martes, 3 de marzo de 2009

Reseña de Alberto Hernando en El Viejo Topo

Foto: I.N., Árboles entrelazándose en las Tuilleries, París 2009
INVISIBLES ÁRBOLES CAÍDOS Si un árbol cae. Conversaciones en torno a la guerra de los Balcanes. Isabel Núñez Alba, Barcelona, 2009. “Una vez le dije a un periodista, andando por el parque: '¿Ve ese árbol? Si un árbol cae, nadie lo ve, no cambia la vida de los árboles'. Y eso era exactamente la vida en Sarajevo durante el asedio, eso era el individuo en Sarajevo.” Marko Vešović. Para calmar y convencer a los miembros de su gabinete reticentes a otorgar la independencia a Argelia, temerosos de una reacción hostil de la opinión pública y un posible fiasco electoral, Charles de Gaulle dijo: “La sangre seca pronto”. La sangre seca se relega al olvido. En la actualidad, dado el vértigo de las informaciones y su tratamiento espectacular, la sangre se coagula con más premura. Ejemplo de esa indigna desmemoria lo tenemos en la cruenta guerra acontecida en los Balcanes, que tantas noticias y estupefacción suscitó entre 1991, cuando Eslovenia y Croacia declaran su independencia, y 1995; fecha del polémico Acuerdo de Dayton que puso fin a los combates, aunque las matanzas interétnicas se trasladaron a Kosovo. Para pacificar este territorio, en 1999 la OTAN tuvo que bombardear Serbia y establecer un “protectorado” administrado por la ONU. Todo propósito en contra de esa ominosa lógica que reprime y vela la reciente memoria historia es bienvenido. Celebremos, pues, Si un árbol cae, donde Isabel Núñez busca inéditas explicaciones a los trágicos acontecimientos ocasionados al desmembrase la antigua Yugoslavia. Durante más de cuatro años, Isabel Núñez ha viajado a Belgrado, Zagreb, Ljubljana, Sarajevo, Prístina, París y Berlín entrevistando a destacados escritores balcánicos. Unos sufrieron el conflicto directamente; otros lo vivieron desde el exilio. Dilucidar el conflicto a través de escritores (literatos, poetas, editores, periodistas e intelectuales) no es baladí, pues muchos de ellos fueron los que previamente inflamaron los ánimos y luego dirigieron los combates o lucharon entre sí en los frentes. Además, los escritores, dada su sensibilidad y oficio, podían -y así lo hacen los entrevistados- aquilatar mejor aquella dramática realidad infectada de elementos propios de la ficción: absurdos irracionales, personajes abyectos o legendarios, ideologías fantasiosas, pasiones delirantes... Los entrevistados por Isabel Núñez componen una nutrida lista: Andrej Blatnik, Grozdana Čvitan, Aleš Debeljak, Slavenka Drakulić, Ferida Duraković, Zoran Ferić, Tatjana Gromača, Aleksandar Hemon, Nerimane Kamberi, Ozren Kebo, Migjen Kelmendi, Igor Lasić, Shzelken Maliqi, Igor Marojević, Jadranka Pintarić, Nenad Popović, Roman Simić, Simona Škrabec, Svetlana Slapsak, Igor Stiks, Flaka Surroi, Vladimir Tasić, Jasmina Tesanović, Miroslav Toholj, Dubravka Ugrešić, Dusan Velicković, Nenad Velicković, Marko Vesović, Vule Zurić. Todos ellos perfilan un imaginario mapa de la literatura balcánica actual, cuya excelente calidad, desgraciadamente, es poco conocida en España. De las entrevistas, por su acerada lucidez, personalmente me han interesado las del montenegrino Marko Vesović (uno de los que más animó a la resistencia, desde el épico diario Oslobodjenje, en el sitio de Sarajevo; autor del libro Chiedo scusa se vi parlo di Sarajevo), Nenad Popović (ensayista y editor en Zagreb), Svetlana Slapsak (antropóloga, traductora, feminista, defensora de los derechos humanos; de origen serbio vive en Ljubljana), Slavenka Drakulić (periodista y escritora croata, quien ha escrito No matarían ni a una mosca, editado por Globla Rhytm y Como si yo no estuviera, ambientada en un campo de concentración de mujeres y editada por Anagrama), Dubravka Ugrešić (escritora croata autora de El ministerio del dolor, Anagrama y El Museo de la rendición incondiconal, Alfaguara) y Aleksandar Hemon (escritor sarajevino que vivió la guerra desde EEUU y del cual Anagrama ha editado sus novelas La cuestión de Bruno y El hombre de ninguna parte). También tiene especial interés la entrevista al cínico Miroslav Toholj, ex ministro de Información de la republica Srpska, escritor y editor de los libros que Radovan Karadžić le envía desde la cárcel. Las perspicaces preguntas -con tiento, pertinentes, dejando hablar al otro- y las inteligentes respuestas -pluralidad de voces que coinciden, matizan, refutan, testimonian subjetivamente su particular experiencia, abren nuevas perspectivas para la reflexión- constituyen la arquitectura del libro. El cemento que consolida esa edificación es la narración