sábado, 14 de marzo de 2009

Mientras el virus seguía su curso

Foto: I.N., París, 2009 (yo me imaginaba la suerte de esa pareja que parecía vivir ahí arriba... se les ve en el balcón)
... recorriendo o apoderándose de zonas invisibles de mi cuerpo, produciendo ríos de toxinas que pugnan por salir al exterior, yo hice acopio de valor y bajé al Ateneo a escuchar a los psicoanalistas de escuelas distintas, reunidos por el empeño heroico y tenaz del librero de la calle Berlinès y el Espai Freud (saltando barreras de recelos y sectarismos), hablando de las depresiones. El salón de actos estaba lleno y tuve que sentarme arriba, en el anfiteatro, donde me encontré a una psicoanalista con la que no sólo he compartido trabajo sobre la memoria, sino también unos Diálogos en el jardín del verano pasado.
Daniela Aparicio hizo una presentación inteligente y llena de sugerencias. Luego hablaron Jerónimo Erviti, Clotilde Pascual y Jordi Sala. Lo que más me gustó fue no sólo que todos ellos distinguieran siempre y claramente la depresión (neurótica o psicótica) de la necesaria tristeza y la melancolía, inherentes al espíritu humano y que la tendencia perversa de las neurociencias y los laboratorios farmacéuticos intentan convertir en enfermedad y medicar, ahogando su expresión, sino sobre todo esa visión (creo que fue Clotilde Pascual) de la depresión como rebelión ante la felicidad obligatoria con que nos presionan desde la publicidad, el mercado, los medios y la farmacología, o de la anorexia como (no sé si fue Daniela Aparicio) un rechazo a sentarse en el banquete de este capitalismo asalvajado que ahora pincha por todas partes pero sigue engulléndolo todo, que intenta destruir la Universidad como lugar de conocimiento y acabar con todos los reductos de pensamiento humanista. Me gustó escuchar esos casos en los que me parecía encontrar algo conocido entre el abandono, el maltrato o la tristeza familiar. No pude quedarme al debate, que se anunciaba interesante. Mis bacilos me lo impedían y tenía que hablar un momento con V. y con A., antes de dejarme llevar por la convulsa expresión de mi trancazo en una noche casi insomne.
Hoy he encontrado en el Babelia una página magnífica (que JH había linkado en su Facebook), el artículo en que Vila-Matas habla del adiós de Lobo Antunes en la historia de Gesualdo Bufalino, su rechazo a permanecer en ese ring de los miserables, los resentidos, los envidiosos, su anterior trayectoria silenciosa, la forma en que Sciascia (cuya generosidad lectora y pasión editora descubrí en un librito precioso de sus informes de lectura; no todos pueden, no, yo llegué a ver incluso editores que en la presentación de un libro intentaban apropiarse de él negando al autor, o bien lo vilipendiaban, actuando contra sus propios intereses. Y lo peor son todos esos otros críticos cerrados, situados en una falsa posición de arrogancia y poder -sin comprender que el poder es prestado, como el de los políticos, me decía el otro día alguien-, que sólo lo usan para dar lecciones, que pretenden tener todas las respuestas, que han perdido toda apertura y generosidad lectora, toda ilusión de descubrir, si nunca la tuvieron), la forma en que Sciascia rescata tenazmente a Bufalino... Y me parecía detectar cierta nostalgia de VM de ese tiempo retirado, silencioso, sin esa desolladura de la double exposure, sin circos ni ferias ni miserables... Yo estaba pensando no sólo en ese hocicamiento agresivo al que nos sometemos sin querer al escribir y publicar, sino también en esa envidia de Larra que sí mueve el mundo, sobre todo en este país, que no deja a muchos casi vivir, que maniata a otros o condiciona por completo sus gestos y palabras. El otro día alguien me estaba pidiendo un favor, algo que a mí me resultaba fácil hacer y que habría conseguido, pero no pudo evitar expresar un misterioso resentimiento contra mí en la misma conversación, sin ninguna razón, puesto que yo siempre le he apoyado, sólo porque le duelen incluso mis pequeños logros: y fue ofensivo y despectivo en dos ocasiones de ese breve encuentro en la calle, anulando la posibilidad de que yo hiciera ese gesto, pequeño y eficaz, a su favor. Le vi detenerse un segundo a media frase dándose cuenta de que estaba arruinando su petición, pero decidió seguir, pues su necesidad de mostrarme su desprecio era más grande. Yo pensé que debía de ser horrible sufrir por cada avance de los otros, que a sus ojos aparece como una amenaza, como un paso de gigante por pequeño que sea. Y a pesar de que ese alguien ha logrado hace tiempo su propio reconocimiento y disfruta de una situación mucho más ventajosa que la mía. Pero sus demonios le pueden, le obligan a escenificar ese baile grotesco de la envidia, como aquellas diabólicas zapatillas rojas que arrastraron cruelmente a Moira Shearer o a la pobre niña del cuento de Andersen. Y es que ese cuadro suele coincidir con personas que no agradecen su suerte o no son conscientes de ella y no pueden sentirse felices por lo que han conseguido, y los logros ajenos les resultan demasiado hirientes, sobre todo porque creen en su superioridad y se consideran los únicos dignos de merecer.
Recuerdo que cuando publiqué unos cuentos primeros con un editor alternativo, un escritor "amigo" que me había apoyado cuando yo no publicaba arremetió contra mí con una furia desconocida, y aún estupefacta de que no se alegrara por mí y dolorida de su aguijón, recordé poco a poco que la envidia es irracional y no guarda proporción con los logros de los otros. Y me consolé aliviada de que no me pasara eso a mí, pues cuando un escritor cercano escribe o logra algo que me gustaría haber hecho a mí puede más la experiencia gozosa de leerle y de poder explicar(me) cuáles son las claves de su dominio mágico (por robarle una expresión a Vinyoli) que la sensación dolorida de no haberlo hecho yo. Y es que yo seguiré siendo siempre lectora antes que escritora, y como el azar ha permitido que escribiera crítica literaria, puedo llevar mi lectura un poco más allá, intentando comprender, transmitir o citar como en una pesca submarina, llevando a la superficie las burbujas una a una y divirtiéndome en el juego. Es una suerte.
Hay una luna brillante, ya casi cuarto menguante y parece un indicio de que mi gripe va a remitir.

