Foto: I.N. Sauce en el río, París, 2009
Yo me había unido a V. que iba a encontrarse con sinólogos y analistas en París, porque ya no podía resistir el síndrome de dependencia tras dos años sin pisar esa ciudad favorita. En el aeropuerto coincidimos con Elisabeth Roudinesco (que había presentado con brillantez su libro de los perversos en el Institut Français y estaba feliz con la respuesta mediática) y su cazadora de oro. Ella nos contó el who is who de la escena psicoanalítica parisina con su mirada incisiva y su posición inteligente, con la distancia que da ejercer de historiadora (del psicoanálisis). En París yo corría tras la Petite A, que recordaba lugares favoritos al salir de una de sus librerías chinas favoritas (qué belleza la sección de libros de misteriosos caracteres filosófico-poéticos), y me enseñaba las casas y placitas donde había vivido y soñado en su época extranjera, y esperaba paciente a mis fotos de árboles y sombras proyectadas en las fachadas de los edificios.
Mientras V. hablaba con un analista chino que estudia caligrafía y discutían sobre un carácter conectado con otro del sánscrito, yo me fui a la Maison Européenne de la Photo, y vi una exposición de postales antiguas que reconstruían la historia de Estados Unidos anónimamente y en blanco y negro, las oleadas de inmigración, la religión, el campo, había una frase que por lo visto está inscrita cerca de la estatua de la libertad y que dice algo como si hablara la ciudad y dijera Dadme a todos los pobres, los desarraigados del mundo, yo los acogeré... Y una foto enigmática e inquietante sin explicación, que me quedé sin entender...
También vi una exposición de una fotógrafa italiana sobre la relación con lo sagrado, algunas imágenes y la idea (la oración, los ritos) eran muy bonitas, pero había algo poco sincero, algo impostado que sonaba a un cálculo...
Juntas vimos una pequeña expo en Sully Paris capitale photographique y ahí me di cuenta (había Atget, Germaine Krull, Man Ray y etc.) de cuánto he aprendido de L.O. en lo que respecta a la fotografía, entre nuestras conferencias conjuntas y sus proyectos y exposiciones, ella me ha hecho descubrir fotógrafos y miradas que nunca había conocido, y cuando le pido imágenes para ilustrar esas conferencias siempre me da unas pistas (a veces libros) magníficas. O los momentos en que Manel A. nos enseñaba sus nuevas fotos... Y es un placer mirar fotografías, como ventanas a otros puntos de vista, buscar imágenes para explicar a mis autoras...
Vimos una película que me encantó en ese cine MK2 Beaubourg, Les plages d'Agnès, de la Varda, era una especie de memoria suya llena de humor y de generosidad, muy osada y distinta, tan bien hecha y tan emocionante y triste y vital, con una poética generosa y libre, me tocaron sus pensamientos sobre la vejez, la fragmentación y locura de la memoria, la pérdida, el paso del tiempo, y su energía y su talento para contarlo todo y a todos.
Nos reunimos con dos traductores sinólogos, yo era la intrusa pero me acogieron hospitalarios, la radiante Anne-Hélène Suárez (vino con su madre, una señora parisina encantadora e inteligente), que siempre me alegra ver y escuchar con su espíritu Li Bai, y Albert Galvany, que nos contó su trayectoria y el azar de las cosas (oh, en la película de la Varda había una frase sobre el azar en el cine que me encantó y quería apuntarla y se me olvidó entre tantas ideas y ahora tendré que verla otra vez para encontrar la frase, que pensaba contarle a Pere Alberó) y de sus temas de investigación, y hablamos del desmantelamiento de la Universidad también en Europa (Francia y Alemania resistirán algo más, pero van en esa misma dirección perversa, como dijo una vez Jordi Llovet) y la crisis del humanismo y las dificultades para sobrevivir cuando uno quiere dedicarse en serio a perseguir un conocimiento, algo que ya no parece tener valor.
Pero París seguía, me pareció, lleno de belleza y yo corría tras la Petite A fotografiando árboles y texturas de ramas invernales sobre fachadas maravillosas y me reaparecía el París desaparecido de Atget y las visiones de farolas, árboles y adoquines de Brassaï, y pensaba (lo pensé con la Varda, casi me dolió, la urgencia de escribir esa novela que tanto me asusta y desconcierta), y ella me llevaba al restaurante lleno de japoneses donde comer ese cuenco precioso de udon con tempura delicadísima y sopa maravillosa, o a un barecito que recordaba o a la librería china -qué hermosura la sección para mí jeroglífica-, y también fuimos a la Hune, donde me compré unos librillos y enseguida empecé esas 200 chambres, 200 salles de bain de Valery Larbaud (prologado por Manguel) que parece seguir a Xavier de Maistre pero en el nomadismo del hotel, lo entrevisto, lo imaginado, lo fugaz que pasa desfilando ante los ojos. Y la gente de París me sigue pareciendo tanto más afín y tan contagiada de la belleza y el raffinement de las casas y los árboles, y París es tan grande y amplio que las multitudes no me agobiaron. (En la cola del avión para BCN volvimos a la burramia de gritos y gente que no sabe hablar, además de la fealdad uniforme y las miradas opacas, sans esprit. Daban ganas de cambiarse incluso a la cola de Perpignan!).
