En lo de hoy, en ese panorama desolador de la política, la injusticia, la corrupción y el embrutecimiento de este país. Sólo las revelaciones de wikileaks podrán quizás consolarnos mañana si leemos los periódicos.
Ayer por la mañana, en un impulso, vi (gracias a Stalker), Doble suicidio, de Mashiro Shinoda, una película de una poderosa teatralidad y una poética de imágenes que era un regalo para los ojos y el espíritu, con ese principio deconstruido en que el director habla con el escenógrafo contemplando posibles lugares para el suicidio de sus personajes, con las marionetas bunraku en la mano como prefiguración de los actores, y luego ese drama donde se habla de la condición terrible de las mujeres, y del sacrificio, el abandono y la culpa, pero todo con una belleza de imágenes desde lo más delicado y sutil a la apoteosis. Una maravilla en blanco y negro.
Y por la noche fui a ver algo casi opuesto, Uncle Boonmee, del siempre interesante Apichatpong Weerasethakul. Tenía similitudes con Syndromes and a Century, y el paisaje y los actores recordaban a Tropical Malady, con un humor naïf que la hacía distinta, cierto hiperrealismo feísta o kitsch en algunos momentos, pero esa conversación del protagonista con los espíritus, que no están en ninguna parte ("el cielo está sobrevalorado", dice una de ellos, "allí no hay nada. Los espíritus no están asociados a ningún lugar, sólo a los vivos"), y esas otras fantasías, en un mundo horrible y amenazante que sólo asoma por las pantallas de televisión, y una naturaleza maravillosa, y la proximidad animal: aunque sólo fuese por esa escena del búfalo (¿o era un buey?) del principio me habría gustado verla. Por un momento confundí a ese director con el malayo Tsai Ming Liang, de I don't Want to Sleep Alone, una película que me produjo reacciones encontradas y me removió interiormente.
He decidido seguir el consejo inteligente que escuché ayer y retirarme un tanto de las redes facebookianas y etcétera. Es cuestión de disciplina y de ganar tiempo.
Tras reponerme de una oleada matinal de desolación, G. y yo hemos ido a votar. Íbamos despotricando con los horribles votantes de ciu y el pp que veíamos acercarse al colegio electoral, todos con sus barrigas, su fealdad, su embrutecimiento, los mismos que vacían los ceniceros de sus coches en el jardín del azufaifo (mientras que en Tokio, hasta los homeless fuman junto a los ceniceros de la calle, para no ensuciar) y que conducen motos sin silenciador. No estaba la papeleta de ESCONS EN BLANC que pensaba votar y he tenido que protestar para que al fin, la única persona algo cuerda y activa que había en aquellas mesas, se decidiera a ayudarnos. La primera era una señora que ha afirmado que no los conocía ni por asomo, con un énfasis asombroso. "Que usted no los conozca no significa que no existan, señora", le he dicho yo, y les he recordado mi derecho a encontrar todas las candidaturas en esa mesa. Al fin, las papeletas han resultado estar ocultas tras otro montón y hemos podido votar e irnos. Al salir venían los mossos. "Creus que els han cridat per nosaltres?", me ha preguntado G.
Luego, J. me ha llamado y me ha dicho que según los sondeos la debacle del PSC y sus socios era completa y la mayoría casi absoluta de los otros, también, además del ascenso siniestro de los terceros. Y parece que se va confirmando. Creo que los que caen se han ganado esta deblacle a pulso, con la corrupción y la política derechista e injusta que han hecho, con su abandono de la educación pública, su injusticia social y su mezquina política cultural. Lo cual no hace más soportable el ascenso de los otros. ¡Y ni siquiera hablan de la abstención, de los votos en blanco, de los descontentos! ¿Tan pocos éramos? ¿Tan derechista es este país? ¿Hasta los jóvenes han votado este horror? Sigo en Polis...
Yo me he concentrado en ese trabajo de búsqueda y clasificación de las imágenes de mi libro de la ciudad. Es una tarea laboriosa pero me alegra, a pesar de la lentitud. Luego he dado un corto pero brioso paseo helado. La acera está llena de pequeña hojarasca, casi ocultando la basura que tiran los mutantes. El azufaifo está ya casi desnudo. Sé que voy a necesitar mucha escritura, mucho cine, muchas películas japonesas y orientales para soportar lo que vendrá. Y aprender de Rufus. Anteanoche, Rufus se empeñó en llevarme a la terraza a ver el cielo y tenía razón. Era una noche helada, pero el paisaje de luna y estrellas era insólito. Este gato es un caso: viene a buscarme y luego corre hacia el lugar donde quiere que vayamos. Cine, lectura, Rufus y tal vez conversaciones con los espíritus.