sábado, 14 de julio de 2007

Anoche, junto al azufaifo


Foto: Manel Armengol, Herbàrium, 2007

Me quedé trabajando y decidí salir a andar un poco para desentumecerme. Al salir, caí en la tentación de ir a ver al azufaifo. Desde una ventana, un chico brasileño me saludó: "¡La mujer del árbol!" y me pidió que esperase un momento, que bajaba. El epíteto me convenció. Parecía un cuento... Mientras miraba las ramas en la semipenumbra, un adolescente que estaba sentado con otros esperando a un tercero, me preguntó también: "¿Se lo van a llevar? ¿Nos lo dejarán?" Le conté cómo estaban las cosas. Uno de sus amigos, que debía de ser un zoquete o sentía celos, dijo: "A ver si ahora me cargo yo a ese árbol..." Hace unos días, cuando hablábamos frente al ginjoler dos del "equipo de rescate" y la vicepresidenta de la Asociación Española de Arboricultura, pasó un hombre furioso, descompuesto, que se puso a gritar que no había derecho, que si fuera una persona seguro que no la protegíamos, etc. Ya han pasado varias señoras que nos dicen a gritos que hay que salvar ese árbol, que no hay derecho a que tiren todas las casitas con jardín, que este barrio se ha vuelto infernal. Es como si estallaran, después de haberse contenido durante estos años, sin poderlo verbalizar. Ahora que hemos empezado, la gente se pronuncia al pasar.

Luego bajó el brasileño, que andaba en la misma dirección que yo, es decir, sin rumbo, y le conté un poco cómo había ido todo, y él me contó que al llegar a Barcelona, de Sao Paulo, la ciudad le parecía un barrio, tan pequeña. Y estuvo describiendo las diferencias entre las ciudades, y luego me habló de una ciudad japonesa (¿Era Nagoya?) donde había pasado un tiempo y dijo que sobre todo, le había maravillado el país. "...Esa mezcla de nuevas tecnologías y tradición oriental, la cortesía, los ritos..."

Las conversaciones tenían su gracia, pero yo me pregunté por esta extraña popularidad del árbol, un tanto incómoda para mí, acostumbrada al anonimato de un barrio indiferente. Puedo imaginarme años después, con una Plaza del azufaifo (wishful thinking?), diciéndole a unos chicos incrédulos: "Yo contribuí a salvarlo", como Paul Theroux en su libro My Other Life, cuando, a las puertas de un videoclub, su narrador deprimido intenta en vano convencer a dos drogotas adolescentes de que la película The Great Railway Bazaar estaba basada en una novela suya y ellos no le creen y le toman por un fantasma ("Anda, tío, no te tires el rollo...", podrían decir). Y él intenta demostrárselo, pero en los vídeos rara vez ponen nada del novelista, si existe. (Por cierto que cuando entrevisté a Paul Theroux para La Vanguardia, se alegró mucho de que me gustara ese libro suyo, que es uno de sus [y mis] favoritos y no tuvo el éxito de los otros. El libro es pura autoficción, a vueltas con la realidad en condicional, combinando lo que fue con lo que habría podido ser, y agitando la coctelera de recuerdos y pensamientos propios y ajenos).

En mi blog Polis, un comentarista, con la desfachatez que le permite su anonimato, sugiere que los árboles en la calle, en Barcelona, no llegan a viejos, y propone que se le consulte al árbol (no sé si por uno de esos ritos sangrientos con pollos vivos o con la ayuda de un susurrador de árboles), ni tampoco sé si su conclusión es que no vale la pena preservarlo, ya que se lo cargará la gente, aunque le llama "mi querido azufaifo". Yo sólo pienso que cuando tiraron la casa y empecé a protestar e indagar, él no hizo nada para evitarlo. Algunos se sumaron entonces y permitieron que toda esta campaña siguiera adelante. Otros prefieren quejarse de todo lo que hagamos y vaticinar el horror, desde su cómodo anonimato.

Yo habría preferido que no tiraran la casa. Vivir en un mundo en que alguien pudiera haberla comprado y mantenido su árbol en aquel jardincillo de sombras, sin pretensiones, como me contó aquella señora del barrio que lo había intentado. Pero tal como está ahora, en cualquier caso, si pudiéramos interpretar los deseos del árbol, no hay más que ir a verlo y contemplarlo. Parece que se haya expandido en su gran espacio de ahora, se le ve armonioso y fuerte, mucho más grande sin escombros, sin muros...