20 comentarios:

frikosal dijo...

Como siempre dices muchas cosas pero ahora yo me quedo solo con una.

A mi me parece que la envidia debe ser uno de los sentimientos más destructivos. El envidioso sufre mucho, pero casi peor está el envidiado, que percibe una hostilidad injustificada que se manifiesta en unas críticas durísimas y llenas de odio.

Pero todo esto no debe tener solución, parece que estos sentimientos están dentro de nuestro cerebro de reptil territorial.

Por eso lo de no hay profeta en su tierra es tan exacto, es fácil aceptar los éxitos del extranjero pero los del amigo o hermano que ha crecido más arriba que uno mismo resultan muy dolorosos para casi todo el mundo.

Lo mejor tal vez sea ser nómada, un extraño que viene y va, y siempre es un forastero.

En fin, así es como lo veo yo.

Belnu dijo...

Pues disiento completamente de ti, Friks. En primer lugar yo siempre he visto que hay una gente a la que esos sentimientos paralizan y condicionan y manejan como marionetas, y otros que no. Por suerte, me cuento enter estos últimos, es decir, soy humana, siento punzadas o miedo de no lograr yo no sé qué o de que prefieran a otro o etc,. pero por suerte eso no me impide disfrutar de los logros de la gente que me cae bien. A eso me refiero. Y como he visto de cerca cómo sufren los envidiosos de verdad nunca quisiera estar en sus zapatos.
Yo me he alegrado muchas veces y sigo alegrándome de que gente cercana que hace algo valioso sea reconocida y si puedo contribuyo a que así sea, y no soy santa ni estúpida, sólo lo hago por quien se porta decentemente conmigo. Sé que mucha gente cercana se ha alegrado también de mis pequeños logros. En cambio hay otros que se ponen literalmente enfermos por todo lo que a los demás les sale bien. Y es horrible.

Dante Bertini dijo...

envidio contigo a los dos del balcón en el magnífico edificio parisino, aunque posiblemente se traten a hostias o tengan un vecino desagradable que les hace la vida imposible. Cuando miras, o pretendes mirar, en detalle, resulta que hasta las cosas más bellas suelen, pueden, tener fisuras.

Belnu dijo...

Pues sí, uno nunca sabe, Cacho, igual alguien les permitió ver el piso, igual tenían que dejarlo, igual discutían para ver quién de los dos se lo quedaba, igual era demasiado caro para seguir allí... Pero hacía gracia verles allí y soñar.
Yo envidio a ese conocido que adquirió apartamento en París y vive allí, y sigo alegrándome de que su situación haya mejorado tanto porque su trabajo me gustaba, aunque no quisiera compartir ese espacio con él, ni tampoco él conmigo, ja ja

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Belnu dijo...

