Foto: I.N., Mosaico de la Casa de Convalescència, 2009
Soñé que organizaba por teléfono mi sustitución en un acto y una voz femenina me advertía: "¡Pero no puedes escabullirte de la presentación de TU libro!" Y me desperté sobresaltada. En la zona de lo real, alguien me insinuó por teléfono algo más desagradable, que tampoco quiso precisar. Tardé un momento en darme cuenta: ¡Era la encarnación del fantasma de las navidades pasadas! De las más antiguas... Justo en el aniversario de la muerte de mi padre, como cada diciembre. Me costó unas horas quitarme sus telarañas del espíritu. Siempre procuro irme en estas fechas, que me producen un sarpullido interior, pero este año, con la presentación del libro y algunas dudas materiales, no reaccioné a tiempo y cuando me di cuenta los billetes ya eran demasiado caros. Así que pasaré sólo tres o cuatro días de navidades algo punkies, muy cerca, pero al menos estaré al otro lado de la frontera y creo que será divertido. Y cuando pueda intentaré escaparme a algún sitio más lejano, aunque mis arcas están tristemente menguadas.
Ayer estuve en RNE, La vida en verde, un programa ecológico en la ciudad del cemento, para hablar de La plaza del azufaifo y otros árboles. Me habría gustado poder hablar un poco más, se quedaron cosas importantes fuera, tengo la sensación de que dijimos lo mejor cuando no estábamos en antena o tal vez yo no estaba en mi mejor forma; el lunes estará la entrevista colgada en la web del programa. Los estudios están en esa zona tan extraña de Roc Boronat, llena de edificios espantosos y gigantes, donde han extendido la fealdad terriblemente y se organizan de modo tercermundista con los restos históricos, con los descampados, árboles y casitas, y contrastan mal con la belleza de las antiguas fábricas, a las que no resaltan sino humillan sin entenderlas los arquitectos mediocres que allí han construido, al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en Berlín. Como no es un barrio para peatones, sino pensado para los coches, tuve que buscar un camino oculto, por Tànger y Alí Bei para alejarme de allí a pie sin ser pisoteada.
Después pasé de nuevo por la galería Tagomago, donde Manel Armengol firma su espléndido libro Terrae (también esta tarde a partir de las 19h) y rodearme de nuevo de esas imágenes islandesas me confortó. Más tarde tenía una cena en la Barceloneta para celebrar el premio de periodismo Pirene que recibió el suplemento Cultura/s y allí estuve. Pese a los tiempos que corren, la atmósfera era bastante alegre y estaba casi todo el mundo. Me alegraron los comentarios de Sergio Vila-San Juan sobre mi libro, el tono y la memoria de los años ochenta.
Por cierto que un crítico al que conozco me escribía esta mañana:
Bel: ayer terminé de leer tus relatos de Algunos hombres... La composición de todos ellos está bien articulada, sin alardes literarios, clara y expresiva, casi coloquial. Expresan acendradamente los sentimientos y emociones que quieres transmitir: las dificultades vitales de una autoeducación sentimental, el valor de la amistad, los contradictorios vínculos familiares, el ansia por vivir (si exceptuamos el capítulo del intento de suicidio), el vértigo de una época... Son relatos intimistas y evocativos de los que emana una cierta nostalgia por la épica de nuestra juventud -cuando teníamos fe en ciertas ideas y utilizábamos el cuerpo como un campo más de experiencia- conjugada con aquel tiempo histórico efervescente. Enhorabuena, hasta pronto. A.H.
Yo agradezco muchísimo su lectura, que siempre es inteligente y precisa; disiento de la idea de lo literario que parece desprenderse de ese comentario, aunque es un email, no una reseña escrita con tiempo. Lo cierto es que he intentado integrar fragmentos "callejeros" en mi escritura y para mí, la sencillez aparente es resultado de un trabajo deliberado de poda, como aquello que explicaba Truman Capote en su prólogo de Música para camaleones, y de una musicalidad de las frases, que me arrastra en los cuentos y sin la que no podría escribir. Tiene razón en que no hay "alardes": justamente yo busco una verdad literaria, en la que nada me suene impostado ni pretencioso, en la que domine una coherencia interna formal y de sentido. La estructura de los cuentos refleja ese trabajo subterráneo, aunque a veces sea inconsciente durante el proceso. La interrogación sería entonces: ¿qué significa literario para cada uno?