10 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me parece que has demostrado con esta historia del árbol una esperanza en que la tenacidad personal puede dar sus frutos. De momento, ya has ganado la primera fase. Podría convertirse en un movimiento urbano de defender lo que vale la pena defender en Barcelona en lugar de despotricar contra todo.

Anónimo dijo...

Hola, creo que te has equivocado de persona. Yo nunca había escrito en este post y lo he ido leyendo por causalidad. El asunto del azufaifo me ha parecido muy emocionante y por eso he escrito lo que he escrito. Si te parece que escribir "que la tenacidad personal puede dar sus frutos" es disentir, yo ya no entiendo nada.

Belnu dijo...

No, es la última parte de tu comentario lo que me parece mal. Pareces sugerir, si no entiendo mal, que yo despotrico contra todo y que defiendo cosas sin importancia, y que mejor haría en usar esa supuesta esperanza y supuesta tenacidad que me atribuyes en "defender lo que vale la pena defender en Barcelona en lugar de despotricar contra todo."
Yo no puedo distinguir a un anónimo de otro, desde luego, pero esa frase parece muy ofensiva, a menos que no entienda yo nada...

Anónimo dijo...

Efectivamente, lo has entendido al revés. Si te das un paseo por los diarios digitales relacionados con Barcelona, verás que en los comentarios a las noticias la gente despotrica contra todo: políticos, fiestas, turistas, y llegas a preguntarte si esta gente alguna vez hace algo positivo. Y con el tema del árbol, veo que ha se ha movilizado mucha gente, lo cual demuestra que hay otra mucha gente que en lugar de despotricar se apuntaría a una iniciativa positiva. Pero que no saben cuál es esa iniciativa positiva hasta que alguien con un poco de tenacidad se la señala.

Belnu dijo...

En ese caso, me alegro de haberlo entendido mal!!! Yo creo que hice lo del árbol por pura salud mental, porque siempre procuro hacer desde mis pequeñas posibilidades, decir desde La Vanguardia, decir aquí, y quejarme en los lugares donde sirve, escribir a los políticos, al defensor del pueblo europeo, al español, al síndic de greuges, al ayuntamiento y a las compañías, no dejarme sin más, porque los espacios de resistencia es lo que nos salva. Aún no sabemos qué pasará con el azufaifo, pero si lo conseguimos será una felicidad, aunque sea pequeña. De momento, se están planteando revisar la ordenanza de los árboles en la ciudad y a mí me alegra mucho haber contribuido a eso. Wait and see, que dicen los anglosajones...

Belnu dijo...

Y perdona mi confusión!

el objeto a dijo...

a mi también me parece muy extraño eso de utilizar el anonimato para disentir! como si uno pudiera prescindir de su lugar y opinar desde un no lugar...

Belnu dijo...

Pues sí, pero parece que simplemente, no le entendí bien, y es que escribimos y leemos tan deprisa...

Anónimo dijo...

Mi querido Azufaifo-Ginjoler:

Acabo de conocerte por mediación de los vecinos del barrio, debo decirte que al verte por primera vez he tenido un flechazo de amor.
Espero me cuentes las historias de tu nacimiento en Sant Gervasi de Cassoles y tu anterior familia Teixidor, clientes de la casa.
Te prometo aportaré todo lo que éste en mis manos para que no desaparezcas de mi lado, debes seguir dándo tus pequeños y dulces frutos por muchos años. Sueño que pronto saldrás libre de tu injusta sentencia de muerte gracias a las buenas personas. Prometo dedicar un postre con tu nombre Ginjoler, en cuanto te liberen entre rejas.
Con cariño y esperanza,

La Taula

Belnu dijo...

Ah, un postre con azufaifas auténticas, ojalá que sí... Y mejor aún si fueran del árbol de Arimón, si lográsemos que no se lo llevaran, ay... Hoy me contó un fabricante de tenoras que antes, en los cines, con las chufas, vendían azufaifas... En cualquier caso, el árbol agradecerá tu apoyo y tus iniciativas!