Le agradezco sus elogios tan vehementes, Rafael, aunque me da la sensación de que lo son tan sólo para compensar sus objeciones y decirme cómo debería ser mi libro, según sus ideales y no según mi aproximación, que usted no entiende.
Yo descarté a Miljenko J. deliberadamente y me alegro de haberlo hecho así, puesto que mi criterio era literario.
Usted puede hacer el libro que quiera, yo he hecho el mío. No puedo resucitar a los que están muertos, aunque había un capítulo sobre Andric y Sarajevo que se redujo a una milésima parte por indicación del editor y con toda la razón. No me arrepiento en absoluto.
En cuanto a la errata que usted ha descubierto y que estaba ya anotada, se debe a que yo puse en mi manuscrito I Guerra Mundial con números romanos y al trasladarlo a letras el I se convirtió en II por accidente. Ahí debía decir I y por tanto Primera; lo comprobé en mi manuscrito cuando un primer lector de cultura balcánica, Julio, me avisó, y la errata está anotada para una hipotética 2ª edición.
No estoy de acuerdo con su argumento sobre Eslovenia, en absoluto, pero no me extendré aquí sobre eso. Tampoco cabía en mi libro ni tenía por qué esa bibliografía que usted propone y que yo no tengo obligación de considerar, ya que no me propuse nunca hacer un tratado exhaustivo del tema, ni recoger todo lo escrito, sino por el contrario explicar mi búsqueda y escucharles a ellos (fíjese, a ellos, escritores balcánicos, no a usted, lector libre de pensar lo que quiera).
No sé qué significa lo que dice de Slavenka Drakulic y de Dubravka Ugresic, ¿ya lo sabía usted "todo" de ellas? Si usted ya lo sabía "todo" sobre dos autoras y todo sobre la bibliografía, ¿por qué no escribe su libro? De verdad que no le comprendo.

el objeto a dijo...

a Isabel le ha aparecido un circo de escritores que vienen a decirle a quién debería haber entrevistado,
yo no lo entiendo,
¿es un truco con cámara indiscreta???

yo creo que aquéllos que van por el mundo diciendo a los otros lo que deberían hacer muestran ante todo lo que a ellos les gustaría hacer pero que por alguna razón o sienten que no pueden, o no se atreven...

Belnu dijo...

Tienes razón, Objeto a, as usual, ¿y por qué vendrán a decírmelo a mí? Me pregunto si también otros (sobre todo otras escritoras, me temo) escritores tendrán que escuchar esas pesadas regañinas sobre lo que deberían haber hecho...

el objeto a dijo...

y sí, fue Clotilde la que habló de los sujetos que son considerados o diagnosticados como depresivos como sujetos que se rebelan contra ese imperativo a consumir, a ser feliz, a llenarse y a sólo vivir con respuestas, sin que falte nada, sin dudas, sin fracturas

Qué bonito giro sobre esos envidiosos sufridores, también me ha gustado lo que dice Frikosal, del sufrimiento del envidiado, día y noche aplacando la furia de los otros,
tu manera de relacionar las cosas me ha hecho pensar en Hazlitt y en sus paseos,
La envidia sí mueve el mundo,
estoy de acuerdo contigo!!
Lacan lo explicaba a través de aquella escena relatada por San Agustín de la visión de la Virgen con el niño en los brazos, esa ilusión de completud, la in-vidia que es un engaño que proviene de la mirada, lo imaginario, un senti-miento falseador y desconectado, con algo de espejismo

y eso tan bonito que dices de que siempre serás lectora antes que escritora me ha hecho pensar en lo que escribí hoy sobre Manel Ollé y su poema lleno de voces y lecturas de otros,
vosotros también os rebeláis contra el imperativo narcisista y mezquino, el poder prestado del que hablas.... precioso post!

Belnu dijo...

Oh gracias otra vez, objeto a! Quién querría escribir sin leer primero? Yo soñaba con escribir de pequeña para seguir viviendo ahí, entre esos libros que me habían salvado y con los escritores invisibles y desconocidos que hablaban de mí, en un mundo que yo imaginaba mucho mejor y más hospitalario que el mío... Humility is endless, T.S.Eliot dixit...

Anónimo dijo...

