Volver en domingo, llegar al menos antes que las máquinas ensordecedoras, antes que los coches que rugen como tigres, antes que esos inmensos taladros que inyectan hormigón entre las raíces del azufaifo, quería volver a este silencio, que durará aún unas horas.
Porque allí reinaba la hospitalidad y el cielo estaba lleno de pájaros y de noche se oían grillos lejanos, casi como una vibración del aire, y ululaba una lechuza como en mi cuento, y se veían estrellas sobre la hierba agreste de la piscina alargada. Y en la rara hora de sol del día me bañaba y nadaba en esa piscina bonita como un estanque antiguo y con el suelo pintado de ondulaciones negras.
Y de día mi anfitrión escribía su novela y yo la mía después de traducir mi dosis diaria de Jean Giono. Él me animó a volver a la docencia y olvidar las miserias de la traducción.Y nos leíamos fragmentos de nuestros libros. Hasta que poco a poco, la vida social fue ganando terreno (los amigos de este signo -también mío- siguen cumpliendo años, en una ráfaga veraniega). Primero fue un día de alegre ociosidad y calma celebrativa, nadar un poco, conversar a la sombra de los árboles, luego comer en un lugar terrestre de paredes de piedra color siena, y a la hora del café y las infusiones, algunos se adormecían en una placidez beatífica. Había una pintora rubia que me hizo pensar en una imagen de mí misma dentro de un tiempo y que me encantó por su excentricidad, pero no tuve ocasión de ver sus cuadros. Al volver a casa vinieron los amigos alemanes (berlineses, unos de nacimiento y otro adoptado, un cineasta que me ha prestado su película balcánica, una violinista que demostraba comprenderlo casi todo con su risa silenciosa y un arquitecto con quien conversé pasando del italiano al francés y a la inversa) de mi anfitrión con su camioneta, y arreciaron las conversaciones, con un espíritu abierto que se echa mucho de menos por estos lares. Y al día siguiente teníamos una fiesta multitudinaria de cumpleaños en la casa de los gatos abisinios (quienes por cierto huyeron ante la multitud que venía y sólo se quedó la perra de la casa, que aprovechó para romper su dieta barriendo lo que caía). Yo temía a la muchedumbre como los gatos, y era el único día de calor de esta semana nublada, pero en el momento climático de gente y sol, bajé a la sombreada piscina, rodeada de una frondosidad protectora, con un agua que no tenía cloro sino sales. Estuve nadando y pensando en aquella rana de mi cuento y me refresqué lo suficiente para seguir las conversaciones arriba y abajo, bailar, comer y contemplar el jardín desde la sombra; desde allí donde me sentaba parecía un cuadro viviente, un cuadro trémulo que en mis pensamientos vagaba y se confundía... Había mucha gente de facebook, ¡algunos nos conocimos físicamente allí! Se hablaba de facebook y los que no estaban preguntaban si valía la pena, si dedicábamos mucho tiempo, cuáles eran las razones para estar allí... Y se hablaba de este capitalismo feudal y de los abusos y la indignación y me alegró ver indignada a gente que antes vivía indiferente... Y se celebraba la comida y la música... Vi a la editora de Maeve Brennan, sus Crónicas de Nueva York están a punto de salir... Vi a gente del pasado y de ahora mismo, y a amigos de todas las épocas. Nos fuimos quedando y por la noche, una guapa italiana valerosa (no facebookiana) hizo una pasta deliciosa y estuvimos esperando la salida de la luna, por detrás de una gran encina, y la gata salvaje de pelaje aterciopelado accedió a echarse sobre mí y dejarse acariciar en lo oscuro. Es una gata gris, misteriosa y muy bien fotografiada, y vive muy bien, entre los bosques y su casa. Por eso sus tendencias cazadoras no se limitan al juego de los demás gatos: ella caza de verdad y devora a sus presas. Más tarde me estuvieron contando cómo la habían visto engullir una rata enorme. Extrañamente no me atacaron los mosquitos, aunque tal vez tuvieron compasión de mis tobillos arañados, marcados en un paseo abrupto entre zarzales, una caminata que me hizo pensar en la liebre de Uncle Remus (Bred and bawn in the briar patch!) y su engaño triunfal: pero yo, que no me crié ni nací en los zarzales, no podía salir indemne.
Luego volvimos a casa y estuvimos fumando y hablando alrededor de la piscina bajo las estrellas. Esta noche apenas he dormido, por razones que no vienen al caso. De madrugada oí una tremenda algarabía de pájaros despertándose. Poco a poco se fueron calmando y se limitaron a canturrear suavemente, comme d'habitude.
