a tres escenas de mi infancia, paisajes que parecen ocuparlo todo, como si no hubiera habido más, como si el paisaje devorase el dolor y la culpa y pudiera mostrarlos latiendo, brillando.
Y en esa búsqueda de la infancia vuelvo inevitablemente a los cuentos que me despertaron a la escritura y me revelaron que existía otro mundo, más allá de la mezquina oscuridad punzante del mío.
El otro día lo dije en una conversación, antes los cuentos no estaban escritos para seres hiperinfantilizados, sino llenos de palabras que no entendíamos y cuyo significado, al aprenderlo, llevaría para siempre adheridos algunos significantes del cuento, su atmósfera, el momento en que lo leímos. No había una ilustración y una frase, sino varias páginas de escritura, y de vez en cuando, el regalo de una lámina como ésta de Arthur Rackham, con una frase: She went along, and went along, and went along. Yo me sentía cerca de aquella niña que anduvo, anduvo y anduvo, descalza con su hatillo de tela y cubierta con pieles encontradas.

Cuento de madrugada

Foto: un gato de Andy Warhol
Anoche me despertó un sonido insólito. Parecían las uñas de un animal pequeño, como cuando a la gata le crecen las suyas y se la oye andar como a los perros, pero aquí en versión reducida, el tic-tic más continuo de un bicho más pequeño. Como una araña con zapatos de claqué. Parece una tontería, pero en la hondura de la noche y arrancada sin transición de un profundo sueño donde predominaba el azul, me asustó muchísimo. Le pregunté a D. si lo había oído.
Estaba segura que me diría que no, nunca nadie detecta lo mismo a esas horas insomnes, como en el poema de Alexander Kushner en que un hombre oye llorar a alguien en medio de la noche y la mujer que está a su lado en la cama le dice que no es nada, que se duerma. Como cuando, muchos años atrás, en Cadaqués, nos despertó un leve temblor de tierra y yo volví al sueño inmediatamente, pero J. se quedó despierto y militante, escuchando la radio, casi escandalizado de que yo pudiera volver a dormirme tras algo así.
Por eso me sorprendió la respuesta de D.
"Sí", dijo, y parecía casi inquieto. "¿Qué era?"
Me pregunté si lo decía por seguirme la corriente, para que no le sacara de su sueño plácido y agotado de siempre, de esa fisicidad que a veces envidio porque apenas tiene umbral del sueño. Despierto parece lleno de energía, pero si se queda quieto, D. puede dormirse sin acabar una frase. Extrañamente, al cabo de un momento, la voz de D. volvió a interrumpir mi escucha atenta y palpitante: una búsqueda quieta, cazadora, en la oscuridad, del bicho invisible que había agujereado mi somnolencia.
"¿No tienes un gato? (lo dijo poniendo el acento a la francesa, dijo gató, o gateaux, es decir, pastel... Iba a hacer una broma sobre darle un pastel al ratón, pero el agotamiento ayuda a economizar palabras). "Il faut qu'il travaille", murmuró entonces D., como dándose cuenta de que el sueño le devuelve a su lengua. "Tu sais que j'aime pas les chats", me dijo al oído, quizá para que no le oyese ningún animal, mais il faut bien qu'il travaille..."
"C'est une chatte", dije yo, acordándome de Colette y un poco ofendida por la sugerencia de explotación de la pobre Gilda, inducida por un descastado al que no le gustan los gatos. En realidad, pensé, su falta de empatía gatuna es una de las cosas que me cuestan de D., como si fuera una prueba de algo peor. ("Are you a cat person or a dog person?", me preguntó una vez una niña australiana para decidir si yo le gustaba...) Pensé en la fábula de Esopo, Venus y el gato, en que Venus recobra su viejo self y salta de la cama a por el ratón.
D. se ofreció a abrir la puerta de la terraza y Gilda salió encantada de su caseta perruna y entró, sin uñas, sigilosamente ("à pas de chat", como diría Cixous). Yo la cogí y le enseñé la zona del ruido. Pero Gilda sigue sus propias reglas. Parecía más interesada por la presencia de D. que por ninguna otra cosa. O tal vez, molesta por sus comentarios.
En vez de aprovechar para subirse a la cama, o entregarse apasionadamente a una de sus cacerías nocturnas, la chatte prefirió dormir cerca de la puerta de la habitación, plácida y vigilante al mismo tiempo, en la butaca que hay a la entrada, en una concesión generosa a mis temores.
Cuando D. se iba, y Gilda tomaba el sol matinal en su terracita, he pensado vagamente y con cierta pequeña aprensión que aparecería el ratón oculto. O la tarántula.

jueves, 22 de marzo de 2007

Li Bai y JRJ

Foto: Tharrats, Maculatures, 1984
Le debo a V la lectura de un libro maravilloso de Li Bai, en una cuidada edición de Pre-Textos, con un título que encaja bien con mi espíritu: A punto de partir. Yo siempre me siento a punto de partir (no sólo a Kosovo en abril), como en la cita de Marina Tsvietáieva que puse en mi Crucigrama: "Llegué y vi: la vida es una estación. Inútil deshacer las maletas." Los títulos de los poemas también me gustan: Acompaño a un amigo, La mansión del señor Xié, Qué duro es el camino, Bebo solo, Esparcimiento, Dedicado al archivista Lu, Pensamiento en una noche tranquila...
Y luego esos versos, a veces enigmáticos: "treinta primaveras lleva oculta mi fama en las tabernas"...
Otros casi sólo físicos, fijados intensamente a un momento, como haikus del pasado:
bebemos animosos bajo los bambúes (...)
cantamos borrachos y se espantan las garzas
que a medianoche alzan el vuelo en la playa

