viernes, 14 de octubre de 2011

Creo

Foto: I.N., Camino del bosque, Tršić, Serbia, agosto 2011
Creo que he acabado mi novela. No sé bien lo que eso significa, porque he entrado en ese estado de extravío del que hablaba Roland Barthes en que uno no sabe lo que ha escrito. Necesitaré discutir con un lector frío para saber quizás qué es lo que yo quería hacer y lo que he hecho. Tal vez eso suponga cambios, tal vez pocos o tal vez grandes cambios estructurales, es difícil saber cuando como yo, se escribe a ciegas, sabiendo sin saber, en esa escritura inconsciente. Y siempre me acuerdo de Melville y Moby Dick (lo que contaba A. Delbanco), que cuando iba a corregirla se dio cuenta de que podía meter tantas otras cosas, lo que había vivido y sufrido durante sus últimos tiempos y la cambió radicalmente y se convirtió en esa gran novela americana. Naturalmente no me comparo, sólo pienso en el proceso. He pasado de una sensación eufórica a las dudas y cierto pánico. Ahora me queda dejarla reposar mientras tres lectores la leen, mientras...
Hoy ha sido un día extraño. He ido a comer donde Jacqueline, la Farfalina, trasladada a la luminosa librería Bernat. Allí le he explicado a AS lo que había ocurrido según mi perspectiva, y ha sido triste decírselo y que lo comprendiera. Me he comprado un librito ruso de Minúscula que he elegido desde mi mesa, para hacerle honor a la librería (y sorpresa, estaba traducido por Selma Ancira). Jacqueline es muy buena cocinera y me ha gustado verla allí en su salsa.
Luego tenía un encuentro en otra librería con un coreógrafo con quien tal vez colabore, ojalá que sí, porque a los dos nos gustaría y mi ánimo se ha iluminado. Mientras hablábamos, yo me daba cuenta de que hablaba también, sin decirlo, de lo que acababa de ocurrirme, de mi descubrimiento sobre lo que no quiero que pase.
Pero esa conversación tenía algo efectivamente luminoso.
Después he bajado a la Gran Vía para un encargo y al pasar he visto que en el Coliseum anunciaban algo digno de épocas bien tristes y mediocres. Es un país extraño.
Llevo dos días cenando con amigos que parecían aún más pesimistas que yo sobre el estado del país y del mundo. La primera noche cené con tres hombres que se manejan mejor que yo en los engranajes del mundo, que optaron por la seguridad mientras que yo creí optar por lo más libre, ¿pero cómo se puede ser libre sin esas condiciones de las que hablaba Virginia Woolf? Tengo habitación, pero no las guineas. Y sin embargo... Y ayer cené con dos amigos de hace mucho tiempo y les vi llenos de desesperanza y aprensión... Aunque hubo momentos alegres, como cuando subimos a la azotea y vimos una perspectiva inmensa de la ciudad y hablamos... Y también les conté mis dudas con la novela. Por la noche he tenido un sueño triste y aprensivo, difícil de contar aquí.
Por la mañana ha venido la Belle Elaine a llevarse mi novela, ella es una de los tres lectores. Iba radiante, aunque abstraída, se ha dejado su chaqueta con el móvil, pero ha vuelto a tiempo. No quiero dejarme invadir por el miedo. Tal vez me venga bien traducir a fondo estos días y dejar reposar mi novela. Mientras, mi libro de rincones de la ciudad sigue adelante. Parece que el lunes empezará a planearse la posible maquetación. Me hace ilusión que salga. Una librera me ha ofrecido ya que hagamos una presentación cuando salga. Otra librera me ha escuchado con interés. Sigo leyendo Atopia, Petit observatoire de littérature décalée, de Eric Bonnargent, a trozos, alternada con los demás libros.
Es tarde. Necesitaba retirarme esta noche. Rufus espera ovillado aquí cerca. Mañana naturalmente iré a la manifestación; ojalá seamos realmente muchos, ojalá estemos a la altura de las expectativas internacionales, para expresar nuestra indignación y la voluntad de poner límites a los abusos, de corregir la inclinación perversa de todo.

4 comentarios:

JML dijo...

Estupenda noticia lo de tu novela. Espero que el reposo no se convierta en un mal sueño, porque es cierto que al terminar el trabajo llegan las dudas, cuando no el pánico, y vienen las ganas de retocarlo todo. En cualquier caso espero poder leerla pronto.

Belnu dijo...

Dudo que sea ése el caso, JML, por muchas razones, pero quizás sobre todo porque como ya dije aquí a otro comentarista, yo vivo en esa novela, está imbricada en mi cuerpo

Ernesto Calabuig dijo...

Hola, Isabel. Soy Ernesto Calabuig. Traductor del libro de Clemens Meyer que has leído y reseñado y también (como autor) compañero tuyo de editorial en Menoscuarto. Me gusta que te hayan gustado los cuentos de Clemens y quería sólo darte las gracias por esa reseña, tan inspirada a pesar de la brevedad que te permiten, en La Vanguardia. Un saludo. Ernesto

Belnu dijo...

Muchas gracias a ti, Ernesto. Efectivamente, a mí me cuesta mucho ceñirme a ese espacio, en parte es un duro entrenamiento, pero en parte ya sabes que te dejas siempre algo importante, en este caso tu traducción notable. Pero mira, como he publicado el artículo en mi blog de artículos, ahí lo voy a añadir!!!

http://articulosisabelnunez.blogspot.com/2011/10/mi-resena-de-clemens-meyer-en-la_19.html