Estuve leyendo el Journal de Renard, que tiene momentos memorables; me divierte seguir su mirada sobre el mundo, el affaire Dreyfuss, sus encuentros literarios y teatrales, sus pensamientos, notas y casi aforismos. También leí otro cuento de esa recopilación vilamatiana de la que hablaba el otro día (ya sé que voy despacio, pero tantos libros a la vez...). Y de Maurice Blanchot, Le livre à venir me gustó lo que decía de Henry James y el arte de la conversación. En el libro de Patricio Pron encontré un sueño que se parecía a mis "sueños de novela", un sueño de representación, en el que lo que importa no es lo que le ocurre al soñante sino cómo convencer a los demás, o que los demás no se den cuenta... Hay muchas otras cosas en ese libro que me resultan afines o sincrónicas o como se quiera decir. Por cierto que ayer en una conversación yo hablé de que mi admirada Heddy Honigmann empezaba a veces sus documentales a partir de un sueño, y al llegar me he encontrado un mensaje de la propia Heddy, donde, al ver mis libros, me cuenta más coincidencias, afinidades y sincronías balcánicas, arbóreas y de osos de peluche y su impresión corrobora lo que yo pensaba.
Vuelvo a encallar en un punto difícil de mi novela. En parte por el extravío barthesiano de no saber qué he escrito (mi interlocutora persistente en esta novela se encuentra en un momento de transición y mudanza y no podría dedicarme su tiempo en este momento; ella es la única que ha escuchado todos los demás capítulos), y sobre todo porque necesito auscultar mi deseo como indicio. Lo dijo Alice Munro en una entrevista y a mí me pasa lo mismo: si deseo seguir es que voy en la buena dirección; si me da pereza seguir es que he tomado una dirección equivocada. Et j'ai besoin de mon courage, en aquel sentido que decía Cynthia Fleury, de hacer un gesto diario que implique renunciar un poco menos a nuestro deseo.
Mientras escribo, me llegan la música y las voces de una película muy antigua y ese sonido me hace soñar un poco. Me esperan días de dentista, sprint final para acabar una traducción y preparación de mi viaje serbio. Rufus me ha recibido hambriento y añorante. No se enfada ni se hace el interesante cuando vuelvo, como otros gatos. ¡Le he echado tanto de menos! Mi gato está precioso, con sus rayas tan bien pintadas y sus maneras misteriosas... Me ha puesto las patitas blancas en la frente, con ese gesto suyo que me ayuda mágicamente a resolver mis dudas de escritura...
7 comentarios:
Suena estupendo, aunque haya que regresar! Ánimos con la novela!
Isabel,
La melangia no es abandona!
Molt útil aquest comentari del camí cert i el camí equivocat.. em pregunto si el consell literari, valdria també per a la vida.. igual sí!
Agrair-te també la cançó de la Simone, que sé que no sabies que és una de les meues cançons preferides ( què deu de ser la casualitat??)
Petons i Salut
Dolors
Sí, Dolors, potser sí que serviria per a la vida, almenys, de vegades! Perquè també penso ara en aquell home d'ulls vermells (borratxet) que Maeve Brennan veia en un supermercat, dubtant molt entre unes llaunes de menjar, i ella diu que l'entén perquè ell desitja una altra cosa, perquè el camí bo és complicat i implica triar, mentre que el camí dolent és simple i fàcil...
Però ja ho diu Cynthia Fleury, que el valor consistiria cada dia en fer un gest que signifiqués renunciar MENYS al desig
GRacias, Friks, el camino de la novela también es complicado e implica elegir... pero curiosamente, la casualidad que nombraba Dolors ha actuado, de pronto las circunstancias me empujan precisamente a ser implacable y no dudar, aunque tenga que ser cruel con algunos personajes de mi infancia, cuando empezaba a dudar, aparecen mostrando sus dientes y demostrando que siguen siendo crueles, envidiosos y cobardes como entonces...
i sobre l'atzar, Dolors, ja saps, jo parlava d'afinitats, coincidències, sincronies, qui sap què és, tot això... però crec que aquesta cançó c'est une chanson qui te ressemble
Muy bello.
Un saludo desde Málaga.
Aquí la primera cigarra del verano llega a nuestra casa en julio. No suele fallar, mientras los hijos con sus retoños, vienen o ya se van a sus ciudades. Todos los años igual.
Me gustó mucho cómo cuentas el verano...
Ha sido un placer leerte.
Saludos
Muchas gracias por tu lectura y tu comentario, Pilar!
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