Foto: I.N., Cielo al amanecer, 2010
Anoche vi Primavera tardía de Ozu, que apenas recordaba de hacía años. Me encanta ese personaje del padre que se parece al propio Ozu. La forma de hablar mirando por la ventana, fumando, su sonrisa asintiendo aun para lo grave y su contención. La actriz protagonista se parece mucho a una amiga que tuve, tan celosa como ella, pero no tan disciplinada... Y sus expresiones cuando asisten a una obra de teatro no... Me parecía estar en el mundo de Soseki, de donde aún no he salido, con todos esos silencios y esos misterios sobre los otros, y esa dificultad de decir que a veces resulta dramática, pero qué bonitas imágenes y gestos y ritos. Espero poder escribir mi artículo a tiempo... Estuve leyendo y escribiendo la reseña de una nouvelle alemana, no sin ciertas dudas, pero en el fondo, cómo me gusta esa interrogación desconcertada al acabar de leer hasta que no decido cuáles son mis razones o mis objeciones o lo que me interesa y lo que quiero decir, y luego sólo queda ese forcejeo para encajar el número de caracteres, que se ha convertido en un juego, casi como la resolución de un crucigrama.
Hoy he visto Las hermanas Munakata, creo que me preparo para todo un ciclo de películas de Ozu. Full immersion. Hay algo que me tranquiliza en ese mundo donde, como en mi infancia, la naturaleza siempre está ahí, asomándose como el perfil de una montaña o un pájaro que contesta a las voces, y todos toman té (mientras yo he descubierto un té maravilloso para mis tardes y noches, un tipo de Bancha que no conocía y que no me despierta, el Sannen Bancha, tostado y reconstituyente, perfecto para leer y escribir, con esa forma humeante que me recuerda a los expresivos humos de los cigarrillos de las novelas de Soseki, o de las películas de Ozu).
Mi libro de Barcelona ya tiene editor y me he puesto una fecha para acabarlo. Ayer por la mañana empezamos a hablar en una terraza llena de sol y viento, con dos gatas negras recorriendo el espacio laberíntico y modernista de esa editorial palaciega, con esa mezcla perezosa y repentinamente veloz de los gatos, y luego les enseñé lo que llevaba en el pendrive, el esqueleto de ese libro y sus imágenes primeras, y les gustó.
Hoy he paseado fotografiando otra vez para ese libro. He atravesado un parque de mi niñez y el aire en los árboles sonaba como una respiración, como en Blow up. Es gracioso cómo incluso el título tiene ahora otro sentido histórico al asociarse a ese editor. Y me gusta que mi amigo seráfico esté en medio de todo: él también es personaje del libro. G. estaba en la nieve, haciendo snowboard, y ha mandado un sms. De vez en cuando oigo un mirlo cantar. Hoy al pasar por el Parc Moragues.
Es verdad que en estos días mi ánimo cambia con las horas, que a veces me pesa la falta de tiempo y la precariedad de todo, me pesa el mundo enfermo como a Mafalda, me pesa la pasividad y la sumisión, la falta de belleza. Me ha gustado ese final tan rebelde del artículo de Emilio Lledó: "El lenguaje, que se funda en la verdad, en la honradez personal y política, abre las puertas a la razón y la vida. Suena utópico que los seres humanos lleguen a liberarse del dominio que ejerzan, desde las peores formas de oligarquías, los perturbados de la corrupción mental; pero no hay que renunciar a esa supuesta utopía. La vida democrática jamás podrá realizarse mientras una ciudadanía, desconcertada y engañada con la codicia de los otros, se resigne, por la miserable ideología de la pragmacia, a soportar la dictadura de la indecencia." En el autobús, me he sentado al lado de una mujer que estaba contando una historia al teléfono. Decía: "Lo que le mata es haber pasado tanto tiempo haciendo algo que iba contra su ética. Lo que le mata es haber actuado contra sí mismo". Me he cambiado de asiento para seguir con El viajero, de Soseki, que ya estaba acabando, con ese tono casi sin aliento que me precipitaba al final, para comprender, con un relato dentro del relato. Me ha alegrado que la mujer que hablaba no dijera tonterías y hablara de una ética personal, pero me parecía injusto escucharla. Leo de vientos huracanados, de terremotos espantosos, de tsunamis, de todas las consecuencias del mal que se ha hecho y que todos sabíamos en esa "dictadura de la indecencia" que dice Lledó. Y justamente se ha suspendido el congreso de la lengua de Valparaíso por el terremoto en Chile.