Eso sí, fue duro correr con la maletita arriba y abajo de los metros sin escaleras mecánicas como ya me había pasado hacía años. Mi pobre brazo se quejaba de noche... Allí me pilló con un alfilerazo la reseña de R.L. de mi libro balcánico en El País. Tampoco podía esperar yo que apreciase mi approach literario, que no quiere ser ni es sociológico ni periodístico, no necesita de cupos ni de repartos por grados de víctimas, y no estoy de acuerdo con sus objeciones, ni por suerte lo están mis interlocutores balcánicos, que disienten de ese criterio o de esas faltas. Parece que incluso mis elecciones y esas "pinceladas de inteligencia balcánica" ocurren, a sus ojos, malgré moi. Será que mi condición intrusa (doblemente intrusa, porque encima soy mujer) mueve a algunos a darme lecciones. Ya me las dieron con mis cuentos de Crucigrama (alguien me confundió con mis narradoras y dijo que yo tenía miedo de vivir), pero hará cosa de un año leí que un sociólogo que no pasará a la historia le daba lecciones póstumas a Hannah Arendt (que sí será recordada y leída) y una reseñista se las daba en una entrevista a la escritora Joan Didion.
Ninguna mujer, ni siquiera ellas, reconocidas, que sí pasarán a la historia por sus aportaciones, está a salvo de esa condescendencia, aunque lo que yo hago es sólo una pequeña interrogación, una escucha, una búsqueda, y nunca he pretendido ser experta en nada. Yo misma dije en la presentación que el azar y lo inesperado han sido mis grandes ayudas para ese libro, así que quién sabe si también mi fantasía de que se escribió solo será verdad.
He vuelto y hemos dado la primera conferencia en CajaMadrid del ciclo Escritoras y fotógrafas silenciadas. Todos los que quieran pueden venir los lunes a las 19 horas durante este mes de marzo. Hoy estaban dos amigos fotógrafos, sobre todo Manel A., que me ha dicho, apoyado por Lydia O. y generosamente, que mis fotos le gustan mucho, y me ha animado a seguir. Yo, que no tengo ni idea de técnica, soy incapaz de hacer fotos de verdad (no-digitales), de medir la luz, y sólo uso una cámara rudimentaria y digital que desdeño, pero ellos dicen que esas fotos tienen algo, narrativo o verdadero, y me ha hecho ilusión su comentario.
Por cierto que luego, en esa quietud pueblerina y sorprendente que tiene esta parte de la ciudad muchas noches (la ruidosísima y agobiante Barcelona diurna desaparece y la gente se va a dormir a la vez como en un internado, a diferencia de ese leve rumor vital de las grandes ciudades que nunca duermen, como NY, Londres, París), me he acordado de un momento un tanto oriental en la esquina de Rambla Catalunya Gran Via en que los tres nos dábamos las gracias por muchas cosas, medio riéndonos, y me parecía como esas inclinaciones de las películas de Ozu.
En París pensé en mi libro empezado y quieto, que tiene una dinámica desconcertante y me obliga a salir de casa y usar la cámara para cada pieza y eso es algo nuevo y extraño para mí. Veremos... Me compré Ma mère de Georges Bataille porque pese a mis prejuicios me atrajo irresistiblemente en dos o tres frases primeras... y también Isabelle de André Gide, que alguien me regaló hace muchísimos años en castellano, pero éste tiene un Matisse precioso en la portada, y ese último Modiano Dans le café de la jeunesse perdue, y Le plaisir du texte de Barthes, y algo más que anda por ahí... Pero me quedan tres libros por reseñar para La Vanguardia y sigo mordisqueando las fulguraciones de Vinyoli (por cierto que el bartlebiano JC me escribió un sms con poema de un Vinyoli que también lo era; a veces hasta los sms pueden ser fragmentos literarios, recuerdo que yo resumía en algunos mensajes balcánicos mis impresiones o lo que me rodeaba en estaciones o taxis nocturnos y G. me decía "Són com contes! No els esborris...!"). He tenido una mañana surrealista y en medio de todo ha aparecido G. completamente cambiado, sin sus rastas, rapado como de pequeño y le brillaban los ojos de ese gris marmóreo...