Me llenan de una nostalgia vaga y multiplicada, qué libro curativo y apaciguador... me gustaría ponerlo en varios sitios para abrirlo de vez en cuando...
Luego releo a JRJ, sus cartas de "envilecido vecino" contra la pianola y la grillera que le impiden trabajar, y sus quejas sobre el vocerío madrileño... que le escaneo a Tres para su web silenciosa, y reencuentro la carta de JRJ a una amiga que quiere escribir, que ya copié en este blog, pero no me resisto a reproducirla de nuevo, como antídoto contra algunas cosas:
Querida amiga:
¿Usted ha pensado bien en lo que va a hacer? Tendrá usted que pasar por la vergüenza de la literatura.Tendrá usted que tolerar que el médico, el abogado, el zapatero, el político, el pedagogo, todos los que viven de su oficio, le den consejos; el elojio del guardia civil y el dicterio del crítico.Tendrá usted que ver su nombre en los diarios, ser espuesta en los escaparates, en los programas de las recitadoras y los recitadores, saltar de boca sucia en boca sucia en las tertulias de café, tolerar con paciencia ser hocicada diariamente por el cerdo y por el hipopótamo, ser espiada por la zorra, picada por el cuervo.
Sus secretos serán públicos.
Si es tiempo, todavía, huya de usted misma.
Suyo,

Dice también JRJ en otro momento "Esta ha sido siempre mi vida: dejar y no acabar; el inquieto pase de una cosa a otra, y la ordenada acumulación del atraso..." y esa idea, que me refleja y alivia, conecta con la canción japonesa de la cabra negra y la cabra blanca que cuenta mi interesante prima V en su último post, bajo una foto maravillosa de una cabra. Yo me siento reflejada en esa cabra que, al recibir una carta de la otra carta, la devora, y luego se da cuenta de que no la ha leído, y entonces le escribe a la otra cabra que, a su vez, devora la carta... Cuántas veces he sentido que había devorado demasiado deprisa "las cartas", los mensajes, el insight de los otros, cuántas veces he visto que la única solución era escribir para averiguar, para saber y para conjurar el acto de devorar...


martes, 20 de marzo de 2007

Un lector de Crucigrama dice

Foto: Manolo Laguillo, Winterreise, 2007

Un lector muy perceptivo, que acaba de leer mi Crucigrama y es el autor de esta foto (curativa), hecha cerca de Almansa, me mandó el siguiente comentario, que se contrapuso felizmente a todas las imposibilidades de un día rebelde. Me gustan mucho los interesantes matices de la palabra Kunst, y la sensación de que, como dijo Proust, con la metáfora del opticien de Combray y sus verres grossissantes, cada lector lee un libro distinto, porque coloca la lupa en unos aspectos y desdeña otros... Con lo cual, la suma de comentarios de lectores inteligentes multiplica el libro hasta niveles inimaginables, le da otras vidas... El comentario de Manolo Laguillo dice así:
He acabado de leer tu libro. ¡Qué lástima, que sea tan corto! Está lleno de preciosidades, de constantes momentos que son como 'microflashes' de luz que iluminan tal o cual pequeña, pero importante, faceta de las cosas, de la vida. Me han gustado especialmente 'Autobús' (es una maravilla total tu supuesta transcripción de la conversación telefónica de la mujer con la cabeza tapada -es fantástico que lo digas indirectamente: 'que lleva pamela'-), 'Julio' y 'Mater Misericordia'. Qué curioso, mientras leía 'Julio' se me ocurrió la idea de que ella, Bel, estaba embarazada, por esa referencia a su sensibilidad olfativa, y el siguiente relato, zas, es de eso de lo que va...
Tu libro es de esos pocos que me apetece volver a leer, para volver a toparme con tal o cual expresión, pero también porque sé que en subsiguientes lecturas me encontraré con cosas que antes no ví.
Llevaba yo mucho tiempo reñido con la narrativa (hace meses que sólo leo ensayo e historia), pero tu libro me reconcilia con ella.
Es un libro que he leído con una sonrisa constante en los labios, dictada por la complicidad y la simpatía con tu tono.
Ayer por la mañana, volviendo de clase, pensaba en que hay ciertos idiomas que expresan mejor que otros qué es esto del arte. La palabra alemana 'Kunst' posee unas resonancias de las que 'arte' carece. Así, 'Kunstlicht' es 'luz artificial', pero cuando se dice 'Kunstlicht' no se dice 'luz artificial'. El elemento de artificialidad es lo que me llama la atención, arte como artificio, como constructo, como (ahora viene la palabra) ficción. Por eso Marx lo metía en el nivel de la sobreestructura. 'Künstler' es el 'artifex', el 'artificiador', lo que tú eres, en suma.
¿Te pondrás con una novela, Isabel Núñez?

