Fotos: David Hemmings en Blow Up; Ingmar Bergman.
No puedo olvidarme de la primera vez que vi, en fugas matinales, El manantial de la doncella y El séptimo sello en el Savoy, ni tampoco de cuando se anulaba una clase en Unitec y yo me metía en el desaparecido y confortable cine Cataluña, a ver Gritos y susurros o Secretos de un matrimonio. Tenía la sensación de que, por la mañana, las películas llegaban a mi mente por un conducto distinto, como si los sentidos no hubieran puesto sus filtros a esas horas, como si la belleza y el silencio y la reflexión que había en esas películas casi me hirieran al percibirlos. Debo de haber visto Blow Up incontables veces, en parte por puro azar, tal vez porque se ha repetido mucho en Canal Satélite, (con esas repeticiones del canal, mi hijo y yo nos aprendimos de memoria algunos diálogos de The Winslow Case, algo en esa película nos gustaba y siempre que uno de los dos encendía la tv la estaban poniendo y no resistíamos la tentación de ver al menos un trozo), y me sigue fascinando la mirada de David Hemmings, el rumor del viento en el parque, la ropa de la época, Verushka, el swinging London que conocí a los 15 y 16 y que desapareció por completo, y los silencios, la forma de Antonioni de contar aquel cuento de Cortázar. Y también me fascinaba Zabriskie Point, aquellos dos actores me recuerdan a algo que viví, una fuga, o una belleza desencajada, imposible, sensualidad feliz y sin futuro, vivir en un paréntesis que cerrarían los demás imperativos: el mercado salvaje, la rigidez de las instituciones, la mediocridad de todo. El actor fue una especie de anarquista delincuente rescatado por Antonioni de la calle, y tras su gran momento, volvió a caer y acabó muriendo en una cárcel.
Ahora buscaré alguna película otra de Bergman, de Antonioni, para hacerles mi pequeño homenaje mudo, sólo viéndolas, sin decir nada.
12 comentarios:
desde hacía unos días estaba con su autobiografía (Bergman)... su muerte me atrapó con los dedos en su palabras!
Pues sí. Para mí es otra cosa, estas muertes (y más en el día de la no-beca) me refuerzan en la idea de que mi mundo se muere, desaparece, y yo no encajo en éste. "¡Qué semana para el mundo del cine!", dice mi amiga L.O., "¿Qué nos queda, Spielberg?" Pues sí. Ahora que los míos, todos los que me despertaron y asombraron y maravillaron, se fueron, para mí, queda el mundo de la mediocridad...
Cuántos nombres geniales en tan pocas líneas, qué recuerdos, también, de la primera vez de estas películas...
Sí, el descubrimiento, todo lo que nos acompaña en esos procesos vitales agitados...
hablar de lo que queda y la muerte, es rendirle tributo a bergman (un poco)
(el acomodador del universo los sentó en las butacas y... ¿desde ahí verán el triste espectáculo que damos?)
Tienes razón, Ed, tú sí ves eso desde tu butaca. Yo sólo veo fragmentos de cosas y nada del resto...
en fin, los ciclos se repiten, o al menos eso dicen, esperemos que el cine nos de un Bergman aunque sea actualizado...ah, y ánimo.
Esperemos. Y gracias!
estamos de luto.
yo triplemente
exactamente aquí, me enganché a tu blog
No supero esas muertes
Besos
Jazzy
LO entiendo, Jazzy, se muere una parte de nosotras, lo que aprendimos, los que nos descubrieron el mundo, nuestros maestros en muchos sentidos van muriendo ahora, uno tras otro, cuando más parece que el mundo los necesite, ahora que está en peligro el humanismo, la cultura humanista, la reflexión, la visión, la profundidad, la verdad o las verdades...
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