viernes, 8 de enero de 2010

Inquietud

Foto: I.N., Perpinyà, 2009
Reconozco que el frío me acobarda, sobre todo con este viento helado: soy mediterránea y echo de menos la primavera. Hoy he sabido que el primer día de la primavera pasada murió un hombre que defendía los árboles ; vino a pedirme ayuda para proteger el Parc de la Ciutadella y fui a verle a l'Escola de Jardineria de Montjuïc. Fue un encuentro encantador de viejos humanistas, que no olvido. Luego me escribía a veces, desde la masía en el bosque donde se había retirado. Estaba convencido de que yo podría hacer algo. Cuando les dije, a él y a un amigo suyo también octogenario y encantador, convertido en ciudadano británico, que no teníamos instituciones a las que recurrir, me dijeron: "Creémoslas nosotros". Yo les miraba sonriendo, asombrada de su energía. Me contaron la historia del parque con unas diapositivas preciosas y antiguas. Aprendí algo de jardines con ellos. He leído de su muerte con el estruendo del viento. Una delgada chimenea del edificio contiguo se ha soltado y ahora golpea contra una tubería más grande, y produce un ruido que parece de película de Hitchkock, un ruido que se filtra en mis sueños de estas noches. Cada noche me propongo llamar para que pongan remedio y luego se me olvida y sueño con esos golpes. Las predicciones del tiempo son amenazantes. No puedo evitar pensar en todos los árboles talados que mitigarían ese viento y siento que estamos desprotegidos, con esos políticos que sólo piensan en parkings y cemento.
Mis sueños son sombríos, aunque todos hablan del proceso necesario que tengo que hacer para abordar esa difícil novela, evitando la autocompasión, el victimismo, el perrillo que lamía las heridas de la protagonista en las novelas de Allison Lurie.
En Arts Santa Mònica, he visto las fotos de Centelles (aún en aquella penuria había una belleza compositiva, una arquitectura humana, una luz suya... el polvo del suelo parecía nieve, pero era verano. C. y yo hablábamos de elaborar ese sufrimiento o sólo sufrirlo, le subir) en el campo de concentración y he recordado que había estado allí esta noche. Primero en un zulo donde apenas cabíamos y nos faltaba el aire. Luego en un campo de concentración donde no tenía zapatos de mi número y donde había que desbeber delante de los demás, en un lugar estrecho entre dos bancos donde ya olía fuerte y acre. V. me ha ayudado a interpretar los signos. Sé que nada será fácil, pero como ella dice, también hay una alegría en ese miedo. Y a veces bailo por la casa, con una canción que me obliga a levantarme como en Las zapatillas rojas, pero sin más consecuencias que mi divertimento.
Un amigo entusiasta y recuperado que tiene algo seráfico para mí ha venido a ayudarme a asuntos tecnológicos y didácticos. He leído (por Francis) dos libritos de Fleur Jaeggy, buscando algo que no he encontrado en su escritura fina, fría e incisiva, a veces silenciosamente violenta. Las dos primeras páginas de I beati anni del castigo me apasionaron y me sirvieron para desechar mi último método. Su narradora hablaba del colegio del Appenzell donde estudió y donde había paseado y muerto Robert Walser. Hablaba de las fotografías que lo mostraban muerto en la nieve, de la huella de su cuerpo y de la idea de dejarse caer en ella como un sepulcro natural. Esa melancolía conectaba con un fragmento de mi novela donde mis recorridos hacia el colegio tenían impreso en el aire y el viento el recorrido anterior, fantasmagórico y multitudinario, aún más melancólico y desesperado, de todos los que emprendieron el camino del exilio en aquel helado febrero de 1939, y del viento y el hambre y los niños. Algo que comprendí cuando participaba en un memorial del exilio en el museo de La Jonquera, sólo que entonces no podía decirlo. Tuve que contener mi emoción confusa e inexplicable, pero entonces el alcalde de Petra, un hombre corpulento y plácido que se sentaba a mi lado lloró en silencio, hablando de los muertos de su isla. Como aquello que decía Françoise Davoine de esas cosas que si uno no expresa, las expresa otro, o si no, acaban por decirlas los muebles. Me gustó cómo Fleur Jaeggy hablaba de las monjas asociándolas a la muerte y definiendo a la elegante directora como una gran dama de los sepulcros. Hay algo en ella que me recuerda a los poemas de Ingeborg Bachmann. Me gustan las ediciones de Adelphi, con sus portadas delicadas de belleza melancólica y significante. Y me he reconciliado con Assouline, lo reconozco. me enfurecí por una entrada suya donde me pareció detectar un desprecio por los que llamaba escritores invisibles, entre los que me sentí incluida, que nunca llegarían a ser leídos, etc. Y ahora, sus entradas sobre la correspondencia de Céline, sobre un extraordinario jardín, sobre ese poeta bouquiniste de origen español aislado y recalcitrante adorado por todos los grandes poetas pero desconocido por el público, sobre el ensayista inglés que rechaza a Hannah Arendt en su totalidad, con una ferocidad o un absoluto algo sospechoso, o sobre la muerte de David Lévine el mejor caricaturista de la new York Review of Books (incluyendo adivinanza), o sobre la legitimidad de querer leer o publicar esas notas desechadas y ocultas de Kafka me han parecido tan llenas de pasión por la literatura que me he quedado un buen rato leyéndole y pensando que ahora, las mejores revistas literarias son algunos blogs.
