Había quedado en el café de La Central con uno de los editores que, si todo sigue su curso, publicará mis cuentos antes de que termine este año. El encuentro ha sido muy agradable para mí porque el editor es una especie de fiera de la literatura y la crítica, conoce todo y a todos y tiene un fondo editorial envidiable, así que estoy feliz de entrar en esa estantería. Yo, que soy una intrusa en casi todo, simple lectora caprichosa que va por los meandros, lo he pasado bien escuchándole. Para rematar, él vive de una manera que para mí es privilegiada, ya que pasa la mitad del año en una ciudad europea mucho más hospitalaria e interesante que ésta.
En el camino iba leyendo ese libro tan cuidadosamente editado por Claire Paulham de la correspondencia entre Larbaud y J. Rivière, cuando de pronto he querido anotar en mi cuadernillo una de las ideas que tuve anteanoche en la bañera y sin darme cuenta me ha salido, a garabatos acelerados mientras llegaba el metro, una auténtica introducción a esa supuesta y temida novela mía, ahora que me parece haber encontrado una vía para hacerla, una vía fragmentada, de viñetas (como quiso hacer Jean Rhys con su autobiografía inacabada) que tal vez se unirían mágicamente con un hilo invisible... si todo sale bien.
Anoche la gripe me devoró nuevamente en un ardor pesado y opaco. G. y yo ensayamos un nuevo concierto de tos a distancia, pero yo resistí más. Él me dice que hoy pasaré a la tercera fase, que es la suya, y que parece también interminable.
Alguien me mandó un poema de Gamoneda sobre las manos de su madre que me recordaba una escena favorita del Nowhere Man de Hemon, con la mano gigante que le consolaba en su ataque de rabia en el exilio, murmurándole palabras en su lengua materna. Yo necesitaba unas manos gigantes que me llevaran de la bañera a mi cuarto, murmurando palabras secretas, reparadoras. Alguien me invitó a su fiesta de cumpleaños, justo después del mío, que no sé si podré celebrar, porque es pura semana santa.
Me decía el editor que, cuando está en su ciudad europea, lee La Vanguardia digital y se salta las noticias locales, pasa de Internacional a Cultura y yo le envidio, porque no tiene que soportar este embrutecimiento envilecido de los que estamos aquí, saber todo el año cómo destruyen esta ciudad y cómo nuestros políticos en todo el país eligen siempre la forma equivocada de hacerlo todo y quedan impunes. Me han contado que un artista, con quien tuve un affair malogrado pero interesante y que salió en un cuento mío, está feliz desde que se hizo con un apartamento en otra ciudad europea y sólo viene de vez en cuando. No me extraña nada y le imagino bien rodeado de aquella belleza tranquilizadora, patrimonio conservado, árboles gigantes, mucho más silencio pese a las dimensiones y el número de habitantes y un paisaje humano menos brutal y primitivo. Y esa lengua maravillosa resonando a su alrededor, vistiendo hasta lo más banal de las calles de palabras poéticas.
Pero yo estoy feliz de mis cuentos vayan a salir al fin al ruedo. Me ha dicho el editor que él lee primero sólo como lector y luego hará una segunda lectura en busca de posibles sugerencias, errores, etc. Yo escucharé lo que tenga que decirme porque tuve muy buena experiencia en mi libro balcánico, que entregué en un estado algo bruto, y me fueron muy útiles los comentarios del editor de Alba (escritor y ex lexicógrafo!) para la corrección y la necesaria poda. La ficción es distinta, la poda está ya hecha y los cambios (por ejemplo, ¡de mis comas!) podrían ser más dolorosos, pero aún necesito darles una mano más, pasar un paño más para pulir y dar brillo.
Y volviendo a este momento preciso, al viernes que empieza a caer, se trata de ver si la gripe vuelve a prender su fuego en el interior de mi cuerpo y me consume y obliga a enterrarme en la cama o bien si puedo reunir fuerzas y asistir al interesante encuentro psicoanalítico y unitario que organiza el Espai Freud sobre las depresiones a las 19.30 en el salón de actos del Ateneu, con psicoanalistas de distintas escuelas. ¡No se lo pierdan!
14 comentarios:
¡A la Zbelnu no le gusta la siensia fissión! La de calidat, ¿eh?
Ets la millor
:)
Albert
Hein? Si jo he traduït cienciaficció ciberpunk, Nmp!
Estupendas noticias !
Muchas felicidades.
Mm, veig que em perdones, és que tinc la grip!
Gracias, FRiks!!!!
Sí...Francia. No he leido a Magrinyà, que parece interesante, De Gamoneda diría que el poema tiene las herramientas, incluso las palabras, pero para mi gusto le falta algo de Char, de Céline, o si no hay otro remedio, Beckett, ya puestos. Me alegro por la publicación de los cuentos, más en estos momentos...
No sé quién eres, Anónimo. No me imagino a Céline en ese poema. Me encanta Céline, pero le veo muy de prosa (no exactamente prosaico) y su furioso desengaño y su sarcasmo no los imagino ahí. Ni a Beckett! Pero qué importa, cada uno tiene su lectura... No es Vinyoli (aún estoy hechizada), pero para mí tiene su propio espacio, su propio tono, más desollado y despojado...
Ah, Anónimo, prueba con Intrusos y huéspedes de Magrinyà, o si prefieres cuentos, yo siempre recomiendo su Belinda y el monstruo. No te decepcionarán...
Disculpa por haber metido mis preferencias por medio, valorando el poema de G. desde su textualidad y no desde su veracidad poética, buscaré los cuentos de Magrinyà.
olvidé firmar..iluminaciones.
Iluminaciones, no te disculpes, yo entiendo que cada lectura sea distinta y que cada uno busque lo suyo y lo encuentre... a mí tampoco su sonoridad me arrastra como la de por ejemplo, Vinyoli, pero algo de sus poemas me llega, sí...
ex-lexicógrafro! qué envidia,
siempre veo con admiración y nostalgia vuestras profesiones de "defensores" y reparadores de las palabras, de su uso, no porque lo diga una definición, sino por su historia, su particularidad,
me parece que sois los que conocéis sus secretos, los que las entendéis secretamente,
escritores, traductores, lexicógrafos...
ex-lexicógrafro! qué envidia,
siempre veo con admiración y nostalgia vuestras profesiones de "defensores" y reparadores de las palabras, de su uso, no porque lo diga una definición, sino por su historia, su particularidad,
me parece que sois los que conocéis sus secretos, los que las entendéis secretamente,
escritores, traductores, lexicógrafos...
Sí, imagínate la suerte de tener un editor ex-lexicógrafo y que ha escrito algo como Belinda y el monstruo o Intrusos y huéspedes, que te sugiere correcciones atinadas... Lo bien acogida que me he sentido con ese libro y también por el apoyo desde el principio de Paulina! Nos mereceríamos que el libro se vendiera muchíiiisimo... :)
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