Luego él ha matizado su comentario, así:
Como tú bien dices, es un email escrito de corrido con todas las limitaciones que ello implica. Ciertamente, en mis alusiones a tus relatos faltan cosas importantes, como la topografía (lugares, espacios, recorridos simbólicos / emblemáticos / lúdicos) de la Barcelona de entonces, que actúa como urdimbre de lo narrado. También hay una coherencia de carácter (un devenir, una asimilación de experiencias, una maduración del alma) entre la joven y la madura protagonista. En mi correo no intentaba aludir a tu quehacer literario. Pienso que el tono de tu escritura es el apropiado con el contenido narrado y no pongo en duda el trabajo de "poda" y "ajuste" que has empleado y que se advierte. Me importaba más señalar tu capacidad para transmitir sentimientos, emociones, así como representar contextos. Esa capacidad es la que, fundamentalmente, cualifica al escritor.
Me ha gustado lo de la topografía, creo que es el punto que siempre interesa a Eph. Hace un día gris, más mediterráneo y menos helado y seco que estos días de vientos del norte. Aprovechando la huelga, G. se ha ido temprano con su tabla, a buscar olas... y ha vuelto diciéndome que el mar estaba muy frío (por el viento de estos días), que al entrar, las manos se le helaban, pero al moverse se le ha pasado y ha cogido algunas buenas olas... La gata ha vuelto a dormir en su caseta de la terraza. Jordi Llovet ha escrito una de sus bonitas piezas sobre Una historia inmortal de Dinesen (restituida por O. Welles) en el Quadern de El País (no hay link). Lean aquí mi artículo sobre Natsume Soseki. Yo sigo leyendo para mi ensayo de las escritoras, contra reloj.
9 comentarios:
A.H. enuncia varios de los ingredientes de las historias de "Algunos hombres", que son muchos y que yo ahora resumiría en "las dificultades vitales de una autoeducación sentimental". De entre las infinitas maneras de expresar todo eso has optado por la de considerar los escenarios, usándolos como prolongación inseparable de la experiencia. Es cierto, ese punto me interesa mucho en tu expresión porque reconozco el sentir y la percepción de esos lugares que aparecen en el texto, aquí conocidos y también "sentidos" por mi mismo, como también en "Crucigrama". Esta frase la entresaco de uno de mis párrafos preferidos: ".... y cuando caía el sol, las montañas oscuras asumían el espíritu de su nombre, Montnegre", et voilà!.
En "Si un árbol" creo me ocurría igual, ahí muchos "paisajes" me eran desconocidos pero asimismo identificaba y sentía tanto su sustancia como su apariencia.
Pero por supuesto ese no es el único punto con el me quedo, como tratas el deseo me ha hecho reflexionar, y por tanto ayudado, estos días en los que estoy muy relajado con él. "Ella dijo que una parte de mí se había acomodado a soñar y sentía pereza de probar con lo real y sus dificultades", et voilà!
yo en cambio, pienso que tienes todo el derecho, y más, a escabullirte de la presentación (el escritor anhela, en lo más hondo, ser nadie)
ah, y por favor, guárdame el texto de Llovet sobre la inmortal historia, please, please, please
Gracias! Sí, si se pudiera dejar ahí los libros y desaparecer silenciosamente... Te lo voy a rescatar ahora mismo del montón de periódicos y lo pondré junto con tu flamante y dedicado ejemplar de "Terrae" de M.A., que ya está aquí.
un millón de gracias
No cuesta nada! Es en catalán, pero sé que tú sabes atravesar las fronteras lingüísticas de las lenguas emparentadas...
"Reconozco" a ese amigo que te ha escrito el email sobre tu libro. No puedo opinar sobre su lectura pues aún no he hecho la mía. Que estoy deseando que se produzca en cuanto tenga la matería imprescindible (tu libro, claro) en mis manos.
Hasta el viernes.
(A.G.)
Ah! Nada se te escapa a ti, A.G, y menos el estilo y las iniciales de un amigo y tocayo... Ya estoy deseando que lo leas. Y que haya pasado el viernes...
Voy leyendo tu libro a trozos, y coincido en que los lugares, junto con las personas, casi en igualdad, son lo importante del relato, del recuerdo, porque cuando las personas ya no están cerca, podemos sentir el aire que había en esos lugares, e incluso cuando esos lugares se han transformado, casi desaparecido. Es increíble la capacidad del cerebro en ese sentido, de reconstrucción y fabulación, y de los relatos para transmitir esos sentimientos.
felicidades.
iluminaciones.
Oh gracias, Iluminaciones! Me gusta lo que dices de la memoria de los lugares, que quedan, que restituyen, que siguen mostrando y al mismo tiempo los lugares perdidos, que no están, que han sido destruidos, pero que dejan trazos. Una vez en Valencia, un amigo me enseñó el lugar donde había estado la casa de sus padres. Ahora estaba el corte inglés. Me pareció peor que un bombardeo
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