En el Arts Santa Mònica he visto una extraña foto mía muy oscura y contrastada entre los personajes de la movida de los ochenta de la fría barra de bar en la exposición de Quim Monzó. También he visto robots de luciérnagas y robots que forman una célula madre con sus sensores, que detectan el calor del cuerpo humano. E instalaciones que reflexionan sobre el impacto y el uso político de las nuevas redes sociales. En Le Monde des livres he leído sobre el resultado literario del curioso contencioso de "plagio psíquico" y sobre el fin de los derechos de las obras de Freud y sus consecuencias editoriales y las opciones de los traductores. Mucha gente me ha escrito y llamado después de la crítica de J.A. Masoliver en La Vanguardia. Cada uno hace su lectura, como ocurre con los cuentos y todas completan mi visión con otros matices. Yo me siento agradecida y contenta. Es el camino de mis cuentos, que ya navegan solos por ahí. En febrero me han invitado a un nuevo café librería muy activo en Girona, a hablar de nuevo de mi libro balcánico. El sábado 16 de enero participaré en una tertulia literaria llamada Jacarandá, sobre Algunos hombres... y otras mujeres. Aún no sé cuándo, pero tal vez, si no se borra esa emisión de Borradores, el programa de libros Antón Castro en la televisión aragonesa saldré un momentito hablando de estos cuentos.
Una vieja amiga del colegio, a la que no había visto desde los 11 años, me encontró el otro día por un comentario mío en Internet contra los arboricidios municipales y me invitó a verla a Sevilla. Un abogado madrileño que conocí una vez en un bar me localizó ayer con la reseña y ha aparecido hoy para decirme que iba a comprarse el libro.Una amiga poeta y novelista me escribió el otro día un mensaje que me alegró:
Hace días que quería escribirte, porque leí tu libro con verdadero interés y placer. Me siento muy próxima a tu mundo, a pesar de todas las diferencias, ya te lo había dicho antes. Lo que más me gusta es la voz envolvente y despojada de tus cuentos, y esa melancolía áspera -la de quien coge tu mano y al mismo tiempo te aparta. Porque escribir es también compartir la soledad, como en los abrazos se intenta compartir con otros cuerpos, ay. Alguno de tus personajes sabe mucho de eso. A veces, un libro te deja menos solo. Yo estaba menos sola mientras leía el tuyo. Un beso grande, Esther Z.
La gata Gilda está casi hibernando, duerme mucho más con este tiempo.
Se acaban las vacaciones y en cierta manera llega una hora de la verdad y se afianza la incertidumbre. Los periódicos están llenos de malas noticias. La política de la paranoia se extiende cada vez más, todos parecen empeñados en la mentira. Una vez leí que la antigua jefa de los servicios secretos británicos, que ahora escribe novelas de espías, disentía de la actual política "antiterrorista" y decía que habría que ser más sinceros y decir a los ciudadanos que "no podemos protegerles de toda amenaza", y dejarlos en paz. Por desgracia, nadie la escucha. Quieren someternos aún más a sus terribles métodos que convierten cualquier viaje en una pesadilla y ni siquiera protegen a nadie de nada. Y el clima nos azota. A veces leo artículos que me parecen delirantes. Hoy MM contestaba con acierto en El País al delirio de alguien que pretende que los creadores no tenemos derecho a cobrar por nuestro trabajo, con el argumento de que nada se crea a partir de cero. Según eso, los escritores no podrían cobrar por su trabajo...
Todavía siento los ecos de la biografía de Jean Rhys que me ha sorprendido porque inesperadamente me hablaba de mí (y de mi posible novela), aunque sólo fuese una pista y la solución tenga que encontrarla yo, entre los sueños y las ensoñaciones. Me alegró ver que Bruguera ha reeditado el Curso de literatura rusa y el Curso de literatura europea de Nabokov (le copio la foto a Déjà vu), que son espléndidos y de los que hablé hace meses en este blog, preguntándome por qué no se reeditaban. Cuando acabe de leer y escribir sobre Natsume Soseki, volveré a ese Nabokov de la literatura rusa, para encontrar tal vez más claves, aunque sea por una espcie de ósmosis. Sueño despierta con irme a vivir a otra ciudad, una ciudad calmada, tranquila, con árboles gigantes como los que vi al otro lado de la frontera estas navidades. Ayer me llamó M., desde ese otro mundo suyo, y le costó mucho encontrar palabras. Yo sólo intentaba ayudarla, prestándole algunas, que ella aceptaba sin más; cualquiera le servía, se ha resignado a la pérdida y para ella ya casi sólo cuenta el tono. Ella había visto la foto de la crítica, pero no creo que pudiera leerla; todos los significados se han reducido tanto al perder la memoria de las palabras. Alguien más me llamó para decirme que le había entristecido mucho verla. A veces me gustaría ovillarme como la gata Gilda y olvidarme del mundo y sus temporales, olvidarme de la tristeza de esa media vida de M, y de las miserias necesarias para mantenerme, sólo leer y escribir. Me siento como los personajes de Jane Austen, que sólo salían cuando hacía buen tiempo y esperaban días y días. El viento silba locamente y en los intervalos de las tuberías entrechocando me parece oír un mar embravecido. Volveré con Soseki.

