Al final resultó que mi afonía no era simplemente la pérdida de mi voz por irritación de las misteriosas cuerdas invisibles, sino la vía de entrada de un poderoso virus que se aferró a mí como el íncubo del cuadro clásico a la doncella del sueño. Hace tres o cuatro noches que no disfruto del sueño continuado y esta última noche me ha consolado la gata, que iba y venía y me saludaba o jugaba a cosquillearme con la cola para saltar y atacar si yo aceptaba el juego.
Ante el dolor y la enfermedad, la gata es estoica. Se limita a aceptar su malaise y espera sin expectativas. No come y pasan los días y se le marcan los huesos, pero ella sigue ahí, majestuosa, desperezándose al sol, jugando, aunque con menos energía, sin preocuparse del peligro ni de las amenazas de los veterinarios salvajes de Muntaner, que no volverán a verla. Eso sí, Gilda se rebela ante cualquier iniciativa ajena que la incluya por imposición, como por ejemplo, administrarle el medicamento homeopático. Lo cual me obliga a unas batallas agotadoras y culpables. Por suerte, no es rencorosa, aunque durante un momento después de dárselo, no se digna mirarme, por más que me esfuerce, aparta la cara con un gesto de arrogancia felina.
Hace años me compré en francés el librito de Kafka Méditations sur le péché, la souffrance, l'espoir et le vrai chemin, no pude resistir la tentación de un opúsculo que uniera su espíritu a esas ideas (Kafka hablando del sufrimiento y el pecado...) y diría que era una de esas maravillosas ediciones diminutas de Rivages poche. Enseguida me chocó que al principio atacara dos de mis peores pecados: la impaciencia y la pereza. Il y a deux péchés capitaux humains d'où tous les autres dérivent : l'impatience et la paresse. Ils ont été chassés du Paradis à cause de leur impatience, ils n'y rentrent pas à cause de leur paresse. Mais peut-être n'y a-t-il qu'un péché capital : l'impatience. Ils ont été chassés à cause de leur impatience, à cause de leur impatience ils ne rentrent pas.
Según K. no podré volver al paraíso si no venzo esta impaciencia que me ataca en plena sombra insomne, y es que el dolor y la tos crecen con nocturnidad, ya lo decía Ausias March en Lo jorn ha por (e los malalts creixen de llur dolor... Aunque sobre todo me fascinaba aquel Plena de seny... parecido a un mantra que me recomendó una vez un sabio cubano), y en esos momentos desespero. Pero vayamos más allá, tal vez haya enfermado precisamente por ese otro desespero o desaliento, al ver que no cambiaba mi perspectiva ni mi situación en el mundo y que mi trabajo alimenticio no basta ni me deja escribir, ni mis libros me llevan adonde esperaba. Por eso he enfermado y porque el nudo de mi novela, esa extraña novela de la infancia y sus misterios, me agarrotaba y se aliaba perversamente con sus vínculos enfermizos del presente, con las noticias familiares. La infancia es la razón de todo, la infancia es lo que me enferma, pero también es la materia de mi escritura y por tanto, mi felicidad.
Y en cuanto a Gilda, me pregunto si enfermó por pura ósmosis, por simpatía, quién sabe si se atragantó realmente con los hilos del juguete que le compré en un viaje, porque nos echaba de menos o porque detectó mi desaliento, pero lleva ya quince días de huelga de hambre férrea y sólo hoy ha parecido reaccionar un poco al medicamento homeopático y yo no sabía cómo celebrarlo, entre el desconcierto de G y la confusión de la propia gata, que me mira como si hubiera enloquecido. Claro que los gatos suelen mirar así. ¿Era Balthus quien escribió aquello del gato que saltaba por encima de él en el sofá para demostrarle que para él no existía? Sé que no fue Rilke en ese magnífico prólogo al Mitsou de Balthus (¿Dirían que nos observan? Pero, ¿se ha sabido alguna vez con certeza si realmente se dignan a fijar por un instante nuestra vana imagen en el fondo de su retina? ¿Podría ser que nos devuelvan, al mirarnos, simplemente un mágico desaire de sus pupilas para siempre completas? Es cierto que algunos de nosotros nos dejamos influir por sus caricias zalameras y eléctricas. Pero recordemos la extraña y brusca distracción con la que nuestro animal favorito pone a menudo fin a las efusiones que hubiéramos creído recíprocas. Incluso aquellos privilegiados a quienes los gatos admiten a su lado son rechazados y negados muchas veces y, mientras continúan estrechando contra su pecho al animal misteriosamente apático, se sienten detenidos en la frontera de ese mundo que es el mundo de los gatos, un mundo en el que sólo ellos habitan, rodeados de circunstancias que ninguno de nosotros podría adivinar).