Anteayer estuve en la librería Catalònia, en la presentación del libro de poemas de Ernest Farrès inspirados en Edward Hopper, ahora en versión bilingüe gracias a un traductor ilustre, Lawrence Venuti, y me gustó escuchar lo que contaron los tres participantes y la misteriosa experiencia de Ernest, que sólo conoce americanos que hablan y leen en catalán y se ha convencido de que, cuando esa lengua se acabe, la salvarán ellos. Allí Saladrigas me dijo que le había encantado La plaza del azufaifo y luego, al agradecer a Masoliver su reseña, elogió generosamente mi libro Algunos hombres... y otras mujeres y yo me fui andando feliz por el Passeig de Gràcia pensando que a pesar de la dificultad de estos tiempos y de la lentitud y la dificultad de resistir, algo he avanzado en mi escritura, y los anónimos insultantes no pueden destruir esa sensación, ni el mensaje de un amigo cineasta que me alegró la tarde, titulado Saludos literarios, que decía así:
Hola Isabel
He estado este fin de semana en Madrid contigo y me ha parecido muy interesante.
Bueno, puntualizo, he estado con tu libro que se lo tomé prestado de JP., que se lo había tomado prestado de E., a la cual se lo devolveré esta misma semana. No he contribuido para que tu cuenta de derechos de autor pueda aumentar pero, por esta vez, apúntame a tu cuenta de lectores satisfechos.
Sinceramente, lo he leído con mucha avidez, con sorpresa por esa cara, sino oculta, al menos de reservada memoria personal.
Yo, contrariamente a JP., no tengo ningún problema con las primeras personas en el relato, al contrario, creo que es la voz más adecuada para acercarnos a nuestro tiempo, a nuestro entorno y a nuestra sensibilidad. Y, curiosamente, en este libro he encontrado el tono que eché en falta en tu libro balcánico, cuando parecía que ibas a desarrollar tu experiencia del viaje y aquello con lo que te encontrabas al deambular por los Balcanes, pero que rápidamente era apartado por la vía de las entrevistas a los escritores.
Así que mis felicitaciones por esta recuperación literaria de la memoria, la leí con placer y ahora quedará asociada, en mi memoria, a un fin de semana lluvioso por el barrio de Lavapies.
Un abrazo y hasta pronto,
P.
Hoy me ha llamado José Luis Espina para proponerme que participe en una jornada de mujeres escritoras el 17 de abril y he aceptado, aunque aún no estoy segura de qué hablaré, pero creo que será precisamente del proceso de la escritura, aunque dicho de otra manera, lo he pensado bajo el agua de la ducha, que es un lugar donde suelen fluir las ideas, igual que al cerrar los ojos y apagar la luz, o tomando el sol en verano cerca del agua. También es posible que este año vuelva a firmar libros en la Feria del Libro de Madrid, en mayo, como el año pasado. Siempre me ha gustado esa feria, en el Retiro.
Voy a echar de menos esa forma en que se va fraguando la oscuridad en los libros de Soseki, ese encallamiento que se agrava en silencio, esa forma de no preguntarse unos a otros, de tener que esperar que el otro diga, o que no diga nunca, y esa contención silenciosa que puede resultar dramática, y esa extraña idea del sacrificio, pero siempre envuelto todo en rituales y en una valoración minuciosa de la belleza. Me consolaré escribiendo mi artículo mañana, antes de que los trabajos urgentes de traducción vuelvan a convertirme el lunes en hormiga obrera. Mientras, una amiga japonesa, Mihoko S., me manda un link de Basho.