10 comentarios:
Curiosamente estoy ojeando un par de libros sobre fotografía, uno de Michael Fried y el ensayo Sobre la fotografía de Benjamín. En el pequeño ensayo de Fried, que trata de los escritos de Barthes sobre el tema, habla de El Punctum y del studium, diferenciando así, dos tipos de imágenes fotográficas. Unas que punzan y las otras que serían objeto de estudio. Aunque personalmente yo anoto que las hay que tienen ambas condiciones, o una deriva de la otra…Me ha hecho gracia lo de cambiar de cola de avión, es cierto.
Felicidades por las atentas escuchas sobre el libro..
iluminaciones.
Gracias, Iluminaciones! Yo no sé si sabría diferenciar entre esas dos clases de fotos, pero seguro que el ensayo de Fried tiene gracia. Hace un tiempo, una amiga teórica de la foto me preguntó si me había dado cuenta de lo obsoleto que se había quedado el ensayo de Barthes sobre la foto. Y la verdad es que yo no lo he leído, me interesan más otros temas suyos, así que te devuelvo la pregunta a ti... ¿qué opinas?
Me alegro de que entiendas lo del cambio de cola... Y sí, es una suerte cuando alguien te lee con atención
Sí, la verdad es que Barthes tiene textos más acertados, pero esa connotación personal que da (o placer de leerle) a sus textos, es lo que le hace más interesante, aunque a veces sea algo enrevesado.. Y yo si veo esa parcial diferencia entre las imágenes. La verdad es que de los archivos fotográficos se pueden sacar buenos estudios, pero entre ese montón de imágenes, se encuentra el punctum..
iluminaciones.
Supongo que leyendo bien el texto incluso yo podría diferenciarlas! O eso espero. Pero sí, Barthes es un must. Leíste "Barthes pour Barthes"? Me entusiasmó. Y aquel seminario suyo sobre la novela... Casi tanto como Fragments d'un discours amoureux... Ahora veré qué tal Le plaisir du texte...
gracias por el homenaje parisino! me ha gustado volver a recorrerlo con tu relato, y qué ilusión el vídeo de Agnes Varda,
yo realmente viéndola pensaba en esa conversación de hacía justo unas horas en la Hune sobre la puesta en marcha de tu novela y tu escritura familiar,
yo aún no he logrado aterrizar del todo, sin tiempo para posarme después del regreso, así que los paseos, imágenes y conversaciones siguen rondándome, y es agradable,
vssos
También yo sigo impregnada de todos esos ecos y no quiero resignarme a perderlos! Tengo muchas fotos (algunas tuyas muy guapa) de árboles y casas... Ay, cuándo reuniré valor para hacer algo así, hace falta tanto coraje para una novela y en ese caso doblemente!
A mí me hace gracia cuando inventa palabras, como dejándolas caer entre líneas, poéticamente incluso. Y que luego tal vez se convierten en tema de otros estudios. En él se dan varias características, o en su escritura.. sí, los fogonazos de B por B. incluso podría haber escrito cuentos.
Sí, sí, a veces parece entrar en la fición o la poesía, es muy inventivo. Me encantaba en B. pour B. recibía una postal de un tal Louis anunciando su visita y él empezaba a especular qué Louis sería y era muy divertido porque mostraba cómo algo tan pequeño puede hacernos fabular
El primero de Mayo después de pasar la mañana en République pasearé de noche por el Boulevard St. Germain. Casi sólo para poder recordar como habían sido en un momento dado las Ramblas barcelonesas también entraré en la Hune, antes saludaré al clochard que siempre está delante del quiosco y al salir le daré las buenas noches.
Uno tiene que salir de su ciudad para poder evocar un poco como era anteriormente a este lugar sin memoria en el que ha devenido.
Justamente hablábamos V. y yo de cómo los parisinos no han dejado que los turistas tomaran posesión absoluta de su ciudad y siguen frecuentando los lugares emblemáticos y quedando allí: eso hace que París no se embrutezca ni se rinda del todo, aunque el mercado haya invadido de moda la rive gauche y haya sustituido locales del intelecto por los del puro bolsillo, pero hay puntos resistentes y la Hune es uno. Y el aspecto de la gente es tanto más afín... Allí no hace falta que los hombres sean gays para que se cuiden y estén en forma y en lugar de esos abrigos y chaquetones rectos de señorón gordo llevan abrigos cortos y levemente entallados o con forma o chaquetas con las mangas subidas hasta el antebrazo y estrechas y son educados y amables y no vociferan como los de aquí...
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