12 comentarios:

Adelarica dijo...

lo increíble, por más que se haya hecho, andado, escrito, es que cada vez que nos ponemos delante (real o figuradamente) de un nuevo reto, estamos en blanco; esa tragedia de la página en blanco contiene al mismo tiempo toda la grandeza de la aventura de escribir
yo te envidio…

Belnu dijo...

Sí, es como dices. Un viejo diseñador de los de antes contó una vez que cada encargo le suponía un momento negro en el que pensaba: Se han equivocado al proponérmelo a mí, yo soy incapaz, no sé, no puedo..." y luego de pronto surgía la idea, pero no sin ese momento negro. Hay que pasar por eso, sobre todo cuando cada libro supone empezar de cero, encontrar un tono, una forma para decir, y sin garantías. Alguien dijo que en la incertidumbre está la desdicha pero también la felicidad. Gracias por el ánimo!

Isabel Mercadé dijo...

Otros días vendrán y traerán cosas aún mejores...
Un abrazo en este aprés midi frío.

Belnu dijo...

Sí, tarde helada donde las haya! Sí, sí, las esperanzas vuelven a crecer siempre, y ya ves que en esta entrada había una de cal y otra de arena, pero esta mañana empecé uno más alegre y luego tuve que irme

el objeto a dijo...

estos dos días me desperté con "colas" de sueños algo revueltos y me acordé de tus sueños y al leer el post me volvía a acordar de eso: hasta tus sueños te acompañan en tu camino de estos días, consicente e inconsciente trabajando como en una sinfonía, tú dirigiendo con los ojos semicerrados,
de fondo el rumor de las múltiples lecturas de los otros de esas letras tuyas (los cuentos) de las que ya te has separado de alguna manera

el frío de estos días que hace que una deba andar con más ímpetu por las calles, esa imagen de Walser sobre la nieve, dejándose llevar

esos son los signos de estos días!

Anónimo dijo...

Pienso ahora, que la inquietud hace moverse. Pasado un año más, es verdad que muchas cosas parecen más viejas, o lejanas. Las humanidades, o la literatura. La rapidez de las cosas, se lleva casi todo. Siendo cada vez reductos más pequeños los que quedan al pensamiento, o esa es la impresión.
iluminaciones.

Belnu dijo...

Yo no sé, todo es extraño. Ahora metida otra vez en mi ensayo, corrigiendo notas y bibliografía, me olvido de todo lo demás, es como si no existiera! Aunque esta mañana empecé a escribir un post donde había algo... Hace mucho frío y hay que abordar la calle con gran energía, o brisky walk o acobardamiento casero. Yo iba al cine y lo he dejado para mañana. Gilda no es buen ejemplo. En cambio G., viene a por anoraks y se va lejísimos...

Belnu dijo...

Misterioso Iluminaciones! Sí, a veces es como si desapareciera todo, arrollado por el trabajo, por lo concreto, por las urgencias. Y sin embargo Sarinagara...) ahí está, oculto y dispuesto a resucitar con toda su lentitud, en los sueños, o incluso antes, al apagar la luz por la noche, o bajo el agua de la ducha, o mientras andas mirando el borde de las fachadas contra el cielo...

´´ dijo...

Hola te paso un enlace :

http://www.ivoox.com/amadeu-cuito-21-08-08-audios-mp3_rf_21090_1.html

Es una entrevista a Amadeu Cuito.

´´ dijo...

Lo estoy escuchando ahora y le da un meneo al periodista brutal , es buenismo, Cuito contra los topicos.

Belnu dijo...

Gracias, Francis! Lo escucharé mañana, se me ha hecho tarde con los Coen. Cuito está muy bien

Belnu dijo...

Tienes razón, Francis. Cuito no se deja llevar a lo trillado ni a lo esperado, él va introduciendo siempre excepciones y matices, con ese tono suyo irónico y desconfiado