Necesito financiación


Vuelvo a decirlo y esta vez no se autodestruirá el post. Para acabar mi libro balcánico necesito una institución que me apoye, ¡un mecenas! Para ir a Kosovo, para poder acabar mi libro sin tener que traducir interminablemente. Es muy difícil conseguir becas en este país, por lo menos para los que no encajamos con el lenguaje burocrático (sé que hay gente experta; una vez oí a una chica del mundo del arte barcelonés jactarse de que financiaba con becas públicas incluso los viajes de fin de semana a Berlín con su novio, dijo que conocía la beca adecuada para cada caso, pero no quiso aconsejarme qué beca podría encajar con mi libro). Pedirlas exige mucho tiempo y perserverancia. El tiempo que yo necesito comprar. Y pese a todas las vueltas y pérdidas de tiempo, cuando al fin consigo dedicarle un rato a ese proyecto y buscar y escribir, me siento feliz.

lunes, 19 de marzo de 2007

Firma y regalos virtuales

Intervención de El-Ed sobre mi firma dibujada.
Mientras hablaba por teléfono, estaba yo recuperando mi antigua firma dibujada, envidiosa de estos ilustradores como El-Ed, Muniequera, Alma, Bertini , etcétera, que se autorretratan con soltura y no tienen que saturar los comentarios del blog con una foto. Y mientras iba componiendo ese "estampado de firmas" en una hoja de papel, soñando con una falda llena de esos garabatos en movimiento, me preguntaba cómo hacer mi retrato más real, cómo introducirle las arrugas del tiempo para señalar que ya no soy como era cuando firmaba así. Pero no encontraba la manera, así que le he mandado la página a El-Ed y él, en lugar de marcar líneas de tiempo, ha elegido una de las firmas dibujadas y la ha intervenido, dejándola aún más resplandeciente. ¿Qué hacer? Se parece mucho a mi antiguo self... Tiene algo aterciopelado que me recuerda al pasado... Y esa especie de boina negra, como de ceremonia de graduación...! Dice mi hijo, que enseguida ha reconocido mi autorretrato intervenido admirando la intervención del artista, que no hace falta marcar nada, que es un retrato intemporal, sin edad...
Y por otra parte, en un intercambio sobre fotos y maneras de mirar edificios con Manolo Laguillo, me ha mandado una foto, una de esas imágenes cuya simple contemplación alivia la desazón visual y calma el espíritu, aunque sólo pondré aquí si él me autoriza...

domingo, 18 de marzo de 2007

Una web silenciosa

Repito esta imagen rusa que habría que colocar en las obras, la calle, los semáforos, los andenes del metro, las escaleras de vecinos, el ayuntamiento -sigue siendo el máximo promotor de ruido de esta pobre y envilecida ciudad-, para aludir a la web del artista del silencio llamado Tres, pues él sigue con sus campañas silenciosas en un país cada vez más sepultado por el ruido.
Vale la pena su colección de carteles reclamando silencio, entre los cuales quizás incluirá esta postal rusa.
Copio algunas de las citas de sus "silencios literarios" (yo añadiría una carta de J.R.J. donde reclamaba silencio a sus vecinos, y a su grillera... Un día la copiaré aquí yo misma...)

"La queja no tiene sentido./ El júbilo es ridículo./ Para la felicidad no sólo basta con el silencio, sino que es la única posibilidad." Kafka
"...La salvación sólo es posible mediante la imitación del silencio." Cioran
"Toqué tierra pocos instantes después y me reuní con la noche, más densa aún bajo los árboles, y detrás de ella, todas las complicidades del silencio". Céline en Voyage
"Cené con Legrandin, en su terraza; había luna: '¡Qué hermosa calidad de silencio hay esta noche!' –me dijo- ; para los corazones heridos como el mío, dice un novelista que ya leerá usted algún día, lo único adecuado es la sombra y el silencio. Y sabe usted, hijo mío, llega una hora en esta vida, aún está usted muy lejos de ella, en que los ojos fatigados ya no toleran más que una luz, ésta que una noche como la presente prepara y destila en la oscuridad, y cuando el oído no percibe otra música que la que toca la luna en el camarillo del silencio." Proust

viernes, 16 de marzo de 2007

Direktøren for det hele (El jefe de todo esto)

Una comedia intrascendente, dice Lars von Trier, pero es una parábola de un pesimismo atroz, donde volvemos al tema que comenté hace un tiempo en este blog, la idea de Freud de que a nadie le interesaría su trabajo si no fuera para realizar sus fantasías infantiles. La explicación de por qué en las empresas e instituciones la gente se comporta como en el patio del colegio, o como en el cuarto de jugar, donde todos sueñan con entrar y ver qué ocurre en el dormitorio de los padres. En la película no se salva nadie de la estupidez, la mezquindad y la vanidad, la urgencia de afecto y reconocimiento. Y el final me ha producido una intensa desazón.
Ya en el andén de los ferrocarriles, me ha consolado una frase de Carver: "A fin de cuentas, las palabras son todo lo que tenemos, y más vale que sean las adecuadas, con la puntuación en los sitios justos, de modo que puedan expresar mejor lo que quieren decir". La cita está en El placer y la zozobra. El oficio de escritor (de Shelley, Coleridge, Carver, Orwell y otros), un libro que me recomendó el librero de la calle Berlinès . Después, ya sentada en el metro, huyendo de las hordas ruidosas, me he leído el espléndido texto de George Orwell donde enumera los motivos del escritor, "1) Egoísmo absoluto. Deseo de parecer inteligente, de ser notado, de ser recordado tras la muerte, de desquitarse de adultos que nos lastimaron en la niñez, etc." Aunque incluye otros y explica por qué todo es político y algunas otras razones, pero ese primer punto confirmaría otra vez la idea de Freud. Y añade: "Todos los escritores son vanidosos, egoístas y perezosos, y en lo más profundo de sus motivos yace un misterio. Escribir un libro es una lucha horrible, exhaustiva, semejante al prolongado padecimiento de una dolorosa enfermedad y no se debería emprender jamás una tarea así si no se siente uno dominado por un demonio al que no es posible resistir ni comprender..." Y pese a todo, sus palabras, volver a la escritura, son el consuelo después de la negrura de Lars Von Trier.

