Foto: I.N., Árbol de Bruselas, diciembre 2008
Yo estaba feliz traduciendo el prólogo maravilloso de William Maxwell al libro de relatos dublineses de Maeve Brennan, y luego un cuento de ella, paladeando esa precisión que puedo reconocer, esa búsqueda de la palabra justa, esa respiración de las palabras como piedras colocadas en un jardín zen o en una tumba judía, o música compuesta en un impulso interior... He escuchado al sobrino de Maeve Brennan, el escritor Roddy Doyle, leyendo un cuento de ella con un acento magnífico. He sentido algo de nostalgia de mi escritura, un momento. Y de pronto he vuelto a entrar sin pensar en el extraño y recortado archivo de mi novela, del que sólo acepto claramente un párrafo casi musical y lleno de luz, una escena que me recuerda a La infancia de Ivan de Tarkowsky, aunque cuando lo escribí faltaban años para que viera esa película... Y he escrito algo. Brusca, groseramente, pero con energía, he entrado en ese campo desmelenado con esa hoz que corta hierbajos altos, maleza y... algo he avanzado. Tocando el núcleo que es como el tronco de árbol de la foto, grueso y vivo... Mañana lo veré. Ya no me queda más energía, pero algo he hecho, tal vez...
Le había escrito a V: dejar de esperar, concentrarse en el momento y en toda clase de nourriture... (y ella me decía que así era también para ella). Porque sé que todo lo que esperaba y no ha ocurrido me ha llevado a un terreno espinoso de bloqueo, de desesperanza. No puedo inventarme una fe que no tengo. Puedo aparcarlo, dejarlo ahí, encontrarle un lugar, un cajón del costurero chino de mi sueño, y concentrarme en lo que sí tengo. Y sólo pronunciando la frase, sintiéndome feliz mientras traducía a MB, entonces ha surgido un momento de coraje.
He escuchado a la psicoanalista Daniela Aparicio, invitada de hoy en ese programa de radio, Hablamos, donde también aparece el librero de la calle Berlinès y recomienda lecturas. Daniela hablaba de la depresión y ella sí tenía para mí ese ángulo psicoanalítico de la duda, los espacios de silencio, de interrogación, de observar el lenguaje, no lo asertivo-radiofónico-publicitario que a veces aparece erróneamente ahí.
Ayer traducía y surgió una duda de la especialidad de mi padre: por un momento pensé dolorosamente en preguntarle. Casi con humor negro. Llamé a mis primos, que trabajan en ese sector. Les pregunté por su padre, y luego todo se ha precipitado, mi tío está ya muy enfermo, del mismo mal que acabó con mi padre. Otra parte de la infancia (y de la vida!) que desaparece, en un arrancamiento irreal.
Mientras traducía, una joven poeta a la que conozco apenas por las amapolas, por una foto, un nombre -ella sí, llena de valor en su escritura- me ha dicho que había comprado mi libro Algunos hombres... y otras mujeres. De pronto yo, sumida en la traducción de MB, he recordado quién era yo, que antes escribía, que ese libro sigue ahí, aunque yo no pueda esperar con él, aunque tenga que dejarlo seguir solo... Y ese mensaje también me ha acercado a mi novela. Pero antes ha habido otro momento capaz de impulsarme, cuando la acupuntora, que intenta restablecer mis articulaciones después de la extraña regresión de la nevada, me ha preguntado si escribía estos días y yo le he hablado del libro de la ciudad y de la dificultad de escribir esa novela que me acosa...
¿Qué es lo que nos lleva, nos arrastra de pronto allí donde queríamos ir hace tiempo? No lo sé. Tampoco sé si voy a volver, si voy a tener valor o voy a seguir trabajando y evadiéndome de modo gallináceo.
Y mis lecturas... y algunas imágenes que me devuelven a ese origen mío, como la portada de los Cahiers de guerre con esa foto de Marguerite Duras que hoy llevaba en el bolso. Como la frase de Clarice sobre el peligro de escribir, que EC tenía pegada a una pared de su estudio y me enseñó hace once años, cuando yo acababa de separarme, y que hoy, esa joven poeta desconocida tenía en su blog.
Tal vez mañana...
23 comentarios:
Querida I.,
todo acaba siendo una maraña estúpida que no hace más que llevarnos hacia donde nosotros queríamos pero no nos atrevíamos a acercarnos. Por eso ahí la frase de Clarice, la gente que sabe que una escribe y pregunta pensando que no duele, esa joven poeta que recién escribe poesía, Marguerite, su cara, sus arrugas, el libro que te recuerda quién eras, quién quizá vuelves a ser, quién serás mañana. Todo es una perfecta maraña de hilos que se tejen solos para arrinconarnos allí donde tenemos miedo: escribir es tan peligroso.
Me gusta estar en esa cadena de pasos pequeños, pasos de niña japonesa con un traje bien apretado que enloquece a los hombres que la ven pasar, en esa cadena que te conduce a tu novela, aunque duela, aunque dé vértigo.
