viernes, 1 de mayo de 2009

En el Baff, festival de cine asiático

Nanayo, la película de Naomi Kawase. Me ha gustado verla, aunque no era una narración redonda y tremenda como la maravillosa El bosque del luto (Mogari no mori), cuyo impacto en mí perdura un año después, pero tenía cosas en común, quizás esas imágenes que, como ha dicho la directora del festival de cinema de les dones, pueden saturar pero dejan un poso, y luego (diría yo) vuelven una y otra vez a nuestra memoria, interpelándonos. La pérdida, la violencia, el abandono y la entrega casi como rite de passe en un país oriental y en el trópico, Thailandia, de una protagonista perdida y acogida, la relación con una naturaleza salvaje donde cada lluvia es como el cuento de W.Somerset Maugham, Rain (Outside, the pitiless rain fell, fell steadily, with a fierce malignity), donde las imágenes se acercan poderosamente hasta convertirlo todo en físico y táctil, el sudor, los patos, los lagartos que corren o se asoman, los árboles, la maleza, el agua que cae, el niño afeitado para convertirse en monje, la sensualidad sin sexo, casi dolorosa en la prolongación, el deseo intenso en la memoria, el silencio, la gente que habla lenguas distintas -japonés, francés, thailandés- y no se entiende, el masaje como rito espiritual, el dolor que apenas se puede compartir, que se va adivinando en cada uno con sus propias pérdidas, la madre que no puede con su carga sin el padre y quiere que el niño se haga monje, el gay francés que intenta hacer algo por los otros y aceptar su sexualidad en ese lugar donde nadie le entiende -y a veces se violenta-, el taxista brutal que no logra gestionar la pérdida de su hija y su culpa -y se vuelve contra otras mujeres-, y la protagonista extraviada que necesita urgentemente esa hospitalidad de todos los demás, el contorno de cada separación, el aire que se oye todo el tiempo, y esa naturaleza primigenia y húmeda y calurosa, de aire vibrante, donde flotan las palabras incomprensibles. Y recordaba mi viaje hindú, hace tantos años y el mismo abandono y la misma sensualidad exuberante, allí sin obstáculos (Allá, allá lejos; / Donde habite el olvido. L. Cernuda).
El cine estaba llenísimo, el festival es un éxito y se debe al esfuerzo de sus directores, que se empeñan en hacer las cosas bien y profesionalmente, aun sin presupuesto, pues las instituciones y el ayuntamiento apenas les ayudan, como si no fuese importante para la vida cultural de la ciudad esa casi única ventana al cine asiático.
Por el camino leía Mendel el de los libros, de Stephan Zweig (volviendo a la Galitzia del Este, donde, dijo el motero gallego, también comen filhoas), ese relato delicioso, e intentaba ordenar mis pensamientos después de que algo los haya barrido casi por completo y yo ya no recuerde nada, no sepa cómo era todo antes, dónde estaba, ni cómo recobrar mi rutina perdida ni aun menos cómo volver a mi escritura. Sólo me consuela que ayer entregué el manuscrito corregido al editor de mis cuentos (por una vía libresca).

6 comentarios:

Adelarica dijo...

lo último que ha escrito me recuerda un párrafo del diario de Etty Hillesum: Vuelven otra vez esos momentos, en los que la vida es tan desoladora y difícil. Entonces me encuentro impetuosa, intranquila y cansada al mismo tiempo. Esta tarde he tenido momentos de una muy fuerte vivencia creadora. Y ahora me encuentro en una situación de agotamiento como después de un orgasmo. En este momento no tengo otra cosa que hacer que estar inmovil bajo mi manta y ser paciente hasta que el abatimiento y el aturdimiento se alejen de mí. Antes me ponía a hacer cosas raras en una situación como esta: beber con amigos o reflexionar sobre el suicidio o durante noches enteras leer cien libros distintos a la vez. Pero, también hay que saber aceptar que se tienen momentos estériles. Cuanto más honestamente se acepte, más rápido pasa un momento así. Hay que tener valor para hacer una pausa, y atreverse a estar vacío y abatido.

Belnu dijo...

Qué buen fragmento, y yo que no la he leído! Tendré que buscarla. Yo sé, ahora lo sé, que tenía razón Zweig, que seguimos escribiendo aunque no escribamos, pero a veces mi impaciencia de todo, como mi desconcierto de lo que no logro comprender, de una parte de mí que parece haberse dormido mientras la otra intenta sacudirla e interrogarla en vano, en fin... buscaré a EH, gracias por la sugerencia.

el objeto a dijo...

A mí creo que me molestó la actriz de la película, era extraño en el casting de Kawase, que suele elegir a actores mucho más naturales y menos lisos, pero me alivió en el fondo comprobar que Kawase no se autocomplace en sus logros y sigue buscando,
como decía en aquella entrevista, lo que se puede explicar y entender no le interesa en el cine, y creo que Nanayo es buena prueba de ello

Belnu dijo...

Sí, tienes razón, también a mí me chocaba y me costó poner esta foto por la misma razón. En El bosque del duelo en cambio recuerdo a personajes mucho más integrados, aunque no se me ha olvidado la belleza de aquel viejuzo japonés que avanza tercamente por el bosque buscando su memoria...

el objeto a dijo...

un actorazo aquel viejillo¡

Belnu dijo...

sí...