que Isabel Núñez intercala entre las entrevistas, describiendo, a modo de travel writing, los itinerarios, las ciudades, la personalidad y obra literaria de los entrevistados; así como las cuitas viajeras de su tenaz pesquisa. El encaje de ambas estructuras literarias permite que el relato sea a la vez fluido, ameno y muy informativo. Esta última cualidad salva los reparos que pudieran hacerle respecto a que ese tema es exclusivo del análisis sociopolítico o de los historiadores. Conforme progresan las entrevistas y se confrontan algunas respuestas entre sí, se va viendo con más acuidad los diversos factores que propiciaron la guerra y el calado de las emociones suscitadas. ¿Cuál fue la causa determinante del estallido de tanto odio y muerte? No hay unanimidad entre los entrevistados. Sus respuestas inciden en una conjunción de motivos: se reabrieron -retorno de lo reprimido forzado- viejas heridas sin cicatrizar desde la antigua ocupación otomana (cristianos contra los residuos de “turcos olvidados”) o la Segunda Guerra Mundial (chetniks contra ustachas); ambición territorial para apropiarse de recursos naturales y económicos (en busca de ese botín coincidieron la antigua nomenclatura comunista y los mafiosos marginales); enfrentamiento entre tradición patriarcal (especialmente enraizada en el mundo rural) y modernidad cosmopolita (propia de las ciudades). Para unos pocos la guerra era obvia, para la mayoría fue algo insólito e inesperado. Todos coinciden en que el discurso nacionalista -catalizador de las pasiones cainitas- fue sobre todo una coartada para que algunos ascendieran socialmente, se enriquecieran mediante el crimen y la rapiña o colmaran con sangre sus bajos instintos. También están de acuerdo en que las mujeres fueron a la vez primordiales víctimas (recordemos las violaciones masivas como estrategia de guerra), pero también muchas de ellas, en puestos de influencia política e intelectual, alentaron la conflagración. En cuanto a la actitud ambigua o hipócrita de Occidente durante las masacres -incluso un general de la OTAN llegó a decir: Let them kill themselves, dejemos que se maten entre ellos-, los entrevistados la disculpan con resignación (¡a la fuerza ahorcan!). Sin que se mencione explícitamente, se infiere que la paz obtenida cierra en falso el conflicto. En las guerras todos pierden, pero en el reñidero balcánico, así lo subrayan los entrevistados, fue la generación entre veinte y cuarenta años la más damnificada. Otra nefasta consecuencia de la guerra es que en todas las repúblicas implicadas se advierte un estado de atonía colectiva, compuesto por una mezcla de sentimientos de impotencia, frustración, victimismo y desesperanza. Asimismo, es palpable el retroceso societario, pues no sólo se ha perdido el cosmopolitismo y la cohabitación multiétnica que antaño caracterizaba a Zagreb, Sarajevo o Belgrado, sino que la sociedad se ha vuelto más “conservadora y regresiva en las costumbres” (la croata Tatjana Gromača dixit), han perdido servicios sociales que antes tenían con el socialismo titista y su precaria economía limita la calidad de vida y condena a los jóvenes -nueva “carne de cañón” de un ecuménico y feroz capitalismo- al desempleo o el trabajo degradado. Si un árbol cae, además de todos los datos que contiene sobre hechos y escritores balcánicos, posee también una voluntad de reflexión ética. El conflicto en los Balcanes -como los de Irak, Afganistán, Congo o Palestina- no se reduce a un caso particular, sino que se subsume en la sempiterna guerra civil de la especie y nos afecta a todos. No hay que olvidar, sino aprender la lección sobre el difícil y discontinuo proceso civilizatorio para erradicar nuestra animalidad inmanente. Este sería el corolario ético de la obra de Isabel Núñez, junto con una informulada esperanza: que ningún humano sea el matarife de otro humano.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que me molesta de algunos escritores es su insultante capacidad para "robarme" ideas y arrojármelas convertidas en dos o tres palabras. ¡Que envidia!
Alberto Hernando, además de aportar luz e ideas interesantes sobre tu libro, y de animar sobremanera a quién aun no lo haya leído, suelta dos palabras que definen algo que yo he identificado siempre como una característica muy tuya, algo muy patente en tu blogg:
ACERADA LUCIDEZ
Sí, señor Hernando, ¡chapeau!
Si me permites ser malévolo, de adolescente tenía un profesor de filosofía cuyo defecto de pronunciación consistía en confundir la L con la V ò la B.
Cuando intentaba decir lobo, no sabías si era eso, o bolo, o bobo... aunque no se porque te cuento esto...