También a mí me acusa el bloqueo del abandono... me queda sólo el final de una historia, El papel de la noche, y después de dos meses escribiendo regularmente un nivel de páginas más que aceptable, ahora, paro, en seco, y llevo para lo que queda la mitad del tiempo que empleé en hacer gran parte del todo. Yo, que soy una inconsciente escribiendo, que tecleo como una loca que cree que el tiempo, con 21 años, se le agota, yo, que le tengo miedo a casi todo menos al papel en blanco, yo, también, parando.
(Una pareja espera en la estación para comprar unos billetes de tren. Mientras, se acercan a unas máquinas que parecen de concurso de televisión y juegan a las palabras. Se conocen lo suficiente como para que a la primera pista ya se sepa qué quería decir el otro.
Ella dice: te cambio una tira de fotos en el fotomatón por un libro.
Él dice: ¿aunque valga 36 euros?
Ella dice: sí.
Se hacen la foto, compran los billetes, compra Ella el libro que ganó el premio Café Gijón, compra Ella, también, Algunos hombres... y otras mujeres. Llegan a casa, acarician sus libros y la araña ya está más que desmadrada acercándose a I.
Tal vez mañana...)
Fusa! Yo siempre creía aquello de
Si la jeunesse savait
Si la vieillesse pouvait
Pero en este caso parece que la jeunesse savait, qué envidia, es casi como Tiresias antes de la ceguera!
Para mí habría sido imposible. Yo tuve que gastar una gran parte de mi vida en otras pasiones y forcejeos, una especie de combate de esgrima contra mí misma, y sólo después, superviviente, he podido empezar a escribir o a escribir autrement, eligiendo la escritura a la vida, o eligiendo la escritura que envuelve la vida en una telaraña, sí, y que le da sentido con su geometría secreta. Pero entonces queda poco tiempo, y no tanta energía para subsistir en tiempos difíciles
Pero tú ya lo sabes, lo dijo Stefan Zweig y yo lo comprobé, que escribimos cuando no estamos escribiendo. Porque la escritura sigue mutando dentro, como la vida de las plantas bajo tierra en invierno.
Hola Isabel, paso aquí de nuevo y en tu escrito vislumbré ya una luz, quizás pequeña pero quizás es el comienzo...
Te mando un abrazo. Y sí tienes razón crear es doloroso pero te has reconocido en aquella que escribió "Algunos hombres..." :)
Yo creo que hay que sentarse como cuando tienes que ordenar correspondencia o reunir papeles para pedir una beca o una subvención, tienes que sentarte y "ponerte" a ello porque se te va a pasar el plazo. Quizás te ayude verlo así, como un trabajo administrativo, burocrático,algo así como rellenar un interminable formulario.
Gracias, Odette! A veces algo se mueve, pero cómo cuesta... Hoy ha venido el calor, de pronto, extrañamente exagerado, quién sabe...
No sé, Emma, más bien me pasa al revés, algo se rebela en mí, escribo cuando estoy obligada a hacer otras cosas, por llevarme la contraria...
¿El peligro de escribir?. Ayer vi " The ghost writer ", de entrada es un entretenimiento estupendo, pero también habla de ello. Muy recomendable.
Qué gracia, Eph, acabo de quedar para ir a verla
Desde mi mente tan 'clarita y sencillita' sólo te puedo decir, que esos bajones en la creación deben de ser muy normales. Imagínate, me acabo de terminar el libro más bonito del mundo, el de 'Señora de rojo sobre fondo gris' (de esos que te llenan de fe), y Miguel Delibes llegó a verse en un momento dado a sí mismo como un simple médium, ¡sin capacidad creativa por sí mismo¡. Te saldrá, ya verás.
Me gusta mucho eso de: 'No puedo inventarme una fe que no tengo'
Y sobre la muerte, esa desparición, como bien dices, ese arrancamiento irreal. Déjame que te diga una chorradita de las mías: cuando di a luz, que es lo contrario de la muerte, de verdad que yo pensaba, ¡esto no puede ser real¡ ¿cómo ha podido el ser humano no extinguirse con este sistema? ¡Esto es un timo¡ ¡No puede ser natural, real¡
Icíar! Yo también pensé cuando di a luz o cuando se movía el bebé en el vientre que era algo extraterrestre, ancestral, me sentía como una india primitiva, de esas que tenían a los hijos detrás de unos matojos, ¿cómo podía ser que en esta era moderna y tecnológica los hijos siguieran saliendo así? Lo conté en un cuento de Crucigrama, Mater misericordia y en un libro que ya no considero mío... Gracias por tus palabras y por la mediumnidad de Delibes
Tus comentarios sobre tu novela me recuerdan varios pasajes de "Negra espalda del tiempo", aquel libro tan singular de J.Marias. Se me antoja que la escritura de ficción activa una especie de vida inconsciente en la que todo parece estar extrañamente conectado. Hay que aprovechar esa sinergia, que es como una voz que nos susurra y que, en realidad, sin nosotros saberlo, nos está dictando la novela ¿No te parece?.
