domingo, 10 de mayo de 2009

El pasado de las palabras

Foto: I.N., Mi mano en el tronco del azufaifo, hace unos minutos, en la brigada antisalvajes, 2009
A veces una interpelación que no tiene sentido para mí y que entra en cierto modo en lo delirante desencadena mis pensamientos durante días y acabo agradeciéndola. Así, en mi libro balcánico, la pregunta de un corresponsal de TV3 que ni comprendía ni aprobaba mi proyecto me acompañó en mis viajes y me sirvió para explicarme más que el apoyo de otros, o por lo menos igual.
Y ese comentario de ayer al dorso de este blog, defendiendo la abolición del pasado y la concentración en la vida presente y futura, ha vuelto a mi mente esta mañana, unida a un comentario en Polis de alguien que, en un contexto educativo, detesta la palabra excelencia y la acusa del desierto y la zafiedad analfabeta de nuestro país. Yo he defendido la palabra, naturalmente (estaba releyendo esta mañana a Gimferrer hablando de Rimbaud, la excelencia poética y el contexto de excelencia educativa de la Francia del XIX que permitió su existencia). Al comentarista, la palabra "le recuerda" seguramente a algo rancio y reaccionario, y yo puedo comprenderlo, pero el excellere latino no tiene la culpa y ofrece generosamente su sentido primigenio y también sus connotaciones añadidas, adheridas a ella como las algas a las anclas de las que yo escribí hace poco. Lo dije aquí al dorso días atrás: "a veces hay que pasarles el plumero a las palabras y recuperarlas para sus verdaderos usos... o bien aprovechar su polisemia y sus connotaciones", ¿cómo si no podríamos hablar de belleza, de poesía o de arte? Hay que comprender que todas las palabras tienen un pasado, para bien y para mal, y nosotros las miramos y entendemos precisamente con los ojos de ese pasado, mal que le pese al electricista argentino que escribió aquí su grito metafórico de "muerte al pasado"
Lo que no entienden ni podrían imaginar esos editores de cuentos infantiles basura de los que hablábamos ayer, esos malos cuentos sin palabras o sólo con palabras fáciles, supuestamente didácticos, que intentan imitar su insípido modelo plano de realidad -hecha de patrones y símbolos romos, sin posible émerveillement, sin asombro, sin contradicciones, en una jaula asfixiante de fealdad- es que el aprendizaje de las palabras en plena literatura las cargaba de un pasado maravilloso. Lo escribí en mi conferencia Los meandros de la traducción (pág.21), para mí, "la palabra frondoso no dibujaba simplemente el follaje, no era el leafy de los ingleses, sino que iba asociada al bosque misterioso y simbólico del cuento, con la joven cien años dormida, con unos espinos feroces que impedían el paso a los personajes convencionales y que sólo se apartaban ante el caballo de su libertador." ¡Ése es también el pasado de las palabras! Son las palabras que, al aprenderlas, quedan asociadas siempre al contexto maravilloso del cuento que leíamos, y eso sólo es posible precisamente porque en un primer momento no las comprendimos. Ya dijo T.S. Eliot que no había que entender del todo la poesía, y es que en ese no-entendimiento, en esa aprehensión otra de las palabras, casi por ósmosis, captamos tal vez su otra realidad, sus otros sentidos, esos sentidos otros que buscaba y encontraba el vidente Rimbaud en las palabras, como cuenta Gimferrer y desentraña el psicoanalista Bernard Bremond, pero de todo eso intentaré hablar en el espacio acotado de mi reseña, que debería escribir esta tarde.
Tengo que pedir disculpas y clemencia porque no he parado de citarme. No se debe a nada más que a la repetición y retorno de mis obsesiones, de ese pasado que vuelve reinterpretado con la luz distinta de cada día nuevo. Pero también se debe a que sigo un hilo de pensamiento, no cerrado sino permeable, que va dejando filtrar lo que leo, lo que oigo, lo que alguien dice, lo que me pasa, lo que se descubre sólo mirando...