Hola Isabel,
He leído tu post y me ha gustado mucho, estoy de acuerdo con lo que dice Vanesa sobre la envidia. El narcisismo considera que hay un único lugar, que debe ser propio. Ultimamente he pensado en otro matiz de la envidia, algo así como que funciona de señuelo para seguir deseando, en ese "ver" lo que el otro consigue, le toma prestado el objeto para desearlo también. Es muy evidente en esas personas que parecen tenerlo todo y sin embargo envidian al que va consiguiendo sus cositas (envidian a ese que tiene todo por desear). Porque además, qué goce el de envidiar a otro! Sufren y se enferman, pero lo disfrutan bastante también.
Me ha gustado la imagen de ir a cazar burbujas bajo el mar de los textos, qué lindo!
No suelo comentar en los blogs por falta de tiempo, pero de vez en cuando me doy una vueltita por algunos, el tuyo, el de Cacho y el de Vanesa, que me gustan mucho.
Saludos,

Laura Frucella

Belnu dijo...

Gracias, Laura! Por ese nuevo insight sobre la envidia. A mí me resulta un alivio entender y buscar esos otros lados a algo que no sólo me interpela sino que me hace sentir en un billar obligado y dolorido, rebotando las bolas...

Anónimo dijo...

Resulta esclarecedor este texto de VM , aunque no siempre las cosas suceden como las relata. En el caso del profesor y escritor italiano, es curiosa la anécdota de como no debería haber publicado su libro dormido, y esa es al final la conclusión a la que nos hace llegar.
El profesor no erraba en su intuición, pero Sciascia le muestra que el arriesgarse es una baza más, y que contiene otras posibilidades y contrariedades en ambos sentidos. Cuando un autor dice que deja de escribir, deja translucir muchas cosas. Más cuando ha escrito y vivido de la literatura...los pesonajes de Beckett continuaban hablando, aunque ya no hubiera nada que decir, o todo ya se hubiera dicho.
iluminaciones.

Belnu dijo...

Sí, tú lo has dicho, Ilumin... Por suerte los personajes siguen hablando e interpalándonos! Y si no, véase nuestra conferencia de hoy... el eco que despiertan y cómo la gente agradece que les demos voz...

Anónimo dijo...

Sí, exactamente, hasta personajes que nunca existieron nos hablan a través de sus autores, como dices. Cuando dije de un escritor que deja de escribir me refería a Antunes y la renuncia a su propia voz...
Espero que se publiquen las conferencias, y felicidades por la buena acogida de la gente.
Es verdad, hace unos años se daban muchas más conferencias que ahora...
iluminaciones.

Belnu dijo...

Algunas instituciones no se atreven a contratar conferencias que no sean las de los oradores de siempre, los más famosos, los que creen que van a garantizarles el público. Es una lástima porque creo que nuestras conferencias quedarían muy bien en la Fundación March, en la Residencia de Estudiantes, en algunos museos madrileños, y es curiosa la magia que se produce y el agradecimiento del público, pero en fin, este país es así, nadie osa apostar por lo que no sea ya archirreconocido en todas partes...
Respecto a publicarlas, creo que se puede, el problema son las imágenes que L.O. tendría que incluir, ¿quién paga esos derechos?

Anónimo dijo...

Si que es una lástima que no se lleven a cabo conferencias como las vuestras, y qué dificil despertar ese interés en general, que está oculto, y que como dices, la escucha se daría, sólo hay que ofrecer la posibilidad..
iluminaciones.

Belnu dijo...

Sí, Ilumin, la magia de esa escucha siempre se da, el problema son los responsables de las instituciones, que no se atreven a arriesgarse a nada, y la gente siempre pregunta Cuándo las publicaréis? Avisad cuando hagáis más... No habrá segunda parte?

Adelarica dijo...

si las historias de envidias son sólo quiebros profesionales, no merece la pena detenerse en ellas; aquí parece que hay algo más, aunque no acaba no tampoco de quedar claro
yo, en realidad, que admiro mucho su trabajo, me había quedado en el inicio de la entrada: la sugerente referencia al jardín del Palais Royal
ahí no hay envidia, ni por la mansarda, ni por la pareja, sino sólo emulación y ensueño, ¿no?

Belnu dijo...

En lo del Palais Royal hay ensoñación, en efecto, ¿emulación? no sé a qué se refiere.
En cuanto al resto, yo he hablado del poder, del hocicamiento y de la envidia. Pero tal vez yo ya escriba ensimismada e ininteligible.
Hay más cosas en todas partes, está claro. Ayer un librero (Taifa, de Gràcia) me dijo que no tenía mis libros porque no le cabían todos los libros y sobre todo porque para él, ser recomendada por una página respectiva de Goytisolo y Joan de Segarra era una mala cosa; para él son un par de "impresentables", eso me dijo. En esa librería nunca encontrará mis libros, pero tampoco me encontrará más a mí, claro.