Saludos.
Me encantó Negra espalda del tiempo, JML. Tienes razón en lo que dices, que me recuerda a la biografía de Melville y al momento en que, cuando creía que ya tenía acabada Moby Dick, empieza a hacer unos pequeños cambios y de pronto descubre que puede meter en la novela todo su más profundo descubrimiento vital de esa época y la novela cambia y se convierte en la maravillosa metáfora de América y del mundo que sigue siendo. Pero yo, pobre de mí, estoy en una fase tan temprana y precaria, con tanta incertidumbre que casi necesito que algo me recuerde que era escritora y que logré escribir otros libros
A mí me pasa lo mismo. Yo también estoy en precario, pero la escritura de ficción tiene tantos descubrimientos que merece la pena incluso cuando acaba en fracaso, así que ánimo.
A mí también me encantó el libro de Marías, esa vida latente que genera la escritura de un libro...
Ah! Por tus palabras pensé que estabas en fase avanzada! Sí, hay algo misterioso que perseguimos en ese terreno... Ese libro de JM me vuelve siempre, cada vez que publico uno de los míos y empiezan esas extrañas reacciones imprevisibles... Woody Allen lo contó de otra manera, muy graciosa, en Deconstructing Harry
Me ha gustado ese "No puedo inventarme la fe que no tengo" y lo de concentrame en lo que sí tengo.
Y el fragmento de C. Lispector acaba de explicar muy bien algunas de tus preguntas en este post. Creo que da miedo también por eso que hablamos en el reverso chez moi, que detrás de lo que nos obsesiona, detrás de lo conocido que se repite aparezca algo que sabemos pero ocultamos, aun si todo lo que hacemos es regresar para que se revele, y se rebele.
qué suerte ese viaje en paralelo que debe suponer la traducción de Maeve Brennan!
Sí, ese sentido oculto que tú decías que se revela (y rebela)y que está detrás de lo que nos obsesiona. A veces hay frases o escenas que nos acosan y persiguen hasta que les encontramos un lugar en un cuento o una novela y entonces, de pronto, comprendemos! Aún en los escritores cerebrales y que planifican, como mi amigo serbio, surgen esos fragmentos imprevistos que sólo comprende el escritor una vez escritos, creo yo. Ésa es la parte mágica..
En efecto, MB, y ahora traduciendo las primeras páginas de mi libro favorito de ella, para presentarlas con urgencia a los irlandeses, teniendo que resolver de pronto desafíos difíciles con el forcejeo de las dos lenguas...
y luego me he acordado de algo que me ha escrito uno de mis semi-pacientes, quería decirme algo y antes de hacerlo ha dicho que conmigo "se responsabilizaba de lo que decía". Luego, hablando de su enfermedad (psicosis) decía que era la enfermedad de la obsesión de nombrar la realidad de las realidades, la totalidad de todas las realidades. Y antes había dicho que la realidad no era algo fijo.
Por eso seguramente la escritura sea una de las mejores maneras de mantenerse sano y en movimiento con el mundo, no?
suerte con los irlandeses!
Desde luego, objeto a, pero también el cine o (misteriosamente) las matemáticas ayudan... Todas esas realidades no-fijas, como bien dice tu medio-paciente. Me gusta lo de que en ese espacio que comparte contigo se responsabiliza de las plabras. me ha recordado a aquella vez que fuimos a la cárcel de Quatre Camins a una lectura poética, donde cada palabra nuestra era sopesada y comentada por los presos que asistían y uno de los educadores de la escuela carcelaria nos comentó que allí había aprendido a medir mejor sus palabras porque tenían un peso que "fuera" no les damos. Tal vez por eso o la intensidad de todo, al salir de allí, el mundo exterior me parecía tan banal
A propósito de la fe del escritor o el artista, me pregunto porqué entrega media vida o más para obtener casi nada, o a cambio de otras cosas que pudieran ser más valiosas, es un misterio. O algo insondable, como una especie de vacío. Y si lo pienso, bastante entristecedor. Porque a veces ese destino supone una obligación.
iluminaciones
Oh no, Iluminaciones, para mí es una felicidad, no un sacrificio. Además, pasé la primera parte de mi vida en un torbellino, la segunda me parece iluminada por la escritura. Yo no he dejado de hacer nada que deseara para escribir, escribo porque sigo un deseo. No sé lo que es un sacrificio, no creo en eso. Incluso la maternidad respondió en mí a algo que deseaba. Sería horrible que no fuese así...
Sí, es cierto que el deseo lo mueve todo. Por eso mismo lo reivindico. Pero es verdad esa supuesta obligación autoimpuesta. No quise generalizar, claro.
No sé, para mí, el deseo excluye la obligación... Lo cual no significa que no haya un sufrimiento en ese proceso, pero si compensa es porque hay también algo feliz...
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