De madrugada, tras una fase desesperante en que las amígdalas parecían ahogarme con su inflamación ardiente y mientras me estallaba la frente y me dolía todo el cuerpo iluminándose como recorrido por isótopos radiactivos, tuve algunas revelaciones, y de pronto, dos horas después, el dolor y la inflamación pasaron mágicamente y sentí un alivio maravilloso, pero se habían llevado con ellos el cansancio y el sueño, de modo que encendí la luz y volví a Quiriny, que es un valor seguro para estos casos y para muchos otros, y estuve leyendo lo que contaré en mi reseña muy pronto.
Gilda no es impaciente, como decía, sino calladamente estoica. Ella se adapta a la actitud de los médicos alternativos. Mi acupuntora me recomendó esperar que el proceso natural siguiera su curso (hasta la muerte, pensé yo, avinagrada, pero no lo dije) y el veterinario holístico recomendó seguir esperando hasta el lunes.
Y esta mañana, antes de traducir para el museo unos últimos e inacabables pies de foto y de redactar para una fundación, me he puesto a escribir, no sólo un artículo de mi libro de BCN que ha propiciado un encuentro misterioso, como esos personajes de mis cuentos que reaparecen en mi vida invocados sin saberlo por la escritura, a través de la gata, sino también algo, una dosis infinitesimal y unas vueltas al título -provisorio, que dirían los bonaerenses- de mi novela.
Ah, debo confesar que escribí un capítulo de mi libro de BCN sobre el museo de historia natural y su viejo edificio modernista (furiosa de que los políticos de hereuville hayan decidido expulsarlo de la Ciutadella, expulsarlo todo, seguramente para ofrecer los edificios a empresas extranjeras, como los maravillosos pabellones de Sant Pau) y me he sobresaltado al ver que el esqueleto de la ballena ha caído y se ha roto la mandíbula con una gran polvareda blanca que recuerda a Moby Dick, y a la novela de DC que yo traduje al castellano. Me pregunto qué ocurrirá con los demás objetos de mis paseos. Y era inevitable pensar en una venganza telúrica contra el mal proceder de nuestros políticos, un poco como esos olores nauseabundos del Fòrum hacían pensar al antropólogo Manuel Delgado en tantos republicanos allí fusilados, en el Camp de la Bota, que merecían un memorial digno y no una tapadera banal para enterrarlos.
No sé qué será de mí. Aún me duele casi todo y me parece difícil recobrar la fuerza de siempre. Ayer cometí la osadía de ir al gimnasio alemán y al volver más dura fue la caída... pero mañana volveré.
17 comentarios:
¡Muchas gracias, Bel! Tú hoy has sido para mí ese mensajero providencial:
"Luego cita una frase de Kafka que me ha hecho ilusión pues hace tiempo había llegado sobre mí a una conclusión similar. Habla sobre los pecados de la impaciencia y la pereza. Yo también me había dado cuenta de que mi inconstancia, de la que siempre me quejo, tiene que ver con esos dos pecados."
De un correo a un amigo. Lo que no digo era que tenía interés en encontrar el libro donde se encontraba la cita, pues no lo nombraba, et voilà!
Aunque sea muy poquito, que Gilda empiece a comer ya es algo, y tu virus, pues ya sabes lo duros que vienen esta primavera... cuando yo estuve con el mío intestinal sólo recibía noticias de gente que había estado días y días con algún tipo de virus. Ojalá te recuperes pronto!
Gracias a ti! Bueno, Gilda no ha empezado a comer, sino a descomer, aunque detesto la escatología en el sentido éste. Mi virus es poderoso, sí, ahora empieza a prolongarse hacia el oído, de modo que tal vez acabe visitando a tu otorrino, a pesar del mal estado de mis arcas...
quizás Madrid?
Yo también estuve atacado de amígdalas, nariz, oídos, lo sabes, y pasé seis días con lumbalgia y antibióticos. Digo, porque los gatos pueden morir cuando se los muda de una ciudad a otra: bacterias o virus a los que su cuerpo no está acostumbrado...un poco gato somos, así que...
También yo temblé con esa metáfora de la decadencia general, la cabeza estrellándose contra el suelo, quizás el anuncio de otras roturas, de otras caídas, no necesariamente las que podrían hacernos algo más felices.
Te deseo mejoría, y a Gilda, y a mí, que la tristeza no me deja en paz en ningún momento.
Sí, quizás, quién sabe, Bertini... Pero tú te has curado! A mí me da la sensación de que esto no se acabe nunca. Ojalá nos vayamos reponiendo y las metáforas no signifiquen más... De todas formas, alguien me lo decía hace un momento, en estos tiempos de asfixia económica, ¿hay que gastar 60 millones de euros en la obra del Born u otros tantos en trasladar el museu de ciències al Fòrum, adaptado de nuevo por Herzog y De meuron? Y no sería lógico que Montilla se bajara el sueldo a la mitad (es el político que más cobra del país)? Y tantas otras cosas que la metáfora de la ballena parece expresar, como un hexagrama del I Ching, la mandíbula se rompe...
