Foto: I.N., Fachada con 3 operarios, 2011
Dejé que las películas entrasen en mí con sus hilos, sin distanciarme, que se mezclaran con mis percepciones vitales, sin bordes, en una deliberada conciencia imperfecta, porque no sólo estaba cansada sino también asustada y doliente. No sabía (ni sé aún con certeza) qué había ocurrido, pero como en el dicho de Lenin, un paso para adelante, dos para atrás: vuelta atrás en mi proceso, y ojalá eso no signifique volver a la pesadilla radical. Así que me quedé en el sofá con Rufus y vi dos películas de hollywood -copias legales, especiales y no pirateadas- que estaban aquí por un azar encadenado y no sin su lógica generosa. Vi la de Clint Eastwood en malas condiciones porque faltaba una conexión y mi DVD no se veía, en el ordenador apenas se oía. Hasta que llegó G. y pudimos conectar ese trastito misterioso y al menos tuve sonido, aunque no hubiera subtítulos.
Me gustaron hilos, fragmentos de esa película, Thereafter, las visiones de allí, después (más literalmente aquí, después, pero yo habría traducido Allí, después) los momentos de luz que los supervivientes conocemos; me gustó ese niño triste e impávido, con su gemelo y luego solo, que recordaba a la película japonesa Dare mo shiranai, los niños abandonados por una madre dolorosamente desastrosa, y organizándose en sus ritos (muy bien contado, sin palabras apenas, sólo con unos pocos gestos reiterados), y también me gustó ese Matt Damon que intentaba quitarse de encima ese gift-curse, ese don que él vivía como una maldición. Me repelió el final (curiosamente Harry el Sucio se vuelve cursi cuando quiere hablar de lo amoroso o muy convencional, ya le pasó en los Puentes; un poco como al brillante Scorsese al meterse en literatura de 1800, estropeando a Wharton) ni me gustó la "parte francesa", ¿tan convencional, tan estereotipada idea tiene Clint Eastwood de ese país y sus personajes, que hablan demasiado alto para argumentar?, no me gustó seguir a esa protagonista jillclayburguiana porque había algo en esas imágenes tan preso de las convenciones que me irritaba. Tal vez, como sugería alguien, CE debería ver más Rohmer para dibujarlos.
Luego vi la de Sophia Coppola, Somewhere, ya en condiciones mejores, en el dvd, y con cada copia advirtiéndome concienzudamente de mis responsabilidades y riesgos. Me extrañó, sobre todo me produjo extrañeza esa crónica de un actor en Los Ángeles -aunque la ciudad me resultaba más familiar y reconocía los lugares, un hotel mítico, unas avenidas, unos árboles, la publicidad-, su pequeña vida horrible y vacía, sin apenas conversaciones ni momentos reflexivos, sin pensamiento y aparentemente sin dolor, con encuentros de un sexo mezquino, objetizado y fracasante, fármacos, alcohol, la parte absurda y esclava del trabajo, fiestas tontorronas, soledad, lujo exagerado y sólo una temporada con su hija para volver a la vida o a la infancia o recobrar la ilusión del lujo, y el poderoso rugido del motor del coche. Había algo que no estaba mal, aunque tampoco fuese my cup of tea, estaba bien contada, and so what? Sobre todo en este mundo donde hay tanto más... Dudé si el final era un loop o si se había vuelto a poner la película. Mi sensación es que Sophia C. es demasiado mimada para comprender el mundo, todo le ha sido dado por ser quien era y ella tal vez ni siquiera lo sepa y esa naturalidad descortés y desconsiderada con la que algunos hijos de privilegiados asumen su suerte me irrita un tanto, y tal vez me equivoque, pero me da la impresión de que eso le impide ir más allá de lo light. Ella no podría entender ni contar el dolor de Leaving Las Vegas, y cuando se le pierde algo en la traducción revela también su desdén típicamente americano por una cultura antigua y refinada (aún con todas las contradicciones de ese país) como la japonesa (quien cuenta muy bien ese encuentro es Sokurov en El Sol, ahí sí que están todas las contradicciones y a veces entendemos a los americanos, más demócratas y populares ante el horror del imperio y otras entendemos al emperador japonés, horrorizado ante la ignorancia, la descortesía y las maneras burdas de los yanquis), eso sí, Eugenides le prestó mucho a Sophia C. para contar The Virgin Suicides y yo encontré algo ahí de mi propia adolescencia, aunque sólo fuese la respuesta que daba una de aquellas chicas a la torpe pregunta de un médico que mi narradora de "Souvenir" no pudo contestar). Y pese a todo, no niego que he encontrado algo en esas dos películas, quién sabe si por mi extraño estado o la maldición de la Montaña mágica, esa sensación de que no puede uno salir del sanatorio de Hans Castorp (sin abandonar el mundo).
Dice mi homeópata que la indignación podría ser la causa de estos últimos males, así que intentaré volver al punto del abandono y la confianza. Ya no hay grisaille en el cielo, hace sol. G. tenía una calçotada. Rufus, que ayer vio las dos películas conmigo (cuando el dvd se abrió obedeciendo a la orden a distancia, Rufus fue hacia allí como quien intenta tomar cartas en el asunto, a estudiar quién se movía en ese aparato. Pero al cerrarse simpatizó con la máquina y se frotó contra ella), sigue prefiriendo el sofá al sol de la terraza, porque está en fase cuidadora. Es un gato especial, tal vez extraterrestre, y no me descuida. He leído a EVM sobre Salinger y las razones que le llevaron a alejarse de un mundo ya sin ética ni cortesía. Todo encaja, como diría mi amigo serbio. Querría que este silencio de domingo durase siempre, y recobrar mi salud, y andar por una playa solitaria...
Más tarde he visto la excesiva Black Swan, de Arofnosky, con su teatralidad reiterativa y torturada, a pesar del buen trabajo de NP, me ha saturado y quizás no era la mejor manera de encontrar lo que yo necesitaba. NP es tan buena como Moira Shearer en Las zapatillas rojas, pero la película no se puede comparar. Habrá que buscar en otra parte.
2 comentarios:
Qué buen artículo el de Vila-Matas. Gracias! Y encaja, efectivamente encaja. En cuanto a lo demás, coincido en muchas de tus apreciaciones, ya lo sabes. Ah, seguro que muy pronto será posible esa libertad y esos paseos.
Gracias, Bel M! Ojalá que sí...
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