Voyages, voyages

Monasterio de Decani
Ayer escribí un post diciendo que necesitaba un mecenas que me llevara hasta Kosovo. El post se autodestruyó al cabo de unas horas porque hablar del vil metal aquí o hacer una cuestación me parecía vergonzante. Toni B. me aconsejó que no lo borrase, le parecía un mensaje en su botella, y pensó que llegaría. ¡Pero estaba programado para autodestruirse! Cogí las instrucciones de la antigua serie televisiva Misión Imposible, que tenía su lado lacaniano o derridiano (no confundir con las tonterías de Tom Cruise). La cuestión es que no encontré un mecenas, naturalmente, pero yo misma me encargaré de llevarme hasta allí, aunque sea un riesgo para mis pobres arcas. Me voy con un par de encargos periodístico-literarios que me hacen feliz. Estoy tan acostumbrada a trabajar estimulada por la necesidad de otros, la urgencia de otros, que me cuesta llevar a mi libro al final. Intento empujarme artificialmente con conferencias externas y encargos otros. Parece que mi TEMA balcánico suscita cada vez más interés. Espero que eso me ayude a acabar, a rematar ese libro que se desborda por todas partes, que a mí también me emociona, aunque siga dando vueltas en torno a él como una mariposa atraída por la luz.
Mentalmente estoy ya en Pristina, aunque no llegaré hasta el 17 de abril...

jueves, 15 de marzo de 2007

Hammershoi, Dreyer, Laguillo, Pazos

Foto: Hammershoi
Este mediodía he visto al fin en el CCCB la sugerente exposición que asocia el cine maravilloso y expresionista de Dreyer al universo pictórico de Hammershoi, con sus habitaciones luminosas y quietas, y esas nucas femeninas siempre ocupadas en un quehacer concentrado, todo con una luz que los dos artistas comparten, como en una reflexión sobre la vida que late detrás de los personajes de ambos, y la he visto huyendo de una ruidosa troupe de estudiantes que no podían contener sus excesos energéticos, para encontrar el silencio que pide y sugiere incluso el delicado (¿y por qué tan discutido?) montaje. De verdad vale la pena...
Luego en el MACBA he visto la expo de Manolo Laguillo, y me ha encantado, me parecía que las fotos fueran "mías", no en el sentido de poder hacer yo esas fotos, no, ¡en absoluto!, sino que he sentido como si hubiéramos paseado juntos por la misma ciudad, es decir, como si los mismos rincones que se me adherían a los ojos y el cuerpo, que se me han grabado en la mente en tantos trayectos urbanos estuvieran de pronto allí expuestos, como si yo hubiera visitado todos esos edificios, rincones, esquinas, tal vez porque conozco bien esa melancolía (ver lo que ha ido ocurriendo en mi pobre ciudad...) Lo único que no he resistido eran las diapositivas en color, la invasión del horror inmobiliario, donde toda la distancia maravillosa del blanco y negro y ese pequeño formato que obliga a acercarse y a pensar, desaparecen y la arquitectura del mundo es tan real y repelente que ahoga...
Y después Carlos Pazos, una retrospectiva espléndida, envolvente, como un jardín del mundo irónicamente melancólico, mordazmente nostálgico, atado a la infancia caprichosamente perversa de ese artista enamorado de sus malaises, que utiliza hábilmente, sin dejar de burlarse, sin esconder su vanidad mezclada de autoaversión, ni su rabia, ni la mirada inteligente. Y estaba casi todo allí, las instalaciones con el vino Amargo obrero, el oso gigantesco, sus Mickey Mouse, sus paseos por el estrellato, sus visiones de la ciudad, sus locas colecciones obsesivas (también una sala con unas fotos ampliadas digitalmente que me disgustan), una revisitación del pasado que le acerca a Mike Kelley con otro registro, y una ingeniosa y troceada película que sólo he podido ver en parte.
Por la tarde, mientras planeaba un viaje a Kosovo, para hacer las últimas entrevistas de mi libro balcánico, he olvidado asistir, en un lapsus injustificable, a un acto importante, Memòria, silenci i salut mental, donde se presentaba la publicación y el trabajo de Anna Maria Miñarro y Teresa Morandi y muchos otros.
Por suerte, para terminar la noche, me han invitado a participar en un coloquio psicoanalítico en mayo, que tratará de "La degradación amorosa" o "La degradación de la vida erótica", un tema freudiano. Dicho esto me voy a dormir. Anoche tuve un curioso sueño...

martes, 13 de marzo de 2007

Lecturas y deseos de escritura


He empezado un libro que parece maravilloso, The Informed Heart de Bruno Bettelheim, que me llegó ayer de una librería de viejo. "No se puede seguir manteniendo corazón y razón en lugares distintos. El corazón valiente debe invadir la razón con su propio calor vital, aunque la simetría de la razón tenga que ceder terreno para admitir el amor y el latido de la vida", dice en el prefacio. Lo escribió basándose en sus vivencias en los campos de concentración de Dachau y Buchenwald y el subtítulo, "Autonomía en una era de masas", explica su intención liberadora del yo ante momentos de presión social terrible.