Las palabras están cargadas de pasado, y los que trabajamos con ellas -escritores, traductores, psicoanalistas- no podemos ignorarlo, y esa carga cambia para cada uno y es en el territorio del sueño y en la escritura (no sólo la matáfora) cuando de forma más críptica, libre y evidente a la vez utilizamos esas cargas.
No sé qué hará el comentarista primero, tal vez ametrallar las palabras o suprimir las que tengan un pasado, buscar una palabra virgen para poder utilizarla a su antojo, sin que se le cuelen fantasmas del pasado, propios y ajenos. O bien cerrará los ojos y simulará que esa carga no existe, y entonces serán los demás quienes detecten los sentidos que él mismo intentaba ignorar y se sentirá interpelado y propulsado de nuevo a ese pasado que, según él, no existe.
El pasado aletea, se agita, ilumina y oscurece todas las cosas que nos ocurren. Yo siempre temo convertirme en uno de esos viejuzos en los que la memoria ha devorado todo hasta tal punto que cualquier paseo, cualquier palabra, cualquier nota de música u olor les hace llorar o hablar abstraídamente de lo que ya nadie puede comprender. Y con todo, yo siempre creí en la comunicación entre edades muy distintas, en los encuentros libres y menos convencionales que esas diferencias propician y en mi cabeza resuenan palabras oídas o leídas a lúcidos nonagenarios, que veían lo que yo no podía ver entonces y ahora empiezo a adivinar.
Como aquella escena de la terraza de Cadaqués, donde mi padre, a mi edad de ahora, aún bajo el peso de la muerte de su segunda mujer, una valkiria bávara, se sentaba a mirar el mar con su vaso de whisky, y G., muy pequeño y dicharachero, le hablaba y hablaba con su vocecilla energética y modulada de entonces -G. habló muy pronto y hablaba muy bien y ésa era su arma para neutralizar a los brutos de la clase, que empujaban y golpeaban tal vez porque no podían hablar, y él les dejaba estupefactos con sus alegres parrafadas- y mi padre se reía y le decía pocas cosas, pero había una identificación importante. A veces iban juntos a cortarse el pelo y lo que más fascinaba a G. era que mi padre hiciera exactamente el mismo recorrido, con los mismos gestos, en un ritual idéntico que le tranquilizaba (sobre todo contrapuesto a mi tendencia a no hacer nada nunca igual, ni siquiera un recorrido), y a mi padre le gustaba que, al ir a verle a su casa,. G. quisiera repetir uno tras otro idénticos juegos que todos los demás días.
Yo creo que vivo en el presente, si tal cosa existe, pero no podría dejar de observar cómo el pasado acecha en la lectura que hacemos de las cosas. Ayer dije que había venido al mundo a comprender y el comentarista primero quiso corregirme, dijo, y utilizó el plural, que habíamos venido al mundo a sentir y ser felices. Analizar, intentar comprender lo que queda detrás de las cosas es una actividad que fue cobrando importancia para mí a partir de los 30, cuando dejé de ser simplemente arrastrada por distintas mareas externas e internas y miré de verdad lo que me rodeaba y empecé a redibujar o a reinterpretar el pasado, aunque fuese el más inmediato. "Pero usted tiene los placeres de la inteligencia", le decía (cito de memoria y traducido) un personaje a Marcel que, sumido en su tortura de los celos, no podía comprenderlo aún. Ese entendimiento procura alivio, satisfacción y un nuevo motor vital e investigativo que acompaña como los libros. Sin eso no sabría escribir. Sin escritura la vida sería muy distinta para mí, y no quiero imaginarla sin lectura.
Y ahora vuelvo a mes vagabondages, a ver si logro algo, que ayer se me escapó todo, el tiempo, las palabras...
Por cierto, aquí una entrevista a una radio de Euskadi sobre mi libro balcánico.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Isabel,