Anoche léi tu entrada. No dije nada, pues últimamente todo lo que vomito son irpf-s. Cuando me acosté, leí un poquito, y en unos párrafos me viniste a la mente. No sé si te servirá, pero a mí me viniste a la mente. Habla un escritor:
"Siempre soñé con contar otras cosas: siempre soñé con hablar de hombres armados a caballo .... de infelices que se relatan unos a otros en las tascas sus historias de amor en las noches de invierno, las aventuras interminables de amantes que se pierden en la negrura de la ciudad persiguiendo un misterio, pero Dios sólo me ha dado esta columna (de un periódico, de un blog), en la que tengo que contar otras historias, y a vosotros, lectores míos (nosotros). Y con eso nos apañamos unos y otros)" "Cada vez que cojo la pluma se me aparecen ante los ojos vuestras caras, lectores míos, esperando de nuevo algo de mí, y la huella de mis recuerdos que, uno a uno, huyen de mí en un jardín marchito"
Pero Icíar, ¿quién es ese escritor?
Me has hecho sonreír, me resulta lejano con sus hombres armados a caballo y su columna como único lugar que según él le ha dado Dios... Por suerte están los editores, no sé si nos los da dios o el diablo, pero ahí están, yo prefiero pensar en los libros para mi ficción, aunque aquí haga otra cosa, no sé qué, una presencia en las redes, un desahogo, algo inmediato, qué sé yo
Bueno, me viniste a la mente. No porque sean casos calcados. Más bien por la parte que no se llega a conseguir y uno lamenta a veces. Por ejemplo, tener el éxito suficiente para poder no dedicarle tanto tiempo a otra actividad (la traducción). Y cuando llega el bajón ….. ahí están tus lectores, que te leen.
El que habla es un escritor, que tiene una columna en un periódico. La mano o la pluma como mejor dicen, que le da esa forma de expresarse es Orhan Pamuk.
Pero Orhan Pamuk tiene muchos otros lugares, todos los libros publicados y traducidos a todas las lenguas, no sólo un blog, no sólo una columna!!!!
Sí, sí, comprendo lo que dices y te agradezco que te acordaras de mí, aunque no sepa escribir de hombres armados a caballo (me encanta esa idea por opuesta, por gráfica, por épica!)
Evidentemente, un gato no es una persona, y vive en su mundo animal, pero el humano intenta darle explicación a todo, y nombrarlo. Y en parte, hace bien. Pero hay cosas que no necesitamos encontrarle sentido, más que nada porque nos acercaríamos a la locura, a perdernos, y ésta es otro tipo de pérdida. Al final, todo es cuestión de actitud ante las cosas.. Posiblemente hacemos algo totalmente nuestro cuando lo hemos perdido, pero no resulta más que otro tipo de consuelo. Como decía ese título de S. Dagerman creo.
iluminaciones.
Iluminaciones! Sí, creo que lo de Dagermann era algo como que nuestra necesidad de consuelo es insaciable... y es verdad. Y la interrogación también. Para eso está la escritura, para interrogarnos. Al menos, eso es para mí. Y cómo luego, cuando empiezas a escribir, la vida de fuera adquiere estructura de escritura, tentándonos graciosamente a reescribirla, fragmentándola, recombinándola. Yo estos días pienso en un cuento sobre mi gata o ella me mira como un personaje de mis cuentos.
Por cierto, creo que SD tenía un título algo así como: Gato escaldado, si mal no recuerdo.
i.
Es verdad!!!! Acabo de comprobarlo, no me acordaba... Me ha asustado un poco
Yo leí esa novela algo pesimista creo, y me interesé por las maneras del autor, aunque tampoco recuerdo mucho de ella.
Yo ni siquiera, pero alguien lo citaba en otro texto y eso es lo que yo sé... Estuve hojeando una vez otro libro suyo, algo de la serpiente, pero no he seguido
Pero justamente estaba yo releyendo esa extraña versión francesa del Wunchloses Unglück de Handke, Le malheur indifférent, sobre el suicidio de su madre, y es justo esa interrogación o esa búsqueda de sentido aunque sea con más enigmas de la que te hablaba hace un momento, aunque el pobre Dagerman no pudo flotar y en cambio Handke sigue por el mundo con su actitud huraña y difícil pero ahí...
Sí, aguantar el tipo, a pesar de las circunstancias, o anticiparse a ellas, si se puede. Yo tengo que releer el de Gato escaldado, y en Handke no he entrado todavía.
iluminaciones.
Yo lo buscaré... Handke fue muy buen escritor.
Anticiparse a las circunstancias? No, yo hablaba de flotar o ahogarse, en la línea de aquello que decía Piglia de la escena de Joyce llevándole su hija psicótica a Jung y diciéndole: Pero ella escribe como yo, es como yo... Y Jung: Sí, pero usted flota, ella no. Y según Piglia, la literatura como el psicoanálisis es un arte de flotación, el escritor es el que nada con las palabras pero no sabe si podrá volver a flotar cuando vuelva a entrar en ese mar del lenguaje... more or less
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