También leo la vehemente y sensitiva correspondencia de Mijaíl Bulgakov publicada por Maldoror, incluyendo algunas de las cartas a Stalin que escribió el autor de El maestro y margarita, en su desesperación ante la censura y la miseria, pidiéndole que le dejaran trabajar en un teatro (como director, tramoyista o lo que fuese) y publicar, o que le dejaran irse. Y Stalin reaccionó y le hizo director del teatro, pero luego volvería a prohibir su obra. Sus mayúsculas, su lucha interna, su rebeldía y la riqueza de su mundo están en estas páginas.

Y al mismo tiempo los pedazos de vida, los encuentros, la gente avistada en momentos del día tiran de mí para que robe tiempo al trabajo y escriba. Siempre recuerdo que cuando la escritora Rauda Jamís vino a Cadaqués, su hijo Balthazar, entonces pequeño, dijo, extasiado ante el paisaje: Oh mamman, il faudra tout dessiner! Esa frase expresa mi sensación ante el mundo: mientras no escribo, quisiera escribirlo todo...

La foto es de mi infancia: soy yo, pequeña, con Concha, la mujer que intentó mostrarme que la hospitalidad sí existía, aunque sólo fuera posible para nosotras en un no-lugar, en los escondites que me encontraba o tras la protección vulnerable y necesariamente inconstante de su cuerpo...

lunes, 12 de marzo de 2007

La negación, el silencio

Foto: David Goldblatt, Johanesburgo, 1975.
En las guerras, los genocidios, ¿en qué consiste la complicidad colectiva? ¿Por qué hay tanta gente que quiere olvidar, y pasar página? Naturalmente, no todos son culpables de matar, no todos son criminales de guerra, la mayoría sólo miraron hacia otro lado, denunciaron, permitieron, tal vez para quedarse con el puesto de trabajo o la casa de alguien, alguien que fue expulsado, exiliado, desposeído, muerto... Es lo mismo en las familias. Cuando alguien es maltratado y se produce un silencio cómplice, cuando nadie quiere hablar de ello, es porque todos los que callan tuvieron una complacencia contemplando ese maltrato, sintieron placer con el dolor ajeno, tal vez sólo el alivio "alegre" de no ser ellos las víctimas, y en cualquier caso, ninguna empatía, ningún gesto afable. Alguien podría ser así y después cambiar, decir: "yo no te ayudé y lo siento". Pero prefiere no hacerlo porque en el fondo sigue sin sentir ninguna simpatía.
Y en cuanto a las secuelas del maltrato, recuerdo una escena de la obra de Ariel Dorfman que luego llevó al cine Polanski, La muerte y la doncella, en que una superviviente de los campos de concentración chilenos (en la película, Sigourney Weaver) descubre a su torturador, por la voz (ya que la torturaban con los ojos vendados), ya en la democracia. Y se da cuenta de que no necesita vengarse, sino sólo obligarle a decir: "Yo fui, yo lo hice". Ese reconocimiento, ese poner en palabras, escuchar que otro afirma y reconoce, aunque no haya perdón, es suficiente, aunque sea sólo la confirmación de que aquel sufrimiento no fue producto de su locura. Es una escena importante para mí. Es la razón por la que emprendí mi proyecto balcánico.
Y otra idea: por qué en parte, si sobrevive a su propia pulsión de destrucción (y de ¡venganza, Smith!), y lo supera, aun con cicatrices que duelen cíclicamente, el maltratado mira a su alrededor, se da cuenta de que ha creado una vida que le gusta, lejos de aquella gente, y se sorprende prefiriendo con todo haber sido la víctima en lugar de ser uno de esos seres que contemplaron su castigo con una sonrisa, de esos seres que lo siguen negando y silenciando, afirmando su culpa. Como el buen persianero, que me dijo una vez: "Que no me oiga mi jefe. Yo podría cambiarle la persiana por otra nueva y cobrarle 150 euros, pero si quiere le arreglo la suya, por 30 euros. Antes que enriquecerme, yo prefiero vivir tranquilo." Y es que tener una ética, intentar ser justo con los otros, no tener que despreciarse uno mismo o que ahogar esa conciencia de la propia bajeza al precio que sea, es también una pequeña pero no desdeñable fuente de felicidad. Pero hace falta un coraje y una sinceridad que no todos tienen.