me llamo Javier, tengo 30 años y fuí uno de los asistentes a la "charla balcánica" que dió en Vigo y me pareció estupenda, muy ilustratita, sobre todo lo del motero, jejeje.

Como internet es el mejor aliado de los solitarios y los cotillas me permití investigar en san google y he encontradosu blog, que me parece espléndido, muy bien escrito, aunque algo melancólico, o será tal vez que la tristeza está en mi mirada, no lo sé.

Le agradezco también las palabras que en su blog dedica a Galicia y los gallegos.

Sigo sus blogs a diario, me encanta como escribe y le animo a seguir en su labor, peleando por la belleza y la utopía de todos los días, en contra del feísmo invasor, los cabreados y los cabreantes.

Aunque sea un tópico, cuando vi su año de nacimiento, uno menos que el de mi madre, no me lo creía, ¿será su espíritu o que los rubios parecen más jóvenes?.

Disculpe el rollo, no quería perder la oportunidad de saludarla.

Un saludo afectuoso.

frikosal dijo...

Yo suscribo lo que dices acerca de la excelencia en la educación. Por lo menos hay que pretenderla, y hacer que cada uno según sus posibilidades se esfuerce todo lo que pueda en alcanzarla. Siempre, claro está, tratando de que cada uno sea feliz con sus propios logros. Pero me temo que ese no es en absoluto el espíritu de la enseñanza.

Hablas de los cuentos infantiles y este fin de semana en unas convivencias de padres e hijos yo me he quedado horrorizado al ver que las niñas de siete años ya son todas devotas admiradoras de Hannah Montana, que es un personaje de carne y hueso (aparentemente) creado por la factoría Disney, una cantante de 17 años. Y los niños de los Pokemons y cosas similares. Los cuentos y esos bosques frondosos (que salían en los libros que mi hermana mayor me leía mientras yo miraba las ilustraciones) yo creo que están desapareciendo. Pero los pequeños me han llamado al ver unos bichos raros en un charco y yo he explicado que son larvas de mosquito que a veces suben a la superficie para respirar, en espera del momento propicio para realizar su metamorfosis. Aunque la guerra con el Disney Chanel está perdida: En una encuesta apresurada entre unos 50 estudiantes universitarios, ni uno solo había leído ningún libro de Verne.

Belnu dijo...

Gracias, Javier! Comentarios así alegran una tarde! Sigo pensando que el público de esa charla de Vigo fue muy inspirador.
Me alegro mucho de que me leas, ¿para qué escribir, si no es para encontrar lectores inteligentes, para vivir también en ese otro mundo de los libros?
Es verdad que yo procuro darle un lugar a la melancolía, que para mí vive mezclada a la felicidad y el humor, en una trenza intrincada!
En cuanto a envejecer, en fin, eso es muy duro, la mirada de otros es lo único que consuela de lo que muestran fotos y espejos. Pero yo seré resistente mientras viva y eso es siempre energético...

Belnu dijo...

Friks, estoy de acuerdo contigo. La única esperanza son esos niños y su curiosidad por el mundo, y lo que pueda hacer individualmente un enseñante atípico, un padre o madre, un editor resistente... Antes un amigo me hablaba de una editorial para la que ha traducido unos limericks maravillosos, la editorial se llama Flamboyant, y es lo contrario a lo que hablábamos. Siempre habrá algún rincón, algún recodo, alguna excepción... Eso sí, si las cosas no cambian, la gran mayoría será zafia, burra, analfabeta

Adelarica dijo...

El pasado aletea, se agita, ilumina y oscurece todas las cosas que nos ocurren¨
como no pensar, gracias a esta frase, en las primeras palabras del Génesis en el que el espíritu (que es palabra) sobre las aguas; el espíritu que primero crea y después separa la luz de las tinieblas
en el original hebreo la palabra que utiliza el hagiógrafo es ruah, que tiene una fuerte carga sonora, simulando el paso del viento entre las cosas
el murmullo del viento, un sonido no siempre definible, como la música en la poesía, pero que acompaña y le de la pauta a la letra, que tampoco es del todo reconocible
ahí está también -en los murmullos de la palabra- el origen del mito, palabra que en griego tiene el orígen semántico en el sonido de la vaca (el mu, de la vaca y de todas las palabras de la familia semántica de la murmuración, el musitar, etc
juan rulfo lo entendió como nadie en este siglo y lo expresó en esa maravilla que es pedro páramo
preciosa entrada

Belnu dijo...

