jueves, 26 de abril de 2007

El sillón del dentista

Mi aterrizaje forzoso al llegar a Barcelona desde Pristina supuso una misteriosa rotura de diente. Hay algo triste y saturnino en el sillón del dentista, algo antisensual, antivital (aunque diría que para ellos, la cosa es distinta), que en este país implica además dispendios importantes.
Con la boca abierta y ese rugido y estruendo de obras ahí dentro, yo me he dormido inexplicablemente, a ratos, tal vez por mi perenne falta de sueño, y sólo me despertaba la voz (argentina y amable) del buen artesano dental de Buenos Aires: "Abrimos", "Cerramos", "Mordemos", decía, implicándose en la segunda persona, para no ser tan imperativo o consolarme como si él también sufriera.
Al salir, en el escaparate de una tienda de electricidad, seguía dormido un guapo gato pelirrojo. La boca y media nariz dormida y esa tristeza dental seguían conmigo. "Si hay que comer..." había dicho el dentista. ¿Comer? ¿Cómo desear comer con el polvo de las obras? Tampoco besar. Eso sí, me han llamado y he descubierto que aún podía hablar...
Ayer, un amigo trajo a casa a un escritor cubano, y entre el jamón y esos tomates maravillosos que compra mi amigo por un precio digno del caviar, hablamos de literatura, de escribir a ciegas (yo le cité a Carver citando a Flannery O'Connor, porque pensé que le gustaría su lado rústico-salvaje, ya que él tiene una abuela completamente agreste...) Luego nos dedicamos los libros y él me dijo que le había parecido detectar una voz de novelista en mis cuentos... Me animó a escribir la novela (ese engendro que intento con gran lentitud, "yo lo llamo libro", como dijo Aleksandar Hemon). Se lo conté a V., hablando de mis dificultades e imposibles y ella me dijo: Pero tu im-posibilidad está llena de posibles derridianos y cixoudianos!!, sí, es verdad, yo escucho también novela en tus palabras, porque tú lo vas anudando todo y todo parece tener una continuidad, una conexión y acabar formando una estructura invisible que sostiene algo que está ahí, así es como parece construirse tu propio relato, tiene razón ese escritor cubano, -bien que llegó- lánzate a la novela, desde el im-posible!
(En cuanto a la foto, no encontraba nada de dentistas, así que servirá este autorretrato con máscara anti-gripe-del-pollo, una enfermedad con bonito nombre en italiano, "la influenza del pollo")

11 comentarios:

iluminaciones dijo...

Buscaré el catálogo que dices y leeré el texo que mencionas. Gracias.
los que he visto yo, están en inglés o alemán.
ánimo en la recuperación.

Belnu dijo...

Gracias! Ya me dirás...

Anónimo dijo...

mis problemas con los dentistas... ay ay ay! de sólo pensar en ello el ruido implacable de ese moscón que es el torno, se me caen los dientes!

y nombras a Carver y pienso: podría donar todos mis dientes con tal de callar para siempre y poder escribir una sola cosa a la altura de él !

Belnu dijo...

Pues sí, el gran Carver... y el horror dental. Si te contara mi historial dental caerías como tu vecino... yo soy moonraker

Dante Bertini dijo...

Hummmmm...qué solo me siento.
En un viaje a Lausanne -15 años ha-llevé todos sus libros para ponerme al día con ese autor del que tanto se hablaba(sobre todo El País, por supuesto). Poco después me dí cuenta que con leer algunos de sus minimal cuentos ya se habían leído todos.
Sin embargo el que se tradujo como ¿QUIERES HACER EL FAVOR DE CALLARTE, POR FAVOR? me sirvió para usarlo como indirecta con una de mis amigas, tan adorable como verborrágica.

Belnu dijo...

Eso es como decirlo de Chéjov. Mira, diez años antes de que me gustara Carver, abrí el que citas, lo empecé y me dije: Bah, ese presente histórico, este rollo, a quién le interesa, y lo dejé malhumorada. Diez años después, no tenía nada que leer, era domingo y cogí Cathedral o cualquier otro y me fascinó y me leí los tres que tenía entonces. Call if you need me (no en la versión española, donde han arrancado los ensayos sobre escritura y todo lo personal, como aquella pieza sobre su padre) remató el trabajo. Pero cada cosa necesita su momento... Carver empieza donde otros terminan. El desconcierto de ese viajante que siete años después de haberse divorciado, pasa por la ciudad de su ex mujer y decide ir a verla. Y en un momento se encuentra arrodillado en el suelo, abrazado a sus tobillos, pidiéndole perdón... hasta que de pronto vuelve a la realidad y piensa: ¿qué estoy haciendo? La idea de que algunas relaciones nunca pueden cambiar. O en otro cuento, esa revelación de los caballos que entran en el jardín cuando él y su mujer están viendo que no hay nada que hacer con su historia juntos. O el famoso pastelero. Etc. Pero también su manera de escribir a ciegas, su cita de Flannery O'Connor, su relación con Chéjov... en fin. Nabokov detestaba a Thomas Mann y a Jane Austen, y sentía que la música era ruido para él... Strong Opinions. Qué haríamos sin ellas?

iluminaciones dijo...

http://impromptudeohio.blogspot.com/
saludillos..

Anónimo dijo...

quizás no me gusta su alma, lo siento...en chejov hay ternura, comprensión, en carver poco más que reviente.

Belnu dijo...

què dius? i ara? lo leíste de mal humor, eso fue lo que pasó

el objeto a dijo...

me gustaría viajar por todas esas historias, pasar por los relatos que evocas siempre enlazándolos -ves como algo de rezón tengo?- tus historias surgen como las palabras del coro griego, silenciando la soledad de cada uno...
¿cómo fue la peli tailandesa, luego la vi y tenía buena pinta? dime algo que tal vez la vea en segundo pase?? he vuelto a cambiar la foto de identidad... esta semana el té lo tendremos que hacer en peli de baff

Belnu dijo...

Ahora hablaré de esa interesante y sorprendente peli tai. Yo no sé si lograré nunca anudar nada. Mi cabeza, el tiempo, todo se me escapa, lo único fácil parece ser escribir este diario desnudo e impúdico, sin estructura, sin exigencias... pero me roba tiempo y tal vez nunca sirva de nada... hace un bochorno extraño hoy...