sábado, 10 de marzo de 2007

Imágenes y conflicto

Foto: The Guerrilla Girls en acción
Es difícil situar la frontera entre lo que sólo es mal gusto y las imágenes que realmente contribuyen a transmitir visiones degradantes e insultantes para las mujeres o para cualquier sector de población oprimida o que ha sufrido históricamente. Vicente Verdú o Javier Marías, en nombre de un supuesto sentido común, suelen ridiculizar las protestas feministas por imágenes como las del anuncio de Versace que escenificaba y estetizaba una violación de grupo. En un lugar donde las mujeres no fueran constantemente violadas, maltratadas y muertas con números muy superiores a las víctimas del terrorismo, una imagen así no tendría importancia. Y es cierto que a veces se protesta por fotos que sólo muestran mal gusto o que sólo añaden su pequeña porción de ideología misógina y nadie dice nada de otras mucho más poderosas. Pero es fácil ridiculizar lo que la derecha americana calificó hábilmente de "corrección política". En El País hay una comentarista irónica e ingeniosa especializada en ridiculizar justamente eso. Pero su discurso acaba siendo el mismo que el de la derecha más rancia, por muy revestido de modernidad que parezca. Cuesta entender por qué algunas mujeres parecen detestar tanto su género, pero seguramente es sólo uno de los efectos de la misma situación desequilibrada, que desprestigia y devalúa la etiqueta de "lo femenino".
También algunos ridiculizaron las críticas contra el famoso "negro de Banyoles", el cuerpo disecado de un africano que se exhibía en el Museo Darder. De no haber existido una historia de opresión y salvaje crueldad racista, ese cuerpo no habría ofendido a nadie. Lo que esos comentaristas no comprenden es que las niñas crecen rodeadas de imágenes de mujeres sometidas, de cuerpos fragmentados y gigantescos ofrecidos sin rostro en la publicidad de la calle, de mujeres elegantes que lavan y friegan y cocinan en los anuncios. Ellos no comprenden que oír decir con frecuencia en las noticias "la vicepresidenta del Gobierno" es algo curativo y restaurador. Que recordar y ver mujeres científicas, artistas, escritoras etc. es importante para la construcción de esas niñas y la curación de las heridas de autoestima e inseguridad de mujeres de todas las edades.
He visto un documental sobre la reconstrucción del puente de Mostar. Allí también, las heridas de la guerra hacen que gestos como la matanza de un cordero para celebrar el inicio de las obras en la comunidad musulmana, o la cruz gigante clavada en una colina por la comunidad católica croata puede ser ofensiva para la otra comunidad. "La cruz simboliza la reconciliación" dice un cura católico croata. Pero históricamente, la cruz ha significado también expulsión, exclusión, guerra santa. Detrás de esa sensibilidad hay hechos importantes. Vemos al arrogante general que según la mayoría de testimonios ordenó la destrucción del puente (la reconstrucción ha costado 15 millones de euros) sentado tranquilamente en un café de Zagreb, aclamado como un héroe por los suyos. No es ninguna excepción. Esa política de dejar impunes y en sus cargos a tantos responsables es la misma que ha prevalecido en este país nuestro. Esas heridas internas no resueltas, no aireadas, no cicatrizan y se reabren con cualquier imagen, con cualquier gesto.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Zizec, el abismo, el deseo, Coppola en territorio de Hitchcock

Otra película genial de Zizek, copiada de esta página http://elaguilaediciones.wordpress.com/2007/03/07/guia-cinematografica-para-pervertidos/ (Una página muy interesante, que seguiré visitando y comentando) El deseo es una herida de la realidad... El cine lo realiza, pero manteniéndolo a distancia... Coppola entrando en territorio de H: Gene Hackman dialogando con Psicosis... El ojo ya no es espejo del alma, sino una grieta al abismo, al otro mundo... La identificación del espectador con Perkins (Norman Bates) limpiando la bañera de rastros de sangre ¿el trabajo bien hecho...? Zizec se sienta en el wáter y nos interpela... [Para el librero de la calle Berlinés]

Adiós a Baudrillard

A veces no puedo evitar la sensación de que los nuestros, los que nos explicaban el mundo y nos ayudaban a pensarlo, a entenderlo, los que no habían enloquecido situándose como vasallos del nuevo y estúpido discurso bushiano de la amenaza terrorista y etcétera, los que aún podían ayudarnos a descifrar y deslumbrarnos con ideas (me acuerdo de baudrillard hablando de Estados y Unidos como la cultura del desierto -anuncios de whisky-, comparando la risa enlatada de la tv con la sustitución del coro griego y diciendo que al volver a París aterrizaba en el siglo XIX) y sensaciones que podíamos reconocer, se van, se están yendo rápidamente de la habitación... A mí me queda Cixous.

martes, 6 de marzo de 2007

Sueños y pesadillas

Johann Heinrich Fussli, El íncubo(1781).
Le debo una explicación a mi querido Cacho de Pan, que hoy ha decidido asumir su personaje renfrogneur para convencerme de que sí se parece a Humpty Dumpty (no me convencerás) y se ha personado en este blog regañándome por criticar a Jorge Luis Borges. Para convencerme aún más, me ha hablado en plural, e incluso ha llegado a insinuar que no lo habíamos leído! Nada más lejos de la verdad, al menos, por mi parte. Durante una época de mi vida, yo estuve hechizada por Borges, por sus cuentos, por la La Biblioteca de Babel, El Informe de Brody, FUNES, EL MEMORIOSO, incluso hay unos versos que aún me sé de memoria y que para mí era la personificación de Capricornio y que cité hace poco en La Vanguardia (Quien se aleja de su casa ya ha vuelto...El porvenir es tan irrevocable como el rígido ayer...). Me gustaban sus textos sobre Virginia Woolf (a quien tradujo) y otros autores. Sería absurdo no reconocer que abrió una vía inmensa, hábilmente, conectando con el Quijote. Pero mis escritores favoritos no son sólo los que abren puertas a otros o revolucionan la literatura, sino también y sobre todo los que me cambian la vida, los que hacen que todo sea distinto vitalmente después de leerlos, los que me dejan encontrar algo mío importante en ellos, algo que me hace dolorosamente feliz. Y eso no me pasa con Borges, que simplemente me hechizó por las palabras y como puente (posmoderno) a la literatura...
Hace muchos años me gustó un libro de conferencias de Borges titulado Siete noches. Incluye un texto maravilloso sobre la pesadilla, nightmare, la yegua de la noche, y habla de ese duende que en el mito se abrazaba al cuerpo de una doncella, infiltrándose en sus sueños. [En fin, que gracias a Cachodepan, de tanto recordar lo bueno, me estoy reconciliando con JLB].
Y eso me lleva a un sueño que tuve, y que me han recordado los comentarios generosos de Cacho de Pan, de subjectes y de el objeto a, apoyando mi idea de encontrarle un lugar a la tristeza junto con la vitalidad, y a los pensamientos de muerte en el apego a la vida.
Soñé que estaba frente a un mueblecito chino lleno de cajones diminutos. Alguien entraba y yo los bloqueaba todos con una llave general. Entonces veía que en cada cajón tenía temas y escenas de cosas importantes de mi vida: muerte de mi padre, decía en uno, escena de la playa en Roses, decía otro, historias amorosas importantes, decía otro...