Gracias! Ahora entiendo por qué elegí ese texto del Génesis para leer en mi boda (ya dije aquí que, por razones que no vienen al caso, me casé por la iglesia, en Santa María del Mar, con música de Haendel, y mi hermana fotógrafa leyó esa parte con su acento italiano, muy teatral); nada sabía del hebreo ruah ni habría establecido nunca esa comparación. Es verdad, magnífico Pedro Páramo.

Anónimo dijo...

Ay, amiga mía, casualidad de casualidades, yo también me casé en Santa María del Mar y con música de Haendel, corría el año 1987, 1 de julio, y mi mujer también era rubia...

Belnu dijo...

No te preocupes, Anónimo (veneciano), yo aún me acuerdo con quíen me casé, I failed for beauty

Qualunque dijo...

Me ha gustado la foto de su mano en el Azufaifo. Pensar en ese pequeño logro es un acicate para perseverar en ese 'resistir'.

Trabajo muy cerquita pero hace tiempo que no me paso, ¿Sigue enjaulado y en medio de basura? ¿Sabe si pondrán dos banquitos y arreglarán un poco el lugar o sería peor el remedio que la enfermedad teniendo en cuenta los criterios urbanísiticos barceloneses?

Y para redondear la tarde, sin llegar al nivel de Javier, diré que su voz en la entrevista vasca me ha parecido honesta y dulce.

Belnu dijo...

Sí, Qualunque, será peor el remedio que la enfermedad porque quieren construir en la parcela de abajo y eso significaría la muerte del árbol. Así que mejor que abandonen. Basura no hay nunca mucha porque la quitamos nosotros, con guantes desechables y bolsas recogemos lo que tiran los salvajes habitantes de este barrio, con el beneplácito del distrito.
Gracias por el elogio. Yo sólo pensé que hablaba muy deprisa (para que cupiera la máxima información!)

Anónimo dijo...

Me ha interesado eso que dices sobre el ser huano, y que descubriste en los viajes, ese desasosiego que intuyes a través de charlas y lecturas, esa especie de doblez de espíritu, que según los condicionantes se ven afectados en un modo u otro. Y que a escala menor se ve en los trabajos, y en la vida diaria. Y me pregunto, Qué es lo que hay que hacer? hay que hacer lo que hay que hacer en cada situación? actuar de modo moral es complicado y cuesta muchísimo esfuerzo, más que dejarse arrastrar por lo que nos circunda. he escuchado parte de la entrevista de radio, y se agradece el escuerzo en explicar/se, entender.
Y es verdad, las palabras son inocentes, son la personas quienes las cargan de significado, positivo o negativo. Y se necesita esa actualización de la palabra, nueva visión viva, como si fuera una piel.
Iluminaciones.

Belnu dijo...

Te agradezco tus comentarios siempre llenos de insight y de pasión intelectual, Iluminaciones! Contesto rápido porque no estoy en casa, y aun tengo un comentario tuyo por contestar en otro post. Yo creo que sólo quien ha construido una ética a partir de su propio sufrimiento puede actuar contra esa marea. Aunque sea lentamente o en dos tiempos. Para dormir tranquilo, para no despreciarse ni odiarse. Seguiremos. A lo mejor te veré en Madrid en la feria del libro el 29-30-31? Ya te diré cuándo y dónde estoy por si estás y quieres pasarte...

Anónimo dijo...

Gracias a ti por la cita sobre los libros infantiles. Silverstein es muy interesante, y también todos los que citas, además de los ilustradores que se sumergen por completo en lo que están ilustrando, siendo tan valiosos como los cuentos.. Sí, si estoy por madrid me paso a saludarte. gracias por la invitación.
iluminaciones.

Belnu dijo...

Exacto, ese sumergirse -con sensibilidad, con talento- en lo que están dibujando es la clave...