Anónimo dijo...

Disculpa, me olvidé de firmar, soy Black Adder.

Belnu dijo...

Gracias, anónimo quien seas! A mí me hace ilusión la reseña de Alberto Hernando porque él es un crítico literario no sólo por su trayectoria, sino también por lo que eso implica de bagaje cultural, de exigencia y rigor, de lectura atenta, etc.

Belnu dijo...

Ajá, ya me parecía a mí que no eras un verdadero anónimo!

el objeto a dijo...

y una nueva crítica! he de volar al bronx, pero por lo que que leído está muy bien!

bien por el Viejo Topo!

civisliberum dijo...

Felicidades Isabel, tu libro se esta haciendo un lugar importante. Realmente tanto tu como el libro os lo mereceis.

Belnu dijo...

Gracias, Civislib! Y gracias también, Petite a! Hace ilusión una reseña bien hecha.

Anónimo dijo...

A estones, llegint (males, o malèvoles, com diu algú molt encertadament) crítiques dolentes em sento psicoanalista, Bel! És com si a través de les queixes i els inconvenients que hi troben es pogués -amb la informació necessària, clar- arribar als símptomes. Faré un nou gènere! (a mig camí entre el showman postmodern i l'escriptor frustrat: la crítica de la crítica ). Vull dir que a banda que es nota que l'home té enveja perquè no ha tingut els dallònsins -aquí posa-hi el que vulguis, perquè hi ha mil coses que hi podries posar, you know; des d'aquesta paraula que tant m'agrada, audàcia, a memòria, a valor, a dedicació, a bellesa, al cap i a la fi, entesa des d'un punt de vista quasi metacòsmic! Tu persegueixes la bellesa, la justícia, l'honradesa, la memòria- en fi, això, deia: a banda que es nota l'enveja (problemes insubstancials com la quantitat de cada que hi entrevistes, destacar llibres que no apareixen fent com que no coneixes coses que ell sí, que ja veus tu quina cosa, etcètera) el fet de destacar la frase de la Skrabec al final és també simptomàtic. Com si només destaqués aquesta frase!! Pffff, "a pesar de todo".

En fi, m'ha semblat molt poc honesta, francament. Que gran, en canvi, Alberto Hernando: no el coneixia. Sóc fan seu des de ja.
A.R.

Esther Planas Balduz dijo...

Hello Isabel!
genial ver todas las reseñas
viento en popa a toda vela!!
mira mi blog....
veras unas cosillas..
xx

Belnu dijo...

Gracias, Esther, ahora voy para allá!

Anónimo dijo...

L'arbre es redressa. Fins ara no m’he començat a llegir Si un árbol cae, i mira que fa temps que el tinc (però jo en tinc molt poc i encara en males condicions).
Estic disfrutant com un camell, i potser això no hauria de ser així. Per mi, a part del que sigui, és literatura de la bona.
Te diré.
M

Dante Bertini dijo...

Isabel, verdaderamente tu libro ha tenido una acogida que muy pocos tienen.
Vaya cantidad de reseñas y comentarios, todos positivos además. Tú y el libro se los merecen.

En cuanto al bolso del dios, te contesto algo más en mi blog. Un abrazo y congratulaciones.

Belnu dijo...

Gracias, Cacho, yo no lo veo así, pero en fin! Voy a visitar tu espacio para saber más de los bolsos de oro...