De humos y eclipses

Foto: Toni Bernat, Eclipsi, 2007
Le he robado esta foto a Toni B, con su consentimiento. Yo tuve una visión espectacular y privilegiada del eclipse de Luna, en un jardín inmenso y escalonado con glorietas y galerías, en Vallvidrera, pero alrededor, nadie llevaba una cámara capaz de retratar la Luna colorada.
La expresión Eclipse Total me recuerda que aquí titularon así una película durísima, Dolores Claiborne, sobre una historia muy psicoanalítica del sorprendente Stephen King de incesto, violencia, negación, etc., con dos actrices maravillosas Jennifer Jason Leigh y Kathy Bates. Yo fui con dos amigos que se durmieron profundamente y encima me dio por llorar. Los tres juntos compusimos nuestro eclipse o nos eclipsamos de distintas formas.
Y dicho esto, me vuelvo a transcribir mi entrevista balcánica del día, filmada en uno de esos barcos-restaurantes del Danubio o el Sava, con esa visión de Belgrado que tanto le gustaba a Dusan Velickovic. Le veo en la pantalla rodeado de humo, à la manière balcanique, y me dan ganas de fumar o de hacer como ellos, encender un cigarrillo y dejarlo humear, para fabricar ese tejido de humo que en algunas entrevistas nos envolvía como un manto. Yo diría que incluso serviría contra el frío. Yo lo sigo prefiriendo, digan lo que digan por aquí, a la contaminación que me asfixia al salir a la calle.

Discusiones





Alguien se asoma a mi blog (por cierto, el pobre blog descoyuntado gracias a las mejoras tecnológicas y a mi impaciencia y obsesión con el tiempo) y me dice que no comprende mi tono melancólico.

No dice nada de mi humor, probablemente ni siquiera lo detecta. ¿O lo habré imaginado? Cuando publiqué mi libro comprobé que mi sentido del humor no era universal, a unos pocos lectores no les llegó, y en cambio les molestó o les chocó la tristeza (fueron tres: a dos les chocó y al tercero le enfureció, me escribió una carta diciéndome que yo vivía en el desierto, estaba realmente enfadado y no explicaba por qué había seguido leyendo hasta el final, por qué le importaba tanto... Lo gracioso es que mi editor me contó hace unos días que ese mismo lector furioso cambió de opinión y decidió que mi libro era "muy bueno" y estaba arrepentido de su carta...).

La cuestión es que quizás a esos lectores, la idea de enseñar el envés melancólico o la orografía des états d'âme, de exponer la parte triste de las cosas les asusta, o les repele, tal vez como si se tratara de algo escatológico... o amenazante. O tal vez piensan que ellos no tienen lugar para la tristeza. O que si le hicieran un lugar lo devoraría todo. Somos distintos, natural o artificialmente.

Yo creo que se puede sentir auténtico apego por la vida sin prohibirse pensar en la muerte. Reírse todos los días, pero llevando consigo las heridas del pasado más remoto, como quien lleva un bichito, y lo saca de vez en cuando, para airearlo... para pasearlo. ¿Por qué no? ¿Por qué habría que negar esas partes oscuras? ¿Será que otros no las tienen, no viajan con ellas? En mi vida todo fue ambivalente desde el principio y lo alegre coexistió con lo terrible, lo triste con lo hilarante, lo patético con lo dramático y sin duda die UNHEIMLICH, The Uncanny...


La felicidad nunca ha hecho feliz a nadie, era el título de un espectáculo de mi sabia prima V ( el objeto a ). Pienso en la convención que obliga a que todo esté bien o por lo menos, que lo parezca. Esas reuniones sociales donde los asistentes hacen como si todo fuese maravilloso y se sobresaltan con cualquier comentario irónico sobre lo desastroso. Una vez, de pequeño, mi hijo bautizó a un grupo de gente así como "Els feliços" (los felices). Dijo que le caían bien, pero le molestaba que siempre parecieran tan contentos con todo. Entonces, en esos casos, hay que recurrir a Don Quintín ”El Amargao” o a Night Has a Thousand Eyes (1948) para reconciliarse con los personajes malhumorados internos.

Una postal, las palabras




Llegó en el correo de ayer (en el de hoy, a Chinese Pig from New York) y otra vez sus palabras parecían misteriosamente vinculadas a lo que estaba pasando en mi mente. Ya me ocurrió cuando fui a escucharla al MACBA y ella habló de lo que yo estaba pensando, pasando, escribiendo, y la carta que yo le había escrito y que reposaba en mi bolso hasta que se la di, al acabar su conferencia, decía algunas palabras que ella pronunciaría sin haberla leído. Esta vez ella dijo Oui, je l'entends bien, le chagrin a grande part - mais aussi la tension - la marche à la vie (à pas de chat?)
Y yo estaba otra vez aterrizando bruscamente en pleno horror de mi infancia, por una llamada telefónica, mi único testigo, que me transportó sin transición, mientras mi gata paseaba por el respaldo del sofá (dans ma cervelle se promene, ainsi qu'à son appartement, un beau chat, Baudelaire dixit) y estaba yo también, desde hacía días, en cuadernos varios, recomenzando una y otra vez un antiguo camino de ovejas a la playa de Roses, intentando por enésima vez escribir la extraña combinación de un escenario maravilloso, de la pura felicidad del paisaje con la violencia, la negación, la complicidad colectiva por pura mezquindad, por pequeñez.

viernes, 2 de marzo de 2007

Traducción, traductores: Mario Merlino

Foto: Librería en Istiklal Kaddessi, Estambul
Amaia Uriz le ha hecho una entrevista estupenda a Mario Merlino en la revista Consumer http://revista.consumer.es/web/es/20070301/entrevista/71304.php. Mario Merlino, traductor políglota de autores como Eça de Queirós (yo leí El misterio de la carretera de Sintra hace muchos años y aún recuerdo el encantamiento y la atmósfera), o mi querida NATALIA GINZBURG (yo nunca la había leído, hasta que una amiga italiana, lectora selecta, me regaló no sé si Lessico familiare o La strada che va in città y ya se quedó para siempre en el rincón de favoritos de mi biblioteca mental) y del escritor que sólo vive escribiendo e inventó la enfermedad de la literatura, ANTÓNIO LOBO ANTUNES (él dijo aquello de que, en cuanto empieza a sufrir, se pregunta: ¿Me servirá para escribirlo?) y tantos otros, habla de su pasión por las lenguas, cuenta del personaje de una novela suya que hablaba todas las lenguas, un poco como lo que nos dijo Hélène Cixous en el MACBA y que repito de memoria: "je rêve d'une langue qui parlerait toutes les langues, qui ne serait forcée à demander pardon pour emprunter des mots aux autres langues, par faute d'hospitalité..."
(Xavier Antich contó un poco de esa visita, con tantos ecos, en La Vanguardia http://www.lavanguardia.es/premium/edicionimpresa/20070228/51311263572.html)

jueves, 1 de marzo de 2007

Carrolliana-lacaniana-paquistaní

John Tenniel Alicia y el Gato de Cheshire (pero también podríamos ser C y yo, en otro tiempo)
Cacho de Pan y yo teníamos una conversación en términos carrollianos. Él se veía en el papel del malhumorado Humpty Dumpty-, ¿alguien se acuerda? Alicia intentaba congraciarse con él: "Qué bonita corbata! O es un cinturón?" Y lo estropeaba aún más. Pero yo le veo mucho más en el papel del Gato de Cheshire, esa sonrisa burlona que se queda en el aire o aparece flotando en el aire, que se infiltró en el VURT de JEFF NOON y en muchas otras páginas y memorias. Hablábamos de la prisa del Conejo Blanco y de los adverbios cambiados de la Oruga que fumaba en el narguile, como "exácticamente", que tanto irritaban a Alicia, y de la merienda del Sombrerero Loco, donde todos se felicitan por su no-cumpleaños. Y entonces Cachodepan lo ha dicho: "Eso del no-cumpleaños es muy lacaniano, ¿verdad?" Y de pronto, ¡zas!, Lacan estaba sentado en ese mad tea party, esa merienda loca y maravillosa a la que sigo asistiendo cíclicamente, aún sin proponérmelo. Ha sido la revelación de esta mañana. Luego he bajado al colmado paquistaní a por el té de las bolsitas piramidales (PG's tea) y el joven que lo lleva, entre otros muchos que se van intercambiando misteriosamente, me ha dicho: "Espere un momento", ha ido a su trastienda y ha salido con un jersey, ¡mi jersey! un cardigan marrón que brilla un poco y que me compré en las rebajas de una tienda distinta a finales de agosto y perdí inmediatamente y busqué en vano por toda la casa, maldiciéndome por mi perenne estar en la higuera. Tal fue mi disgusto que consideré la idea de comprar otro, pero ya no quedaban. "Yo lo guardaba mucho tiempo", me ha dicho el tendero, "pero usted no venía...." Lo cual no era exacto; yo había vuelto muchas veces, pero él no estaba allí. De hecho he sabido que volvió ayer tras dos meses de vacaciones en Pakistán. "Cinco o seis meses lo he guardado..." me ha dicho sonriendo mientras me cobraba. Uno de sus antecesores me contó que la historia de la película In This World (2002) de Michael Winterbottom- del infierno que pasaban los paquistaníes para llegar aquí era escrupulosamente cierta, "y lo que no dice la película", añadió, "es que cuando los encuentran sin papeles y los devuelven allí, muchos se suicidan, porque nunca podrán pagar el dinero que les prestaron para hacer el viaje." Después de eso estuve un tiempo comprándoles rosas a todos los paquistaníes que se me acercaban.